[Privado] Distant Relationship Ft. Bakura
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Luego de un día y medio de viaje al fin parecía haber llegado a mi destino, probablemente es que me hubiera retrasado un poco debido a la pequeña siesta que había tomado, me había ayudado a descansar mi mente de esas aflicciones, ahora tenía que pensar en el ahora y en el futuro, establecer un plan de acción por así decirlo. Retirando mi reloj apenas podría ver las manecillas en el cuatro y el nueve. - Quizás llegué muy temprano... No hay forma de que estén despiertos a esta hora. - Me dije con un suspiro suave. - Aunque supongo que primero debo encontrar su casa. - Terminé guardando mi reloj de bolsillo y rascándome la barbilla pensativo, de acuerdo a la descripción del lugar sería lo mejor preguntar a los locales.

Pero no veía una sola alma caminando a esta hora, quizás esperar un poco más y cerrar los ojos por una hora bastaría, después de todo conocía el aspecto de la mujer, su nombre y el de la pequeña, aunque poniéndolo desde otra perspectiva... No era algo que quisieras decir en voz alta, por lo que decidí buscar entre mis memorias las pistas que habría soltado el Kamizuru de su tranquilo hogar, la aldea era distinta, sus afueras, su gente, tantos años habían pasado desde que había plantado el pie en estas dañadas tierras, tanto tiempo, alegrías y desgracias, viejos conocidos que habían desaparecido, nuevos lugares poniendo en vergüenza lo que hubiera estado puesto en el pasado. Dichos recuerdos me hacían volver a esos tiempos, cuando mi vida era levantarme por las mañanas con alguien a quien darle los buenos días y servir unos tragos en ese viejo bar... ¿Cómo era que se llamaba? Hmmm... Eso es, Votre Destin, una prueba de muchas que demostraban la humanidad que muchos no veían en los Shinobi, suspiré suavemente, recordando las cenizas que se sentarían luego de las brasas, imperdonable, algo que el responsable pagaría poco después, solo me apenaba que hasta el último de sus días tendría la misma idea en su cabeza.

Muchas de esas cosas no eran bonitas de recordar, pero era lo que tenía, mi único arrepentimiento era no haber vuelto antes, suspiré, recordando los detalles que Karibachi había soltado durante nuestras charlas, llegar a la dichosa casa me tomaría poco tiempo, las manecillas de mi reloj marcando en el cinco y el seis, con el sol asomándose muy lentamente por el horizonte finalmente me encontraba en aquella puerta, el Kamizuru tenía razón, era un lugar bonito, simple y tranquilo. Solo tenía que picar la puerta y esperar, era simple, sencillo.

Solo tenía que alzar la mano, tomar algo de aire y...

*TOC TOC*
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La madrugada es el único momento del día en que puedo disfrutar. Por fortuna tanto Chouko como Botan y Shion acostumbraban a dormir del tirón. ¡Como para no hacerlo! Chouko ya tiene quince años, mientras que los mayores tenían diecisiete, ya podían ayudar en casa, por lo que mayormente me ayudaban con el huerto de casa, a cazar para la comida y también a comerciar con carbón o incluso las propias hortalizas del huerto para hacer trueque en el pueblo, por lo que subiendo y bajando de la montaña a la aldea acababan cansados, aunque no tanto como solía hacerlo yo. Siempre les recibía con una sonrisa, la casa limpia y la cena. Por supuesto, por mi parte, también tenía otros quehaceres con la granja. En esa casa nadie se estaba quieto ni un día, mucho menos desde que Karibachi se fue de viaje. ¿En qué momento accedí a dejarle irse de casa y dejarme sola con tres adolescentes? Los gritos, broncas y discusiones eran el pan de cada día. Ni un te quiero o gracias por todo. Criar a niños no es lo mío, pero te vas preparando para ello con el tiempo.

Las noches en medio de la nada son muy tranquilas, más allá de escuchar a la madera crujir por el frío viento del invierno que golpea la casa cada madrugada. A las seis de la mañana comenzaba nuestro día, con el sol suficiente como para que a los niños (ya no tan niños) no se les pegara las sábanas. Me había visto en la obligación de adaptarme a su horario de descanso, por lo que nuestro horario de actividad comenzaba bastante más tarde de lo que a mí me gustaría.

Sin embargo ese día el ligero aporreo en la puerta llamó mi atención. Al mirar el reloj comprobé que aún no eran las seis de la mañana. ¿Quién llama a esta hora? ¿Será alguien del pueblo que necesita algo? Me levanté de la cama, me puse la bata, fui hasta la entrada acomodando un poco mi cabello, aún con las legañas en los ojos. ¿Qué más podían esperar de mí a esa hora? Bastante era que sonreía. Como fuera Karibachi, la sonrisa desaparecería en cinco segundos por despertarme a esas horas. Más que una cálida bienvenida, recibiría una severa reprimenda.

