Posiciones encontradas
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Realmente el mundo era un lugar cuanto más interesante si se miraba por la forma en las que las personas se relacionaban. Muchas veces solo el hecho de tu clase social y tu dinero hacía que tu trato hacia el resto fuera despótico, intransigente, como si tu estatus social o el poder socioeconómico que tuvieras hiciera que tu valor como persona aumentase. Para mí todo esa eran simples habladurías, y que el dinero no daba la felicidad, pero claramente me interesaba más el mundo si me pudiera bañar en oro como aquellos que desde las alturas nos miraban con superioridad. La vida era algo efímero, tanto para unos como para otros, y aunque sabía que mi vida terminaría en algún momento, intentaría alargarla lo máximo posible por los métodos que fueran.

Me encontraba caminando de nuevo en el País del Fuego, concretamente en un pequeño pueblo de casas humildes y comercio local. Los puestos eran de comida y algunas herramientas para labrar el campo. Estaba claro que me encontraba en un pueblo pobre, sin muchos recursos, cuya única fuente de alimento además de los productos que pudiera importar eran la ganadería y la agricultura. Me acercaría tranquilamente a echar un vistazo, las manzanas tenían buena pinta, buen color, aunque todavía estaban un poco verdes para su ingesta, seguramente habrían sido arrancadas antes de tiempo del árbol que las alimentaba, pues cuan más rápido se vendiesen antes el dinero llegaría al bolsillo del pobre.

La brisa tranquila se arremolinaba entre mis orejas, ligeramente a la vista por el peinado en alto que siempre acostumbraba a llevar. Mi capa estaría descansando en mis hombros mientras que debajo de ella llevaba el conjunto oscuro y cómodo que solía acostumbrar a llevar. Tapando la gran mayoría de mi cuerpo y apenas viéndose un hilo de mi silueta tras la tela, caminaría por allí mirando hacia los puestos, lugareños, y todas las cosas que me fueran llamando la atención. Mi estómago rugía, como de costumbre, pero todavía no era la hora de comer y podía aguantar varias horas más. Aún las doce del mediodía darían en el reloj de bolsillo y el día apenas acababa de comenzar.
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En un pequeño pueblo de dónde frencuentaba Jikaro a comprar algunas cosas que no podía conseguir en su cabaña alejada. Por eso salía de vez en cuando a lugares donde podía comprar medicinas, armas y demás. Eventualmente; Los pueblos van desapareciendo por los ninjas imperialistas que algunos saqueaban los pueblos y mataban a los sobrevivientes, uno de estos son los que tarde o temprano van a desaparecer, Jikaro sabía esto pues una pequeña cueva de rebeldes estaba organizando una redada a un equipo de saqueadores que iba a invadir al lugar en eso de las dos y pico de la tarde, por eso Jikaro vino. Y para claro; comprar y disfrutar del lugar.

Los ciudadanos estaba felices de este día, quizás era una pequeña fiesta en dónde sólo los más destacados en un juego de mesa, parecido a las damas pero con más piezas. El premio era comida, y ya se estaba siendo tarde. Y Jikaro debía comer para proteger la aldea. 

Entre al lugar.

- ¡Hola Viajero, somos una pequeña comunidad de juegos en dónde si ganas, podrás llevarte comida del mejor restaurante del pueblo. Todo pago, sin importar que compres. Solo tienes que firmar. - Dijo el que recibía en la puerta, Jikaro paso hacia adentro y miro a sus oponentes. No se veían muy fuertes, firmé mientras me sentaba a esperar a mi oponente.

Era un Joven Blanco ojos azules y de manos largas, era parecido a mi pero un poco más bajo. Decidí ser bueno con él y empecé con una jugada tranquila, moví una ficha al lado izquierdo de la fila número H8, el respondió controlando el centro con una ficha a E5, me agrado su jugada. Decidí sacar a relucir mi inteligencia y saque el mismo peón pero lo puse en E6, el chico movió a una de las piezas principales y la movió hasta un lugar donde podría ganarme si movía una pieza. Se piensa que soy tonto. ¿Recuerdan mi ficha de H8, la moví hasta el centro matando a la ficha que tenía en E5 dejándole sin escapatoria. Que más da jugar cuando no tienes idea. Jikaro le agradeció la partida y se quedó esperando a que venga su siguiente oponente.
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La mañana estaría tranquila, sin duda. La luz del sol rugía frente a las pocas nubes que el día de hoy le hacían frente. Sus múltiples rayos pasando entre las tímidas nubes hacían que mi vista se mermara ligeramente, pues aunque tuviera los ojos negros como el carbón, mi vista se reducía ligeramente si tenía una luz y una llama tan potente como la que emitía aquella estrella en el centro del cielo. Sin duda por cosas como esa daba gracias por vivir.

