[Misión B] Asalto en Pareja
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País de las Montañas.
Mediados de octubre, 14 D.Y.

El repiqueteo incesante de un metal chocando con otro hacía de metrónomo en conjunto con una gotera que, de haber enfrentarse a otra fuente de ruido con más volumen, habría pasado completamente desapercibida. En aquel amasijo de sombras y humedad serpenteaban dos personas cuyos pasos eran prácticamente imperceptibles. Ambos llevaban el mismo ritmo y la misma cadencia al andar, hasta que la armonía acabó destruida por el carraspeo de garganta de uno de ellos, que anunciaba unas palabras venideras. 

— ¿No crees que deberíamos mejorar la seguridad? — Inquirió a la otra presencia. — Que no hayamos tenido percances últimamente no significa que no vayamos a tenerlos… — Si uno se esforzaba podía notar algo de nerviosismo en aquellas palabras. Quien hablaba, sin embargo, trasmitía un dejo de experiencia y una sensatez que solo los años podían regalar. 

— Todo está bajo control. Dedícate a lo tuyo y yo a lo mío. — Respondió la otra voz tan tajantemente que no esperó respuesta alguna antes de cambiar su grácil marcha y alejarse de quien había hablado primero. Este último, recibiendo un comentario tan seco, simplemente escupió al suelo buscando poner balance en su mente mientras tomaba un rumbo diferente envuelto en las mismas sombras. 

***
País de las Montañas, Pueblo sin nombre.
28 de Octubre, 14 D.Y.
Horas de la mañana.


El clima en el País de las Montañas era una constante durante casi todo el año, y para visitantes ajenos era algo a considerar. Aquella no era una mañana distinta a las incontables que habían venido antes, y los habitantes de aquel pequeño poblado parecían ser expertos en ignorar el frío viento que rondaba por ahí. 

Rodeado de árboles, a algunos minutos de caminata de la base de la montaña más cercana, el poblado sin nombre parecía llevar allí desde el inicio de los tiempos. Una calle principal lo atravesaba y daba nacimiento a varios callejones más que permitían acceso a establecimientos variopintos. La mayoría de las edificaciones no superaba los 6 metros de altura, con tejados de madera y paredes de piedra. Si uno prestaba atención detallaría un mercado principal, una posada, algunos puestos de comida, y cabañas que probablemente estuviesen habitadas por los locales.

La gente, por su lado, lucía tan plácida y centrada como de usanza. No acostumbraban a recibir visitantes pero no por ello se negaban a tal posibilidad. De vez en cuando algún mercader ambulante les visitaba y les permitía tener acceso a noticias y bienes de lejanías incomprendidas, pero salvo eso, resultaban ser un poblado remoto y recluido. La mayoría de los transeuntes hablaban y reían entre sí, cotilleando con quien pudiesen encontrar, y haciendo lo que sus rutinas les indicaban. 

El único punto a resaltar de aquel poblado yacía en los documentos que algunos imperiales se habrían intercambiado entre sí. A manera estrictamente confidencial el sitio era el único punto de referencia para ubicar el búnker, que, según investigaciones, fungía de guarida para una banda criminal que estaba en la mira del imperio. Por tanto, y para los interesados en dar con el sitio, el poblado era un punto de partida más que perfecto. 

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Apenas hacía unos pocos meses le habían ascendido a Chuunin, pero Kano había notado el aumento de trabajo que eso conllevaba. No es que le molestara, sino todo lo contrario ya que el imperio estaba comenzando a confiar en él, pero aún no acababa de acostumbrarse a ese ritmo. Tampoco es que pudiera quejarse, ya que cada vez que mencionaba su agotamiento en casa su tía no tardaba en recordarle tajantemente que cuando se uniera oficialmente a las filas imperialistas tendría aún más responsabilidades encima. 

Una nueva misión le habría llevado a las faldas de la cordillera del País de las Montañas. Pese a tratarse casi de un niño, los encargados de repartir los trabajos en la aldea de la Niebla habían creído que el Kurama era el shinobi perfecto para encargarse del asalto. Pese a su corta edad se trataba de un muchacho muy inteligente y con talento en el control de campo, así que podría ayudar bastante al otro ninja que había sido enviado desde Kumogakure, quien destacaba en el ámbito ofensivo y cuerpo a cuerpo. Si trabajaban en equipo y cada uno explotaba sus puntos fuertes, infiltrarse en el búnker y destruirlo sería sencillo, o al menos eso es lo que esperaban.

La pareja viajaría desde distintos puntos del mundo, así que el punto de encuentro que sus superiores les habrían dado sería en la posada, exactamente en una mesa que se encontraba en la esquina derecha. Kano ya se encontraba allí, sentado esperando a que su compañero llegara; la única indicación que le habían dado es que era un tipo rubio, así que esperaba no tener que buscarlo. Él iba equipado con su Chaleco Táctico, el cual era cubierto por un enorme chaquetón negro que casi le cubría completamente debido a su pequeña estatura. No llevaba puesta la capucha, más que nada para no llamar mucho la atención.

No me gusta este pueblo... Me recuerda a la cabaña del abuelo ─murmuraría el joven para sí mismo mientras tomaba una taza de té humeante.

