Formando al vampiro
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Era de los nuevos reclutas. Ahí estaba yo, vestido de negro, observando con mis ojos rojos, grandes, a los demás ingresados. Algunos eran, incluso, más jóvenes que yo, aunque había quienes eran notoriamente mayores a mi. 
Un maestro llegó al salón, en donde todos nos pusimos de pie. Tenía una cicatriz sobre el ojo derecho que recorría su mejilla. 

-¿Esto es lo mejor que tenemos?- dijo el maestro, viéndonos con decepción mientras encendía un cigarrillo- mequetrefes, niñatos, huérfanos y payasos. De alguna manera, haré de ustedes verdaderos hombres...

Todos, hasta las mujeres tragaron saliva. Se acercó a vernos, y, cuando llegó conmigo, me miró de arriba hacia abajo. 

-¿Alguna razón para pintar los calentadores de negro?-me cuestionó el profesor, exhalando su humo en mi cara. La indumentaria de kumo era de color blanco, desde los calentadores y protecciones hasta sus chalecos.

-No se ve la sangre- le dije, confiado, pero con una mirada seria. Nos miramos unos segundos, hasta que sonrió y siguió con el de junto, un niño que parecía rico, con un perfecto trajecillo de tela cara.

-¿Que tenemos aquí? Si es el hijo de mami-dijo el profesor, escupiendo su cigarro hacia un lado- !Que quede claro a todos ustedes, este no es una guardería ni un campamento de verano, aquí se viene a matar o morir, a asesinar o ser asesinados! Valen tanto como las misiones que completen, y si su cadáver queda por allí, pudriéndose por no haber podido realizar su trabajo, no nos molestaremos en recuperarlos más que en conseguir a alguien que si pueda cumplirlo. 

De pronto, sentí un peso sobre mi, pero suave y tibio a la vez. Era un cuerpo femenino de mayor estatura que la mía.

-Hayato Sensei, siempre tan carismático-dijo la voz de una mujer encima de mi cabeza. 

-¿En que momento había llegado?- me cuestioné en mi mente, quedando paralizado al no saber cómo reaccionar. Aunque, en esa situación, no me sentía tan mal.

De un salto se despegó de mi espalda y cabeza y llegó al frente del salón. Era una mujer de sus veintes medios, de cabello negro corto, ojos grandes y de cuerpo voluptuoso. Vestía con redes de malla y unos pantalones militares. Portaba su bandana en su cintura.

-Estos chicos aún no saben ni lanzar un puñetazo ¿no puedes al menos dejar que trasteen un poco antes de hacerlos sufrir?- dijo la chica, aterrizando con una pose como si se tratase de una ídol.

-Ejem. Saluden a la profesora Chihiro Asui, también es la enfermera de la academia. No se dejen engañar, ella es incluso peor que yo, aunque para su suerte, puede curar los huesos que les rompa, y se aprovecha de ello-dijo el profesor Hayato, sonriendo maliciosamente.

-A todos mis alumnos les he roto al menos cinco huesos en mis prácticas-dijo mientras alzaba su mano con la palma abierta, recalcando la cantidad antes dicha- excepto por el caso de Huan sin huesos... pobre chico... como decía, ah si, ¿quién pasa al frente?

Todos dieron un paso atrás. Sólo yo, que seguía paralizado por la sorpresa y el gustillo de la sensación sentida, me quedé en mi lugar.

-Asura Chinoike-leyó el sensei Hayato mi nombre en la lista- tengo buenas referencias de tu clan, espero que cumplas las espectativas.

-Oh sí, ellos son los, ejem, "vampiros"-dijo la sensei Chihiro, susurrándole al sensei Hayato al oído pero en voz alta- ¿sus calentadores son negros? 

-Asura, vendrás con la profesora para las pruebas. Otros dos chiquillos, !tú! el favorito de mami y eh, tú, la niña del orfanato, sigan a la profesora, los demás recibirán un examen sorpresa y a quién lo repruebe le tocará castigo físico. La puntuación mínima aprobatoria es de 7...- decía el profesor, mientras invocaba desde un pergamino una pila de papeles que eran los exámenes.

