La cuna de las Kiri no Katana Nananin
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18 de Ichigatsu del 15 D.Y a las 22:23
Kirigakure no sato,
País del Agua.


El viaje había sido largo, pero por fin había llegado. Muchas expectativas tenía sobre mi estancia en la aldea Oculta de la Niebla y en mi fuero interno bien sabía que muchas de ellas no se cumplirían. Así pues había dedicado parte del viaje a prevenirme de lo que sabía sería un futuro cierto. A pesar de que el viaje lo había planteado como una mera visita para hacerme con la cultura y el lugar de origen de las Kiri no Katana Nananin, no había podido evitar que la ilusión y emoción de la adolescente que todavía llevaba dentro creciera. Tan solo imaginar que el mismo suelo que pisara lo habrían hecho grandes leyendas me arrancaba una sonrisa eufórica.

A medida que me había ido adentrando en el País del Agua, la humedad y la falta de luz se había ido haciendo patente. Del mismo modo, la protagonista que daba nombre a la Aldea Oculta del País del Agua también iba ganando fuerza, presencia y poder. Desde luego no podía tener un nombre más identificativo y característico. Por simple y mera precaución había optado por ni siquiera llevar la bandana que me identificaba como kunoichi de la Hoja. A pesar de que desde hacía algunos años el mundo gozaba de cierta estabilidad, el ambiente volvía a estar enrareciéndose en los últimos tiempos.

Finalmente frente a mí tenía las murallas de la aldea. Las crucé hinchando los pulmones para impregnarlos de la humedad del lugar que años atrás había servido de hogar y protección a tan insignes espadachines. No pude evitar alzar la mirada y mirar a derecha e izquierda comparando la arquitectura con la de mi conocida Konohagakure no sato, la Aldea Oculta de la Hoja. Aunque muy distintas, se me antojaban muy similares también. Para quién me viera sería más que evidente que mi hogar no estaba entre aquellas murallas, pero que tampoco estaba perdida, ni desorientada. Decidí recorrer las calles sin un rumbo fijo, simplemente dejando que el propósito de mi viaje se cumpliera: visitar e impregnarme de la cultura y del ambiente del lugar.
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Otra noche en el Imperio del Agua en la que sabía que no conciliaría ningún sueño. Se le hacía relativamente común, pero lejos de estar torturándose en sus aposentos, prefería divagar cuál noctámbulo a través de las calles de la Niebla. Recibía cierto confort rodeándose de entre la bruma que tanto lo identificaba y ya que venía con cierto reconocimiento en su aldea, no tenía que dar explicaciones a nadie a su alrededor. Se habría mostrado fiel al Imperio de hacía ya muchos años y si bien aquello le habría costado el alma y la indignación de un Kurosame mucho más joven, habría logrado sobrevivir. Poco importaba ahora que no tenía a nadie.

El tiburón exánime tendía por las noches acercarse a las murallas de la aldea. A veces con el anhelo de escapar y volver a un pasado más grato, pero aquello era imposible e impráctico; poco le serviría huir y condenarse de algún otro modo, y le hacía bien la libertad que poseía.

Sin embargo las calles de la Niebla no podrían encontrarse mejor que nunca, el desarrollo de su aldea habría sido exponencial desde que el Imperio se habría apoderado de vastas riquezas de tierras ajenas. Incluso a esas horas se mostraba cierto bullicio y los habitantes podían disfrutar las libertades de un imperio poderoso. No era muy común tener turistas en aquellas horas, o mejor dicho, era relativamente fácil de distinguir aquellos que disfrutan de los beneficios del Imperio y aquellos que solo visitaban.

En una calle comercial cerca de las murallas caminaría sin pensar mucho sobre su rumbo. Una cabellera naranja brillaría de entre la noche pero el tiburón no la presenciaría en lo absoluto hasta chocar con su hombro. Disculpa, no estaba mirando. La ignoraría de inmediato y seguiría su rumbo, o es lo que prefería haber hecho, pero tras voltear la mirada ligeramente reconocería que aquella no pertenecía a niebla. Eh, espera, ¿perteneces a la aldea o vienes de visita? Preguntaría con un tono suave, poco intimidante.
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Distraída como iba no me percaté de la inminente colisión con tan peculiar ser - Disculpa - me apresuré a decir inmediatamente. Simultáneamente y de manera inconsciente me llevé la mano a la empuñadura del arma para comprobar que seguía en su sitio. Al tacto las yemas de los dedos memorizaron el ángulo exacto en el que se encontraba el arma, recordando para futuros encuentros dónde localizar a quién ejercía como su extensión natural. Naturalmente aquello no fue algo voluntario o consciente, sino algo méramente espontáneo, fruto de muchas horas de íntima relación y amistad - No, no. Discúlpame tú. Iba distraída - me justifiqué cuando el tipo se disculpó al mismo tiempo que mi primera vez. Fue entonces cuando crucé la mirada con él y empezó la justificación de mi viaje.

Aquel tipo tenía la pies azulada, casi como si fuera otra especie de humano o tuviera un serio problema de anoxia. ¿Sería el caso? En su rostro había una suerte de marcas que parecían ser agallas de pescado, ¿sus ojos? dorados como la miel más pura y su cabello color platino como el anciano que peina canas en todos y cada uno de sus cabellos. En su boca lucía dientes aserrados, como los de un tiburón. Su complexión era atlética y delgada. A pesar de sus dientes y color de piel, distaba mucho de lucir intimidante o amenazador, sino que más bien la primera palabra que me venía la mente al verlo era exótico.