Vestimenta Kano
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Una mañana, Killua recibió una misión nueva, para su fortuna en una zona bastante cercana a Kumo, en el pais de las montañas. Para eso, preparo su equipo básico genin y tomo el primer dirigible que salía para esa zona. Killua nunca había visitado aquella zona, pero al ser un lugar de montañas no se sintió muy distinto de su hogar natal, estaba fresco eso si por lo que el Yotsuki salió con un abrigo negro bien abrigado con capucha, por suerte era otoño y no invierno, por lo que todavía el frio no representaba un grave problema si se estaba preparado.  La misión era en apariencia sencilla, había que destruir un bunker de drogas, al parecer se trataba de una banda criminal de narcos. En general, los adictos no suelen ser tipos duros y destruir se le daba bastante bien al taijutcer, quizás lo único difícil era conseguir una muestra de la droga pero eso ya lo resolverían. 
Según el pergamino que recibió, debería encontrarse con un shinobi de kiri, en una posada cercana. Tras preguntar algunas indicaciones a los lugareños, al ser un pueblo pequeño y humilde no tardo mucho en dar con el lugar. Killua finalmente entro y vio a un joven con la bandana de la niebla por lo que no tardo en reconocerlo. Killua, lo saludo y se sentó junto a el. Además de su abrigo negro, el Yotsuki traia pantalones del mismo color y su bandana de kumo.
-Buenas, me llamo Killua Yotsuki, supongo que eres mi compañero.- 
-Ahh esta linda esta posada- Dijo Killua mirando a sus alrededores-
Killua levanto la mano para pedirse un café y calentarse un poco las manos. 
-Bueno nose si te lo han dicho, pero yo me especializo en las artes marciales, el sigilo no es mi fuerte pero con tu ayuda de seguro podremos ideal algún buen plan para infiltrarnos y acabar fácilmente con el estos mafiosos-

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La presencia de forasteros no iba a pasar desapercibida en aquella cerrada comunidad, pero aquello no implicaba nada malo, pues sus habitantes disfrutaban al recibir visitas. Era su manera de salir de la monotonía. Por tanto, y no era algo de extrañar, el rumor de la presencia de ambos empezaría a correr como pólvora. Especialmente ya que el Kumonin iba reluciendo la bandana característica de su aldea. De momento, y para el pueblo, ambos iban de paso por allí solo por azar. 

Killua fue víctima de la amabilidad de aquel pueblecito al preguntar por direcciones, y no le tomó mucho llegar al punto de encuentro donde Kano ya esperaba por él. Ambos, en su posición de partida, daban inicio a su aventura.

El primer movimiento lo hizo el oriundo de Kumo, pidiendo un café al posadero. Aquel era un hombre extremadamente delgado y de aspecto desaliñado, pero dedicaba una sonrisa amable siempre que cruzaba miradas con alguien. Al notar la seña del ninja, dio un golpe en la madera del mostrador principal y una mujer salió de una de las puertas a paso apresurado. La mujer, de mediana edad, tenía la tez pálida, cabello oscuro, y contextura rechoncha, no resaltaba para nada salvo por el hecho de andar cojeando con la pierna derecha.

— Prepara dos cafés y dos raciones de pastel de carne para nuestros invitados. — Dijo el hombre con una voz ronca pero amable. La contraria asintió, y volvió a entrar por aquella puerta de la que salió. Segundos después, el mismo hombre se acercaría a los dos shinobis con las manos entrelazadas a la altura del pecho.

— Espero os sintáis bienvenidos en nuestro pueblo. — Anunció, al tiempo que hacía una reverencia. — No tenemos mucho que ofrecer, pero haremos todo lo posible para que su estancia sea cómoda. — El tono de voz era extremadamente educado y formal. Y, mientras hablaba, de la puerta de la cocina saldría la misma mujer con una bandeja que acercaría a la mesa hasta colocarla frente a los comensales. La chica, con otra reverencia, se fue sin decir nada. — Disfrutad, va por la casa. El pastel de carne es especialidad nuestra. — Y vaya que lo parecía, emanando un olor digno de un manjar. Las pequeñas tazas con café y el pastel humeaban en contraste con el frío aire de la vacía posada.

— A todo esto… ¿Que os trae por aquí? ¿Sois padre e hijo? ¿Viajeros? ¿Mercaderes?— Preguntaría haciendo referencia a la diferencia tan notoria en la edad de ambos. El posadero no querría inmiscuirse en los asuntos de sus comensales, pero el aburrimiento hacía de su curiosidad un arma punzante.

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El Yotsuki llegó, pidió un café e intercambió algunas palabras con su compañero. El mesero fue bastante amable, no solo trajo café sino que además incluyó un rico pastel de carne, que Killua naturalmente aceptó gustoso, era notable la amabilidad de la gente de aquel pueblo.
- Muchas Gracias señor, es usted muy generoso.-
Mientras el Yotsuki se saboreaba aquel pastel de carne como si no hubiera comido en días, el posadero le preguntó quienes eran, incluso por la diferencia de edad entre aquel niño y el peliblanco lo llevó a preguntar si eran padre e hijos. Killua medito un segundo sobre si decir o no la verdad, era un pueblo pequeño y la información era fácilmente filtrable. Seria una verdadera molestia que los bandidos se enteraran que iban a ser asaltados y prepararan alguna emboscada o mejoraran la seguridad. Aunque al peliblanco tampoco se le daba muy bien mentir que digamos, al final se decidió por decir una verdad parcial, encubriendo su objetivo real.
- Jajaja, no de hecho acabamos de conocernos- Respondió Killua.
-Me llamo Killua, vengo de Kumo, soy un mercenario. Nos encargaron escoltar unos mercaderes, suelen haber asaltantes cerca de las montañas y por eso necesitan que los escoltemos hasta la frontera y a cambio nos dan unos cuantos Ryos.- Dijo Killua mientras sacaba algo de dinero para dejarle una buena propina a el mesero.
-¿De casualidad, ¿sabe si hay bandidos peligrosos por esta zona?- Pregunto Killua.
-Honestamente no me gustaría tener que enfrentarme con nadie, pero siempre esta bueno consultar con los lugareños para estar bien preparado, es un trabajo peligroso el nuestro.- preguntó Killua, mientras bebía un delicioso sorbo de café.

