El bosque de otoño y la lechuza
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No era el mejor lugar, pero era un lugar. No era la mejor compañía, pero… no. No podía llamar a aquello compañía. Sentada frente aquella barra de madera dejaba que la pluma paseara sobre el folio de aquí para allá, como si tuviera vida propia, libre. Silenciaba el barullo de los borrachos con una botella de sake, ya medio vacía, y un susurro interior que me indicaba cuál sería el próximo trazo a realizar sobre el dibujo. Aquello me resultaba un buen entrenamiento para mejorar la concentración y abstracción. Sin alzar la mirada del papel, pero deteniendo la mano, dejé que la pluma cayera sobre la barra, para tomar con esa misma mano recién liberada el cuello de la botella. Vertí el fermento de arroz de la botella al vasito, con cierta calma y precisión, para haberlo hecho con la visión periférica. Con delicadeza, dejé reposar de nuevo la botella antes de llevarme el vaso a los labios y apurar su contenido de un único trago. A esas alturas ya era insensible al ardor que provocaba el sake.

Miré con detalle el bosque que tenía frente a mí. Las hojas caídas eran símbolo del fin de un ciclo, meros vestigios de lo que un día fue y tan solo el tiempo permitirá que volviera a ser. El viento las arrastraría a su voluntad, sin que los cadáveres vegetales pudieran ofrecer resistencia alguna más allá de su más que escaso peso. Dibujar me ayudaba a ordenar mis pensamientos y muy a menudo también para meditar y crear nuevas reflexiones. Tomé de nuevo la pluma y con la mano libre la botella. Esta vez bebí directamente de ella al tiempo que iba dibujando una lechuza alzando el vuelo, satisfecha por haber contemplado la caída de la última de las hojas. Imaginé que partiría a alguna otra zona en busca de algún ratoncillo con el que saciar su apetito.

Con despreocupación volví a llevar la botella a los labios y bebí hasta dejar que el líquido derramara por la comisura de los labios. Con un sonoro golpe dejé la botella de nuevo sobre la barra y me limpié la boca con la manga de la sudadera. Fue entonces cuando levanté la mirada y miré a mi alrededor. A decir verdad, debía admitir que no me encontraba del todo incómoda entre todo aquel caos, jolgorio y alboroto. Feliz, sonreí.
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Bisha por aquellos días iba tranquila. Tenía su chaleco táctico jounin, sus porta utensilios, pantalón negro, su bandana en la frente y una cola de caballo dejando su cabellera recogida completamente en una sola parte. Despacio, se adentró al comercio de konoha. Estaba de turno, pero no debía hacer más que vigilar las calles de la aldea. No había misión asignada, ni nada urgente que atender en el hospital.

Pronto, sus pies se ubicaron en la avenida principal de la hoja y empezó a caminar hacía la montaña Hokage. La gente iba y venía en medio de sus comercios. Varias personas comprando cosas, incluso podían verse carrozas pasando con grandes cargamentos de alimentos y de víveres del hogar por las puertas de Konoha. Y a la vez, niños hambrientos buscando comida.

Algo, sin embargo, medio de todo aquel tumulto llamó su atención. Una chica de cabellos naranjas, como poco los había visto, sentada nada más que con una libreta y una botella de sake. —¿No se ve demasiado mayor para ir por ahí bebiendo…— pensó mientras se encaminó a la chica? Ella podría sentir que la rubia le diría algo, cierto era que sus ojos iban enfocados y no se apartaban de la pelinaranja.

Buen día ¿Qué tal todo por acá?— indagó con una sonrisa al tiempo que desviaba, casi que por acción natural, su vista a los dibujos de la fémina que tenía enfrente.
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A medida que dejaba que mi mirada recorriera la escena fui tomando aire profundamente con la intención de impregnar los pulmones con el mismo aire fresco que imaginaba que habría en el bosque que había plasmado sobre el papel. Sin embargo no conseguí más que llenármelos de un ambiente cargado de olores intensos cuya combinación no podía decirse que fuera la mejor. Aquello provocó una pequeña mueca en mi rostro, mueca que desapareció tan pronto como vino. Al menos aquello me había servido para sacarme ligeramente del ensimismamiento en el que me había refugiado mientras dibujaba. Exhalé por la boca en un único suspiro, liberando a los pulmones del aire retenido y retomar nuevamente una respiración normal.

Fue entonces cuando pude ver como una mujer se acercaba hacia mí. Vestía con el chaleco jounin de la Hoja, un pantalón negro. En su frente portaba la bandana de la aldea y llevaba su cabello recogido en una cola de caballo. No debía medir mucho más que yo y sus proporciones las envidiaría hasta la mismísima Inari. Mantuve la mirada en la mujer, parecía de edad media, pues no haría como que no me había dado cuenta que se aproximaba hacia mí, pero tampoco la miraría de manera desafiante. Simplemente posaría la mirada en ella de manera relajada y simpática. Cuando estuvo a escasos metros, dibujé una sonrisa genuina que le dediqué a modo de saludo justo antes de que hablara.

-Buen día – saludé acompañando las palabras con un ligero movimiento de cabeza, pero sin haberme levantando de mi posición. Al estar sentada en el suelo debía alzar ligeramente el cuello y la mirada – Todo bien – agregué - ¿Te gusta? – pregunté al ver que desviaba los ojos al folio. Sin esperar respuesta tomé de nuevo la pluma, aunque no haría movimiento alguno todavía. Esperaría, sin embargo, su respuesta antes de continuar dibujando. Realmente no tenía intención de añadir muchas más cosas salvo alguna sombra o detalle aquí y allá, pero no quería tampoco parecer maleducada con una kunoichi de la aldea.
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Las formas de la chica efectivamente parecían saber a qué iba la jounin —Bien, un tanto cansada de caminar tanto… Quien creería que la aldea es tan grande.— sonrió —¿Te importa si te acompaño un rato?— indagó y sin esperar respuesta, tomaría asiento al lado de la chica. Sus ojos de soslayo se habían puesto sobre la otra y se dedicó a responder la pregunta que le había hecho anteriormente.

