Así me convertí en Genin -En solitario-
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Última modificación: 15-06-2023, 08:51 PM por Suiko.
El sol comenzó a asomarse tímidamente sobre las montañas, anunciando el amanecer en el tranquilo pueblo de Kiri. Dentro de su modesta habitación, Suiko se despertó con los primeros rayos de luz que se filtraban por la ventana entreabierta. Bostezando suavemente, Suiko se estiró y se sentó en el borde de la cama, extendiendo los brazos para despertarse por completo. Observó serenamente su pequeño santuario personal, adornado con detalles que reflejaban su amor por la naturaleza y la tranquilidad. Levantándose con gracia, se dirigió al guardarropa y eligió cuidadosamente un hermoso kimono en colores suaves y elegantes, decorado con delicados patrones de flores de cerezo.

Una vez vestida, Suiko se acercó a su espejo de mano y cuidadosamente acomodó su largo cabello negro, asegurándose de que estuviera perfectamente peinado. Sus ojos azules brillaron con anticipación mientras imaginaba las actividades del día siguiente. Al descender las escaleras de su casa, Suiko fue recibida por los tentadores aromas de un desayuno recién preparado que llenaba el aire. Siguiendo el olor, llegó a la pequeña cocina donde su madre ya estaba ocupada preparando una deliciosa comida matutina.

-¡Buenos días mamá!- Saludó Suiko con una cálida sonrisa mientras se sentaba a la mesa. Una conversación alegre y familiar llenó la sala mientras madre e hija compartían los eventos del día anterior y sus expectativas para el día siguiente. Justo cuando Suiko estaba a punto de dar el primer bocado a su tostada recién horneada, un persistente golpe resonó en la puerta principal. Ambas mujeres se miraron sorprendidas, preguntándose quién podría estar llamando tan temprano en la mañana. Suiko se levantó de la mesa y se acercó a la puerta, abriéndola para encontrar a un vecino visiblemente molesto.

El hombre, con el ceño fruncido, comenzó a quejarse del ruido que hacía el gallo de Suiko todas las mañanas, interrumpiendo su preciado sueño. Suiko mantuvo la calma y escuchó atentamente, consciente de que la convivencia pacífica en el pueblo era importante. Con voz suave pero firme, explicó que el gallo era una parte querida de su familia y que haría todo lo posible para mitigar el ruido. Luego de una breve conversación y algunas promesas de cooperación, el vecino pareció satisfecho y se fue, dejando a Suiko aliviada. Regresó a la cocina y compartió la situación con su madre, quien le dedicó una mirada comprensiva y un gesto tranquilizador. El desayuno continuó en un ambiente más relajado mientras Suiko y su madre disfrutaban de su comida y compartían anécdotas divertidas. A pesar del pequeño contratiempo, Suiko estaba decidida a mantener su rutina en la academia shinobi. Con la promesa de un nuevo día lleno de desafíos y oportunidades por delante, Suiko terminó su desayuno y se preparó para enfrentar el día con valentía y determinación. Sabía que convertirse en Genin de Kirigakure no Sato requería no solo habilidades de combate, sino también la capacidad de navegar en las relaciones interpersonales y resolver conflictos de manera pacífica.
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Con pasos decididos, Suiko salió de su casa y se aventuró por las calles del pueblo, lista para enfrentar cualquier desafío que pudiera surgir en la Academia de Kiri. Al llegar al patio de la academia, Suiko observó a sus compañeros de clase reunidos en pequeños grupos, practicando sus habilidades marciales. La ausencia de maestros le brindó la oportunidad perfecta para probar sus propias técnicas y prepararse para los próximos exámenes. Sin perder tiempo, se unió a un pequeño grupo de compañeros que estaban practicando técnicas de combate cuerpo a cuerpo. Con gracia y agilidad, Suiko mostró su destreza en taijutsu, lanzando patadas precisas y evadiendo los ataques de sus oponentes con movimientos fluidos. A medida que continuaba la práctica, Suiko podía sentir los ojos de sus compañeros de clase sobre ella. A los dieciséis años, estaba entre las mayores de la clase y se esperaba mucho de ella. Si bien había experimentado momentos de duda y frustración, sabía que tenía que demostrar su valía y superar las expectativas. La perseverancia y el entrenamiento constante habían convertido a Suiko en una kunoichi decidida y dedicada. Aprovechó cada oportunidad para perfeccionar sus habilidades, incluso en un campo de entrenamiento modesto como ese. Mientras ejecutaba sus movimientos con gracia y determinación, el sonido de sus puños y patadas resonaba en el aire, un recordatorio de su incansable búsqueda de la excelencia. Mientras practicaba, Suiko también observó a sus compañeros de clase, aprovechando la oportunidad de aprender de ellos e identificar las fortalezas y debilidades de su propio estilo de lucha. Estaba decidida a aprobar los exámenes de técnicas básicas y demostrar su valía como genin de Konoha.

