[Misión] Muertes y Desapariciones
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Los dos protagonistas parecían estar en una buena posición para, al menos, salvaguardar su propia seguridad. En cuanto a la misión, la oscuridad de la cueva parecía lo suficientemente densa como para, metafóricamente, oscurecer los objetivos en consecuencia. Por tanto, y quizás algo de mal azar, Samuru sería el primero en entender que las cosas se habían torcido hasta un punto desagradable con la muerte de su objetivo a rescatar.

Los esfuerzos del peliazul terminarían abriendo la celda donde se mantenían cautivas algunas mujeres y otras que yacían sin vida. Las féminas seguían expectantes de alguna manera u otra, sin hacer mayor expresión ante un posible rescate. Lo que sea que las mantuviera en ese estado semi-consciente era duradero. Samuru encontró lo que buscaba, aunque sin vida, y la tomó para partir. Ninguna otra mujer salió tras él. Y poco después morirían otras cuatro.

Akío por su parte demostraría habilidad para esquivar la flecha y contraatacar. Su objetivo no vería venir la ofensiva, literalmente, hasta tenerla clavada en un costado. La lanza entraba y rompía un par de costillas, y el hombre llevaba su mano menos hábil al lugar de la herida por inercia. La adrenalina le permitía no gritar de dolor, y la mandíbula le tronaba por la presión que él mismo ejercía, lleno de frustración.

Al grito de Samuru el Yoichi empezaría a recobrar la vista, para conseguir ver al peliazul volar a unos metros frente a él. De tener un poco más de visión y no haber sido empalado momentos antes, quizás podría darle una pedrada al peculiar pájaro, pero parecía momento de ser más cuidadosos.

Empezaría a andar tocando la pared buscando alejarse de los dos ninjas que ahora ocupaban el sector cercano a la entrada. El de las estrellas llevaba a una de las mujeres en sus manos, que aún desde lejos se notaba desafortunadamente sin vida. Si lograba alejarse por la pared, se cubriría con una saliente cercana a la jaula abierta, en B11. — ¡Se han llevado a una, pero ya nuestro señor la ha recibido! — Gritaría el Yoichi esperando que su compañero de secta estuviese con vida y escuchando.

Y lo estaba. El Nagamushi se mantenía oculto cerca del altar, esperando algo que parecía estar cercano a llegar. No alzaría la voz para responder a su compañero, y solo se asomaría por una esquina del altar para echarle un ojo a la jaula. Las mujeres, en trance aún, no habían seguido a Samuru y eso le regaló una macabra sonrisa el viejo de las serpientes.

— Un poco más… — Murmuraría. Le tenía sin cuidado si los dos intrusos habían llegado para recuperar un cadáver, si se habían retirado ya o tenían planes de volver, mientras el ritual se completase y su Dios terminase complacido. Por tanto, seguiría en L10, con los sensores térmicos activos para evitar sorpresas.

OFF
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Akío siguió con la mirada a su compañero que pasaba volando cercano a sus alrededores, ahora que ya había conseguido quitarse de encima el peligro más inmediato, pudo observar con algo de atención el campo de batalla. Lo primero que hizo tras ver a su compañero, fue dirigir su mirada al cultista yoichi que huía y seguidamente a la jaula donde se encontraban las mujeres. Sus ojos se iban adaptando poco a poco a la luz tenue de la cueva. Cuando vio el resultado de las muertes de las doncellas apresadas, sus ojos se abrieron como platos, y un escalofrío recorrió su espalda. 

Echó a andar tras el cultista que había herido con una lanza, lo buscó rodeando la pared, aceleró un poco el paso, pues él iba herido y lo alcanzaría sin ningún problema. Mientras se estaba dirigiendo a su compañero del cual Akío desconocía su posición, estiró la mano con la palma abierta hacia él, y sin necesidad de hacer ningún sello de nuevo, levantó las manos durante dos segundos para formar un chakram, que lanzó tras el cultista dirigiéndolo hacia sus piernas con ambas manos. 

