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Cierto, si la historia fuera verdadera, no habría manera de que este lugar siguiera operando — El hombre reafirmaría su punto tomando las palabras de Samuru que más le convenían y luego añadiría algo más para refutar aquellas que ponían en duda su argumento. —
No suelen mentir, pero es fácil que un chiquillo se confunda —. Con esto insinuaba que los niños comentaban aquello que ellos creían que era verdadero, aún si no tenían la certeza de ello.
El otro hombre parecía querer decir algo al respecto, de hecho, ya había abierto la boca para continuar con el tema, pero un suceso inesperado hizo que su intento se quedara en eso, un intento. La luz de toda la posada se fue durante algunos segundos, no fue demasiado tiempo, quizás solo unos cinco, pero fue suficiente para que todos sintieran un momento de incertidumbre. Si en el lugar en el que te estás hospedando hay rumores de asesinatos, lo normal sería sobresaltarse al menos un poco si es que hay un apagón.
Tan pronto como empezó la ausencia de luz se escucharon varios gritos a la distancia, se podía inferir que la mayoría de ellos era por el susto que se llevaron en el momento, pues ninguno parecía denotar algo parecido al dolor o al sufrimiento, en cambio, incluso algunas risitas podían percibirse tras un par de segundos. Cuando la iluminación regresó, el Kujaku se daría cuenta de que, aparentemente, no había suscitado nada extraño en las termas, aunque se encontraría con la extraña escena de dos hombres adultos, de pie y con cara de terror, abrazados mientras estaban desnudos.
Los tipos, al verse sorprendidos, se apartarían rápidamente dándose empujones y sumergiéndose de nueva cuenta en las cálidas aguas.
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Ehh, sí, cierto cierto. Creo que pondré una queja al respecto —. Entre nervioso y apenado por su comportamiento, el hombre agradecía el hecho de que Samuru no hiciera mención alguna de lo que acababa de ver.
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Calla hombre, incluso ahora hasta yo temo que lo que que haya dicho esa mocosa tuviera algo de verdad —. Replicó el otro. Era curioso como bastaba un simple acontecimiento para hacer que tirara su fachada de macho inquebrantable.
Las termas eran grandes y era mucho espacio para solo tres personas actualmente, de modo que si algo pasaba ahí, bastaría con prestar algo de atención para percatarse de ello y justo algo estaba por pasar. Nadie había notado cómo o en qué preciso momento apareció, lo más seguro sería asumir que fue durante el apagón, pero una muñeca de plástico se encontraba flotando en el agua, aproximadamente a unos 6 o 7 metros a la izquierda de Samuru. La muñeca tenía la apariencia de una mujer joven, si alguien tuviese que ponerle una edad seguramente diría que entre 15 y 20 años. Lo curioso era que la muñeca tenía en su frente el siguiente Kanji.
¿Le pondría atención el oriundo de la estrella a ese detalle o lo tomaría como alguna broma?
Mientras tanto, en el interior de la posada, Akío estaría enfocado en su situación. El chico prestó especial atención a los grupos más resaltantes, incluso sacó sus propias conjeturas, pero no se apresuró a decantarse por acercarse a alguno de ellos, mostrando prudencia en su accionar. Cuando Igor, el hombrecito, se acercó lo suficiente hasta su posición, el iwanin se percató del singular tatuaje que este tenía en uno de sus brazos, era un uróboro. Pero a pesar de ese diseño curioso, no implicaba que estuviese relacionado a algo ilegal.
Por supuesto que el apagón también sería sufrido en su posición y de hecho la oscuridad era aún más marcada con él, ya que se encontraban en el interior y la luz natural que se infiltraba era casi nula. A oscuras, se escucharon muchas voces, murmullos y sonidos de sillas friccionando contra el piso, ya que muchos de los que se encontraban sentados se pusieron de pie y en estado alerta.
El origami aprovecharía la penumbra para realizar una técnica que le permitiría pasar desapercibido en su totalidad y gracias al estado de caos nadie, o casi nadie, podría percatarse de que el joven ya no se encontraba en su posición.
Y tras algunos pocos segundos, la iluminación regresó.
El grupo de mercenarios se había puesto todo de pie, incluso habían adoptado una formación en triangulo donde todos se daban la espalda y cubrían visión desde todas las posiciones. Sin duda alguna era un grupo veterano y alerta. Cuando pasaron los segundos y vieron que no había nada anormal, decidieron partir a su habitación en vez de continuar con su cena.
En otra mesa, el hombre adulto se encontraba abrazando a su hija, con un semblante de susto en el rostro. Igual, al ver que aparentemente no había sucedido nada raro, tomó asiento, ya más tranquilo, y ambos continuaron con sus alimentos. Era importante que su hija no se saltara sus comidas, pues solía tener problemas de anemia constantemente.
Por último, en la mesa donde se encontraban los 4 sujetos encapuchados, solamente quedaban tres de ellos, pero estos continuaron sentados y charlando como si nada hubiese ocurrido. Después de algunos minutos, dos de ellos saldrían de la posada mientras que otro se dirigiría hasta su habitación.
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¿Qué demonios... a dónde diablos se fue? —. Exclamaría Igor al notar la ausencia de Akío. El hombrecito rascaría su cabeza mientras miraba en todas direcciones buscando señales de él, pero no encontraría nada. Él seguiría fregando el piso, o aparentando que lo hacía, puesto que no limpiaba casi nada en lo absoluto, al cabo de unos minutos, tomaría la cubeta de agua y saldría también por la puerta de recepción. —
Justo cuando iba a marcarle... — refunfuñaría mientras salía. Curiosamente, la partida del pequeño hombre estaba casi sincronizada con la salida de los encapuchados.