Cuando la práctica llegó a su fin, los profesores regresaron a la academia, anunciando el inicio de una reunión. Suiko se sintió satisfecha de haber aprovechado al máximo ese tiempo libre para mejorar sus habilidades. Sabía que aún quedaba mucho por aprender y perfeccionar, pero estaba lista para enfrentar cualquier desafío que se le presentara. Con determinación y confianza, Suiko se unió a sus compañeros de clase cuando entraron a la academia para la reunión. Los maestros se reunieron en el patio principal de la academia y la anticipación llenó el aire cuando los estudiantes se acomodaron en sus asientos. Suiko, junto a sus compañeros, escuchaba atenta, esperando ansiosa el motivo de la reunión. El silencio se rompió cuando uno de los profesores tomó la palabra y anunció que se realizaría un examen sorpresa para evaluar las habilidades de los estudiantes. Un murmullo emocionado se extendió por el salón de clases mientras los jóvenes ninjas se preparaban mentalmente para lo que estaba por venir. El profesor explicó que el examen se centraría en el uso y la precisión de armas como kunai y shurikens, así como en la capacidad de moldear correctamente el chakra para ejecutar técnicas básicas de rango E, como Henge (Transformación) y Kawarimi (Sustitución). Estas eran habilidades fundamentales para cualquier shinobi en entrenamiento.

La noticia resonó en Suiko y un destello iluminó sus ojos. Sabía que había estado practicando diligentemente para perfeccionar sus habilidades, y este examen sorpresa presentó una oportunidad para mostrar su progreso. Mientras los estudiantes se preparaban para el examen, el maestro anunció la presencia de un supervisor de rango Chunin que los observaría y tomaría notas sobre su desempeño. Las miradas de los estudiantes se volvieron hacia el chunin, cuya mirada seria y penetrante transmitía la importancia de la evaluación. Suiko no se dejó intimidar por la presencia del supervisor. Sabía que su esfuerzo y dedicación se verían reflejados en sus acciones durante el examen. Recordó capacitaciones pasadas y las calificaciones antiguas que el supervisor tenía en su poder. Su registro le recordó sus logros, pero también los momentos en los que había encontrado dificultades y luchado para superarlas. Confiada en su experiencia previa y crecimiento como shinobi, Suiko se preparó mentalmente para el desafío inminente. Repasó en su mente las técnicas que había practicado una y otra vez, visualizándose a sí misma ejecutándolas con precisión.

Cuando llegó el momento del examen, Suiko se colocó junto a sus compañeros de clase, sintiendo el peso de la responsabilidad sobre sus hombros. Con cada kunai lanzado y cada shuriken apuntado con precisión, se esforzó por demostrar su habilidad y control. Luego llegó el turno de las técnicas de rango E. Suiko se concentró en moldear adecuadamente su chakra, recordando las instrucciones de sus maestros. Con determinación, realizó el Henge, transformándose en una réplica perfecta del supervisor e incluso imitó su rostro serio y su actitud aburrida y distante. Luego creaba copias ilusorias de los profesores, simulando una conversación convincente o un encuentro entre ellos, donde aparecían satisfechos.