El chico bien arreglado y peinado se levantó de su lugar y se dirigió al frente. Otra chica, una chica de mirada cansada o triste, de ojos grandes pero ojerosos, con largos cabellos rojos que caían sobre su rostro, con una gorra vieja, una gabardina que no era de su talla y cuyas mangas rebasaban sus brazos, unos pantalones parchados y zapatos rotos se levantó y llegó hasta donde la sensei. Cuando me acerqué, la profesora nos abrazó a los tres con gran fuerza.

-Tienen suerte en ser los primeros, vengo de una misión y vengo inspirada-dijo la sensei. Su fuerza era enorme, como si me hubieran amarrado con una tira de cuero con agua salada secando al sol.

Nos llevó rápidamente hasta el campo, en donde al liberarnos nos hizo salir volando. Apenas logré caer de pie, cuando me dio un potente manotazo en el estómago.

-!Las traes!- gritó la profesora, sonriendo, arrojándome cinco metros hacia atrás.

La chica hizo clones ilusorios y el chico bien arreglado sacó sus kunai.

-¿Aún no tienen un estilo de lucha? !Perfecto!-dijo la sensei, casi teletransportándose a gran velocidad hasta quedar frente al chico, cuyos ojos casi eran picados por sus pechos, pero no tendría tiempo siquiera de observarlos, pues recibiría un dedazo en una costilla que le haría caer al piso. De nuevo, a gran velocidad, llegó a la espalda de la chica y de un manotazo la arrojó hacia otro extremo. Quedamos esparcidos formando un triángulo, alrededor de ella.

-Juguemos al gato y al ratón. Yo soy el ratón y el primero que me atrape puede regresar a hacer el examen... los otros irán conmigo al siguiente juego- dijo la sensei, diciendo las últimas palabras mientras sonreía con malicia.

La chica lanzó sus shuriken mientras el chico hacia clones ilusorios y se dirigía con ellos hacia ella, quien yacía en medio de los tres, sonriendo y con los brazos extendidos.

Con mis uñas corté las palmas de mis manos, pero de pronto, la sensei apareció detrás de mí. Con su lengua había limpiado la sangre de mis palmas.

-Vaya, la sangre de un vampiro es tan... mundana. Vaya decepción-dijo la profesora. Mi doujutsu se activó, pero antes de realizar cualquier acción, volvió a desaparecer.

Así, durante varios minutos, estuvo apareciendo y desapareciendo mientras arrojábamos kunai e intentábamos atinarle. Intentaba siquiera mirarle por dos segundos seguidos, pero era muy esquiva. Su velocidad era abrumadora.

-Ahhh, que decepción-dijo la sensei, recargándose sobre mi cabeza, con expresión de decepción y aburrimiento- pensé que siquiera harían un plan. Son peores que un enemigo ciego, pero hey, mañana volveremos a intentarlo.

Tras esto, nos ordenó colocarnos todos juntos.

-No tienen estilo, no tienen estrategia, no tienen habilidades y en general no tienen gracia. Vale, intentaré hacer algo con ustedes mañana- dijo la profesora- vayanse

Hizo un ademán con la mano para que nos fuéramos.

Estábamos a punto de irnos, cuando, de pronto, volvió a abrazarnos a los tres. Esta vez la fuerza era mayor. Nos levantó del suelo y comenzó a apretar más fuerte.

-¿Recuerdan que dije que les rompería los huesos?- dijo sonriendo con rostro amigable, mientras seguía apretando.

Si, esa sería mi vida como shinobi. Poco a poco, mientras forcejeábamos y pataléabamos, se escuchó el crujir de los huesos de la chica, luego se escucharon crujir los del chico y, al final. un dolor intenso, como una apuñalada, seguido de un crujido de mis brazos.

Tras dejarnos caer al suelo, se estiró y canalizó chakra verde en sus manos, para proceder a curarnos.

-Agradezcan que haga esto, se acostumbrarán al dolor más rápido... vaya, quizás lo haga a diario jejeje-dijo la desgracia... digo, la sensei, curándonos para que pudiéramos regresar a clases.
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Los golpes de la vida eran demasiado fuertes, aunque para mi suerte, ahora podía decir que las cosas estaban tranquilas en ese momento.