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No pasó mucho tiempo cuando su compañero de misión apareció, sentándose junto a él. Kano al principio le miró en silencio sin responder a su presentación, examinándole de arriba a abajo con sus orbes amarillentos, pero cuando se dio cuenta de que quizá estaba siendo mal educado bajó la cabeza y se sonrojó un poco por la vergüenza─. Es muy guapo, parece uno de esos héroes que se describen en los libros de aventura ─pensó sin poder evitarlo, cosa que le puso más nervioso─. Uhh... Eh... Y-Y-Yo soy Kano ─se presentó tímidamente, sin alzar la voz y sin levantar la mirada de su taza de té, que de hecho ya estaba vacía─. Me especializo en el control de campo y las ilusiones. No soy muy bueno peleando frente a frente, así que trataré de no estorbarte si no nos queda otra que combatir ─explicó mientras esbozaba una leve sonrisa forzada.

Tras aquella breve presentación de los protagonistas, el adolescente vería como un hombre de aspecto desaliñado se acercaba, el posadero. Parecía ser bastante amable, cosa que le calmó un poco ya que quizá les facilitaría las cosas para conseguir información─. No me gusta el café, pero si me niego quizá pensará que soy un maleducado... ─consideró con algo de inseguridad mientras miraba la taza de café, pero después se fijó en el pastel de carne y su boca se hizo agua por el olor.

El Yotsuki sería quien tomara la iniciativa de responder al señor mintiendo ligeramente; el muchacho quería quedarse callado, pero pensó que quizá sería un poco sospechoso─. Yo me llamo Kano, encantado y gracias por la comida ─diría mientras trataba de aparentar algo de seguridad, aunque por su lenguaje corporal quedaba claro que era bastante introvertido. No dijo nada más, esperando para escuchar la respuesta del posadero a la pregunta de Killua mientras le daba un sorbo al café y disimulaba una mueca de asco.

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El posadero escuchaba el retumbar de las voces de ambos shinobis mientras movía las manos nerviosamente, entrelazadas y ocultas tras su espalda baja. Tener visitantes podía ser sinónimo de problemas si las razones de la visita no estaban del todo claras, y las palabras del Kumonin no hacían mucho por espantar aquel nerviosismo. El escenario que el Yotsuki planteaba era perfectamente factible pero los detalles no se le escapaban al delgado hombre mayor. Y por más que lo intentase, ambos “mercenarios” olían a peligro.

Pero ya la suerte estaba echada, y no tenía de otra sino tratar de ser condescendiente hasta que ambos hubiesen quedado conformes y partiesen. — Oh, mercenario, eh… — Dijo entre dientes. — No solemos recibir a muchos como ustedes por aquí. Son tierras tranquilas desde que tengo memoria y eso es hablar de muchos años. — Al terminar soltaría una leve carcajada que probablemente no estuviese acompañada. — Y estos mercaderes que necesitan escolta… ¿Están en este pueblo? ¿Llevan algo particularmente valioso con ellos? Porque hace años ya que no veo un solo mercader que traiga más que solo pieles, frutas confitadas y artesanías de otros países. — Ahí estaba la flaqueza de la versión del peliblanco; En un pueblo pequeño como aquel todos los mercaderes -aunque errantes- eran más o menos conocidos, y ninguno ameritaba siquiera de la vigilancia de un civil. Además, fueron contratados, juntos, como escoltas pero no se habían conocido hasta ese momento en particular. Una gota de sudor frío empezaba a recorrer la cien del posadero que no encontraba manera de deshacerse de los posibles problemas que tenía sentados en aquella mesa.

— ¿Necesitan algo de ayuda para moverse por los alrededores? Uno de mis hijos puede servirles de guía si hace falta. — Una vez logró recuperar la compostura cambió el semblante nervioso a uno que emulaba amabilidad de nuevo mientras tomaba la propina del Kumonin haciendo una marcada reverencia. — O si prefieren quedarse por la noche tenemos habitaciones disponibles. Nuestras camas no son las más cómodas pero les garantizo que al menos están libres de pulgas. — Agregó, aunque muy en el fondo rogaba que esta última opción fuese ignorada y se alejasen de la posada tan pronto como fuese posible.

Eventualmente de la puerta de la cocina saldría de nuevo aquella mujer y se acercaría a la mesa sin hacer contacto visual con nadie. — Con permiso… — Diría, casi en un susurro. En caso de que los shinobis hubiesen terminado con el café y el pastel de carne tomaría las tazas y los platos sucios para llevarlos de regresa a la cocina.

