[Flashback] Niebla en la mañana
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Última modificación: 29-01-2023, 03:18 PM por Gea.
¿? de ¿?, 11AM. Zona muy poco nevada con nubes grises.
Isla del Norte. Poblado al norte de la Isla.

Conocía poco del País del Agua, no conocía mucho de sus costumbres ni sabía qué clase de peligros o qué clase de gente me iba a encontrar. Pocas eran las veces en las había visitado aquellos lugares cuando era pequeña. Mis padres siempre decían que el Agua era muy ambiguo, que bien podías encontrar con gentes de lo más hospitalarias como lugares donde te apuñalarían por un trozo de carne caducado. Por mi parte sabía que eso significaba, literalmente, la descripción de lo que podía ser medio mundo. El día estaba nublado, la niebla en alta, por lo que se podía ver más o menos perfectamente. Las calles de aquel poblado estarían ligeramente tocadas por la nieve de finales de otoño, una capa de nieve casi imperceptible cubriría los tejados de aquellos edificios bajos. La Isla del Norte se conocía por ser un lugar muy devoto, muy arraigado a las viejas costumbres religiosas donde se veneraban según que deidades. Por mi parte no acostumbraba a crear en nada que no fuera mi propia voluntad, pero tampoco podía juzgar a nadie pues en más de una ocasión mi propia supervivencia parecía más bien ser un regalo divino que una propia acción hecha por el ser humano.

Mi camino era tranquilo, apenas llegaban a ser el medio día y la luz de la estrella que nos daba calor estaría dejando visión a todo aquel que quisiera ver. El poblado estaba tranquilo, no mucha gente por la calle y los que estábamos seguramente lo harían por la propia supervivencia de tener que laburar su comida casi de forma diaria. El frío haría que hubiera sacado la ropa más invernal que pudiera, mi parte inferior iría cubierta por un pantalón negro, bien ajustado, cuya tela era térmica y no dejaba pasar un ápice de frío. Mis pies si estaban ligeramente fríos, aunque llevara unas botas militares que me ayudarían a caminar por la fina nieve. En la parte superior llevarías varias capas de ropa, aunque lo visible sería un plumas verde oscuro, y la mitad de mi cara hacia abajo – desde más o menos la nariz – iría tapada por una bufanda de un verde un poco más claro que el de la chaqueta. El frío no entraría, aunque las manos y los pies siempre irían a diferente temperatura, eso era así por naturaleza.

Aunque las calles estuvieran medio nevadas, siempre había pisadas de la gente que iba y venía, que aunque no fuera mucha, sería la suficiente para que mis pies se movieran con tranquilidad sin miedo a caerme en aquel duro suelo. Caminaría en paz cuando mi estómago rugiera, tenía hambre, no había desayunado y mi cuerpo ya me pedía comer algo. No quería desayunar como tal, quería esperar un poco más para tomar el almuerzo, pero mis tripas no estaban muy de acuerdo, así que frené el paso cuando vi un puesto a lo lejos. Seguiría caminando y una vez que estuviera delante podría ver como el humo se haría paso saliendo del puesto. “Fideos Ichego, para el mundo entero”. Desde luego el nombre era un tanto extraño, aunque mi estómago no estaba para hacer muchas distinciones ni juicios innecesarios, por lo que simplemente me sentaría esperando a ser atendida por alguien. Hacía frío, pero aquel sitio estaba calentito, seguramente por la comida que allí servían. Así mismo, tras unos minutos esperando, aquel hombre de avanzada edad y sobrepeso en grado uno que me habría estado dando la espalda con los fogones encendidos, puso ambas manos en el mostrador y mirándome, preguntaría. – ¿Qué se te apetece, jovencita? – Su hospitalidad era clara, así como aquel bigote extremadamente llamativo que tendría. Parecía como si tuviera un gato acostado por encima del labio. Era gracioso, por lo que tardé un par de segundos en quitar la mirada de la mata de pelo y sonreír. – ¡Hola! Pues… no he desayunado nada y me gustaría probar algo, pero no tengo ni idea de que quiero, la verdad – Expresaría con una sonrisa un tanto vergonzosa mientras que mi rostro se ponía ligeramente rojo por el calor que desprendía aquel lugar, y por la vergüenza de que se hubiera dado cuenta. Aquel hombre alzó el dedo índice después de acariciar su bigote y me señaló. – Ya verás, ya verás, ¡te voy a preparar algo que te vas a chupar los dedos! Déjame que te sorprenda – Mencionó, y sin ni si quiera darme tiempo a responder, se daría la vuelta y se pondría manos a la obra. Yo me quedaría medio alucinada, pero dejaría que aquel hombre hiciera lo propio, entre tanto miraría las calles. Quizás podía acostumbrarme a vivir allí, aunque odiaba admitir que aquel temporal me tenía quemada.
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La Isla del Norte era quizás el mejor lugar en todo el Imperio del Agua en el que se podía sentir la normalidad de los viejos tiempos. Pacífico, tranquilo y relativamente jubiloso. La nieve si bien no lo hacía sentir muy cómodo era un cambio grato de temporada, además que admitía que era divertido pisar nieve con las botas y dejar marcas en el camino; lo mismo no se podía decir de la asquerosa arena en el País del Viento.