Me gusta, si… tienes un gran don, ¿sabes? No todo el mundo es capaz de plasmar de esa forma, realidades sobre el papel— comentó tranquila. —Parece que llevas mucho tiempo haciéndolo ¿no?— volvió a preguntar mientras ponía la vista al frente.

A pesar de estar “tomándose un descanso”, su labor seguía vigilando cada persona que estaba en el parque. —Oh, por cierto, que maleducada… Soy Bishamon, Bishamon Senju— comentó antes de dirigirse a la otra con una sonrisa amena —Como puedes ver, soy jounnin de la hoja. Hago parte del cuerpo médico, peor hoy me ha tocado inspección de aldea...— comentó tranquila antes de poner sus ojos nuevamente en el centro de aquel parque.

Las personas seguían su curso y en una de esas, un hombre pareció caerse al piso y de inmediato, varios otros salieron a ayudarle. Era bueno ver eso aún, a pesar de que la aldea no era ni por asomo lo que fue en antaño, aún las personas se ayudaban ente ellas, aún quedaba esa parte humana que nos permitía acercarnos a los otros sin buscar recibir algo a cambio. Esperaría las respuestas de la chica mientras veía su turno acabar poco a poco. Faltarían menos de cinco minutos antes de quedar libre.
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El tono de la kunoichi fue agradable y amistoso. Por un momento había esperado que intentara reprenderme por cualquier cosa o que quisiera buscar algún tipo de conflicto. Por suerte no podía estar más equivocada y mi escasa paciencia podía descansar tranquila pues no pareciera que la mujer quisiera agotarla – En absoluto – le respondí haciéndole un gesto para que tomara asiento a mi vera – Será todo un placer – devolví la sonrisa. Dejé que tomara asiento haciendo un par de líneas sobre uno de los troncos, remarcándolo un poco más – Muchas gracias – respondí al cumplido – No creo que sea un gran don, simplemente práctica – me limité a replicar de forma sincera. Odiaba la falsa modestia, así que de haber considerado que efectivamente lo tenía lo hubiera manifestado sin ningún tipo de pudor - ¿Dibujar o el dibujo este en concreto? - pregunté sin tener claro a qué se refería al preguntar si llevaba mucho tiempo haciéndolo. No obstante me apresuré a responder antes de que pudiera añadir nada – Lo primero sí, en torno a diez años. Lo segundo depende lo que consideres mucho – comenté divertida con una pequeña risa – Alrededor de cuatro o cinco horas – añadí para ser más concreta.

-Encantada Bishamon. Yo soy Shikabira. ¿Quieres? - le ofrecí sake tras tomar la botella por el cuello ignorando que estaba de servicio. Un trago no le haría daño a nadie – Sí, es una lata pasearse por la aldea sin más – para ese momento ya me encontraba añadiendo trazos aquí y allá con la pluma. Todos de manera rápida y somera, pues tan solo quería resaltar pequeños detalles u oscurecer algunas zonas para dar la impresión de mayor profundidad o luminosidad en un punto adyacente. Aunque concentrada en el dibujo, también lo estaba de Bisha, en lugar de encontrarme totalmente inmersa en el mismo bosque que yo misma había dibujado. La presencia de la kunichi, lejos de molestarme me agradaba, para mi sorpresa. Era la primera vez que dibujaba con alguien observándome sin más lo cual me provocaba un cosquilleo que subía desde la base de la espalda, por toda la columna vertebral, hasta sentir un centenar de inexistentes hormigas recorrer cada centímetro de mi cerebro. Era una sensación increiblemente placentera. Por supuesto no era la primera vez que dibujaba en público, pero nunca antes nadie me había prestado esa atención.

-Pues creo que ya estaría – dije unos segundos más tarde dejando caer la pluma sobre la barra de madera. Levanté la cabeza y traté de alejarla ligeramente para tomar cierta distancia con el dibujo para verlo mejor - ¿Qué te parece? - repetí la pregunta de forma inconsciente, pues ya me había dado su opinión previamente. Tomé de nuevo la botella, ahora ya casi vacía, y serví un poco de sake en el vasito que tenía frente a mí. Lo llené a tres cuartos de capacidad y dejé de nuevo la botella con delicadeza. En contraste con el movimiento anterior, me llevé el vaso a la boca y lo apuré de un único trago. Ese lo tenía bien merecido por haber terminado el dibujo. Con aquello ponía punto y final a mi labor artística y el entrenamiento, centrando ahora toda la atención en la jounin – Ya que me has acompañado tú a mí, ¿qué te parece si te acompaño ahora yo a ti en tu guardia?

El dibujo
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Las respuestas de la chicha habían sido cordiales, amables y hasta sencillas si quería verse así. Era lindo que no se ofendiera o no se limitara en su labor, misma que se veía compleja y que la rubia parecía entorpecer. Con sus respuestas, Bisha había podido notar que era alguien abierta a conocer personas o quizá había sido cauta. Como fuera, le parecía simpática. Llevaba mucho tiempo en el dibujo, que era lo que había preguntado la rubia y además de eso, mucho más practicando el arte, lo cual era obvio debido al resultado de lo que estaba plasmando sobre el papel. Bisha, por su parte, disfrutaba cada trazo que había hecho. En medio de todo, era gran amante al arte al tipo de cosas con las que la gente demostraba sus sentimientos. Bien sabía por cierto que los artistas solían plasmar sus sentimientos en sus obras, fueran pinturas, música, o del tipo arquitectónico, pero entonces la sorprendió. Le estaba ofreciendo sake y a eso la rubia no podía limitarse.

Estoy de turno, pero en cinco minutos, te recibo las botellas que quieras— comentó con una sonrisa.