Los maniquíes de la academia yacían cubiertos en sangre, sangre mía. Lanzaba lanzas hechas con mi propia sangre hacia esos maniquíes, punzando a los muñecos, provocándoles muescas que atravesaban el forro de cuero, aunque no lograban atravesar el cuerpo de madera, mucho menos su alma de acero.

Algunos mecanismos se activaron, lanzando algunos kunai romos, logrando detener algunos con mis escudos de sangre.
El entrenamiento iba bien, según yo estaba solo. Me gustaba el horario nocturno pues así nadie me interrumpía y pocas veces me topaba a alguien.

Estaba practicando con los muñecos, cuando una ráfaga azotó algunos muñecos alrededor míos, partiéndolos por mitad. Incluso una de mis lanzas se hizo añicos, cayendo al suelo como sangre. 

Casi caí de espaldas, pero logré ponerme en modo defensivo y activar mi doujutsu, Ketsuryugan, para defenderme de quien había hecho eso.

Una silueta femenina avanzó entre los maniquíes, apareciendo y desapareciendo de un momento a otro. Aspiré hondo y traté de impactarla, pero era muy esquiva.

-¿Aún no tienes un estilo de combate?- dijo una voz sobre mi cabeza. Unos brazos fuertes me abrazaron, sujetando los míos, mientras mi cabeza y mi cuerpo eran hundidos en algo suave y tibio- si fuera tu enemiga, ahora mismo te habría roto la espalda.

Era la profesora Chihiro. Aunque parecía algo delicado, casi fraternal, su agarre era bastante fuerte como para liberarme sin más. De su tersa piel y la mía sólo nos separaba una ligera red que ella solía usar bajo un chaleco abierto.

-Tu cuerpo tan delgado, tan frágil. Te he estado observando, chico, y debo decir que esperaba un poco más de tí- dijo la sensei, soltándome. Avancé un par de pasos hacia adelante y me giré a verla. Parecía que había bebido algo, aunque su aliento no delataba presencia de alcohol.

-Eh oído mucho sobre tu clan, y las cosas que he visto me han llamado mucho la atención, sin embargo, pasan los días y eres de los más débiles-dijo la sensei, cruzándose de brazos. No se veía enfadada en lo más mínimo, sino preocupada.

-Por eso estoy entrenando, quizás no sea tan fuerte como otros, pero necesito mejorar mis habilidades-dije a la sensei, mientras ella observaba a su alrededor, mirando los maniquíes dañados. Apenas y alcanzaría a dañar a un enemigo de mi nivel, mas no matarlo de una sola vez. Sus gruesos muslos, una mezcla de su voluptuoso cuerpo y su arduo entrenamiento, asomándose desde sus shots, daba a entender que podía partir un grupo de maniquíes de un golpe y más, quizás una columna de piedra.

-Atácame-dijo la profesora, extendiendo sus brazos.

Yo al principio dudé en hacerlo, pero tras mirar su mirada decidida y volver a repetir su orden, lancé mi lanza de sangre desde la palma de mi mano, pero ella sólo la destruyó de un leve puñetazo. Volví a atacarla, mirándola, pero seguía destruyendo sin esfuerzo mis lanzas, tan sólo de un manotazo.

La había mirado lo suficiente, como para poder activar mi doujutsu, la cual la haría más débil y lenta, sin embargo, no había una diferencia apreciable. La última lanza, disparada hacia su rostro, la detuvo con los dientes, rompiéndola con su mordida. En vez de escupir la sangre que quedó dentro de su boca, se lamió la que quedó sobre sus labios.

-Entendí tu problema- dijo la sensei, avanzando hacia mí- tu repertorio de técnicas es mala. No has entrenado lo suficiente, de hecho, eso explica porque no has progresado mucho. Incluso si hubiera dejado que tu lanza me punzara, no me habrías hecho apenas daño. Espero verte aquí más a menudo, necesitas practicar más.

Dicho esto, se inclusó hacia mí hasta quedar a mi altura, tocó mi rostro con su mano y me sonrió. Tras esto, salió del campo de entrenamiento caminando, dejándome de nuevo solo. 

Estaba confundido, mi corazón acelerado y me sentía sonrojado. Me quedé quieto unos momentos, pensando en lo ocurrido. Momentos después escuché que la regadera de los baños. A pocos metros, se estaba duchando. 