A medida que pasaba el tiempo y yo seguía caminando entre la gente que por allí había, varias personas gritaban al cielo sus productos, muchas de ellas ofreciendo curaciones milagrosas que como médica ligeramente experimentada sabía que no podían curarse tan rápido. Algunas otras, dependiendo del distrito del comercio en el que me encontrase, ofrecían telas y ropa de grandes calidades que venían de puntos del mundo que ni si quiera una caminante y mercenaria como yo sabría reconocer. Seguramente inventados, pues habría momento en los que detectaría ligeramente una mentira tras otra según qué persona se me acercase. A medida que el movimiento se hacía más apacible y que la gente iba desapareciendo, poco a poco me adentraría en la zona más variopinta del lugar. Los gritos de los productos esta vez se cambiaron por grandes cantidades de dinero ofrecidas en unos simples y sencillos juegos, pero que sin duda estaría bajo una triquiñuela que poca gente podía detectar. Habría uno en concreto que me llamaría especial atención. En este no ofrecían grandes recompensas por jugar, simplemente el premio era comida. Mi estómago rugía y se quejaba mientras que mi paladar ya me pediría algún suplemente que llevarme a la boca, y por muy interesante que sonara la oferta, la descartaría.

No creía en el azar, no creía en el juego ni en la suerte, aunque sí en el destino. Y mi destino sin duda no estaría jugando a un juego donde sabía que seguramente tendrían un jugador entre filas amañando el juego para ganarse la confianza de los transeúntes. Seguramente la primera de las partidas sería sencilla, quizás un modo de hacer ganar confianza al jugador y que crea que puede ganar, pero más tarde se convertiría en una bestia imparable, haciéndose con el premio y marcando un hilo de desesperación en los que seguramente habrían firmado alguna letra pequeña. No me creía aquellos juegos, por eso mismo, seguí mi camino, esperando que el restaurante perfecto cayera como del cielo para degustar un suculento plato.
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Al final las personas ignoraron completamente a Jikaro, se quedó esperando a que llegara un rival pero nada de nada. Aún pasaban las personas y no que llegaba su rival. Creo que el ser un chico de casi dos metros influyó en eso, pero bueno que se le iba a hacer. Empecé a mirar y mirar hasta que ví un movimiento raro entres tres personas, se estaban pasando papelitos y entraban a un cuartito del lugar, me dió interés pues se veían bien formados y al parecer buscaban a personas y la entraban. No volvían a salir del lugar; Con interés salí de mi silla e intenté hacer un camuflaje no muy bueno, pero era clandestino. Funcionó, vi cómo los ingresados al lugar se movían y les daban armas. - Señores, cómo muy bien saben; nuestro pueblo está lleno de altas riquezas y mujeres bellas. Hay personas que quieren robarnos esto, necesitamos. O bueno; Yo necesito que nos formemos e intentemos pelear en contra de los Abusadores. ***Sale un mapa*** Cómo pueden ver, hay una oleada imperial que según nuestros espías vendrán por la izquierda a las dos de la tarde. Necesitamos tener armas y estar preparados. En cada punto de comida, tienda o cualquier cosa que esté en la ciudad se le estará dando está información
, Así que tendremos que luchar al lado, codo a codo. Sin importar que, sin importar que tengas que salvar a tu enemigo. Esto es por nuestra gente. - Dijo un señor ya mayor con una barba imponente, se sentía serenidad y seguridad en sus palabras. Pero a la ves miedo y terror. Pensar que podían morir hoy, era impresionante. Seguido despues de la comunicación del señor, un grito con fuerza se hizo presente. Todos confían en su señor y están dispuestos a dar la vida por su pueblo.

Se equiparon y todos se movieron a posiciones específicas. Todas las tiendas cerraron y lo que parecía un lindo día lleno de personas, parecía un pueblo abandonado. Todos estaban escondidos en diferentes locaciones. Jikaro, por ejemplo; Se movió y empezó a caminar. Tomó sus armas pero se quedó afuera, me moví hasta el centro esperando a que el ataque fuera dado.