Bisha era alguien exageradamente cautelosa, relojera y si quería tomarse de esa forma, una loca completamente con respecto al tema de las normas y lo que debía seguir y hacerse. Simplemente amaba el orden, la justicia y todo lo que ello conllevara. Por eso quizá le costaba tanto amoldarse a la idea del mundo actual, sumido en inequidad, en desigualdad, en hambre, en desolación.

No es tanto el pasearse, sino… el pasearse y ver como va todo.— dijo dejando cierto tono melancólico en sus palabras.

Si, la rubia vivía en la aldea, usufructuaba de ella tanto como podía y a final de cuentas, prestaba sus servicios con el mayor amor del caso, pero la verdad era que sentía que no encajaba, que algo de ella estaba realmente mal y que, en efecto, no hacía parte del imperio. Sin embargo, el tema no lo promulgaba con todo el mundo. Shikabira, a pesar de parecer alguien bueno, era alguien que ella desconocía. No sabía que intenciones tenía ni la relación de la misma con todo lo que el imperio proponía. No se podía ir por el mundo ahora nada más que anunciando sus inconformismos y esperar que nada pasara. Tocaba estar alerta con todo el mundo y con todos. El mundo efectivamente no era ahora mismo un lugar seguro y cuando menos fácil y ella lo había aprendido desde pequeña y lo había afianzado ahora, que todo estaba tan mal. La chica, por otro lado, había seguido dibujando y la rubia solo disfrutaba del espectáculo que le significaba todo aquello. Minutos después, la peli naranja parecía festejar que finalmente su dibujo estaba completado.

¿Qué me parece preguntas? Está increíble… realmente admiro la forma en que lograste darle vida al papel…— inconsciente, tomó la botella de sake y daría el sorbo.

Habían pasado ya sus últimos cinco minutos de turno y se disponía a quitarse el chaleco y la bandana que traía bien puesta en la frente. Luego, ella terminaría el resto del líquido y se ofrecería a acompañar a la rubia en sus cosas.

Pues realmente estoy fuera de turno, hagamos algo… Acompáñame a mi casa, me cambio, dejo estas cosas y nos vamos a comer y a tomar algo. ¿Te parece?— indicó despacio mientras se ponía de pies.
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-Será en cinco minutos pues - le respondí a la rubia.

Bisha se mantuvo en silencio mientras terminaba el dibujo, seguramente reflexionando sobre sus pensamientos o quizás tan solo dejando correr el tiempo hasta que terminara su ronda.

-Sí, cierto… - comenté con aire distraído remarcando una sombra a su aclaración sobre la ronda por la aldea.

Dibujé una sonrisa cuando expresó su sincera opinión sobre mi dibujo - ¡Gracias! - y la agrandé inconscientemente al verla tomar la botella y beber de su contenido. ¿Ya habían pasado los cinco minutos? Tenía la sensación de que había sido un suspiro. Todavía me sorprendía a veces con lo rápido que se pasaba el tiempo cuando dibujaba.

La jounin se quitó su chaleco táctico, su bandana que la identificaba como kunoichi de la aldea y apuró el poco sake que quedaba - ¡Venga! - dije imitando el comportamiento de la rubia. Dejé el dibujo encarado hacia los viandantes y a su lado, como si de la misma obra se tratara, la botella de sake vacía. Guardé la pluma en un bolsillo y me limitaría a seguir los pasos de Bisha - ¿Dónde te apetece ir? - pregunté para resolver el asunto - Yo he ofrecido el primer plan - añadí refiriéndome al sake - Ahora te toca a tí - concluí guiñándole el ojo derecho.
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Estaba decidido. Sin saberlo, Bisha tenía una cualidad innata para hacer amigos o al menos su forma de ser le permitía acercarse a las personas de tal manera que sintieran que estaba bien abrirse a ella. La confianza era algo que no podía obtener cualquier persona, siempre había situaciones que impedían que ese tipo de tareas se llevase a término y claro, para esta ocasión se estaba acercando a alguien más. Shikabira era una chica agradable y hasta ahora parecía que una amistad tranquila o al menos de conocimiento de la una por la otra estaba por formarse.

Así será, hay un lugar bastante especial no muy lejos del parque— sonrió.

Mientras, sus pies se movían con cierta prisa con rumbo a su casa. Iba acompañada de Shikabira y eso le hacía sentir agradable en cierto sentido. No tenía amigos en la aldea, conocía a muchos ninjas, pero nadie allí era cercano a ella en las formas en las que la pelinaranja podía serlo.

Estamos muy cerca, como te dije, mi idea es dejar todo esto, cambiarme la ropa y podremos salir, estoy muerta de hambre. Por cierto ¿te dedicas a la pintura?— indagó, cayendo en cuenta de que no sabía si la profesión de la chica era artística.

Era demasiado raro de ver, que en un mundo donde reinaba la desigualdad, el hambre, la escasez de todo y el miedo, una persona cualquiera se dedicara al arte. Aquellas cosas estaban fuera de cualquier cosa de les permitiera comerciar o vivir, así que, o tenía otra profesión, o simplemente vivía con los pocos centavos que aquellas pinturas pudieran darle. A decir verdad, no parecía que la primera opción fuera real.

En poco tiempo, tras pasar por varias calles, doblar a la derecha, a la izquierda y dar un par de giros, la rubia subió a una especie de lugar que estaba a medio metro del suelo, comunicado por unas escaleras. Se veía sencillo, no era demasiado grande y aunque su apellido ostentaba renombre y poseía barrio propio dentro de la aldea, ella no tenía nada de los Senju. Por el contrario, su casa estaba medio marginada casi que a las afueras de la aldea.

Es aquí…— comunicó esperando la chica le siguiera. La casa, aunque humilde, era bastante organizada, olía bien y parecía tener lo básico para vivir. De frente a la entrada, la pared a la dereche y al fondo, lo que parecía ser la cocineta separada de una especie de recibidor por una barra americana. A la izquierda, una especie de sala de recepción y a la sobre la pared de ese lado, la que estaba junto a la puerta, una ventana. Después de la cocina, y en recto después de la sala, se podría ver una especie de corredor que llevaría a su recámara y baño.