Dependía de los dos ninjas el curso de acción. La información que buscaba estaba en aquel pueblo pero debían calcular bien sus pasos. La experiencia de ambos debía relucir si querían salir airosos de su misión.

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Última modificación: 21-03-2023, 02:00 AM por Killua Yotsuki.
La escusa que dio el Yotsuki, alerto un poco al posadero, evidentemente mentir no era el fuerte del taijutcer pero era mejor que decir que vino a cazar bandidos y era lo mejor que se le ocurrió.
-Ah son tierras tranquilas, eso me alegra la verdad. Sobre los mercaderes no se mucho la verdad, pero tus preguntas son buenas, mañana cuando me encuentre con ellos les consultare los detalles, por mi mientras no transporten esclavos o cosas raras por el estilo me vale.-
Luego Killua continuo la conversación pero buscando cambiar un poco el tema.
-No hace mucho también tuve que escoltar un cargamento desde Amegakure hasta el pais de la cascada, éramos 5 mercenarios y así y todo nos emboscaron bandidos muy fuertes, uno de mis compañeros murió en el enfrentamiento, como le decía es un trabajo duro y hay que estar bien preparados.- Dijo Killua comentando hechos reales de su ultima misión.
Como al posadero se lo veía un poco nervioso, Killua intento tranquilizarlo un poco con un sutil pero eficaz ninjutsu de Kumo mientras seguía hablando.
-Igual debo reconocer que me gusta este lugar, la Brisa de las montañas me hace recordar a mi hogar natal en Kumogakure y me gusta que los lugareños son muy amables, me siento como en casa.- Si el Jutsu funcionaba el posadero debería calmarse con las palabras del peliblanco
Kōtei no koe
 
El posadero los invito a pasar la noche, pero Killua no estaba del todo seguro, quizás era mejor irse antes de levantar muchas sospechas e ir directo a la guarida de los bandidos, antes de que estos se escapen, un ataque nocturno podía ser más seguro, pero también durante el día se podía buscar información así que descansar tampoco le sonaba mal.
En eso salió la mujer y Killua lo ayudo con los platos.
-Muchas gracias estuvo delicioso.- Le respondió Killua
-¿Que opinas compañero de la Niebla?- Dijo Killua mirando a Kano. -¿Nos quedamos aquí o exploramos un rato el pueblo?- Dijo Killua que aunque se dirigía a Kano continuaba enviando chakra hacia al posadero, esta vez para inducirle compasión.
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Aparentemente la mentira a medias de su compañero había alertado ligeramente al posadero a juzgar por su lenguaje corporal. Kano realmente entendía el porqué, ya que la mayoría de civiles solían evitar los conflictos a toda costa. El hecho de tener a unos mercenarios hospedados era un problema, ya que normalmente están metidos en asuntos turbios.

Se mantuvo en silencio mientras el hombre y su compañero conversaban, aunque cuando el rubio comenzó a explicar una anécdota de su anterior misión le dieron ganas de meterle una colleja para que se callara, ya que con esas palabras probabemente asustaría más al tabernero. Nada más se calló inspiró aire por la nariz y miró a su anfitrión directamente a los ojos con una sonrisa calmada y tranquilizadora─ No se preocupe, no vamos a darle problemas a nadie de este pueblo ─le diría de corazón, ya que realmente no quería que su misión afectara a nadie inocente─. Como podrá comprender no podemos dar detalles sobre nuestros clientes y la mercancía, pero puedo asegurarle que no es nada demasiado valioso. Pese a lo que ha dicho mi compañero, dudo que pase algo. Si fuera una tarea peligrosa, dudo que hubieran contratado a un niño. Todo apunta a que va a ser un trabajo bastante aburrido ─añadiría mientras se cruzaba de brazos y le daba un bocado a su pastel de carne, esperando que su mentira sería suficiente para bajar un poco sus alarmas.

Después de eso continuaría comiendo, aunque cuando apenas iba por la mitad del plato ya estaba lleno. La mujer del posadero se acercaría para llevarse los platos, a lo que Kano reaccionaría asintiendo levemente con la cabeza para que se llevara su pastel a medio acabar y el café al que apenas le había dado un par de sorbos. Sin más preámbulos, volvería a prestar atención al señor mientras entrelazaba sus dedos sobre la mesa en una postura de falsa seguridad y tranquilidad─. Si no es demasiada molestia, nos iría bien alquilar una habitación para pasar la noche, aunque eso podemos hablarlo más tarde ─le respondería a su propuesta después de darle varias vueltas, manteniéndose en su papel, y después se giró a Killua para responder a su pregunta─. Exploremos un poco, tengo ganas de conocer el pueblo. Quizá podemos hacer algunas compras, mi tía siempre me pide algún regalo cuando viajo.

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El posadero se debatía consigo mismo cada vez que el Yotsuki contaba sus historias bélicas. Por un lado quería lanzarse a correr lo más lejos posible y evitarse problemas, y por otra parte quería envalentonarse lo suficiente como para despachar a aquellos mercenarios de su posada. Pero en aquel vaivén mental no conseguía la respuesta correcta ni mucho menos el coraje para solucionar todo. Al final, con sus defectos y virtudes, él solo quería estar lo más lejos de los problemas que pudiese.