Kamienzan


Una vez le hubo alcanzado, el chakram se deshizo y dejó de apuntar con sus manos hacia él.

Después, se giró hacia su compañero. - ¡Entendido, te cubro, aún queda gente dentro de la jaula, no las podemos dejar aquí con estos psicóticos! - Le dijo gritando. No llego a ver muy bien a quien sacaba en brazos, pero por lo rápido que iba hacia la puerta, podría ser la hija del señor que les había contratado... 

Se fue acercando a la salida asegurándose de cubrir a su compañero, mientras buscaba por los alrededores al enemigo con el que el cultista se había intentado comunicar. 

- Cuidado, parece ser que hay otro vivo. ¿Qué demonios les ha pasado? - Preguntó preocupado. ¿Es nuestro objetivo? No se como... han podido morir en nuestras narices... - Al decir eso, suspiró audiblemente. - ¿Cómo sacamos a las demás? - Terminó diciéndole, ahora que se iba acercando a Samuru mientras estaba ojo avizor por si algo más les acechaba.

Resumen

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¿Qué hacen? — Samuru no lo podía creer. Abrió la celda para que todas las mujeres pudieran escapar y mantener su vida intacta, pero ninguna quiso salir. Todas se quedaron ahí adentro mientras que el de cabellos azules volaba. Ninguno de los cultistas le impidió la salida, así que sin contratiempos podría salir de la cueva. Escuchó lo dicho por Akío, quien claramente no quería dejar a las damiselas ahí en la oscuridad. El hombre volador solo suspiro y pareció que ignoró al de Iwagakure, aunque esto fue solo momentáneo. Había una realizado una cantidad decente de chakra, pero no quería simplemente irse con el cadáver que necesitaba.

Una vez estuvo fuera, sus técnicas de Kujaku Myohou se desactivaron, y también aquel chakra púrpura desapareció, retomando energía normal a su cuerpo. Durante un momento apreció la apariencia de la mujer entre sus brazos. Le molestaba tener que llevársela sin vida. Hasta este momento, siempre tuvo la esperanza de devolverla sana y salva con su padre. La inexperiencia en la realización de misiones, junto con el fracaso, le molestaba, incluso le provocaba un poco de frustración. En cierto sentido, cumplía la misión, pero no de forma perfecta. Fue un fallo, no se puede esconder.

No puedo solo desentenderme. — Realizó un único sello de manos y creó dos clones de sombras. Estos no serían muy fuertes por motivos obvios, y tampoco podía crear más ya que no tenía mucho chakra, pero de algo podrían ayudarle a Akío. El original tan solo les hizo una leve señal con la cabeza y las réplicas fueron hacia la cueva. Quien los creó comenzó a correr alejándose de ahí con el cuerpo. Sí, porque también la técnica de las alas ya había finalizado para entonces.

Los clones ingresaron y corrieron hasta la celda en donde debía estar Akío con las mujeres. — ¡Vinimos a ayudarte! — Mencionaron al unísono. Obviamente, también estaban atentos de lo que sucedía a su alrededor. Si eran atacados, intentarían defenderse, aunque tampoco es que pudieran realizar demasiados jutsus.

Ahí ya dependerían de las instrucciones del ninja de la Tierra. Lo que tenían pensado las réplicas era tomar una o dos mujeres cada uno para llevárselas, pero el plan final, lo que se hará, será decidido por Akío.

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El Yoichi lanzaría un escupitajo que mezclaba saliva y sangre al suelo. Su costado, herido, ardía como los mil demonios mientras intentaba detener la hemorragia con un trozo de tela que parecía quedarse corto. El ritual, y por consecuencia el combate, no habían terminado aún y su Dios no le permitiría dar un paso atrás estando tan cerca de su meta. Por ello, tras comunicar y no recibir lo mismo de su compañero, decidió esperar un poco más. Su camino le había llevado, para ese entonces, muy cerca de la jaula, en B14.