Quitaría de mi cabeza esos pensamientos y comenzaría a golpear a los maniquíes. Tratando de ignorar lo que había sucedido. Una hora después recogería mis cosas y regresaría a mi castillo, pero tendría en mi cabeza por días lo que había sucedido.
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Días de entrenamiento.

La profesora Chihiro no se había presentado ese día, y el sensei Hayato nos entrenó, pero como ese día seguía crudo tras una noche de bebida, la resaca no le permitía "castigarnos" como otras veces. No podía permitirse faltar como otros profesores.

-Tú, el gordo y tú, el emo, luche. Ya veré como lo hacen-dijo el profesor, el cual sólo se sentó bajo un árbol con lentes negros enormes, bebiendo un galón de agua. Nos había llevado al patio para que le diera el aire, mientras dormitaba bajo la sombra del árbol.

Uno de mis compañeros, parecido a un luchador de zumo, con ojos rasgados casi abiertos y rapado, salvo por 1 coleta rubia en su nuca y vestido con un kimono blanco y sus calentadores blancos con rojo, característicos del imperio. Su nombre era Oolong Ryu.

Yo, completamente vestido de negro, incluso con los calentadores pintados, me aproximé a mi oponente.

Extendí mi chakra, pero él corrió directo hacia mí. Apenas pude esquivarlo, pues se lanzó a dar un golpe hacia mí, cuando realicé los sellos y le hice entrar en una ilusión, en el que le hacía ver a la profesora Chihiro, saliendo completamente desnuda detrás del árbol donde el profesor descansaba. Yacía con las manos en las caderas, viéndolo a los ojos mientras avanzaba hacia él.

Por unos segundos, Oolong quedo quieto y sonrojado, asimilando lo que estaba ocurriendo, cuando le ataqué con un kunai. Intenté cortarle, logrando herirlo en un hombro aunque mi ataque iba dirigido a su mejilla.

Tras dar un par de saltos hacia atrás, lanzó unos shuriken para atacarme. Logré atajar esos shuriken con las manos, provocándome un corte en ambas palmas. Volvió a lanzar sus shuriken, pero hice un sello para, con mi sangre, crear un escudo que bloqueó los impactos.

Él cargó contra mí, pero tras un breve impacto de él contra mi escudo, lo destruyó. Volví a realizar el sello, lanzando una lanza de sangre contra mi oponente, impactando su puño. La lanza de sangre se deshizo, y su puño quedó cubierto de sangre.

-Eso es asqueroso-dijo Oolong, mirándose el puño- ¿no tienes algo más para atacar?

-Por ahora, sólo eso-dije, encogiéndome de hombros, lanzándole unos shuriken, y aunque intentó evadirlos, lograron realizarle unos cortes en el cuerpo.  Tras intercambiar shuriken, de pronto, se intercambió por el galón de agua de mi profesor, recibiendo los shuriken mientras aparecía cerca de mí.

Tras dar un salto, me arrojó 10 metros hacia atrás. Volvió a lanzarse, pero esta vez le esquivé, y le lancé una lanza de sangre que logró picarlo en las costillas.

Comenzamos a atacarnos nuevamente, hasta agotar nuestros proyectiles y comenzar a agotar nuestro chakra. El campo quedó cubierto de sangre, proyectiles e impactos, haciéndolo parecer un campo de batalla brutal, cuando sólo éramos chicos que pretendían ser guerreros. 

Finalmente, ambos capitulamos, pues estábamos agotados, y cuando volteamos a ver al profesor, éste tenía varios minutos de haberse dormido. Incluso, la saliva escurría por su boca.

Había hecho bastante uso de mis técnicas conocidas, y el esfuerzo me dejó agotado. Recogimos nuestras armas y regresamos al salón, dejando al profesor dormido debajo del árbol.
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Otra vez era hora de entrenar. El sensei tenía muchas cosas entre manos, por lo que dejó a la sensei Chihiro, quien nos alentaba a rompernos el físico con mucho entusiasmo.
La chica con gorra sobre su frente, con un fleco negro sobre sus ojos, ropas de talla mayor que sobresalían cubriendo sus manos fue mi compañera. Otra chica huérfana, pero sin clan, de nombre Kana.