¿Sí? —Miré a través de la mirilla pequeña de la puerta. Era un hombre aparentemente normal. No podía abrir sin más pues había unos niños con nulos conocimientos de técnicas ninja y no sabía quién se podía presentar. No parecía sospechoso, pero aún así y por si acaso: con un kunai a la espalda, abrí la puerta.— Buenos días. —Ya estaba saliendo el sol, por lo que aunque para mí aún fuera temprano, no lo era tanto.—  ¿Viene usted del pueblo? —Sí, sabía de la existencia de Ryth; Karibachi me había hablado en múltiples ocasiones de él, sin embargo al no esperar tal visita mi mente no asoció la descripción recibida al hombre que frente a mí se hallaba.
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Solté un fuerte suspiro, era estúpido por mi parte asumir que estarían despiertos a esta hora, quizás lo mejor sería volver más tarde e intentar de nuevo, ir por algo de comer y quizás llenar mi cantimp- Una voz cansada sonaría por detrás de la puerta, se acaba de levantar y probablemente no estuviera del mejor humor para una visita de este tipo. Pero no podía dar vuelta atrás, había venido hasta aquí de todas formas, la puerta se abriría revelando la figura de la que el Kamizuru estaba tan aterrado, ojos perezosos aún con legañas en ellos, pero incluso así, no parecía perder detalles de sus alrededores, siendo la persona de la que tanto me había hablado Karibachi, podía ver y reconocer las cualidades que había señalado en su momento. No me sorprendería si es que ya había tomado un plan de acción por si fuera una amenaza para su hogar y familia. - Buenos días... - Le saludé con un tono algo cansado, intentando sonar tranquilo, pero todo lo demás me delataba, mi mirada desviada, mi mano arañando el costado de mi gabardina de manera inquieta, mi apariencia descuidada por el viaje y las ojeras que delataban las interminables noches que pasaría sin poder dormir.

No era la persona más presentable que pudiera esperar, el sol se alzaría en el punto perfecto para darme en la cara, cosa que taparía con mi otro brazo. - No no... No vengo del pueblo. - Continuaría, mi mente trabajaba sin parar en repetir distintos escenarios una y otra vez, no importaba cuantas variables cambiara, el resultado jamás sería el esperado, quizá la mejor opción sería simplemente soltar lo que tuviera que decir y esperar lo mejor. - ¿Bakura, no es así? Me envía Karibachi, soy un viejo amigo suyo... - Diría ladeando un poco la cabeza y sonriendo suavemente a la nada.

- Me llamo Ryth Yoichi, Digamos que yo era su cantinero favorito...
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La figura que se reveló al abrir la puerta era aparentemente la de un viajero cansado. Mi primer pensamiento fue que se trataba de alguien que buscaba un lugar donde hospedarse para poder descansar. Sin embargo, ¿por qué buscaba asilo en una cabaña en medio del bosque, perdido de la mano de Dios? No tenía especial sentido, por lo que en un primer momento no terminé de bajar la guardia pues la posibilidad de que me estuviera mintiendo aún existía, y tenerle fe ciega a un desconocido suponía un gran peligro. Como una buena “mamá oso” (como quien dice), tenía mucho que proteger en aquel lugar aparentemente sin nada de valor. Y es que lo que contenía de valor no eran los objetos, sino las personas que esas cuatro paredes custodiaban.

Cuando de sus labios salieron el nombre de Karibachi sentí que podía relajarme, pero no pude. Por muy tranquilo y buena gente que parezca el Karibachi de ahora, tiene su vida y nombre labrado como shinobi, y eso implica (por desgracia) ganarse enemigos. Confiar en que ese sería el caso, era demasiado arriesgado.

Su sonrisa parecía genuina y sincera, y si fuese un enemigo, tenía que estar fingiendo muy bien aquellos nervios que sus gestos delataban. Aún así no me relajé, mantuve la mano diestra a la espalda con el kunai, aparentemente apoyada sobre mi baja espalda, mientras que la zurda la introduje en uno de los bolsillos de la bata; si había algo ahí dentro, nadie lo sabría.

