Lugar: Desconocido
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Un cielo teñido de un rojo anaranjado, y unas nubes apenas distinguibles surcaban lentamente los cielos sobre aquella tierra, una ligera y aun ligeramente cálida brisa soplaba con calma en aquel ambiente, logrando mecer con sutileza las ramas de aquellos árboles, generando que las hojas de los mismos se rozaran unas con otras, generando aquel suave, y pacifico sonido natural. En lo alto del cielo parvadas de aves sobrevolaban el lugar, dejando escuchar sus graznidos al pasar, mientras en la tierra, el conjunto de sonidos de aquellos pequeños animales nocturnos empezaba hacerse notar, una serenata natural, exquisita cuanto menos, pero aquellos que apreciaban la paz de la naturaleza; Entre aquellos sonidos limpios, un sonido metálico hacía eco, pasos, pasos lentos para continuos, dichos pasos se mezclaban lentamente con aquella serenata natural, como si los mismos fuesen cubiertos por la naturaleza, o así se buscaba hacerlo, el sonido de aquellos pasos, lentamente se hacían más claros con el pasar del tiempo.
De entre los árboles de los alrededores, la figura de una mujer se hizo presente, una mujer de piel canela, poseedora de una larga cabellera platinada, dividida en diversos mechones, algunos más largos que otros, siendo los más largos aquellos que rozaban ligeramente el suelo, por donde la misma caminaba; En su rostro unos hermosos ojos dorados brillaban con intensidad, mostrándose incluso a la distancia, aquella joven mujer avanzaba a paso lento entre aquellos árboles; Pues a sus espaldas cargaba con un cuerpo inerte, el cadáver de algún mal vivido a cual le había llegado la hora de su muerte, por lo que el paso de la joven mujer no podría ser demasiado apresurado, ya que al apresurarse demasiado podría dañar el cadáver que cargaba a sus espaldas.
Aquella mujer, continuo su camino durante algún tiempo más, hasta finalmente llegar al lugar predestinado, aquel lugar no era otro más que la parte más baja de un pequeño desnivel de la tierra, una pared de roca escarpada, la que a primera vista daba a entender que debía de ser escalada para continuar con su camino, pero eso sería solo para aquellos que no conocieran o tuviesen información de ante mano. La joven mujer giro su rostro de un lado al otro con lentitud, inspeccionando que no hubiese nadie más a su alrededor, y con solo unos pocos segundos le fue suficiente para confirmarlo, aquel sonido metálico de sus pisadas nuevamente hacía eco en el ambiente, su dirección era fija, caminaba directamente hacia la pared de piedra, pero en vez de colisionar contra la misma, esta fue atravesada, y como si de un acto de magia se tratara aquella mujer desapareció.
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Lugar: Entrada Norte del Mercado Negro.
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Un pasillo oscuro apenas ilumino por antorchas, y unas escaleras descendientes sin un final aparente, era todo lo que se encontraba a la vista de aquella joven mujer de cabellos platinados, el eco metálico de sus pasos retumbaba en sus oídos, cada paso, cada respiración, todo aquello repicaba en sus oídos, mientras descendía lentamente por aquellas escaleras de piedra, con cada paso que daba más se sumergía en las profundidades de aquel abismo; Mas no tardo demasiado en finalmente llegar a su verdadero destino, un lugar de mala muerte, un lugar donde aquellos que viven en la oscuridad del mundo se reúnen, un lugar donde proliferan los asesinos, un mundo completamente opuesto al mundo fuera de aquellas paredes de piedra, el mundo oscuro, era la forma en que más le gustaba referirse al lugar a la joven mujer, para otros era más aún más simple de nombrar, Mercado Negro era como los demás lo llamaban.
“Odio este maldito lugar, este maldito olor a muerto, y su maldita suciedad”
Pensaba la joven mientras caminaba con una muesca de asco dibujada en su rostro, y claramente el olor del ambiente no le ayudaba para nada, las callejuelas eran estrechas, máximo dos personas podrían transitar por ellas sin colisionar, claramente dejando de lado aquellos que se detenían en los puestos varios a realizar sus respectivas compras, o ventas de los bienes que poseían, o bien de los cuerpos que cargaban, como era el caso de la joven. A su paso, numerosos ojos se posaban sobre ella, o más bien sobre la mercancía que cargaba consigo, más de uno intento detenerle, más ninguno lo logro, pues bastaba una mirada con aquellos ojos dorados para que los que se interpusieran en su camino se apartasen.
“Ratas asquerosas, acaso creen que soy alguien a quien pueden estafar”
Una mirada fulminante se hacía presente en su semblante, para que aquellos pensaban interponerse en su camino, lo pensaran dos veces antes de hacerlo, recibía miradas de odio de todas direcciones, pero, poco o nada le importaban, poco paso antes de llegar al puesto al que habitualmente vendía su “mercancía”, pero para su sorpresa, no había nada más que un espacio vació, y un chasquido de su lengua fue suficiente para que la misma retomara su caminar. Su paso por los diversos puestos no fue más que una pérdida de tiempo, ya que muchos ofrecían poco o menos por aquel cuerpo a su espalda.
“El próximo es el último”
Su semblante no podía mostrar aún más molestia, el precio que ofrecían por su mercancía no podía ser más bajo, su último intento estaba con el puesto de un anciano, un viejo truhan con parche en un ojo, y una pata de palo, no dialogo palabra alguna, y simplemente dejo caer aquel cuerpo, mientras observaba aquel anciano, cuya mirada de desprecio no hacía más que incomodarle, aun más de lo que estaba.
No quiero escuchar mierda, si ofreces menos de dos mil, me largo.