En algún punto de las intervenciones del rubio intentó interrumpir pero no pudo sino balbucear mientras sus nervios se notaban cada vez más a flor de piel. Y la tortura no parecía tener fin. Hasta que la buena voluntad del torturador llegó de forma subliminal y con la técnica de Killua. Repentinamente una sensación de calma tras la tormenta invadiría la psique de aquel hombre quien dejaría escapar un sonoro suspiro, como si de alguna manera sus problemas se hubiesen esfumado.

— Aquí estamos para ayudar. Ojalá más viajeros como ustedes nos visitaran seguido, siento que este pueblo tiene mucho que ofrecerle al mundo a pesar de estar tan lejos. — Diría mientras sacaba un pequeño pañuelo gastado del bolsillo trasero de su pantalón y se limpiaba el sudor de la frente.

Las palabras de Kano le generarían una curiosidad considerable. El niño definitivamente era más cuidadoso con su forma de hablar e incluso parecía sensato. Ambos ninjas eran dos caras opuestas de una moneda. Pero el ofrecimiento hizo que, a pesar de su calma, el viejo casi arrugase la cara.

Con una risa nerviosa daría un paso hacia atrás casi imperceptible. — Claro, no hay más posadas en todo el pueblo, tiene sentido que quieran quedarse acá. — No parecía estar siquiera cerca de lograr desprenderse del hedor a problemas que emanaban aquellos dos. Y aunque ahora por alguna razón los nervios volvían y sentía compasión por los dos extraños, no iba a negarse a dos clientes. Con suerte, se irían al día siguiente antes de siquiera tener que servirles un desayuno. — No me moveré de aquí ni la posada se irá a ningún lado, así que si así lo quieren prepararé una habitación para los dos. — Dijo mientras hacía una especie de reverencia. Si los ninjas optasen por salir de la posada el hombre entraría a la cocina rápidamente tras verles ir.

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Muchas gracias por su hospitalidad ─le agradeció cordialmente al posadero sin borrar su falsa sonrisa─. Ahora vamos a salir un rato, pero cuando volvamos si necesita ayuda para lo que sea no dude en comentárnoslo ─añadió intentando sonar lo más amable posible, ya que quería ganarse su confianza─. Por lo menos yo estaré encantado.

Finalizada la conversación, el Kurama le hizo un gesto a Killua para que se levantara y se incorporó de la silla, no sin antes sacar un buen puñado de monedas de su bolsillo y dejarlas apelotonadas a un lado de la mesa. Había más cantidad de lo que había costado la comida y la bebida, pero lo dejó a modo de propina.
Se despidió tanto del tabernero como de su mujer con un tímido gesto de mano, y comenzó a caminar para abandonar el establecimiento. Caminaría realmente sin un rumbo fijo ya que no conocía la zona, torciendo a la derecha y alejándose del lugar esperando que su compañero le estaría siguiendo el paso. Después de tomar las suficientes distancias para que nadie le escuchara, sin dejar de andar se giraría un momento para hablar con él.

Mi idea es buscar señales colgadas sobre los edificios, como zapatos, que indiquen que ahí se venden drogas ─le informó claro y conciso, bajando su tono de voz lo máximo posible─. La mayoría de bandas hacen eso ─añadió por si le preguntaba el porqué─. Con algo de suerte encontraremos a algún vendedor que sepa algo ─no parecía estar muy seguro, pero no se le ocurría nada más─. Y si no encontramos nada, mi plan B es meternos por algún callejón para ver si encontramos a alguien evidentemente drogado ─una vez más, por sus muecas quedaba claro que aquel plan no le acababa de convencer─. Será más difícil sacarle datos útiles, pero capaz descubrimos quién se lo ha vendido.

Después de poner al día al shinobi de Kumo sobre sus intenciones, volvería a fijarse en los alrededores buscando cualquier señal que indicara la venta de drogas. Y como le había dicho, si al final no conseguía ver nada lo suficientemente sospechoso, se dispondría a buscar el callejón con peor pinta que hubiera por la zona para probar suerte buscando a alguien afectado por aquella droga alucinógena que tantos problemas estaba dando en el País de las Montañas.

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Al parecer las palabras del Yotsuki dieron su resultado para calmar al dueño de la posada ya que este acepto alojarlos sin ningun problema y aclaro que era la unica posada del pueblo.
-Agradezco su hospitalidad, señor.- Respondio Killua.
-Si como dice mi compañero, cualquier cosa que necesite estamos al habla, y de seguro pasaremos la noche aqui, es una linda posada y la comida es deliciosa.- Respondio el Yotsuki.
Kano decidio ir a explorar, lo cual parecia una buena idea y sin más preambulos, luego de pagar, se levantaron y comenzaron a caminar sin rumbo fijo.
Kano sugirio buscar zapatillas colgadas o señales que indiquen que se vende drogas. o gente drogada, el plan de conseguir informacion no era malo pero el Yotsuki recordaba que tambien la mision indicaba destruir un laboratorio importante de drogas que ya habia sido localizado por las autoridades y robar una muestra de esa droga.
-Oye, no es mala idea, pero despues no te gustaria ir a ver ese laboratorio de drogas que nos encomendaron, creo que seria importante intentar infiltrarnos en esa fortaleza y robar una muestra de la droga que estan haciendo. Como te decía antes el sigilo no es mi fuerte, pero quizas si revisamos un poco como es la seguridad del lugar y nos deshacemos de algunos guardias sin hacer ruido, con algo de suerte podamos meternos y una vez dentro si podemos investigar algunos datos de la banda, puede ser util.- Sugirio Killua.