No tardo, siéntete con la libertad de sentarte donde quieras. Puedes leer o chismosear mientras me cambio— le dedicó una sonrisa y se marchó por el pasaje que llevaba a su habitación. Allí, se cambió, organizó sus cosas y se dispuso a salir nuevamente. Tenía puestos unos mochos azules, un top blanco dejando su cintura descubierta y botines blancos. Su pelo iría recogido con un lazo rojo dejando en su cara un mechó de pelo.

Estoy lista— dijo saliendo y acercándose a la puerta. —¡Próxima parada, restaurante!— exclamó enérgica al tiempo que acumulaba una cantidad considerable de chakra en su frente.

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El encuentro parecía estar yendo a pedir de boca. Lo que inicialmente había tomado por lo que sería una molestia, estaba resultando ser un auténtico placer – Da gusto equivocarse así – pensé mientras caminaba junto a la kunoichi de la hoja – Estupendo. Vayamos ahí pues – respondí devolviéndole la sonrisa. Parecía que ambas habíamos conectado en seguida y que la compañía y la conversación fluía sin necesidad de forzarla en exceso – Así haremos. La verdad es que yo también estoy famélica. No sé hace cuanto que no como, pero bastante antes de empezar el dibujo… - comenté algo reflexiva sin llegar a encontrar el momento exacto de la última ingesta. Como fuera, era algo que ya carecía de relevancia pues en breves nos daríamos un atracón.

-Solo en mis ratos libres. Me gusta pintar, entre otras cosas… - respondí sincera a la pregunta justo antes de añadir – Yo también soy jounin de Konoha – a punto había estado de no dar el último dato, pero me pareció irrelevante y dado que seguramente sería cuestión de tiempo que coincidiéramos o que ella pudiera verme en cualquier informe o deambulando por cualquier parte carecía de sentido que lo ocultara. De hecho que no hubiéramos coincidido ya era todo un hito. El no haberlo comentado antes había sido en primer lugar por estar medio distraída en mi dibujo; en segundo porque tampoco me había preguntado nada al respecto.

Tras pasar por varias calles, doblamos a la derecha como pregón a una serie de giros hasta llegar a las afueras de la aldea. Seguí a Bisha al interior de su hogar. Lo primero que sentí al cruzar el umbral fue el olor del lugar. Aquel olor me resultó increíblemente agradable y, de alguna manera, hizo que me relajara un poco más. La casa era humilde, pero la kunoichi había sabido sacarle partido. Todo estaba organizado y la distribución permitía separar perfectamente las estancias sociales de las privadas. Recorrí con la mirada todo lo que tenía frente a mí y tomándome quizás más libertad de la que me correspondía fui a sentarme a la barra americana tras el ofrecimiento – Me gusta tu casa – dije alzando la voz para que mi anfitriona pudiera escucharme ahora que se había ido a su habitación. Al tiempo, pasé el dedo índice sobre la barra, lo miré y lo froté contra el pulgar. La barra estaba impecable de polvo. Parecía que no solo era ordenada y el olor fruto de un ambientador, sino que todo era lo que parecía.

-¡Guau! – exclamé al verla salir. Llevaba unos mochos azules con un top blanco que dejaba su cintura a la vista y botines del mismo color. El cabello ahora lo llevaba recogido con un lazo rojo del cual caía un mechón. Estaba explosiva. El atractivo que había adivinado al verla acercarse a mí hacía un rato lo acababa de multiplicar por mucho - ¡Estas impresionante! – dije por pura sinceridad levantándome y yendo hacia la puerta – Ya tengo ganas de llegar, ¡que me voy a digerir a mí misma del hambre!
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Las casualidades de este tipo no eran del todo malas. A Bisha solía agradarle toparse con gente y normalmente pasaba que no la veían sino como el jefe médico, como la compañera de sala, como la kunoichi o como el soporte del equipo. Por fortuna, Shikabira no parecía ser de ese tipo, quizá porque no tenían ese mundo en común, o eso creyó ella. Por lo pronto, le agradaba el hecho de poder salir con alguien a comer y tomar algo.

Entonces movámonos— fue lo único que dijo a la chica antes de encaminar sus pasos a la casa de la rubia.

Se sorprendió un poco cuando le mencionó que era shinobi y, además, del mismo rango. Realmente no parecía, y tampoco la había visto con esos ojos, pero en ese momento cobró sentido el hecho de que en un lugar falto de esperanzas la chica tuviera tiempo y chance de dedicarse a algo que le alegrara el alma. Sin embargo, aquello sería irrelevante, nada cambiaba el hecho de estar moviéndose hacia su casa a cambiarse y luego a comer algo.

Bueno, tendremos entonces más cosas para conversar y hasta podríamos entrenar juntas un día.— diría la jounin como respuesta.

Qué bueno que te guste, realmente no es muy grande, pero trato de hacerlo un espacio que me produzca bienestar. Con tanto trabajo siempre hace falta un lugar que te de tranquilidad cuando regreses.— dijo desde su habitación haciendo referencia a personas, pero por lo pronto, seguiría conversando sobre el espacio físico.

Sonrió —No seas tonta, me harás sonrojar— comentó mientras se disponía a salir. —No tardaremos demasiado antes de llegar, afortunadamente es muy cerca— comentó mientras cerraba la puerta tras la salida de la pelinaranja.

Los pasos de Bisha luego de eso y a sabiendas de que la otra podía seguirle perfectamente el paso era un tanto más rápido, total ambas querían llegar. Tenía muchas opciones, pero, en definitiva, la rubia disfrutaba demasiado del local ubicado cerca a las puertas de konoha. Ahí vendían todo tipo de comida, pero era famoso por el ramen y las pastas que pudieran cocinar.