¿Ryth? —Pregunté con cierta sorpresa en el tono, sorpresa que se vio reflejada en mi propio rostro. Por supuesto que reconocía ese nombre, aunque se parecía entre cero y nada a la descripción que Karibachi me había dado. Entiendo que la gente envejece, él debe pensar lo mismo de mí pero es que… ni en el color de la piel ha acertado. Este hombre tiene que revisarse un poco la vista o aprender a describir gente, una de dos.— ¿Ryth el de…? —Señalé hacia el interior, haciendo referencia a los niños, aunque quizá en un primer momento no podía comprenderlo bien. ¿Debería dejarle pasar? ¿Y confiar en alguien a quien no soy capaz de reconocer en base a la descripción de Karibachi? Es que no me puedo fiar de las palabras de ninguno. Hombres. Imposible confiar en ellos.— ¿Cómo sé que es verdad? Necesito una pequeña prueba de lo que dices. —No podía pedirle que me contara nada. Tantos años de conversación con mi pareja llevaba a que mezclara sus infinitas historias. Podía decirme que tiene cinco hijos y yo creérmelo. Tenía que optar por una seguridad.— ¿Cómo se llaman ellos?
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Su expresión de repente al oír mi nombre, sabía quien era, si era únicamente por boca de Karibachi o por malas lenguas me era desconocido. Lo que si era seguro es que no confiaba en mi, pues no era común que se presentara una situación de este tipo de un día para otro, a juzgar por su repentino cambio de expresión podía asumir que no era lo que se esperaba, era cierto que Karibachi le había hablado de mi, pero algo me decía que el pobre Kamizuru no había puesto los detalles donde debería. Pero esas serían preguntas para otro momento, pues primero tenía que probar que era quien clamaba ser, algo fácil, si es que aún hubiera documentación sobre mi estado como renegado, o si es que las cosas no se hubieran ido tan a la mierda tan rápido.

Suspiré, en su lugar la mujer optaría por una opción más. sencilla mientras mantenía ese brazo en su espalda, no me sorprendería si fuera un cuchillo de cocina o un Kunai incluso, al mismo tiempo que mi mirada estudiaba eso pude ver que metía su mano libre en su bata, cualquiera pensaría que simplemente estaba dejando descansar su brazo, pero ambos sabíamos que no era así, ambos teníamos ese pasado que delataba hasta el movimiento más mínimo. Me preguntó sus nombres, los de "ellos", usando ese término para dar la menor cantidad de detalles e información posibles, pero para mi era obvio de que hablaba. - Él se llama Shion, tiene los ojos de su madre. - Suspiré ladeando un poco la cabeza. - Su hermana se llama Botan, tiene mi ojos... Ambos mi cabello. - ¿Sería como verse en un espejo hacia el pasado? Probablemente, no había sido muy distinto de la situación con mi viejo, pues ahora me parecía más a él de lo que me gustaría.

Me crucé de brazos, una mirada inquieta estudiaba lo que pudiera ver tras esa puerta. - Ya puedes bajar el arma que tienes ahí, y lo que sea que escondas en ese bolsillo... - Continué poniendo mis manos en mis bolsillos y encogiéndome de hombros por unos instantes con una sonrisa suave. - Una bomba de humo quizás, tal vez algo más... Explosivo. - No estaba preparado para ninguna especie de combate, estaba demasiado cansado, pero al menos mi mente aún trabajaba lo suficiente como para mover las piezas necesarias.
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Si los detalles que proporcionaba sobre los niños eran ciertos, era algo que no podía saber, o por lo menos lo que describía acerca de su madre puesto que al igual que a Ryth, nunca la llegué a conocer. Pero si se arriesgaba tanto a dar una descripción así, solo podía significar que de verdad era quien decía ser, sumado a que esos eran los ojos de Botan, su imagen la tengo clavada a fuego en mi cabeza.

Suspiré con cierta pesadez.— Entiendo que los nervios te pudieran, pero si sabes que hay niños, no deberías aparecer tan temprano. —Murmuré mientras soltaba dicho kunai y lo dejaba en una mesita de la entrada, preparada específicamente para dejar las llaves y este tipo de armas que en ocasiones pueden venir muy bien. La mano salió rápidamente de la bata, sin nada en ella, ni siquiera en las propias bocas que había en ellas.— Era arcilla. —Alcé ambas manos durante un instante para que comprobase que efectivamente no había nada en ellas. La arcilla sin embargo se quedaría en la bata, no por él, sino como método de defensa.— Pasa anda. Voy a preparar té, que aún es temprano para el desayuno.

Con cierta desgana y a la vez contención me alejé de la puerta, dejándole total acceso a la casa. ¿Contención por qué? Porque sentía una gran ansia de echarle esa bronca que anteriormente había planeado echarle a Karibachi, tenía casi tanto pecado como él. Cogí la tetera, la llené de agua caliente y la puse en el fuego para que comenzara a calentarse aún más para poder hacer la bebida.