Nuestros oponentes eran Oolong, el chico rechoncho sin mas cabello que una coleta rubia sobre su cabeza, y Huan Ho, un chico de tez blanca y bien peinado, vestido con ropas caras, limpias y bien planchadas.

La profesora sonreía maliciosamente, y disimuladamente, cubrió lo "emocionada que estaba", cubriendo su pecho vestido con su red con su chaqueta.

En cuanto ella dijo que comenzara el ataque, mi compañera lanzó sus kunai, los cuales fueron apenas esquivados por nuestros enemigos. Yo lancé una lanza de sangre hacia Oolong, quien logró evitarlo, perdiendo el equilibrio, quedando vulnerable, pero cuando Kana lanzó sus shuriken, Huan los repelió con una explosión súbita de aire, lanzando lejos los shuriken.

Generé una bola de electricidad entre mis manos, lanzándosela al chico, el cual realizó sellos y con una corriente de aire logró desvanecer el jutsu. Un poco de ese jutsu me golpeó, empujándome hacia atrás.

De pronto, el chico quedó aterrado, viendo algo detrás de mí. Mi compañera estaba realizando su genjutsu, haciendo que el chico viera un horrible demonio detrás de nosotros. Oolong también vio al monstruo, pero él le lanzó unos shuriken.

-La tormenta del destino viene hacia tí-les dije, lanzándoles unos shuriken. El miedo se apoderó de Huan, pero Oolong logró quitarlo de enmedio, lanzándose luego en un ataque hacia nosotros, con la pierna estirada.

Kana contraatacó con un látigo de agua. Ambas técnicas chocaron. El látigo se deshizo en agua mientras que Oolong quedó de pie en el suelo.

Ante la cercanía, lancé mi lanza de sangre, logrando pincharlo en el vientre. De pronto, la imagen de una hermosa chica desnuda apareció detrás de él.

Era como el jutsu que había hecho contra Oolong la vez pasada, con la sensei Chihiro, pero me distrajo lo suficiente como para que Huan me lanzara su shuriken, cortándome el pecho.

Kana volvió a lanzar su látigo de agua, el cual chocó contra un jutsu de Huan que intentó elevarnos por el aire, pero gracias a ese choque no lo logró, y el látigo logró sujetarlo de un brazo. Luego, tiró de éste, pero Oolong sujetó el látigo, jalando de regreso. 
Con mi lanza de sangre volví a picar a Oolong, pero éste logró arrastrar a Kana lo suficiente como para tenerla cerca.

Otra corriente de aire de Huan nos elevó por los aires. Oolong se elevó también, aprovechando el jutsu de su compañero.

Concentré energía en mi kunai, y cuando Oolong intentó lanzarse con una patada para golpear a Kana, blandí mi arma, lanzándole la corriente eléctrica que le impactó de lleno. Luego, Kana lo envolvió con su látigo, jalándolo con fuerza hacia el suelo al momento de caer, impactándolo contra el piso.

En ese momento, sentí una fuerte apuñalada por la espalda. Me giré rápidamente pero no había nada.

Kana lanzó sus shuriken hacia Oolong, el cual se levantó adolorido y sangrando, corriendo para atacar con su taijutsu.

Extendí mi chakra, y le hice ver la imagen de la sensei Chihiro, nuevamente desnuda. Ese instante de distracción lo aproveché para volverlo a apuñalar con mis lanzas. Cayó al piso y, cuando estaba por rematarlo, Huan lanzó un sello explosivo.

El sello venía en mi dirección, y aunque creé un escudo de sangre, una ráfaga de viento super veloz pasó a mi lado. El kunai con el sello desapareció, y en su lugar, apareció la sensei, quien tenía en la mano el kunai y bajo el brazo a Oolong.

-Si tu compañero, con esas heridas recibía el ataque, podría morir-dijo la sensei, aún sonriente. Salió caminando del campo de batalla y se dispuso a curar al chico.

Reanudamos el combate. Realizaría un genjutsu, viendo que aparecían unos perros callejeros que corrían hacia él. Él intentó esquivar, pero el látigo de Kana lo sujetó del cuello y lo jaló. Intentó expandir su chakra para atacar, pero lancé una lanza de sangre que pinchó su hombro. Se rindió.