Es ahí— señaló al ver el sitio. ¿Shikabira lo conocía?
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Mi condición de igual para con Bisha pareció generarle simpatía, lo cual agradecí. Tampoco había motivo para pensar que fuera de otra manera, menos aún cuando ella misma se había presentado como jounin de Konoha. No obstante fue grato saber que tendríamos algo más en común y motivos y excusas para vernos en el futuro - ¡Claro! Cuando gustes – respondí sonriendo.

Al llegar a su casa la kunoichi hizo gala de sinceridad y modestia. Lo primero con su comentario sobre las intenciones que tenía para su casa. No le faltaba razón al decir que no era demasiado grande, pero que había conseguido optimizar el espacio y conseguir un ambiente agradable y reconfortante. Entendía perfectamente a lo que se refería, pues yo me encontraba en la misma situación, con la salvedad de que yo todavía tenía que compartir la casa con mi hermana. Realmente no me molestaba, sino más bien todo lo contrario, pues éramos tan iguales y nos compenetrábamos tan bien que sabíamos desaparecer y simular que estábamos solas cuando así lo deseaba una de nosotras o hacernos compañía y comentar el día. Lo segundo lo sería al reaccionar a mi piropo – No soy tonta, soy sincera. Vas a acaparar todas las miradas, jejeje – naturalmente ella no podría saberlo, pero jamás mentía - ¡Genial!

Al salir de casa de Bisha fuimos al restaurante a paso ligero; se notaba que el hambre ya apretaba. Nuestros pasos nos llevaron hasta la puerta de la aldea, dónde entramos a un local que parecía servir todo tipo de comida – Estupendo. Aquí, ¿qué se come? Quiero decir, ¿qué platos son la especialidad? ¿Qué te sueles pedir? - pregunté pues no conocía el sitio.

No dudé en entrar, cruzando el umbral de la puerta de manera decidida. Al entrar lo primero que me invadió fue una mezcla de olores que hicieron rugir mis tripas tal y como lo haría un león ambriento. También noté que empecé a salivar cual perro amaestrado – Huele delicioso. ¿Dónde nos sentamos? - pregunté barriendo el lugar con la mirada. Había varias mesas libres aquí y allá. Una cerca de la barra, dos en mitad del local, una cerca de la puerta… Aunque no estaba abarrotado, el lugar buyía de actividad. Los sonidos de la cocina y camareros se mezclaban con las conversaciones de los comensales y los tintineos de palillos y copas.

-¿Mesa para dos?
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Los halagos de la Uchiha a pesar de todo no se hicieron esperar y claro, ante las palabras de la jounin Bisha solo sonrió un tanto tímida. No estaba quizá acostumbrada a que otra chica le hiciera ese tipo de cumplidos, así que, más que sentirlo raro era la primera vez que experimentaba dicho suceso.

Bueno, está cerca de la entrada, así que, lo primero que haces cuando llegas de misión de cualquier lado y quieres comida típica es entrar aquí— comentó. —Venden todo tipo de comida, normalmente tienen cocineros 24horas y suelen turnar cinco o seis equipos entre turnos.— Su iba enfocada en la calle y a veces se giraba para sonreírle a Shikabira. —Como dije, hay comida a toda hora, así que, podrías encontrar cualquier cosa que quisieras, pero creería que la especialidad es el ramen de puerco, es realmente delicioso. Hay también zonas para BBQ. La carne, a pesar de que puedes sazonarla, también puede venir preparada con especias de la casa.

Si, en efecto se podía notar lo mucho que la rubia amaba y conocía el lugar. Al entrar, el olor invadiría sus fosas nasales al tiempo que la pelinaranja podría ver las instalaciones del mismo. Era un lugar amplio, adornado con detalles japoneses, en madera y con ornamentos de flores y todo el tipo de tela oriental que pudiera existir. Las mesas se veían bastante organizadas, la atención igual parecía ser espectacular. Casi que podría ser el mejor lugar de la hoja.

La rubia señaló con alzando un poco la cabeza el lugar al que quería ir, pero entonces, un mesero, desde lejos, interrumpiría haciendo que la rubia girase hacia él.

Si, por favor—. El chico quizá era nuevo, Bisha era tan recurrente en ese restaurante que casi el 90% de la planta la conocía. Sus saludos solían ser "¿Donde siempre?" o "¿Que tal Bisha?¿Todo en orden?". La había visto tragar como loca, beber como demente, reírse fuerte, y hasta pelear con desconocidos por malos tratos. Era todo un show, así que, lo normal era que la distinguieran.
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Última modificación: 23-02-2023, 01:06 AM por Shikabira.
Mis palabras parecieron hacer sentir incómoda a la kunoichi. ¿Se habría ofendido? Dejé correr el tema por no hacer más sangre si es que había metido la pata, pero tendía a ser plenamente sincera con mis pensamientos y opiniones. Simplemente trataría de tenerlo en cuenta para futuras ocasiones, aunque también dudaba que fuera a servir de algo, pues tendía a ser bastante desastre.

A pesar de lo evidente que resultaba, era la primera vez que reparaba en el restaurante. Era cierto que estaba ubicado en un lugar estratégico y que gracias a eso tenía una gran visibilidad y afluencia de gente. A veces me preguntaba sino estaría haciendo algo mal pues quería estar bien informada de todo, pero después lugares tan a la vista y que parecían ser tan famosos me eran totalmente desconocidos. Como fuera, no estaba de servicio y no era algo que lamentar, sino más bien que celebrar dado que por fin se me había revelado y además con una compañía que apuntaba a ser inmejorable. La explicación sobre el lugar no tardó en llegar. Parecía estar pensado meticulosamente para conseguir el mayor éxito posible y empezaba a suponer que así sería pues no solo permanecía abierto todo el día, sino que siempre tenían comida recién hecha. Por lo que comentaba Bisha, tampoco los trabajadores estaban explotados, ni sobrecargados de trabajo, más allá de lo que supone la hostelería y sus picos horarios – Será ramen de puerco entonces.