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El par de ninjas abandonaría la posada sin mucho más que la simple despedida. Según la suerte y el accionar, podía ser un adiós o un hasta luego. De cualquier forma el posadero se internaría en su mundo sin inmiscuirse más y la escena pasaría al exterior, donde una multitud de estímulos recibiría a los dos mercenarios. La voz se había corrido y los nuevos visitantes eran el tema principal en cada rincón. Aquel pequeño pueblo tenía una suerte de organización sencilla, sus habitantes se conocían entre sí y los viajeros rara vez eran tomados con ligereza. Pero si el posadero -que usualmente era el primero en recibirlos- no anunciaba ningún malestar, todo iría relativamente bien con los pueblerinos.

Los dos chicos tendrían visiones opuestas del objetivo, mientras uno quería investigar y conseguir toda la información posible otro tenía ganas de ir de frente contra el mundo. O mejor dicho; contra el crimen. ¿Sería el justiciero o el cauteloso quien tuviese las mejores oportunidades? Dependería de ellos, por supuesto.

En la plaza principal del pueblo, que era donde desembocaba la avenida principal y donde ambos ninjas se encontrarían al salir de la posada, había una cantidad de gente considerable. Quizás unas 20 personas charlando entre sí y haciendo las actividades típicas de una comunidad cerrada. Los mercaderes hacían sus negocios, regateando y carcajeandose con cualquier broma que se atravesase por allí. En general era un ambiente alegre y tranquilo.

Pero llegados a este punto, el escenario iba a cambiar radicalmente para los dos extranjeros. Los esfuerzos de Kano -y Killua si le ayudaba- por conseguir pistas visuales fueron en vano. De haber una trama de tráfico de droga en aquel pueblo estaba bien sepultada tras los muros de barro. Su segunda intención, sin embargo, fue efectiva por cuestión de casualidad.

En aquella misma plaza a la que volverían eventualmente había un hombre. De unos 40 años, desaliñado y con un aspecto que acompañaba a su aroma, que se tambaleaba entre un punto de apoyo y otro. Parecía perdido, y cada paso que daba amenazaba con ser el último. El resto del pueblo parecía ignorarlo, como si solo los dos ninjas pudiesen verlo. Y lo primero se volvió más evidente cuando, entre el bullicio típico de un mercado de plaza, el hombre alzó la voz hasta el punto de -probablemente- herir sus pulmones.

– ¡KAMI-SAMA LLEGÓ! ¡ESTÁ EN ESTE PUEBLO Y VA A HACER PAGAR A CADA UNO DE USTEDES! ¡HIJOS DE PUTA! – El grito desgarrador se pudo escuchar, probablemente, en todo el pueblo. Pero más allá de la expresión amarga de algunos, la mayoría nisiquiera volteó a verle. El hombre seguiría andando hasta desplomarse por completo en la entrada de uno de los callejones.

Entre las opciones -casi infinitas- de los dos shinobis estaba inmiscuirse en los asuntos del pueblo y acercarse al hombre. Quizás sería una pérdida de tiempo, o quizás pudiesen aprender algo. Quizás era un simple borracho, o quizás algo más. Lo único certero es que ambos empezarían a sufrir de dolores de cabeza y mareos. ¿Les habrá sentado mal la comida? La inocencia de los dos empezaba a pagar factura, y el pueblo simplemente miraba.

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Killua y su compañero kano, caminaron buscando pistas sobre el paradero de la banda que vendía drogas por el pueblo, cuando en eso llegan a la plaza central. Todo parecía alegre y tranquilo, con comerciantes y pueblerinos haciendo de las suyas, no parecía un lugar típico de narcotraficantes, por lo que la búsqueda pintaba difícil.
En eso un sujeto empezó a gritar como loco, sobre Kami sama, claramente desentonando con el ambiente del lugar. ¿seria un residente del pueblo o algún extranjero con epifanias delirantes? De cualquier forma, como dice el proverbio, los borrachos y los locos dicen siempre la verdad, quizas algo de informacion podía brindar.
Killua se aproximaba al hombre, cuando en eso se empieza a sentir algo mareado. ¿que raro no recuerdo haber tomado alcohol, ¿me habrá caído mal la comida o será el cansancio del viaje?.
-Oye Kano, de casualidad, ¿no te sientes mareado y con dolor de cabeza o soy solo yo?- Pregunto el Yotsuki a su compañero. Quizás era solo su impresión pero valía la pena comprobarlo.

Luego se dirigio al sujeto loco para averiguar si sabia algo.
-Hola que tal, soy Killua, este.. de casualidad ¿sabes si alguien anda vendiendo drogas o si hay bandas delictivas en este pueblo? escuche un rumor y nose si sera verdad o no.- Dijo Killua

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¿Cómo vamos a infiltrarnos si no sabemos nada sobre ellos? ─le respondería a Killua sobre su proposición─. La información es clave para hacer las cosas bien.

Para la mala fortuna de los protagonistas, ninguno sería capaz de identificar alguna señal que pudiera estar relacionada con la banda criminal a la que se enfrentaban; eso sí, al menos de momento aparentemente podían caminar tranquilos. Aunque pese al ambiente hospitalario que se respiraba en aquel pueblucho, Kano se mantendría atento a sus alrededores y alejado de las paredes y esquinas por si algún bandido decidía darles la bienvenida. Prefería pecar de paranoico que de imprudente.
Eso sí, seguía siendo bastante jovencito y ingenuo, así que había cometido un error del que no se percataría: confiar en el aspecto amigable de los taberneros. Un ligero mareo y dolor de cabeza comenzaría a taladrarle por ese motivo, aunque él asumió que se sentía así por haber dormido poco o por haber tomado café no estando acostumbrado.