Tomé asiento con cierta seriedad en el rostro en la mesa que dividía el comienzo de la cocina con el comienzo de la sala de estar. Le hice un gesto para que tomara asiento; sin embargo, por si no quedara del todo claro, añadí:— Toma asiento, Ryth, estás en tu casa. Aunque bueno, ya es evidente a estas alturas, pero aún así: soy Bakura. —Era solo el comienzo de la guerra fría que abriría antes de hacer las dos grandes preguntas pero todo de uno en uno.— ¿Y dónde está el cobarde de Karibachi? —Fruncí el ceño mientras sonreía, mi rostro quería mostrar mi molestia pero yo no quería dejarla relucir.— Para seguir, ¿qué te ha traído hasta aquí tras tanto tiempo? —Cuanto más le miraba, más rasgos parecidos encontraba con Botan y Shion, estaba claro que eran padre e hijos.
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Su expresión se calmaría, soltando un suspiro pesado y perezoso soltando un pequeña queja sobre la hora. - Hehe... Un mal hábito. - Le respondí encogiéndome de hombros suavemente. realmente no tenía excusa alguna, pude haber esperado a que pasaran un par de horas, pero eso habría llevado a interrumpir el desayuno en primer lugar.

Luego de invitarme a su casa guardaría el Kunai que tenía en la espalda, señalando que lo de su bolsillo era... ¿Arcilla? El Kamizuru no bromeaba cuando decía que su señora era explosiva, no lo había tomado en el sentido literal de la palabra, siempre había que tener cuidado con los Ashira, algo que había aprendido hace muchos años. Decidí no comentar al respecto y tomar asiento en su mesa y esperar de manera paciente. - Gracias, hace un rato que no disfruto de esos lujos. - Era cierto, no esperaba que fuera el delicioso té del país del viento, pero seguía siendo un lujo que no había probado en mucho tiempo. - Asumiré que ya has deducido que mi visita y la falta de presencia de Karibachi no es coincidencia, así que creo que es mejor decirlo sin rodeos. De todos modos no pareces alguien que pueda engañar tan fácilmente. - Quizás tomar ese acercamiento no era el más adecuado, pero prefería eso a empezar a dar vueltas en lo que probablemente sería un interrogatorio.

Apoyé mi ante-brazo en la mesa y mi otra mano descansaría en mi rodilla, haciendo una pausa mientras esperaba el té. - Karibachi y yo creemos que es hora de que las cosas cambien para bien, pero necesitamos un par de manos extras, en otras palabras, él te necesita a su lado para esto, el otro motivo de mi visita. - Bajaría un poco la mirada y soltaría un suave suspiro, la verdad era que Karibachi había jugado bien sus cartas y había logrado ponerme en una situación de la que no podía echarme hacia atrás, por mucho que sus acciones hayan sido de buena fe, solo hacía más complicada la situación actual. No es que la contraria no pudiera verlo en mi forma de actuar de todas formas.

- Quizás el más importante es... He huido demasiado tiempo de un pasado que ya no me persigue, usando aquello como excusa para huir del presente, no se lo merecen... - Era difícil buscar el perdón cuando eras indigno de ello.
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Última modificación: 04-01-2023, 12:46 PM por Bakura Kyodai.
¿Por dónde podía empezar a hablar? Primero lo primero: serví ambas tazas de té, tanto la mía como la suya. Preferí limitarme a escucharle antes de sacar conclusiones precipitadas y enfadarme más de la cuenta, y es que sí, algo de lo que había avisado en multitud de ocasiones a Karibachi era que como me topara con Ryth, lo más probable era que mi reacción no fuera la más agradable de todas. En aquellos tiempos yo no tenía pensamiento de crear una familia y de la nada me vi con pareja y dos hijos, hijos a los que quise. Sí, les quise. Es más, les quiero. Les protejo con mi vida. No son mis hijos de sangre pero tantos años conviviendo, educando, enseñando, todo generaba unos vínculos muy fuertes. Aunque son adolescentes, quizá ellos agradecieran en algún momento poder huir de su madrastra y padrastro.

— Pero vamos a ver, Ryth. —Apoyé el brazo diestro sobre la mesa para comenzar a masajearme la cabeza, casi como si intentara calmar algún tipo de dolor que me estuviera dando. ¿Era consciente de lo que me estaba pidiendo? Respiré profundo tres veces antes de gritar para no despertar a los niños, sin saber que las propias voces ya habían llamado su atención.— ¿Cómo que me necesita a su lado? Joder. Soy yo quien ahora mismo le necesita. No son críos, no tienen tres años, pero encargarme de la casa y tres adolescentes no es fácil. ¿Cómo puede tener los huevos tan grandes? —La mamá oso no iba a irse por tres palabras de aliento que le dieran. Hice acopio de mi fuerza y autocontrol (casi nulo) para no dar un manotazo en la mesa. Tantos años cuidando niños enseñaba a uno lo que era la paciencia.— ¿Qué coño? Son ellos quienes nos necesitan a nosotros.