-¡Bisha! ¡Tanto tiempo! - exclamó una voz desde el final del local - ¡Eh, tú! Su sitio es aquel – añadió dirigiéndose al camarero señalando una mesa– Mírala bien porque la verás por aquí más de una vez. Es Bisha-sama – bromeó – El es Kenzo. Lleva aquí apenas unos días. Todavía se está adaptando, pero le pone interés – Kenzo se sonrojó por las palabras de su compañero.

Kenzo nos llevó hasta la mesa en la que se sentaba siempre Bisha - ¿Qué vais a tomar?

-Ramen de puerco. Me han dicho que está exquisito
– respondí mirando a Bisha y riendo – Y una… dos botellas de sake – añadí alzando los dedos corazón e índice de la mano derecha. Dicho lo cual mantuve la mirada en mi acompañante a la espera de su pedido, mientras que Kenzo tomaba nota y repetía el final de mi pedido justo antes de posar su mirada en la kunoichi.
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No había pasado demasiado, de hecho, no habían pasado ni diez segundos, antes de que un grito inundara el lugar haciendo que los ojos de la rubia se abrieran como platos y acto se seguido se viera forzada a girar su cuerpo por completo. —¿Uh?— ladeó su cabeza un poco. Claro, la habían reconocido y no solo eso, el chico había dejado a medias su trabajo en la anteriormente para presentar a su compañero.

Pues bienvenido, pero te acoples pronto por aquí— comentó con agrado la rubia mientras se acercaba a su mesa de siempre.

Aquella tenía una vista espectacular. Quedaba sobre una especie de tarima que permitía que todo el lugar se viera desde allí las dejaba en un lugar un tanto privilegiado. La mesa decorada perfectamente con todos los implementos de una barbacoa y aunque Shika se había adelantado a la rubia ella agregaría también su porción.

Nos puedes poner también una barbacoa, estamos hambrientas y... agrega una botella de sake más, por favor.— el chico incrédulo había empezado a reírse de forma nerviosa sin saber si tomaba el pedido de las chicas o no.

Lo dicen en serio ¿cierto?— una gota de sudor bajaba por su cien al tiempo que su derecha rascaba su cabeza por la parte de atrás. Bisha, ante el comentario solo sonrió y afimó.

Están acostumbrado a verme comer y beber, así que... Tu tranquilo con el pedido— agregó antes de que el chico afirmara y se marchara a la cocina a organizar el banquete para las chicas. Tras esto, la de cabello dorado enfocaría su atención en la otra.

¡Eh! No te vayas a asustar, pero apenas estamos empezando.— comentó entre risas. —Dime Shika, ¿qué te apasiona por estos días? Me parece raro que aún no nos hayan asignado misiones juntas...— comentó con cierta tranquilidad mientras veía un poco a los comensales del lugar.
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-Gracias – atinó a responder Kenzo algo sonrojado por lo que acababa de ocurrir.

La mesa en la que habitualmente se sentaba Bisha gozaba de una posición inmejorable. Estaba en una especie de tarima que permitia ver todo el lugar sin problemas. Barrí con la mirada el lugar de nuevo y me percaté que no había ninguna otra mesa como la que nos acabábamos de sentar. Ignoraba si tenían siempre disponible la mesa para la kunoichi, pero el hecho de que se le permitiera sentarse siempre ahí, amen de las palabras del otro camarero, me indicaban que gozaba de un trato privilegiado en el lugar - ¿Siempre tienen esta mesa vacía por si vienes?

Al escuchar mi pedido, la jounin lo amplió con una barbacoa y otra botella de sake más – Así que eres de buen fondo… - dije riendo divertida – Esta bien. Caretas fuera – añadí dando un golpe sobre la mesa – Trae unas cuantas gyozas también. Y bolas de arroz y… Mejor, trae dos de cada cosa de la carta y que no decaiga el ritmo de las botellas. Me pongo de mal humor cuando me entra sed – exageré, pero no estaba demás meter algo de presión. Aguanté la mirada del tipo unos instantes, desafiante por si quería volver a preguntar si decía lo decía en serio – A mí no me han visto, pero siempre hay una primera vez para todo lo bueno… ¿no? - concluí guiñándole un ojo a Kenzo que volvió a sonrojarse.

Mi acompañante centró de nuevo su atención en mí. Al reparar en ella y su risa descubrí que estaba particularmente a gusto con ella. Había algo en su forma de ser que me recordaba en parte a mí. Una apariencia aparentemente delicada, pero tras la cual se escondían unos modales cuestionables. Sin querer sentí un leve cosquilleo que subía desde la base del cuello y envolvía todo el cráneo, como si cientos de hormigas se afanaran en desfilar por ahí - ¿La verdad? Me gusta mucho dibujar y escribir haikus – respondí sincera – Y sí, a mí también me resulta curioso pues al final no somos tantos… ¿no? Y bueno, ¿a ti qué te apasiona? Y no me vayas a decir que hacer ronda por la aldea, porque sería una vil mentira – dije justo antes de reí a carcajadas.

-Aquí tenéis – Kenzo había vuelto con dos botellas de sake. Muy prudentemente dejó sendas botellas frente a nosotras. Con un gesto de mano le indiqué que no necesitaba copa o taza alguna; me bastaba con asir la botella del cuello con la mano para beber – En seguida empezará a salir la comida.

-No te preocupes – le sonreí y miré unos instantes mientras este se iba - ¿Kampai? - alcé la botella al medio de la mesa para que Bisha la chocara – ¡Por una nueva amistad!
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Irremediablemente, la vista de la rubia se puso sobre su compañera. La pregunta que hacía tenía cierta relación con lo que acababa de pasar, pero la Senju no se había detenido a pensar a qué se debía.

Bueno, no creo que sea tan así… Más bien es un golpe de suerte. Siempre que vengo esta mesa está disponible, así que… La han llamado la mesa de Bisha.— sonrió. —Eso, que frecuento el lugar, y que en alguna ocasión tuve la oportunidad de conocer al dueño.— su imaginación parecía volar. Efectivamente tenía de aquello un buen recuerdo.