Empieza en menos de 10 minutos.
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Ni entendía el motivo ni tampoco pensaba quedarme mucho para saber cuál era la razón por la que en apenas un minuto aquella calle que estaría tan concurrido se había prácticamente convertido en un lugar más desértico que los propios desiertos de Suna. Miraría hacia mis alrededores, confundida, hasta que una de las mujeres que parecía estar cerrando su negocio aprisa habría cruzado miradas conmigo. Tal parecía ser mi rostro de póker sin entender la situación que la mujer allí presente me haría un ademán para que me acercase a su lado. Sin entender mucho la interacción pero viendo claramente que parecía ser la respuesta a aquello que había pasado, me acerqué bajando mi posición y doblando ligeramente las rodillas, como si estuviera alerta de algo que ni si quiera lograba entender. – Qué haces ahí parada niña, ¿es que quieres que te maten? – Diría la mujer con los ojos casi saliendo de sus cuencas. Seguía sin entender menos, por lo que pregunté qué era lo que tanto pasaba para que la gente hubiese desaparecido como el humo. – Las mafias, eso pasa, este mundo gobernado por los que más tienen han dejado campar a sus anchas a grupos organizados que solo quieren tenerlo todo controlado – Esa explicación sería más que efectiva, teniendo en cuenta que aquello no tenía ni pies ni cabeza. No tendría mucho miedo a aquellos que parecían estar controlando la zona, por lo que seguiría caminando sin mucho que hacer. – Niña… estás loca… – Serían las últimas palabras que escucharía de la anciana mientras que seguía caminando.

Entre tanto, muchos eran los que miraban desde bambalinas, protegidos tras las puertas de sus puestos y tiendas. No tendría mucho sentido esconderme teniendo en cuenta las capacidades que tenía y que seguramente aquella mafia no era más que cuatro malotes de turno creyéndose más capaces que otros por tener armas. Mi arma era mi cuerpo. Apenas pude caminar un minuto tranquilamente cuando tres hombres me llamarían desde mi espalda. Podría captar su chakra, prácticamente invisible, así que me giraría tranquilamente como si de una pequeña niña asustada por la curiosidad fuera. – ¿Es que no sabes que estás en un barrio… que es nuestro? – Expresaría el del medio. Su cabeza estaría rapada y tatuada con una gruesa serpiente que terminaría en el cuello. Me fijaría entonces en los otros dos, parecían gemelos, aunque con la diferencia de que uno de ellos tenía un vendaje que le tapada su ojo derecho. – Danos el dinero que estás… y no saldrás herida anda, no lo hagas complicado – Diría el cabeza rapada mientras que el del vendaje se acercaría a mí a pequeños pasos. Suspiraría, sabía que me iba a meter en líos tras esto, pero no podía dejar que me robasen tan fácil. ¿Alguien más se quería unir a la fiesta?
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Mientras estaba en el centro, pude reflexionar de lo que más le daba miedo a los ninjas, civiles o como quieras que se llamen. Da lo mismo si lo que quieres es vivir tranquilamente en un espacio donde no se te recrimine por tu estilo, o por tu personalidad. Eso es lo que pasaba aquí, maleantes de cuarta intentando ser ninjas interesantes que saquean diferentes ciudades. Por eso algunos de los que quedaban de las ciudades saqueadas, intentaban sobrevivir como sea, por eso luchaban contra unos pocos maleantes de que si moría un maleante, morían 5 aldeanos. El punto era que al final de todo, el mundo shinobi era así.

Al final, pude observar como una pequeña estaba siendo atormentada por la primera horda de maleantes, rápidamente empecé a correr y tome mi tanto y en cuestión de segundos, antes de que pudiesen hacer algo ya del más grande, el que al parecer era calvo. Un tanto estaba justo en su yugular, manchado de sangre claramente. Los otros dos no tuvieron oportunidad y en un combate en el cuál Jikaro de dos golpes salió vencedor. Pudo tomarse así mismo en serio y hablo. - Hola, ¿Estás perdida?, Deberías ir a encerrarte. Estas personas son peligrosas, más que un humano Normal, es mejor esconderse que estar al aire libre. Por eso cerraron todo. - Dije mientras limpiaba el tanto con la camiseta del calvo, quién cayó arrodillado. Miré de nuevo a la pequeña y tome otra vez la palabra. - Jikaro Sarutobi, sorprendido por tu valía en esta misión. ¿Cuál es tu nombre? - Culminé con eso, tomando un respiro hondo y esperando la contestación.

Faltan tres minutos.
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En el lugar en el que me encontraba, no esperaba dar por un mísero momento con aquella situación, esperaba que el lugar estuviera más tranquilo, pero de buenas a primeras me vería en una situación un poco comprometida. Cuando carraspeé lentamente para desempolvar mis cuerdas vocales y valerme de mi perspicacia para librarme de aquella situación, un shinobi cuyo chakra entraría en mi rango se haría valer de si mismo y de sus habilidades para acabar con aquellos tres maleantes de apenas tres movimientos. No era que aquello me hubiera asombrado, pero sí el hecho de que les hubiera asesinado con tanta maldad.