Sí, yo también me encuentro igual ─le respondería a su compañero mientras se frotaba la sien con sus dedos─. Quizá el pastel de carne estaba en mal estado o el café era de mala calidad ─deduciría inocentemente, ya que ni se le pasó por la cabeza que aquellas personas fueran capaces de envenenarles. Pobre de él.

Poco después, la escena que precisamente el ninja demoníaco estaba buscando se formaría justo enfrente de sus narices. Si no fuera porque quería disimular, habría sonreído al escuchar los gritos y delirios de una persona; no sabía si simplemente estaba loca o efectivamente estaba bajo los efectos de la droga, pero sin lugar a dudas aprovecharía la oportunidad.
Iría directamente hacia el callejón donde se había metido aquel sujeto, aunque no sin antes asomarse para asegurarse de que no había ninguna persona más que les pudiera estar esperando. Si no veía nada extraño, sería el primero en aproximarse a él aparentando preocupación.
─. Señor, ¿se encuentra bien? ─le preguntaría a una distancia prudencial de un metro, solo por si acaso. Además, se mantendría alerta y con una mano escondida debajo de su capa, rozado con sus dedos la empuñadura de su Tanto.

Sin embargo, su compañero demostrando su personalidad más temeraria, le preguntaría directamente sobre las estupefacientes. El Kurama no podría evitar fulminarle con la mirada a modo de advertencia, diciéndole sin palabras "Ten más cuidado y cuida más lo que dices".

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Antes de que ambos shinobis pudiesen llegar a atender al pobre diablo este se habría desplomado y no podría pronunciar más de 4 o 5 palabras seguidas y coherentes. En la entrada de uno de los callejones los dos ninjas podrían preguntar, pero dependerá prácticamente de la suerte el poder conseguir información o no. A la pregunta de Kano el hombre no respondería, solo gruñiría. ¿Qué parte de aquello podía siquiera confundirse con estar bien? Era lo que el único rincón sano de su cabeza podía pensar.

Cuando el Yotsuki hizo voz el hombre reaccionó más violentamente. Aunque no hacia ellos, y eso se podía notar. – Dr-Drogas… – Diría el hombre tratando de levantarse del suelo sin lograr nada. – La cascada. Debo volver… – Murmuraba con cada intento que hacía por recuperar el suelo que parecía escapársele. Por un instante tuvo un segundo de lucidez y miró a ambos shinobis, mostrando una expresión de extrañez. – Deben escapar de este infierno. Todos son demonios aquí. Todos. Todos. Todos. Todos. – Al final, el pobre diablo empezaría a convulsionar hasta, pasados unos cinco o diez segundos, perder el conocimiento.

El resto del pueblo parecía haberse vaciado en menos de un segundo cuando los dos ninjas mantenían su atención fija en el drogadicto. Repentinamente los aldeanos se habían esfumado y las puertas se cerraban con fuerza en la lejanía. A un costado de la plaza una de las últimas almas rezagadas corría y se internaba en uno de los callejones, como si no hubiese notado a tiempo la situación y trataba de recuperar tiempo con velocidad.

¿Qué haría ahora nuestro dos protagonistas? Estaba en sus manos el proceder.

OFF
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Kano seguia convencido de que la información era crucial para resolver la misión, Killua prefería infiltrarse primero y averiguar después, pero de momento lo seguía ya que de todas formas si tenían suerte podían llegar a descubrir algo. Al preguntarlo sobre sus síntomas, este respondió que también se sentía raro, lo que confirmaba las sospechas del Yotsuki.
-¿mm habrá sido la comida de la taberna?, este lugar es más peligroso de lo que pensé, será mejor que estemos alertas.-

Killua interrogo al sujeto, preguntándole directamente sobre las drogas, algo que no le gusto mucho a su compañero, pero el era un hombre de acción, no era de los que meditaban demasiado sus acciones. El señor comenzo a decir algo sobre una cascada y que debía volver, luego dijo algo aun más alarmante, diciendo que todos en aquel pueblo eran demonios.
-Asi que demonios eh? este sujeto tiene pinta de saber algo que no.- Killua tenia ganas de seguir interrogándolo pero este perdió el conocimiento.
En eso, noto que la mayoría de los aldeanos se habían pirado de ahí, solo quedaba uno que se iba por los callejones.
-Sigueme Kano, hay algo extraño en este pueblo, tenemos que averiguar que esta pasando.-
Diría Killua, que para aumentar su velocidad, activaba su raiton chakra modo, mientras perseguía aquel sujeto.
RAITON CHAKURA MŌDO KAIZEN


off
-Hablo-
"Pienso"
pasivas
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Mientras los dos ninjas estaban en el predicamento de elegir el camino más efectivo encontrarían pistas por todos lados. El drogadicto que se retorcía frente a los dos era uno más de los tantos estímulos que les rodeaban. El repentino cambio de aires en el pueblo era también algo a resaltar y que ambos notarían. El extraño que sería, luego, perseguido por Killua sería un objetivo obvio.