Contra todo pronóstico Karibachi había conseguido que el encuentro con Ryth fuese más relajado, pues el motivo de mi enojo no estaba centrado en él, al final él solo estaba haciendo de paloma mensajera. Acomodé mis piernas sobre la silla, suspirando al fin de forma pesada ante sus últimas palabras.— No, no se lo merecen. Ellos te necesitan. —Y eso era algo que supe desde el primer minuto hasta el día de hoy: podremos hacer vida de familia, ser un hogar, un lugar seguro al que volver, pero nunca ocuparemos el lugar de Ryth en sus corazones.— ¿Quieres que los vaya levantando? —Sin saber aún que ya estaban en planta, intentando pegar la oreja tras la puerta de su habitación, sí, los tres, incluida Chouko.
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"Sentí que podía decir adiós. Para el yo de ese día, el yo que nunca cambia"

Todos los puntos que señalaba eran ciertos, no se lo iba a negar, de todas formas hacerlo solo le haría perder la poca paciencia que claramente tenía antes la situación. Y la mejor forma de tratar con personas así era mantener la calma y tratar de alejar su mente de aquello que le causaba esa molestia. - Esa es la parte complicada, no hay nadie quien esté pendiente de ellos, las únicas alternativas que se me ocurren serían llevarlos con nosotros u ocultarlos en un lugar seguro... Pero ninguna de las dos opciones me gustan del todo. - La verdad era que la primera opción era la que veía más viable y conveniente para todos, a pesar de lo poco que me gustara, era posible hacerlo funcionar. - Por una parte no quiero involucrar a nadie inocente, en especial a mi sangre ni la tuya, por otra parte... No quiero separarlos aún más. Como ves es complicado.

El Kamizuru y la Ashira habían sido sus padres por tanto años, cargando con mis responsabilidades mientras yo huía a lo desconocido, siguiendo el sendero que había seguido mi viejo abandonando a su propia sangre, sin permitirles crecer, sin permitirles conocer más sobre mi y más importante, sobre ellos mismos - Lo pensé por más de una década, el que quizás ya no me necesitaran luego de tantos años. Habiendo crecido, convirtiéndose en lo que quisieran ser, pero luego me di cuenta que solo repetía un patrón por experiencia propia. Ni siquiera sabía de su existencia hasta que lo escuché de Karibachi, y aún así decidí poner los pies en el mismo camino que alguien más había recorrido. 

Esperaba hasta cierto punto que entendiera de que hablaba, pero en incierto saberlo de todas formas, no la culparía si no lo hacía. Luego de escucharle la mujer señaló que podía ir a despertarles si así lo deseaba, algo que me hacía algo de gracia en el interior, pues había sentido esos Chakras inquietos desde los primeros minutos luego de sentarme en su mesa, probablemente despertados por el llamado a la puerta, habiendo capturado su atención el que un extraño habría convencido a su cuidadora de dejarle entrar tan fácilmente. - Hehe... No creo que sea necesario, llevan despiertos desde hace un rato. Supongo que algunas cosas vienen con la sangre... Y otras se contagian por la rutina. - Señalé con una pequeña burla, si podían darse el lujo de hacer ese tipo de cosas solo significaba que ya habían tenido una mejor vida que la mía a su edad, algo que de cierto modo me tranquilizaba. - Me pregunto de quien hab-

La plática sería interrumpida de repente. - ¿Cómo lo supo? - Escucharía mi propia voz de hace más de quince años en Shion, nublada por la separación entre habitaciones, alzaría la ceja suavemente a ello. Karibachi me había hablado de lo mucho que se parecían a mi, pero a pesar de las expectativas... No estaba listo para ello. - Mía. La idea fue mía, lo siento. - La puerta se abrió lentamente revelando otra voz y otro rostro, esta vez era el de su hermana. Botan, el Kamizuru me había contado tantas sobre ellos, era irreal verlos ahora, literalmente no tenía palabras, pero si de una cosa estaba seguro era de que mentía, quizás para proteger a su hermano, o a su hermana adoptiva de una reprimenda por parte de su madre.

Mi mano apretaría un poco el asa de la pequeña taza que había preparado Bakura. - Eres... Realmente eres él. - Podrían ver el inquieto movimiento de mi mano libre arrugando con suavidad la tela de mi pantalón. - El tío Karibachi nos contó de tu extraña habilidad de saber cosas que nadie más sabría... - No era la mejor manera para abrir una conversación, demonios, ni siquiera sabría como empezar una conversación así, me limitaría a dejar la mesa y ponerme de pie al mismo tiempo que los mellizos se acercaban, miradas inquietas, pero seguras de que yo era quien decía ser, hasta que finalmente quedamos frente a frente. - Yo... Lo lam- No podía vitar volver a repetirme cuanto sentía el no haber estado antes, pero sería interrumpido por el repentino calor de un abrazo por parte de los niños, mis niños, mis hijos.