— Serpiente escurridiza… — Murmuraba para referirse a su esquivo compañero. Le conocía bien, y sabía su forma de actuar en situaciones así. Mas no pudo elucubrar mucho más, pues el ninja de papel parecía querer seguir con aquella contienda inútil cuando más mujeres morían dentro de la jaula.

Con la mano alzada, el origami anunciaba sus intenciones. Tras formar y lanzar el chakram, el Yoichi ya habría hecho un gesto con su mano menos hábil para invocar una corriente de aire vertical que chocaría, literalmente, con el arma de papel, evitando mayores daños. Hurgó entre sus harapientos ropajes para sacar, de algún bolsillo, dos bombas de humo que arrojaría hacia la jaula y la zona de la entrada de la misma, para correr e internarse en ellas una vez el humo pudiese cubrirle.

Sotoni no Shipai
Contenido Oculto
Contenido Oculto


En otro sector de la cueva, uno aparentemente olvidado, el otro cultista seguía escondido. Su naturaleza serpentina salía a flote con unos ojos brillosos y una sonrisa macabra que casi emulaba a la de una serpiente. Sabía de cada movimiento gracias a sus sensores, y sabía a ciencia cierta lo que sucedía dentro de la jaula. Sabía lo cerca que estaba de conseguirlo. Todo el plan cobraría sentido pronto, y cada sacrificio habría valido la pena si su Dios, al final del día, le sonreía.

OFF
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Akío perdió de vista al cultista en la bomba de humo, sin embargo, siguió a los clones hacia la jaula donde se encontraban las demás jóvenes en apuros, seguían sin moverse ni dar ningún tipo de señal de vida, así que decidió ignorar a el cultista o los posibles cultistas que quedaran en pos de las jóvenes que todavía pudieran quedar vivas ahí dentro. Ya había estado combatiendo y en alerta durante un buen rato, y el cansancio se empezaba a notar en sus movimientos, no obstante, Samuru ya había cargado con el cuerpo objetivo de la misión, aunque desgraciadamente hubiera fallecido, ahora solo quedaba intentar salvar a todas las posibles.

Una vez cerca de la jaula con los clones de Samuru a su lado, Akío realizó un sello tras el cual salieron unas alas de su espalda. Le indicó a los clones con un gesto de manos que cogieran a todas las que pudieran, realísticamente, sería una como mucho por persona, en voz baja, se dirigió a ellos. 

Shikigami No Mai: Bachi


- Vamos a intentar llevarnos a todas las que podamos, todavía no entiendo muy bien bajo que condiciones están cautivas y porqué no responden a ningún estimulo externo, es probable que queden cultistas vivos, tenemos que darnos prisa. - Entró y cogió a la primera mujer viva y se dirigió junto a los clones hacia la salida, cogiendo algo de altura con sus alas, y volando describiendo pequeñas curvas para que si el enemigo les intentaba arrojar algo, les costara más apuntar.

Resumen

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En el interior de la cueva, Akío seguía metido en problemas con uno de los cultistas, aunque para cuando los clones llegaron a hacer de refuerzo, el conflicto directo ya había terminado. Sin embargo, la tensión se podía percibir fácilmente en el aire. Los clones se mantuvieron serios al ver la cantidad de cuerpos sin vida que había en la jaula. No había duda de que estos tipos eran unos locos de remate y ese supuesto Dios al que veneran debe ser el invento más vende humo que haya escuchado en mucho tiempo, y eso que siempre escucha por ahí a cada vende humo, increíble.