-De visita - respondí sinceramente con naturalidad. No había ni un ápice de mentira en ello y tampoco había motivo para alarmarse. No había hecho nada malo, ¿no?, por lo que no había motivos para mentir. Amén de que nunca mentía. No obstante no necesitaba mostrarme a la defensiva, tensa o si quiera quitar la sonrisa del rostro para liberar raudamente a mi acompañante de su sueño y cómoda prisión si era necesario y aquel tipo quería buscar problemas. Tampoco había amenaza en su tono, lo que ayudó a la naturalidad de mi respuesta y reacción - ¿Por qué? - pregunté yo esta vez por si había algo que debiera conocer.
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¿De visita? Curioso, podía dejar pasar aquella oportunidad y seguir su día, aunque percataría a tiempo que la reacción de aquella chica no era normal a la de cualquier persona. No, primero ésta iba por la aldea de la Niebla con lo que parecía ser una katana y además, su nivel de reacción y cómo su gesto inmediato se dirigiría hacia la empuñadura le indicarían que esta persona no era una turista cualquiera. Fue cuestión de instantes, pero la experiencia de Kurosame como espadachín en una vida pasada era suficiente para realizar todo aquello.

Ninguna razón en particular. A decir verdad, Kurosame Hoshigaki, miembro del Consejo Shinobi Imperial de la Aldea Oculta de la Niebla, ni siquiera conocía las leyes de su propia aldea y desconocía si, de hecho, las visitas podían andar o no libremente por el Imperio con katanas. Si de casualidad era ilegal, pues, tendría que llevarla a las autoridades y si no lo era, al menos podía aprender un poco más de ella en vez de enfrentar lo que sería un monótono día.

Pero, me atrevería a predecir que eres una espadachín, esas reacciones no son comunes. Indicaría, perceptivo. No pasa nada, yo también lo fui en una vida pasada. Mi nombre es Kurosame Hoshigaki. Un gusto, eh… Finalizaría con un gesto de espera, invitando a esta chica a presentarse.
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Última modificación: 14-02-2023, 12:21 PM por Shikabira.
-En efecto - repetí asintiendo a su pregunta. ¿Acaso Kirigakure no sato no tenía turismo? ¿A cuento de qué venía tanta sorpresa e insistencia? Supuse que no sería más que mera curiosidad del medio escualo, pues tampoco me hizo notar nada cuando le pregunté.

Me distraje al ver pasar por detrás de mí contraparte una familia. La pareja iba acompañada de un niño que escasamente llegaría a los cuatro años y un carrito con dos capazos. Me pregunté cómo sería la vida con tres hijos, dos de ellos mellizos de pocos días de edad y otro mayor. Intuía que fácil no tendría que ser aquella situación y que si algo faltaría en esa familia sería el tiempo. No pude evitar sonreír genuina y felizmente al ver como el mayor de los niños llamaba a su padre y en cómo éste le miraba. Pensé que si algún día tenía tres hijos los llamaría Bicho, Hachi y Mon

-¿En una vida pasada? - repetí recuperando las palabras de Kurosame del inconsciente. Me abstuve de confirmar sus sospechas, aunque tampoco las desmentí. A buen entendedor…- Shikabira - me apresuré a completar su presentación mientras los dedos tamborileaban sobre el arma - Disculpa, ¿hay algún lugar que rinda homenaje a los espadachines legendarios?
Narro ~ Hablo ~ Pienso
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La intuición de Kurosame era correcta en que aquella chica era una espadachín. No conocía muchas espadachines mujeres, aunque una en especial que conocía era de nombre Kuina, la cual habría fallecido lamentablemente de una manera que incluso después de mil episodios de una serie de piratas, muchos se cuestionarían. Estoy divagando otra vez…

Volvería de perderse en sus pensamientos. Shikabira, un gusto. Kurosame extendería gentilmente sum ano.

Sí, lo hay. Cerca de la Zona Comercial hay un monumento a los espadachines legendarios. Si no sabes donde es, con gusto te llevaría. Y esto lo diría relajado, curioso ante una turista cuyo interés inmediato era saber la historia sobre los espadachines de la Niebla.
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-El gusto es mío, Hoshigaki Kurosame – repliqué extendiendo la mano también. Le daría un apretón ligero, pero lo suficientemente firme como para evitar dar la impresión que era la típica damisela en apuros, pero tampoco para parecer desafiante - ¡Oh! ¿De verdad? ¡Genial! Pues la verdad es que no. Acabo de llegar y no conozco nada de Kirigakure no sato. Será agradable tener un guía particular… - bromeé para aceptar el ofrecimiento.

No pude evitar recorrer el camino hasta el lugar con una sonrisa genuinamente feliz en el rostro. A duras penas conseguía contener la euforia que sentía en ese momento. ¡Iba a estar en un lugar dedicado a tan insignes leyendas! Aunque muchas veces me había imaginado haciendo algo así, siempre había sido como algo etereo y utópico, jamás me lo había planteado como una posibilidad real, por lo que la emoción era máxima.

-Cuéntame algo más del lugar. Además de que las urgencias deben estar llenas de gente con las narices rotas por no ver más allá de unos pocos pasos por la niebla...


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