- Calla, lo escuchamos todo. - La voz ligeramente quebrada de Botan me interrumpiría. - Se que lo sabes. - Preferí callar, atónito por la situación, sin darme cuenta mis brazos los cubrirían para corresponder su abrazo. ¿Qué más podías hacer? Es lo que yo hubiera hecho... Si hubiera tenido la oportunidad y hubiera sabido solo un poco más, pero el ciclo al fin se había roto, y no permitiría que se repita de nuevo...
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Encontrar a un Ryth empático y comprensivo con respecto a mis intenciones lograba calmar la fiera interior que había logrado despertar en mí desde el momento en que decidió despertarme tan temprano. Jugué con la taza, pensativa. Acaricié suavemente el borde del recipiente, lo moví de lado a lado. Contemplar las posibilidades con sus ventajas y desventajas es algo sumamente complicado. Al fin di un sorbo para sacarme de ese trance en el que yo misma me había metido.— No van a estar seguros en ningún lugar que no sea con quienes más les protegen. —No utilizaría la palabra padres por respeto y empatía con él, si bien era algo que ya tenía prácticamente automatizado.— Mis padres no dudaron en su día en instruirme como kunoichi y lanzarme al campo de batalla si fuera necesario. No deberíamos pensarlo tanto, ¿no? —Eso decía pero la duda aún estaba presente en mi voz. ¿Por qué yo tenía que tener el reconcome en la cabeza? Suspiré con cierta pesadez. Seguía con la idea de que no estarían mejor en ninguna otra parte que no fuera con nosotros.

Sus palabras, sus pensamientos, denotaban un gran arrepentimiento y tristeza. Sí, por supuesto que era capaz de entenderle. ¡Faltaría más! Pero como papel de madre que había tenido que tomar, también miraba con el bien de los niños y ellos, por mucho que nos tuvieran a Karibachi, a Chouko y a mí, no somos Ryth. ¿Qué decirle? Sin adornar mis palabras, sin hacerle creer algo que no fuera verdad.— Sea como fuere, ya no hay vuelta atrás, Ryth. Vas a tener que enfrentarte a ese pasado y seguir el camino que tú has elegido. —No era a mí a quien tenía que pedirle perdón, él no buscaba mi perdón. Más bien, si acaso, y tenía que darle las gracias por dejarme estar en la vida de esos dos granujas a los que he llegado a considerar parte de mi familia, gracias por permitirme estar en sus vidas y seguir en ellas. Pero este es su arco de redención con sus hijos y no seré yo quien lo estropee con más maternalismos innecesarios.

Algo que no esperaba es que los niños estuvieran tras la puerta, escuchando conversaciones ajenas. Efectivamente, quise reprenderlos, pero no pude. La conversación entre padre e hijos tornó tan natural, tan emotiva. Sentí que me flaqueaban las piernas. En muchas ocasiones quise ahogar en el río a estos tres críos pero a la hora de la verdad daban tanto amor. Quise abrazar a mi Chouko, por lo que extendí mi mano hacia ella, ante lo cual me hizo un quiebro muy feo. Malditos quince años. Que ganas de que supere la adolescencia.

¿Cómo íbamos a separarlos ahora que se habían reencontrado? Ryth mismo lo había dicho: este es el camino que él ha elegido emprender.— Niños, recoged lo esencial. Todos. Nos vamos de Heiwa. —En algún momento alguien tendría que hablar y, con todo el perdón del mundo, devolverles los pies a la tierra.
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Última modificación: 08-02-2023, 02:52 PM por Ryth.
El tiempo se había detenido para los tres, pero solo yo escuchaba las manecillas, moviéndose lentamente en su ritmo característico, cada componente, cada engranaje en perfecta sintonía con la realidad recordándome que el mundo seguía avanzando sin importa que suceda, un constante recordatorio de que un simple acto podía cambiar el curso de la historia, de que se podían tener segundas oportunidades.

El abrazo se terminaría y podría verles con más detenimiento, mi zurda se apoyaría en el hombro de Shion y mi diestra en la cabeza de Botan, mi cuaderno el dichoso reloj de bolsillo por fin se caerían de entre mis ropas por el movimiento. Ambos eran idénticos, realmente era como verse en un espejo, pero en el caso de Shion los mismos ojos acusadores que su madre poseía me estudiaban del mismo modo, podía verlo, y seguramente él lo vería en mi, pero no era el tipo duro que estaba aparentando ser, si hubiera hablado en ese momento probablemente tendría ese mismo tono quebrado que su hermana había dejado salir antes de lanzarse hacia mi, también me estudiaba con curiosidad y duda, era difícil interpretar que pasaban por esos ojos grises, ahora me daba cuenta del por que mis hermanos tenían problemas al entenderme. Me preguntaba que estarían interpretando de lo que estudiaran de mi, si tendrían el mismo problema que su madre para ver mis intenciones sin precipitarse, aunque supongo que eso era algo que ya podía dar por sentado, habían tenido un buen ejemplo de todas formas, no me desconocían del todo, pero una cosa era que te cuenten sobre tu padre, y otra era verlo y conocerlo por ti mismo. ¿Qué tanto les habrían hablado de mi? ¿Qué tanto sería cierto y que tanto una pequeña exageración por falta de contexto?

