Ganándome la vida
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Una vez más, ocurría. Una plaga de ratones asediaba el pueblo, destruía cultivos, roía ropa y asustaba a la gente y, por más que los lugareños intentaran hacer algo al respecto, salían más y más. Cuando la gente no sabía que hacer, entonces aparecía yo, un chico pobre, vestido con tela de costal y con dos halcones, uno en cada hombro. Cobraba por un servicio que no necesitaban desde el principio, pues cuando llegaba, los halcones cazaban los ratones y, al ya no crear más, rápidamente se acababa la plaga.

Si no tenían mucho dinero, cobraba en especia. Así me aseguraba de tener suficiente comida, bebida y dinero como para avanzar a la siguiente aldea. Así, fui avanzando de aldea en aldea, en el bosque de Fuego, hasta adentrarme en una zona especialmente sola, en donde los caminos se acababan y todo rastro de civilización desaparecía. Parecía un buen lugar para esconderme, en especial si alguna vez me perseguían.

Avancé durante horas, mientras comía unas salchicas para asar que me dieron en la última aldea, cuando algo, un presentimiento me hizo detenerme. Creé una bola de aire entre las manos y, cuando me giré rápidamente, la arrojé hacia una especie de enorme tigre que me acechaba y había acabado por lanzárseme encima.

Aquella bestia salió volando veinte metros, pero no recibió daño alguno. Mientras caminaba alrededor mío, creé un halcón que, al salir y elevarse, el enorme tigre saltó hacia él. Mi halcón logró elevarlo consigo unos veinte metros antes de deshacerse. Lancé de mi pergamino varios pájaros con sellos explosivos, los cuales impactaron contra aquella bestia, causándole quemaduras en un lado del torso. El animal, al caer, se lanzó contra mí.

Lancé una bola de aire a presión, lanzándolo de nuevo hacia atrás. De nuevo volvió a abalanzarse, y de nuevo le arrojé. Era persistente.

De mis pergaminos, creé dos enormes leones de tinta, los cuales, pese a no ser tan grandes como el tigre, entre ambos lograron someter al animal. En lo que mordían su cuello, lancé otra ondanada de aves explosivas, las cuales impactaron contra la cabeza de la bestia, descarnándola y dejándola en llamas. El enorme tigre cayó al suelo y los leones se deshicieron. Tuve que buscar refugio y descansar, reponiendo el chakra perdido. Pronto, otras bestias enormes llegaron atraídas por el olor a carne quemada.

En cuando todo hubiera acabado, saldría corriendo hacia las afueras del bosque, para regresar a la civilización. Ese lugar se veía interesante, pero no había mucho para mí.
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