Sus palabras se me echaron encima rápidamente, tratándome como doncella en apuros, por lo que asumí que no tendría ninguna forma de detectar mi chakra. > Quizás me venga bien tenerle como escudero por si las cosas se ponen peor < Pensé para mí, volviendo de nuevo a amarrar mi poder y dejarlo tranquilamente durmiendo. Mi voz sonaría un pelín nerviosa, como el de una mujer sin valor ninguno dentro de su sangre, sin poder y sin forma de valerse por si misma. – Por favor, necesito ayuda… la tienda de mi madre está a dos o tres manzanas y tengo que llegar para ver si está bien – Explicaría casi sollozando, la gran actriz que llevaba dentro salió a escena mientras que esperaba que con eso fuese suficiente para hacerle caer en mis encantos y que trabajara gratis para mí, quizás como un escudero, o como algo más.

Jikaro. Me quedaría ese nombre en mi recámara y también su chakra, memorizado ya por mi capacidad maestra. – Me llamo Atsuko Tsu, encantada – Mentiría con una reverencia. Odiaba parecer una niña indefensa, pero era la mejor forma de que no sospechase de mí. Además, parecía un shinobi seguramente de alguna aldea oculta, así que no me podía fiar de qué no fuera otro perro del Imperio. No lo creía, pues acababa de matar a tres personas sin remordimiento alguno, pero todas defensas eran pocas. Así mismo, mantendría mi habilidad pasiva en auge por si algún chakra entraba o aquel hombre me mentía o tenía alguna intención oculta.

Datos
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- Tu madre no debe estar aquí, debe estar en los puestos de comida que cerraron rápidamente, ¿No has pensado en el ataque que se presentará. Si te vas perdido lo mejor que debes hacer es irte. Pues todo está cerrado, todo en general está cerrado. No hay nada abierto, ni siquiera las mismas puertas de la ciudad. - Dije mientras de mi bolsita de utensilios saque un cigarrillo el cuál con mi dedo índice saqué un poco de fuego y lo metí a mi boca, fumando un poco hasta que la chica empezó a hablar.

Me lo quite de la boca y escupí. - Encantado, Atsuko. Cómo escuchaste me llamo Jikaro y me encargaré de protegerte hasta que se acabé la invasión, que extrañamente aún no ha empezado... ¿Qué habrá pasado? - Dije mientras sentí que al final la invasión era mentira, pues no había pasado nada. Empecé a caminar mientras cuidaba mis espaldas, si ella quería; Podía seguirme, me daba igual. 

Seguía fumando mientras tomaba el camino más fácil para poder patrullar toda la zona.

Falta un Minuto.
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Última modificación: 19-02-2023, 02:11 AM por Gea.
La manera en la que aquel joven se explicaba y se comportaba me daba unas claras indicaciones de que o bien era alguien aplicado en justicia y con complejo de superhéroe o bien era alguien arraigado al Imperio y de alguna aldea cercana. ¿Qué habilidades tendría? ¿Cuál sería su tipo de sangre y cómo afectaría en mis experimentos? Por el momento simplemente seguiría con aquella faceta de niña escondida entre su inocencia, aunque un manto de chakra invisible se extendió por el lugar dejándome a mí como el epicentro. No me movería, por lo que la cantidad de metros que estaría rastreando era muy poca, pero lo suficiente para reconocer si algo a menos de diez metros se acercaba con intenciones enemigas.

Mi campo de rastreo me relevaría varias cosas, de diferentes rangos y niveles, aunque ninguna demasiado preocupante mas que chakra bajos, seguramente con las gentes de los puestos de alrededor. Caminaría tranquila, aunque lentamente, simulando preocupación en el ambiente. Tan solo esperaba que aquel militar que tenía delante y que parecía haberse atribuido la misión de mantenerme a salvo de una supuesta invasión no tuviera forma de averiguar mi buena actuación. – Te lo agradezco mucho, mi seguridad es muy importante para mi querida madre – Expresaría tranquilamente mientras que me pondría a la par del militar, que todavía con mi altura estando por encima de la media en las mujeres, aquel hombre me sacaba más de media cabeza. No me sentía nada preocupada porque sabía de mi fuerza y de mis habilidades, aunque cuanto menos me expusiese muchísimo mejor para mí.

No entendía a qué se refería aquel chico cuando decía no sé qué de una invasión, aunque no me preocupaba para nada por lo que estaba viendo en el radar que mi forma pasiva me dejaba, aunque era un radar de corto alcance. ¿Qué se venía desde más allá de las sombras?

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