El tiburón tenía la intuición de que dentro de la calma de la Isla del Norte, acechaban grupos anti-imperiales, incluso custodiados por los religiosos de la zona. No era un pensamiento muy atrevido, así que incluso en aquellos lugares debía estar suficientemente alerta de sus alrededores. A pesar de la supremacía del Imperio, los traidores a la Shodai Suijin abundaban. Claro, no faltaba añadir que por la noche de aquel día, como miembro y representante del consejo shinobi de la Niebla, presenciaría la ejecución organizada de rebeldes que se habrían hecho pasar por cultistas en la dichosa isla, lo típico de aquellos tiempos.

Por supuesto, una mañana tranquila y sin disturbios contrastaba la escasa saciedad de un estómago inclemente urgido de fideos y un caliente caldo. Fideos Ichigo, así que el gordito sigue con el negocio. Muy bien. Avistaría el letrero y el humo soplando del puesto.

¡Ichego-san! Exclamaría el tiburón a un par de metros de distancia, confiado del dueño de aquel poblado gato acostado que yacía encima de sus labios.

¡Hoshigaki Kurosame-san, vaya, un placer verte! ¿Vienes a comer? El especial de hoy es Udón Sanuki con caldo de sardina seca.

El placer es mío, ¡Eso es lo que exactamente quiero ordenar! Kurosame no podía evitar mostrarse afable a pesar de su piel curtida por las tragedias que lo acechaban.

Mientras esperaba su rico desayuno tomaría asiento, advirtiendo la presencia de alguien con una bufanda verde. No hablaría de inmediato, pero tras un par de vistazos, no dudaría que sus miradas se cruzaran al menos una vez. El rostro del Hoshigaki era claramente visible, vestía el uniforme típico del Imperio del Agua que fácilmente lo delataría. Iba poco abrigado además, porque le era particularmente fastidioso vestir en capas, así que ante la pereza prefería sufrir el frío más de lo normal hasta acostumbrarse a la temperatura.
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Última modificación: 01-02-2023, 11:53 PM por Gea.
Entre las muchas cosas que solían pasarme dentro de mis viajes donde realmente al final muchas de ellas eran predecibles era la de encontrarme de lleno con alguien que, al menos de manera aparente, trabajaba para el Imperio. Desde atrás y con una voz bastante amigable, un nuevo cliente para el panzón cocinero aparecería, y de la forma en la que se trataban eran claramente un amigo o un cliente muy recurrente. El nombre me pareció atractivo ya de sí, pues el apellido delataba a la que era una de las familias y apellidos grandes dentro del propio País del Agua. Conocía no más allá de lo que las habladurías dirían de ellos, su gran poder había sido clave en muchas de las cosas que el propio País había conseguido y conquistado, por lo que simplemente por eso me pondría ligeramente tensa. ¿Un integrante del Imperio o quizás simplemente un Shinobi que no tenía de otra para asegurar su protección? Por el momento no sabría nada, pero el hecho de que se hubiera sentado a un lado y que, aparte, llevara puesto el uniforme que le delataría como lo que más temía era, sinceramente, cuanto menos preocupante.

Nuestras miradas se cruzarían varias veces, aunque no de manera premeditada, simplemente por el devenir del tiempo y de lo caprichoso del destino en siempre ponerme Imperiales por delante. No sería yo la que iba a intentar empezar una conversación, no quería tener que vérmelas con alguien de los que controlaban el mundo, y además, cuánto menos supiera de mí por el momento, mejor. No podía además, pasar desapercibido aquel chakra que tenía él, quedando en mi memoria y en el archivo que tenía en mi cerebro. Un archivo que cada vez iba aumentando más y más. Me impresionaría el hecho de que aquel chico no tuviera vestido más allá del propio uniforme mientras que yo, sentada a su izquierda, tuviera el frío calado y metido hasta en los huesos más profundos.

No sería yo la que haría que la conversación fluyera con aquel chico, pero parecía que el cocinero no tendría la misma intención. – ¿Has visto que jovencitas más guapas vienen últimamente, Hoshigaki? No sé qué comen las niñas de hoy en día para estar así de guapas – Claramente estaría hablando de mí, solo le faltaba señalarme cuando yo, casi sorprendida de aquella abatida, abriría los ojos y elevaría las cejas sorprendida. Parpadearía mucho, y aunque no quería admitirlo, me habría puesto ligeramente roja. – Mira, mira, se ha puesto roja – Mencionaría de nuevo. Yo, sin apenas saber dónde meterme, me subiría un poco más la bufanda para que solamente se me viera por de los ojos hacia arriba. La vergüenza era notable, me esperaba un almuerzo cuanto menos gracioso, al menos, para el Imperialista.