Siempre había sido transparente con Karibachi, pero tanto él como los que me rodeaban sabían que me guardaba demasiadas cosas para mi mismo, no solo información que podía ser peligrosa en su tiempo, si no partes de mi propia persona que no quería que vieran. ¿Harían ellos lo mismo? ¿Sabrían siquiera ello? Solo esperaba no cometer ese mismo error con ellos, pero no era momento de pensar en ello, la voz de Bakura nos traería de vuelta a la realidad, las manecillas en mi mente se calmarían y la voz de Shion replicaría en su dirección observando el libro y recogiéndolo, una foto vieja y dañada sería lo primero que vería al abrirlo, un vistazo al pasado en el que extrañamente se vería a si mismo al lado de personas que no conocía. - ¿Qué? ¿Ahora? - Por otra parte Botan se había dado cuenta de que el viejo artilugio había caído al suelo y lo tomaría con cuidado. - Pero... ¿A donde?

Diría levantando el cacharro y observando el reverso, observando el símbolo rayado de un nación que había caído no hace más de un par de décadas. - Hahh... Cierto. Karibachi y yo acordamos vernos en mi campamento en el país de los pájaros en más o menos una o dos semanas. - Comenté en respuesta a la Ashira, el pequeño artilugio se abriría para su sorpresa, no solo revelado un hermoso patrón mecánico, si no un grabado que no entendería en el borde.  - El viaje dura cerca de un día y medio, así que realmente no hay mucha prisa. Es por eso que vine lo más antes posible. - Continué esperando que comprenda que no andábamos faltos de tiempo y que quizás... Solo quizás quería quedarme un poco más... - Además... Tengo un estómago vacío y podría caer dormido en el piso en cualquier momento Hehe...

Los chicos pondrían mis cosas en la mesa y observarían a Bakura, como si estuvieran conspirando conmigo en su contra para esperar un poco más antes de irnos.

La Foto
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La reacción de Chouko no fue muy dispar a la de los otros dos mayores, y es que reaccionó con la misma sorpresa que sus dos hermanos adoptivos, aunque quizá ella era la que menos sorpresa se llevó. Acaricié su cabeza contra su voluntad; ya que no podía tomarle de la mano u otorgarle un abrazo maternal, por lo menos la molestaría un poco. Asentí con la cabeza mientras me ponía en pie para responder a sus escuetas preguntas. No había mucho más que decir, había que hacer las maletas y abandonar aquel lugar.

Al escuchar las siguientes declaraciones de Ryth, volví a sentarme. Quizá me había emocionado demasiado con aquella escena tan paternal y aún debía hacer unas cuantas preguntas sobre lo que quería o no quería hacer. Carraspeé, avergonzada al saber que no hacía falta meterse tanta prisa, además, la mirada conspiratoria de los niños dejaba bastante claro lo que buscaban.— Cierto, no te he invitado a nada más que un té. —Di unos golpes sobre la mesa con el dedo índice, pensativa. Hice una pequeña pausa para mirar el reloj de aquella sala. Aún faltaba media hora para la hora del desayuno pero por un día podía hacer una pequeña excepción.— Supongo que hay mucho de lo que hablar. —Volví a ponerme en pie, esta vez para quitarme la bata en cuestión y ponerme el delantal.— ¿Qué quieres desayunar? No tenemos grandes manjares pero prometo que por lo menos no desfallecerás en el suelo. —Puse los brazos en forma de jarra mientras esperaba a que me diera una respuesta. En lo que se lo planteaba y no, miré a los niños, pensando en mandarles a ducharse y vestirse, pero hacían tan bonita estampa familiar que decidí mirar únicamente a Chouko.— Ve duchándote y vistiéndote, cielo. —Si pregunta, es porque es la pequeña de la casa. Ni se molestó en preguntar, entendió que sobraba un poco en todo esto, aunque el asunto también le concernía a ella, ella tendría que abandonar también la que había sido su casa.

