Última modificación: 18-01-2023, 09:11 PM por Kano Kurama.
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Internus timoribus
Kano Kurama
Los orbes amarillentos del Kurama se abrieron, encontrándose a las puertas de la academia ninja junto a uno de sus viejos profesores y una compañera de clase; si mal no recordaba, su nombre era Akira Kenju. Miró a sus alrededores desorientado, sin recordar ni entender por qué estaba allí.
— De acuerdo, ahora que estamos todos puedo informaros sobre vuestra primera misión —habló el más mayor después de carraspear con su garganta y leer por encima unos documentos que tenía en sus manos—. No tiene mucha complicación. Isamu, el perro de uno de nuestros transportistas más veteranos, se ha escapado y tendréis que encontrarlo. Creemos que no ha podido ir muy lejos de la ciudad. Intentad daros prisa, su dueño es bastante impaciente y más cuando se trata de Isamu.
La muchacha asintió con la cabeza tras recibir las órdenes, Kano simplemente se quedó mirándole aún con un semblante algo confundido. Iba a abrir la boca para hacer una pregunta, pero la Kenju se le adelantó tirándole del brazo para que comenzara a correr junto a ella—. ¡Ya lo has oído Kano, no podemos perder el tiempo! —el adolescente, nada acostumbrado al contacto físico, retiró su brazo bruscamente al sentir el contacto de la mano de la contraria, pero la siguió corriendo detrás de ella—. Está bien.
La pareja de Genins se perdió por las calles de Jouki, después de probablemente haber estado corriendo por más de 10 minutos sin encontrar ninguna pista. Cuando el Kurama quiso darse cuenta, los edificios y plazas a su alrededor ahora eran enormes árboles de aspecto espeluznante, prácticamente sin hojas y con raíces que se enrollaban unas sobre otras, asfixiándose entre ellas.
El moreno intentó hablar, pero la niebla a su alrededor se había vuelto tan densa que nada más abrir la boca, sintió cómo opacaba todo su sistema respiratorio, impidiéndole formular cualquier sonido y oprimiéndole el pecho, dificultando su respiración—. Esta sensación ya la he tenido antes… Puede ser que esto sea… —un gritito de emoción le sacaría de sus divagaciones—. ¡Por fin te encontramos Isamu! Madre mía, sabes esconderte bien —la joven señaló con una gran sonrisa una figura canina que se escondía entre un par de matorrales, aunque debido a su pelaje oscuro apenas era capaz de distinguir un par de tenebrosos ojos rojos como el rubí.
Kano se quedó petrificado en el sitio, con la sensación de que algo no iba bien, pero su compañera no parecía tener su misma sensación de peligro ya que se aproximó a la figura sin pensárselo dos veces. El can esbozó una tétrica sonrisa, la cual mostraba un millar de colmillos que para nada tenían pinta de ser los de un perro. El adolescente trató de gritar para alertar a Akira, pero nuevamente la niebla se lo impidió, y la escena que vería frente a sus ojos le helaría totalmente la sangre. La criatura se movió en un parpadeo, incorporándose mostrando un cuerpo deformado y humanoide, y abrió su boca arrancando la cabeza de la Genin como si se tratara de un caramelo.
— De acuerdo, ahora que estamos todos puedo informaros sobre vuestra primera misión —habló el más mayor después de carraspear con su garganta y leer por encima unos documentos que tenía en sus manos—. No tiene mucha complicación. Isamu, el perro de uno de nuestros transportistas más veteranos, se ha escapado y tendréis que encontrarlo. Creemos que no ha podido ir muy lejos de la ciudad. Intentad daros prisa, su dueño es bastante impaciente y más cuando se trata de Isamu.
La muchacha asintió con la cabeza tras recibir las órdenes, Kano simplemente se quedó mirándole aún con un semblante algo confundido. Iba a abrir la boca para hacer una pregunta, pero la Kenju se le adelantó tirándole del brazo para que comenzara a correr junto a ella—. ¡Ya lo has oído Kano, no podemos perder el tiempo! —el adolescente, nada acostumbrado al contacto físico, retiró su brazo bruscamente al sentir el contacto de la mano de la contraria, pero la siguió corriendo detrás de ella—. Está bien.
La pareja de Genins se perdió por las calles de Jouki, después de probablemente haber estado corriendo por más de 10 minutos sin encontrar ninguna pista. Cuando el Kurama quiso darse cuenta, los edificios y plazas a su alrededor ahora eran enormes árboles de aspecto espeluznante, prácticamente sin hojas y con raíces que se enrollaban unas sobre otras, asfixiándose entre ellas.
El moreno intentó hablar, pero la niebla a su alrededor se había vuelto tan densa que nada más abrir la boca, sintió cómo opacaba todo su sistema respiratorio, impidiéndole formular cualquier sonido y oprimiéndole el pecho, dificultando su respiración—. Esta sensación ya la he tenido antes… Puede ser que esto sea… —un gritito de emoción le sacaría de sus divagaciones—. ¡Por fin te encontramos Isamu! Madre mía, sabes esconderte bien —la joven señaló con una gran sonrisa una figura canina que se escondía entre un par de matorrales, aunque debido a su pelaje oscuro apenas era capaz de distinguir un par de tenebrosos ojos rojos como el rubí.
Kano se quedó petrificado en el sitio, con la sensación de que algo no iba bien, pero su compañera no parecía tener su misma sensación de peligro ya que se aproximó a la figura sin pensárselo dos veces. El can esbozó una tétrica sonrisa, la cual mostraba un millar de colmillos que para nada tenían pinta de ser los de un perro. El adolescente trató de gritar para alertar a Akira, pero nuevamente la niebla se lo impidió, y la escena que vería frente a sus ojos le helaría totalmente la sangre. La criatura se movió en un parpadeo, incorporándose mostrando un cuerpo deformado y humanoide, y abrió su boca arrancando la cabeza de la Genin como si se tratara de un caramelo.
Los ojos del castaño se llenaron de lágrimas por el pánico—. Definitivamente esto es otra pesadilla —después de devorar el cráneo de su victima, aquel demonio se giró para mirarle directamente. Sin poder evitarlo comenzó a temblar, aunque se quedó quieto en el sitio apretando los puños y tratando de guardar la calma. Durante toda su vida, había tenido malos sueños todas las noches así que creía saber controlarlos. Trató de recordar las palabras de su abuelo, quien le repetía constantemente que sus pesadillas no eran reales y que debía enfrentar sus miedos para conseguir dominarlas.
Pero aquel ser no se lo iba a poner nada fácil.
Pero aquel ser no se lo iba a poner nada fácil.