Mientras Suiko ejecutaba las técnicas, el supervisor de rango chunin tomaba notas detalladas, evaluando el desempeño de cada estudiante. Suiko se esforzó por transmitir su mejora y su pasión por convertirse en una ninja competente. Una vez que concluyó el examen, el salón de clases cayó en un silencio momentáneo mientras los estudiantes esperaban los resultados. Suiko, junto con sus compañeros de clase, se miraron, sintiendo la mezcla de emoción y nerviosismo en el aire. Los maestros se tomaron un momento para revisar las notas del supervisor y deliberar sobre los resultados. Luego, uno por uno, anunciaron los nombres de los estudiantes que habían demostrado un buen desempeño en el examen sorpresa. Suiko contuvo la respiración, esperando escuchar su nombre entre los seleccionados. Cuando finalmente se pronunció el nombre de Suiko, una sonrisa de satisfacción y alegría iluminó su rostro. Su esfuerzo y dedicación habían dado sus frutos y había superado con éxito el reto. Miró a sus compañeros de clase, viendo orgullo y alivio en sus rostros mientras celebraban juntos su logro.

El examen sorpresa había demostrado que Suiko y sus compañeros de clase eran capaces de enfrentar desafíos y superar las expectativas.
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Última modificación: 15-06-2023, 11:56 PM por Suiko.
Suiko y sus compañeros disfrutaron el resto del día libre después del examen sorpresa. Con la emoción aún palpable en el aire, decidieron reunirse en un pequeño restaurante cercano para compartir una comida y especular sobre las calificaciones que recibirían de sus examinadores. Optaron por probar el pescado frito, un plato popular del pueblo que solían disfrutar juntos. Sin embargo, para consternación de Suiko, el pescado frito no le sentó bien. A medida que avanzaba la comida, comenzó a sentirse mareada y con náuseas. Sus amigos inmediatamente se preocuparon y decidieron llevarla a la enfermería del pueblo en busca de ayuda. Al llegar a la enfermería, se encontraron con una situación desalentadora. Los servicios de atención médica eran mínimos y no había personal disponible para atender a Suiko de inmediato. A pesar de los esfuerzos de sus amigos por explicar la situación, no lograron captar la atención de ningún médico o enfermera. En medio de la frustración, una amable conserje de la enfermería se acercó a ellos y se ofreció a ayudarlos lo mejor que pudo. Reconociendo el malestar de Suiko, preparó un té caliente para aliviar su malestar estomacal y calmar sus nervios. Aunque no era una solución completa, la atención y la preocupación del conserje proporcionaron cierto alivio a Suiko en ese momento. Sus amigos se quedaron a su lado, brindándole apoyo moral y asegurándole que su desempeño en el examen había sido excelente a pesar de la situación actual. Juntos, compartieron historias y anécdotas para distraer a Suiko y ayudarla a sentirse mejor mientras esperaban que la incomodidad desapareciera. Aunque la visita a la enfermería no fue la experiencia más placentera, Suiko se sintió reconfortada por la solidaridad de sus amigos y la atención brindada por la conserje. 

Con el tiempo, la incomodidad de Suiko comenzó a disiparse, lo que le permitió recuperarse gradualmente. Agradecida por la atención recibida, se despidió de la conserje y se unió a sus amigos para regresar a sus hogares. Aunque persistía la incertidumbre sobre sus calificaciones, Suiko encontró consuelo en la fuerza de su amistad y en el conocimiento de que había dado lo mejor de sí en el examen. 

Después de llegar a casa, la joven se sorprende al escuchar a su madre mencionar que el gallo ha desaparecido y no se puede encontrar en los alrededores. La noticia causa una mezcla de tristeza y enojo ya que el gallo era una mascota querida y parte de su vida diaria. A pesar de no estar en las mejores condiciones debido a su enfermedad anterior, Suiko decide tomar medidas y enfrentarse al vecino, de quien sospecha que podría estar involucrado en la desaparición. Con determinación, la joven se dirige a la casa del vecino y llama a la puerta. Al abrir, el vecino muestra sorpresa al ver a Suiko en ese estado, claramente mal. Suiko no pierde el tiempo y directamente pregunta por el paradero del gallo, expresando sus sospechas. El vecino, un hombre mayor y amable, parece confundido por las acusaciones de Suiko y niega tener conocimiento sobre la desaparición del gallo. Explica que no ha visto nada fuera de lo común y se ofrece a ayudar en la búsqueda si es necesario. También señala que ha estado ocupado en su propia casa durante todo el día y no ha salido de ella.