Al pedido, adicionalmente, enérgica, Shikabira había pedido un par de cosas más a lo que la rubia solo afirmaba con cierta gracia. Sobre todo, el tema de la sed. —Si que eres de temer cuando te pones seria— bromeó la Senju dando a entender que la conocía de antes y claro, quiñaría su ojo a la otra para seguir el juego. Esto, sin saber en absoluto que en la mesa estaban dos integrantes de dos clanes que tenían mucha más historia que vida.

El tema se volcaría ahora acerca de sus gustos. Había notado la fascinación de la artista sobre el papel, y claro, el tema de los Haikus era nuevo, pero no la sorprendía. —Si llegas a publicar algo házmelo saber, seguro me gustará.— comentó tranquila antes de escuchar la pregunta acerca de sus cosas.

No no, claro que no… Es efectivamente una vil mentira. De hecho, lo que menos disfruto es hacer rondas en la aldea.— su vista se posó triste sobre la ventana, aquella misma que les permitía ver las calles de Konoha. La aldea no era la misma y transitar sus calles, ver la pobreza, el peligro, el miedo... Definitivamente no era igual a cuando ella era apenas una gennin o una chunnin. —Dirás que soy tonta, pero amo mi trabajo…— volvió la mirada con cierta determinación a Shikabira. —Mi pasión es ayudar a la gente, verlos progresar en sus terapias o en sus procesos… Me gusta pasar tiempo en el hospital. Y claro, soy amante a la lectura— se sinceró.

En ese momento, Kenzo irrumpiría la charla con el aperitivo: Dos botellas de sake, una destapada y la otra, puesta con ornamentos sobre la mesa. Las acciones de la pelinaranja llevaron a Bisha a tomar la otra botella y destaparla con la mano aplicando la fuerza necesaria y apenas se fue el chico, sonreiría para brindar con su nueva amiga

¡KAMPAAAAAI!

El trago había sido profundo y Bisha había logrado sentir como sus sentidos reconocían todo el sabor del licor en su boca. De inmediato, un calor se apoderó de su cuerpo al tiempo que ponía su botella a la izquierda propia.

Está muy bueno ¿a que sí?— dijo tranquila. —A todas estas ¿dónde vives? Si me toca llevarte arrastrada tendré que saber en que puerta dejarte.— bromeó. Le parecía extraño estar en medio de tal confianza conociéndose con la pelinaranja, pero las cosas se habían dado tan bien y tan naturales, que sorprendía un poco la forma en la que estaban socializando.

Off. Perdón la demora, no me volveré a atrasar así. Si no te incomoda sigamos el tema.
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La rubia inició su explicación achacando a la simple casualidad que “su mesa” estuviera vacía. No terminaba de creerme aquella justificación, aunque me resultaba la más lógica, sin embargo y a pesar de no tener motivos para dudar de ella, me resultaba más divertido creer que siempre la tenían vacía por si aparecía de manera imprevista por la puerta – Creo que prefiero creer que la tienen siempre disponible – le hice saber riéndome.

Le devolví la sonrisa a Bisha cuando esta quiso asustar aún más a Kenzo – Ya lo sabes… - repliqué a medio camino entre la sonrisa y la amenaza hacia el camarero, cómplice de mi acompañante. Apenas hacía un rato que nos habíamos conocido, pero parecía que nos compenetrábamos bien y que había cierta afinidad entre ambas, afinidad que se hizo más patente cuando la kunoichi se interesó por una posible publicación de haikus - ¡Claro! Aunque dudo que nunca llegue a publicar nada… - le hice saber, esta vez algo más tímida. Cuando escribía lo hacía generalmente por mera diversión y pasatiempo; igual que los dibujos. Consideraba que escribir haikus no era, ni mucho menos, mi punto más fuerte, sino más bien que lo hacía de manera mediocre, cuando no horrible directamente.

La conversación continuó sincerándose mi acompañante sobre sus gustos y pasiones. Lo que de verdad la motivaba y le llenaba plenamente. Ojalá hubiera podido decir que compartía sus metas, pero distaban mucho de las mías propias. No obstante, la comprendía pues una pequeña parte de mí empatizaba con aquella filosofía cuando de niños se trataba. Quizás no me completara, pero sí trataba de mantener bajo mi ala y lejos de cualquier peligro con los que no pudieran lidiar a los infantes.

Una nueva muestra de afinidad entre ambas vino con el brindis. El agudo sonido de ambos vidrios impactando entre sí fue el pistoletazo para un largo trago que convertiría mi cuerpo en una especie de fragua a plena rendimiento. Aunque si bebía en exceso casi siempre debía contener una mueca y casi arcada provocada por el amargor del fermento, sentir el fuego descender por la garganta y conquistar cada parte de mi cuerpo era algo que me encantaba. Era algo que me hacía sentir viva, especialmente cuando lo contrastaba con un frío intenso ambiental.

-En la tuya me vale – respondí inconscientemente presa de mi pícara personalidad – Eh… Vivo en… - me apresuré a decirle la dirección exacta para evitar hacer sentir incómoda a Bisha con mi primera respuesta. Realmente había sido una respuesta inocente y que podía pretender no dar problemas adicionales, pero mi mente había dibujado una escena totalmente diferente y mucho más placentera. Bebí de nuevo largamente y tomé los palillos para tomar una de las gyozas que Kenzo acababa de traer, aprovechando para valorar si la kunoichi se había sentido incómoda con la respuesta y la había interpretado con la misma intención que yo o si por el contrario, la había tomado como algo inocente y todo estaba en mi mente sucia – ¡Espero que la comida esté igual de buena que el sake! ¡Desde luego huele delicioso!
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Ladeó la cabeza sin poder entenderlo. Seguro era buena en lo que hacía, las personas alienadas al arte eran por naturaleza tan entregadas a la tarea que era imposible siquiera considerar que sus obras no eran tan buenas como sus pinturas, incluso sentía que Shikabira podría ser tan buena, que ningún tipo de arte sería indiferente a ella.