Por supuesto, confía en nosotros. — Respondió una de las réplicas. Se le notaba algo nervioso, y obvio, habiendo visto de lo que eran capaces esos tipos, en cualquier momento podían salir con un nuevo truquito que les sorprenda. Akío sorprendió demostrando tener también una técnica para volar. Los dobles de Samuru no podían, pues sería un gasto de chakra que no se podían permitir. Sin embargo, no irían tan lento hacia la salida de la cueva. Ambos concentraron chakra en las plantas de sus pies y la técnica del cuerpo parpadeante entró en acción. Cabe destacar que cada uno tomó a una fémina en la espalda, independiente de que ellas no estuvieran mostrando una actitud adecuada para huir del lugar.

La idea era escapar lo más rápido posible. Si seguían en el interior de la cueva buscando pelear, el destino de las mujeres sería el mismo para todas, un boleto solo de ida directo al reino de los muertos. ¿Podrán ir al exterior sin ser detenidos? Solo el tiempo lo dirá.

Ahora, en cuanto al Samuru original, este se había alejado bastante de la zona, unos 500 metros aproximadamente. Le dijo con anterioridad a sus clones el camino que tomaría para que luego lo alcancen. No quería regresar a la posada con solo un cadáver. Lo mejor sería luego reunirse todos y llevar los cuerpos, para así después llamar a las autoridades e informarles de todo. Claro está, deberá cerciorarse de no entregar a la chica que debía llevarse.

Los clones, en caso de llegar al exterior, irán hacia el verdadero Samuru, esperando que Akío les siga.

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El humo de las bombas servía, más que como distracción, para darle un cierre dramático a toda esta historia. Cuando el ninja de la roca y los clones de su compañero entraron a la jaula se encontrarían con cinco chicas que aún mostraban rastros de vida. Sus movimientos eran erráticos y mostraban, en cierta forma, señas de estar dejando atrás los potentes efectos de la droga que antes les mantenía en un estado casi inconsciente.

La cueva en toda su extensión había caído en un silencio absoluto que, de analizarlo un poco, tendría vibras incluso sobrenaturales. Cada paso y cada movimiento del ninja y los clones parecía un estruendo que se silenciaba en cuestión de instantes, sin viajar muy lejos. El ambiente se había infestado de una sensación ominosa y vomitiva, y la única posible explicación para ello la tenían los dos cultistas que aún vivían.

Pero sin tomarlo en consideración, el Iwanin y los clones de Samuru se dedicarían a tomar a una de las mujeres cada uno para llevarlas a la salida, y salvar a quienes pudieran. Pero los esfuerzos serían en vano. Entre las mujeres habría una en particular que resultaría más pesada al tacto que el resto. El clon de Samuru que se encargaría de llevarla consigo no tendría problemas en hacerlo, pues como ninja sus habilidades distaban de las de un humano corriente. Pero cuando el otro clon y el iwanin se disponían a salir de la jaula, una risa ahogada se escucharía de entre el grupo.

— ...te dediqué mi vida y ahora mi eternidad... — Diría una de las chicas, cargada por uno de los clones. De entre sus ropajes sacaría un kunai y lo clavaría en la nuca del clon que le cargaba. La copia estallaría en humo, para desgracia del cultista, quien también desharía su disfraz al caer al suelo. Pero antes de que el otro ninja y el otro clon pudiesen reaccionar, haría un gesto con las manos y el caos del final del camino llegaría.

De entre los ropajes de las chicas que seguían con vida surgirían explosiones. Tanto el Iwanin como el otro clon serían víctimas de una cada uno, al llevar consigo a las supuestas sobrevivientes. Cuatro explosiones, y una quinta llegaría poco después, bienvenida por un grito espectral que el cultista lanzaría. — ¡POR JASHIN! — Tras el grito, otra explosión. Había accionado hasta los sellos explosivos que aún llevaba consigo.

La cueva se estremeció en toda su extensión y trozos del tejado empezaban a caer. La lejanía de la entrada aseguraba que, incluso tras la potente explosión el Iwanin tendría tiempo para retirarse antes de ser sepultado por las rocas, pero debía ser rápido. Y debía aceptar de inmediato que la vida que llevaba a sus espaldas había estallado junto con las otras sobrevivientes. De girarse para volver la vista a la jaula, se encontraría con una imagen que no describiré y que probablemente se quedase marcada en fuego en la memoria de Akío.