Datos
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Por favor, Ichigo-san. Esos comentarios no son necesarios. Respondería calmado, aunque sonriente y divertido ante las palabras del desvergonzado. La reacción de la chica era obvia mientras que el tiburón habría entendido las señales del señor, quien se hacía el loco mientras preparaba los fideos y las sardinas en el caldo cuidadosamente.

Discúlpalo, es un señor de buenas intenciones. Mi nombre es Kurosame, un gusto. Extendería la mano hacia ella presentándose, muy formal. Apenas percibía su rostro, así que tan solo podía guiarse por la expresión de sus ojos. De estrechar su mano, la chica notaría la frialdad de su palma, aunque todavía inmutable ante la temperatura del invierno.

¿Primera vez en la Isla del Norte? ¿Qué te trae por aquí? Preguntaría inocente y sin pretensiones, con un rostro amable y curioso. No fingía en lo absoluto, a pesar de los traumas del pasado, Kurosame siempre prefería mostrar su mejor cara y liderar con buenas impresiones. Sabía, sin embargo, las impresiones que podía dar que un oficial imperial directamente iniciara con aquellas preguntas con una desconocida, así que se aseguraría de cuidar su tono de voz y expresión. Kurosame tenía poco muy interés en cazar rebeldes o criminales que se encontrara en la calle, a menos que fuese directamente una orden de algún superior, así que iba siempre tranquilo y confiado con aquellos que no conocía, sin juzgar su origen ni sus intenciones. Estaba consciente del mundo en el que vivía, pero a sus treinta, le tenía miedo a poco o más bien nada.
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El comentario de aquel hombre había estado un tanto despuntado, aunque claramente sabía de las intenciones. Parecía que no solo a mí había sido a la cuál le había parecido algo desafortunado, pero el chico parecía conocer a aquel hombre, por lo que seguramente aquella estrecha relación era lo que había hecho del comentario del cocinero. No tendría muchos motivos para esconder mi rostro, pero siempre durante mi infancia era algo que me habían inculcado bastante bien. Caminar entre las sombras, usar las vestimentas para ocultarse, usar siempre caminar más alternativos y no tan concurridos, además de entrenar durante muchos años estrategias para esconderme por los bosques sin ser vista. No tenía motivos para mantener mi rostro fuera de los ojos de cualquiera, pero mi educación había hecho que me hubiese acostumbrado a aquello.

El recién presentado como Kurosame extendería su mano para que un sencillo y llano estrechón de manos hiciera que la conversación comenzara. Aunque hubiera estado muy bien comiendo sin muchas distracciones, parecía que aquello podía ser parte del destino que muchas veces se ponía caprichoso. > Veamos que tienen de especialmente las gentes del País del Agua < Pensaría mientras que cambiaría mi postura a una más afable. Descubriría mi rostro de la bufanda y miraría hacia el chico. Ataviado con un color de piel sumamente característico de cierto clan del país, llamó mi atención rápidamente al tiempo que sonreiría de forma neutral. – Mi nombre es Atsuko, un placer – Expresaría extendiendo mi mano hacia la del joven mientras que mi mirada irían dirigida hacia sus orbes. Una vez las presentaciones fueran hechas, el joven me preguntaría algo muy sencillo cuya respuesta tampoco tenía muy clara todavía.

Era una pregunta peculiar, y buscando la respuesta adecuada, acariciaría mi barbilla mientras que mi índice se posaría en mi labio inferior. – A decir verdad soy un poco ambulante, me gusta viajar, además, soy hija de comerciantes, así que siempre viene bien saber de dónde conseguir negocio – Una burda mentira tras otra. La única verdad era la profesión de mis difuntos padres. Tan solo esperaba que no estuviera delante de otro sensor que pudiera descubrir mentiras. – Y bueno, he venido a esta isla porque por lo cuentan la otra es algo… peligrosa, y una dama como yo no puede defenderse sola – Expresaría achinando los ojos para sonreír algo más. Estaba siendo demasiado amable, la Gea actriz habría salido a escena y había escogido el papel de adolescente lo más agradable y coqueta posible, aunque siempre siendo educada y sencilla. – ¿Qué hay de ti, Kurosame? – Preguntaría. – ¿Eres del País del Agua o también estás viajando? – Concluiría el interrogatorio, aunque no sin antes sumar su chakra a mi archivo particular. ¿Será que el chico también mentiría o se mantendría fiel a sus respuestas?

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