¿Qué, por qué no? Estoy segura que tus escritos son tan buenos como lo que pintabas hace un rato.

Dijo completamente convencida a que debía cambiarlo. Esperaría las palabras de la chica antes de poner una especie de plan artístico en movimiento. No sabría si funcionaría o no, pero nada mejor que ayudar a alguien a salir del anonimato.

¿Mi casa? Bueno, la verdad no tengo problema, en mi cama cabemos las dos perfectamente— sonrió tranquila.

Bisha no había sentido el tinte sombrío en las palabras de la otra, incluso, se quedó esperando que le dijera donde vivía. No creí que fuera del todo un secreto de estado y menos después de haber compartido todo ese rato juntas. Pese a eso, la conversación seguiría su curso normal, entre risas, chistes, insinuaciones a Kinzo y bebida una tras otras mientras las botellas de sake bajaban poco a poco en términos de contenido.

La comida, por otro lado, había sido llevada a la mesa y devorada por ambas con un poco más rapidez que la bebida de las botellas, el hambre se había presenciado por parte de la rubia y claro, sabía perfecto que la comida neutralizaría un poco el alcohol en su cuerpo.

Buen provecho, por cierto… Y si, siempre está buenísima la comida. Rápido, o no te dejaré nada— sonrió mientras comía a buen ritmo.
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Mi acompañante no pareció captar mis palabras con el doble significado que habían sido pronunciadas. No obstante y tras sentir un fuerte cosquilleo y hormigueo, más que placentero, sexual por su réplica inconsciente, fue serenándome poco a poco con la conversación, aunque de vez en cuando algún pensamiento lujurioso venía a mi mente – Vivo en una casita en la periferia de la zona residencial. Al este. Es de las pocas construcciones que quedan con la arquitectura tradicional. Hace algunos años allí viví un viejo Hyuga. Ahora vivo con mi hermana – comenté retomando la conversación. Aunque no terminé de indicarle la dirección exacta con aquellas instrucciones tendría más que suficiente para encontrarla llegado el caso y de ser necesario.

Me apuré en lanzar los palillos contra parte de los platos asidos por la mano derecha, cargándolos de un único movimiento como lo haría un ave rapaz en caída en picado en busca de su presa -¡Eso será si te lo permito! – repliqué a su desafío guiñándole un ojo – Te advierto que cuando quido pudo enbullí in mastica – dije llenándome la boca en mitad de la frase. Me di un par de fuertes golpes en el pecho para bajar el bocado y me apresuré en tomar con la mano libre una botella de sake y beber con avidez para ayudar a que la comida deslizara hasta el estómago. Al beber el líquido desbordó por la comisura de los labios mojando barbilla, cuello y finalmente el cuello de la camiseta - ¡Aaaaah! – el ardor del alcohol ya apenas hacía efecto debido a la ingesta previa y al pequeño dolor de haber forzado la garganta de esa forma – Delicioso – aunque comer de aquella forma no dejaba que degustara por completo el sabor de los alimentos había un placer especial en hacerlo que me hacía disfrutar tanto o más que comer pausadamente.

Tomé una gyoza, aunque esta vez con más calma y me tomé la precaución de soplar un instante antes de introducirla por completo en la boca de un solo bocado - ¡Delicioso! Y bueno, cuéntame algo más de ti – de manera inconsciente tomé un lápiz y comencé a dibujar de nuevo sobre una servilleta con la mano que hacía un momento había sostenido la botella de sake, mientras que la otra seguía atacando la comida con los palillos sin parar y sin dejar apenas tiempo la boca vacía.
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Seguiría escuchando las palabras de Shikabira. Prestaba especial atención a lo que decía. Cada vez más sentía que la chica era tan sincera que podría asemejarse con ella en términos de lo rápido, debido a la sinceridad, que podían hacer amigos.

Bueno, mi caso es similar… Se supone que debería vivir en alguna casa de los Senju, pero mírame, igual que tú, lejos del mundo— sonrió. —¿Cómo es que pasas de vivir con un Hyuga a vivir con tu hermana y no al reves?— indagó.

Para ella, el orden natural de las cosas era que compartiera hogar con su misma sangre y que después de esto, por motivos adversos, acabara viviendo con alguien que no era en absoluto cercano a su clan. De hecho, se conocía bien la lucha por la supremacía de clanes: Senju, Uchiha, Hyuga. Siempre los mismos buscando ostentar mayores puestos y posiciones en la política de la aldea.

¿Es una competencia?— miró desafiante a la otra al tiempo su sus palillos también habrían atacado el plato desde el lado opuesto al de Shika. Definitivamente era demasiado divertido. ¿Qué había dicho? La rubia no había entendido lo dicho, pero tampoco le había importado. Había empezado a comer con tal concentración que el mundo a su alrededor pareció desaparecer.

Su vista, por momentos, se enfocaba en Shika y claro, había notado que casi se ahogaba. Parecían dos chicas que llevaban días o meses sin comer. La velocidad de ambas, y la forma en la que acababan cada plato era descomunal. La rubia sonreía, le parecía increíble haber dado con alguien así. Gea no era del otro una devoradora y hasta ahora, no conocía a nadie más capaz de igualarle.

Deberíamos hacer ronda juntas un día de estos, o alguna misión o entrenar— comentó sin mirar a la otra justo antes de beber y dejar su boca libre de comida. —Digo, no soy afín a muchas personas en la aldea… capaz podamos hacer amistad juntas.— comentó regalándole una sonrisa y acto seguido, volvería a centrarse en comer. Poco a poco, los platos de comida irían bajando mientras el chico que las atendía las miraba devorar uno tras otro, los platos que había llevado.

No eran precisamente pequeños. Incluso, varios de estos eran lo suficientemente grandes para generar la sensación de llenura de una persona con apetito normal, y eso, con solo ver el plato. Ellas por el contrario no habían hecho caso a la imagen y la cantidad de comida que tenían en la mesa.
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