A pesar de sus sospechas iniciales, Suiko comienza a dudar de sus acusaciones. Puede sentir la honestidad en las palabras del vecino y se da cuenta de que puede haberse apresurado a juzgarlo sin pruebas suficientes. Reconociendo su error, se disculpa con el vecino por acusarlo sin fundamento y le agradece su disposición a ayudar en la búsqueda del gallo. Decidida a encontrar a su amado gallo, la kunoichi regresa a casa y comienza a buscar por los alrededores con la ayuda de su madre y otros vecinos que se suman a la búsqueda. Pasan horas mirando a su alrededor, pero desafortunadamente no encuentran ninguna pista que indique dónde podría estar el gallo. A medida que avanza la búsqueda, Suiko se da cuenta de que actuó apresuradamente al acusar al vecino sin pruebas suficientes. Se siente culpable por juzgarlo injustamente y comprende la importancia de no dejar que las emociones dominen en situaciones como esta. Finalmente, agotada física y emocionalmente, Suiko regresa a casa con la esperanza de que el gallo regrese solo o que alguien lo encuentre en los días siguientes. Aunque todavía siente tristeza por la pérdida de su mascota, ha aprendido una valiosa lección sobre la importancia de la paciencia, la reflexión y el trato respetuoso hacia los demás.

Al día siguiente, la estudiante regresa a la Academia con la esperanza de obtener buenos resultados. Al enterarse de que su gallo estaba en manos de sus maestros, Suiko experimenta una mezcla de alivio y confusión. Sin embargo, su alivio se desvanece rápidamente cuando los maestros explican que la desaparición del gallo era una parte oculta de su examen de Genin y que no pasó el examen por eso. Se siente frustrada y fuera de lugar, ya que no puede entender por qué no se le informó sobre esta parte del examen y por qué se usó su gallo de esa manera. En ese momento, una profesora interrumpe la conversación y muestra una actitud más comprensiva hacia Suiko. Ella reconoce las cualidades femeninas y el potencial de Suiko como Kunoichi, algo que los otros maestros habían pasado por alto. La maestra se compromete a entrenar personalmente a Suiko, reconociendo su talento y viendo en ella a una joven prometedora. Esta muestra de apoyo y comprensión renueva la confianza de Suiko y le da un nuevo sentido de pertenencia a la Academia. Agradece el reconocimiento de sus cualidades y se siente motivada por la oportunidad de recibir una formación especializada. Aunque todavía siente cierta decepción por no aprobar completamente el examen, está dispuesta a aprovechar al máximo esta nueva oportunidad y demostrar su valía como Kunoichi.

A partir de ese momento, Suiko comienza a recibir formación personalizada por parte de la profesora. La maestra se enfoca en desarrollar las habilidades específicas de Suiko, enfatizando su destreza, agilidad y la capacidad de usar sus cualidades femeninas para su beneficio. A medida que avanza en su entrenamiento, Suiko se siente más segura y comienza a sobresalir en diferentes áreas, ganándose el respeto de sus compañeras cuando finalmente consiguió graduarse como Genin.

A lo largo de su camino como kunoichi, Suiko aprendió a valorar tanto sus habilidades físicas como las cualidades femeninas. A través del entrenamiento y la tutoría de su maestra, logró superar sus frustraciones iniciales y se convirtió en una kunoichi talentosa. Aprendiendo de sus experiencias, se da cuenta de que el camino hacia el éxito no siempre es lineal y que enfrentar desafíos y superar obstáculos es una parte integral de su crecimiento como shinobi. Tras todo aquello, con la ayuda y el apoyo de su mentora, Suiko se sentía preparada para enfrentar futuros desafíos y convertirse en una destacada Kunoichi en su aldea.

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