Kana y yo habíamos ganado ese entrenamiento, ese combate, y gracias a ello había ganado más experiencia en la batalla. Ahora podía luchar un poco mejor, y veía mejor mis debilidades.
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El combate de entrenamiento se llevaría a cabo en el patio de la academia ninja. Los sensei estaban presentes, y nos examinarían de acuerdo a nuestro desempeño y estrategias.

Frente a mí, un chico de tez negra y cabello en afro yacía frente a mí. A diferencia de mi, mi ropa era negra y mi piel blanca como la leche, y él su piel era negra y su ropa blanca como una nube.

Di un paso al frente, expandiendo mi chakra. Él llegó rapeando. 

-Yo, yo, un vampiro frente mio, deja que te de un golpe y te giro!- rapeó mi contrincante. Aunque sus rimas eran malas, conocía bien sus habilidades y eran de tener cuidado.

Rápidamente, cerró su puño y, al abrirlo, generó 4 senbon brillantes en sus dedos. Rápidamente me lanzó un senbon, a la vez que yo terminé mis sellos.

Él sintió una apuñalada por la espalda, mientras que yo detuve su senbon con mis manos, atravesando mi piel y carne de la palma de la mano. El senbon desapareció. Mi globo ocular se volvió rojo y una línea horizontal apareció en mi pupila.

-¿Quieres ver lo que puede hacer un vampiro?- le respondí sonriendo.

Sintió como su velocidad y agilidad disminuyeron, como un cansancio que invadió su cuerpo. Volvió a lanzar sus senbon, pero logré bloquearlo con un Gouken Ryuu.

El comenzó a realizar sus sellos, a la vez que yo lo hacía. Una esfera de plasma salió disparada desde su mano mientras chocaba con mi lanza de sangre. El impacto dejó un remanente de energía que me impactó. Sentí la descarga en la mano donde lancé mi lanza.

Rápidamente, se abalanzó hacia mí. Con un sello, aumenté mi velocidad de movimiento y mi agilidad. Debido a la diferencia entre su agotamiento y mi capa de chakra, pude esquivar su golpe al desplazarme hacia la derecha.

Con un gouken ryuu golpeé su brazo con el que intentó golpearme, tomando enseguida mi kunai, canalizando chakra en él.

Él, sin embargo, lanzó un potente golpe a mi rostro. Logró acertarme el primero, aunque el segundo no logró acertarme por el espacio que retrocedí por el primero. Él recibió una descarga eléctrica al golpearme, resintiéndolo en el puño. Con mi chakra canalizado en el kunai, blandí mi arma, lanzándole un cúmulo de rayos a quemarropa.

Mi enemigo recibió el impacto y se alejó de mí con dos saltos. Yo hice lo mismo, mientras expandía de nuevo mi chakra.

Ahora, el sentía cómo sus fuerzas regresaban, y también se envolvió en su chakra para incrementar su agilidad y velocidad.

Realizamos sellos. Él generó una segunda capa, una de plasma eléctrico. El intentó atacar, pero sintió que la batalla estaba perdida. No quiso atacar, simplemente quería que esto acabara, como si hubiera sido abrumado.

Lancé mis shuriken, pero él los esquivó con relativa facilidad, desviados por su capa de plasma. Eso era nuevo para mí.

-Las nubes de la incertidumbre... ah, bloquean tu mente- le dije, aplicando el jutsu Kotei no koe. El shinobi sentía tristeza además de "saber" que el combate estaba perdido.

El shinobi se veía decaído, desanimado y sólo podía evitar mis lanzas de sangre. El costo era alto, pero me permitió que abriera su defensa al desactivar ambas capas de chakra. Corrí hacia el y, utilizando mi lanza de sangre, logré hacer que retrocediera lo suficiente como para sacarlo de la arena.

Los examinadores estaban algo confundidos. Sabían lo que había hecho, pero la estrategia era poco convencional. Discutieron unos momentos, antes de darle mayor puntuación a mi compañero, por su habilidad mostrada al contraatacar. Si hubiera sido un combate real, se me hubiera acabado el chakra o él mismo se hubiera dado cuenta del genjutsu y me habría superado.

Yo acepté su veredicto, con una sensación agridulce, pero me incline y di las gracias. Mi compañero también hizo lo mismo. Ahora le tocaría a otra pareja luchar.
Salto de foro:

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