Entre la oscuridad, oculto y observando desde lejos, un par de ojos brillantes adornaban una sonrisa llena de maldad. Más abajo de aquella sonrisa, una herida que borboteaba sangre. El Nagamushi era testigo, y ganador, de la contienda -al menos en sus términos-. En su mano sostenía un kunai empapado en su propia sangre, que momentos antes había pasado por su propio cuello. Pero seguía con vida. Seguía con vida y ahora se sentía más vivo que nunca. El dolor se había vuelto placer. Y el ritual había terminado con éxito. El sacrificio de todos los cultistas, y el de todas las víctimas, habían llevado a esto.

Poco le importaba al sujeto lo que los otros hicieran a partir de ahora, pues él estaba un escalón más arriba. Se deslizaría cual serpiente por algún recoveco que encontrase para recuperar las energías y dejar que el tiempo le regalase una eventual salida al mundo de nuevo. Pero, por ahora, se mantendría oculto en aquella cueva. Un nuevo bendito por Jashin había nacido, y pronto llegaría el momento de castigar a los infieles.

OFF
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Desde que entraron a la cueva, la dupla protagonista vio segundo a segundo que no todo podía salir como querían. La vida a veces te da derrota tras derrota, aunque en esta oportunidad algo positivo lograron sacar de ello. Los clones buscaron salir de ese horrible lugar llevándose al menos a dos mujeres, pero ni eso lograron hacer. El primero fue exterminado con un kunai, dándole la información al real de que una réplica desapareció de forma inesperada. Este se encontraba esperando en medio del bosque justo al cadáver de la chica que debía entregar.

El otro clon pudo ver lo que pasó. Aunque sabía que solo eran réplicas sin mucha importancia, igual le llegó al pecho una fea sensación de verse morir a sí mismo, o a un hermano, como quiera tomarlo en ese momento. No soltó a la fémina que tenía en su espalda, aunque esto no serviría de mucho. — Debemos irnos rápido de aquí. Estos tipos son unos enfermos. — Le comentó a Akío. Sin embargo, un instante después, este clon también se esfumó. El cuerpo que llevaba consigo explotó, transmitiéndole nuevamente información al Samuru original. Este ya pudo entender lo que le pasó al primer clon, ya que el segundo vio la apuñalada con el Kunai. También se percató de la explosión en la espalda.

¿Qué diablos sucede en ese lugar? — Se preocupó por lo que le podría pasar al ninja de Iwagakure. No era de su agrado andar de un lado para otro con el cadáver, pero no quería quedarse sin hacer nada. Cargó el cuerpo y corrió hacia el sitio de la cueva para dar con su compañero. Se topó con él y, aunque se veía algo lastimado producto de una posible explosión, estaba con vida. Eso era lo importante. — Jamás pensé que esto se complicaría tanto. Ninguna sobrevivió, por lo que veo. — Su tono de voz expresó decepción y un poco de tristeza. Pudieron cumplir con su misión, en cierto sentido, pero de todos modos se sentía como un fracaso.

Al no haber quedado mujeres en pie, no tenía caso ir a dar la cara a la posada. Sí envió un clon para que vaya por sus cosas, pero le pidió que, por favor, fuera cauteloso para que nadie se dé cuenta de su presencia. Aprovechando que ya era de noche, quizás se le hacía más fácil. De todos modos, haremos como que tuvo éxito y listo. No entraremos en detalles.

Para finalizar, Samuru llegó al domicilio de quien lo contrató. Le entregó el cuerpo de su hija y se quedó para presenciar su reacción, al menos hasta que se le diera el respectivo pago. Luego, se despidió de Akío. — Fue divertido trabajar contigo, aunque no nos fue tan bien como me gustaría. Espero volvamos a vernos en el futuro. — Y así, se marchó.
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