Pero antes de que ambos lograran ponerse de acuerdo para ir tras el sujeto, una puerta se abriría a unos cuantos pasos del callejón donde ambos ninjas y el drogadicto estaban. De la puerta saldría la misma mujer que les habían servido la comida en la posada donde estuvieron momentos atrás. — ¡Rápido! Traiganlo antes de que empeore. — Los chicos no sabrían si lo de empeorar iba dirigido al drogadicto o la situación en general. Killua, sin embargo, ya habría partido, dejando a Kano atrás para que él decidiera por sí mismo.

Inundándose a sí mismo con chakra de naturaleza raiton llevaría sus habilidades físicas al máximo nivel, alcanzando al extraño que huía sin mucha dificultad. El pobre diablo alcanzado por Killua sería un chiquillo de la edad de Kano, un poco más alto y corpulento. Con la respiración entrecortada y el rostro lleno de terror miraría al rubio y trataría de enlazar palabras. — Por favor, señor, no me haga daño. No era mi intención activar las trampas. Le entregué el paquete a la señorita y tropecé con uno de los hilos. — Diría, mientras buscaba en sus bolsillos un pequeño papel y lo mostraba al kumonin, como incitándolo a tomarlo. — No le diré nada a nadie, lo juro. — El chico temblaba. Había confundido a Killua con alguien más, o asumido que trabajaba para alguien más, y quizás eso era una buena noticia para el Yotsuki.

De tomar el papel o indagar un poco más, el chico daría ciertos detalles sobre las trampas, que resultaban ser unos ductos de aire que, tras ser accionados al tropezar con algunos hilos metálicos extendidos alrededor del bunker, empezarían a arrojar gas alucinógeno al aire. Killua podría obtener información sobre la ubicación exacta de la entrada del bunker y una manera de evitar las trampas. Kano, por su parte, quedaría rezagado de momento.


OFF
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Killua sin pensárselo dos veces, se lanzo a perseguir a una persona que corría en la plaza, su instinto le decía que podía llegar a encontrar alguna pista si era lo suficientemente rápido y oportuno. Con su Raiton Chakra modo manifestándose al rededor de su cuerpo no tardo mucho en alcanzar al joven que se escapaba. Al parecer se trataba de un pobre niño asustado, el mismo explico que había activado unas trampas con hilos luego de entregar un paquete a una señora mientras le mostraba un papel al Yotsuki.
Killua tomo el papel y se puso a inspeccionarlo mientras comenzaba a interrogar al joven.
-A ver, dices que activaste unas trampas, ¿que trampas exactamente y donde las activaste?- Preguntaría primero Killua.
-En segundo lugar entiendo que llevabas un paquete a una señora, dime ¿que paquete llevabas y a quien lo llevabas?, dame más detalles por favor, no te preocupes si me dices lo que quiero saber te dejare ir.- Dijo Killua para calmar los ánimos del niño.
Luego miro hacia atrás para ver si venia su compañero Kano pero este parecía algo más rezagado.
~ay este chico, espero que no sea un estorbo~ Pensaba Killua.
Al ver que la situación era tranquila decidió desactivar su técnica de rayos, ya no era necesaria al no haber pelea ni peligros merodeando la zona. El jovensillo era bastante joven, se notaba que no era mucho mayor que su compeñero Kano, había muchos misterios por resolver sobre aquel pueblo, quizás ese niño sabia algo interesante o podría brindar información vital para resolver la mision que se le había encomendado a los shinobis.

oFF
-Hablo-
"Pienso"
pasivas
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El chiquillo no dejaba de temblar ante la imponente presencia de lo que, según sus sospechas, se trataba de uno de esos temibles y desalmados ninjas del imperio. Independientemente de las intenciones de Killua, para el chico no había posibilidad de que el rubio no fuese alguien que con un movimiento fugaz le hiciese daño. Y por ello no hacía sino balbucear mientras movía sus manos lentamente a un pequeño bolsillo de su pantalón. De allí sacaría un papel con varios dobleces y lo extendería al kumonin.

Al abrirlo, Killua podría echarle un vistazo a un fragmento de mapa. El trozo de papel desgastado parecía arrancado de un libro. El mapa podía entenderse perfectamente con un poco de cuidado y correspondía a un pequeño bosque a aproximadamente treinta minutos del pueblo. En el mismo bosque habían varios puntos con “X” de color rojo y, aproximadamente en el centro, un circulo del mismo color.

— E-eso es lo que me dijeron, señor. Y el paquete no sé que era. Nunca me lo dicen. Pero debo llevarlo todos los días a la señorita Hina. Hoy estaba furiosa porque activé su trampa y sus amigos no estaban con ella. — El chico respondía a las preguntas de Killua con lo que su mente podía considerar una respuesta correcta. Entre el miedo, la inocencia y el desconocimiento no había cabida a información más precisa, pero con algo de astucia y quizás un toque de coraje el Yotsuki podría resolver aquel enredo en el que estaba con los datos que se le habían proporcionado.

Ahora contaba con un mapa y la ubicación de algunas trampas en el camino, sabía qué ruta tomar y cómo hacerlo. Además, tenía algo de información más subliminal que con algo de cabeza le llevarían a una respuesta más definitiva. En resumen; sus posibilidades seguían siendo muchas, pero si quería aprovechar el tiempo y las oportunidades, debía hacerlo pronto.


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