Entre tanto fui sacando unas rodajas de pan y mermelada de fresa y melocotón, planteando en preparar el café y, como mínimo, el arroz. Quizá él no querría café, pues lo que necesitaba era dormir. Por mi parte, yo necesitaba todo lo contrario. Dejé un corto espacio de tiempo para que hablaran todo lo que quisieran, se dijeran todo lo que quisieran y llorasen todo lo que quisieran, pero por desgracia yo también tenía cosas importantes que charlar con papá Ryth. Hnm. Que raro se hace, normalmente es papá Karibachi. Hablando de Karibachi.— A todas estas, ¿a dónde ha ido ese granuja que se hace llamar pareja y padre? —Podía ser que tardáramos (con tres adolescentes a cuestas y redondeando a la alza), dos días y a falta de dos a tres semanas…—  ¿Por qué dentro de tanto tiempo?
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Bakura ofrecería adelantar un poco la comida. - Hehe... No te preocupes, lo que sea que desayunen ustedes será suficiente. - Le respondería retirando mi manto del cuello y poniéndolo en su sillón, también me quitaría la gabardina y pondría la hoja que cargaba conmigo a su lado, era pesada y aunque no la usaba mucho servía para intimidar de un modo u otro. - Y si no, siempre puedo salir a cazar un par de conejos, no tienen mucha carne, pero son un manjar. - Me sentaría en la mesa y le daría una suave palmada a la cubierta del libro, invitando a los chicos a echarle un ojo. - Además hay mucho de que hablar... Y honestamente ni siquiera se por donde empezar - Diría tomando mi taza con la intención de terminarme mi té, el dichoso reloj descansa en centro de la mesa. - Queremos saber que pasó realmente. - Diría uno de ellos. - La historia sobre tu desaparición nos la contó el tío karibachi. - ¿Era normal que terminen la oración del otro? Probablemente, aunque no tenía forma de confirmarlo a menos que preguntara. - Pero el siempre dijo que solo tu sabías la verdad.

Me quedé pensando un momento. - Siendo sinceros, ni siquiera yo se todos los detalles. Pero puedo contar mi versión de los hechos, así que póngase cómodos Hehe. - Dije suspirando y realizando una tanda rápida de sellos, si iba a contar esa historia al menos haría que fuera un espectáculo a la vista. - Eran momentos difíciles para todos, la guerra con Kumo había acabado y luego de participar en ella estaba harto de la vida Shinobi, era mi último trabajo antes de retirarme y no se, hacer una vida con su madre. - Del centro de mi reloj una proyección de Chakra mostrando la antigua Nueva Iwa, un bar lleno de vida y Shinobi sedientos, un lugar donde podían quitarse la bandana y ser iguales. - Suna lanzaría una campaña contra un pueblo "esclavista" y había hecho una convocatoria para los Shinobi de Suna activos, yo me negué a participar en la operación. Resulta que no era un asalto para liberar esclavos, era un asalto para eliminar insurgentes de la nación del sol. - A medida que narraba la historia una imagen igual a la de Shion sostendría un panfleto con la firma de Sunagakura, simplemente lo echaría a volar a los aires. - En fin, detalles aparte, la operación tuvo luz verde durante la noche mientras yo atendía mi viejo bar, y fue en el momento que cerraba el lugar en el que sentí como si los hilos del universo se desenredaran frente a mis ojos, en un parpadeo había desaparecido de Nueva Iwa y me encontraba en medio de un conflicto armado entre suna y los insurgentes. - El entorno cambiaría nuevamente, mi imagen en aquella puerta vería el mundo fragmentarse como un vidrio roto, la tela del espacio rasgándose para realinearse en lo que sería la antigua ciudad de Pashubo. - Hubiera sido fácil para mí reportarme con Suna, pero no había sido ese bando el que me había traído a la fuerza, fue... Un hermano, el pequeño de la foto que viste, estaba liderando a esos rebeldes, no lo había visto en mucho tiempo, lo creía muerto.

Una batalla campal, una enorme serpiente arrasando el campo de batalla y un muchacho montado en lo que parecía ser un murciélago gigante, viejos conocidos en una batalla que no era suya. - Así que lo ayudaste... - Señaló uno de ellos, viendo como imagen invocaba una segunda serpiente de entre las dunas. - No te cazaban por ser un traidor, te cazaban por no ser un "buen soldado"... - susurró su hermano mientras le echaba una mirada al dichoso libro. - Hehe... No exactamente, la mejor parte está cerca. El ejército del viento estaba comandado por un general  de nombre Hagiri Pakura, un patriota con el que había tenido ciertos... Desacuerdos anteriormente, aunque esa es una historia para otro momento. - La imagen del Shinobi de Suna cortaría en dos la primera serpiente y continuaría peleando con tropas enemigas, su resplandeciente espada bañada en la sangre evaporada de sus enemigos.

- Entre ellos se encontraban el Kazekage en persona, un pobre hipócrita que se ahogaba en sus propias aspiraciones, el plan era inmovilizarle. - El mencionado saldría volando de entre los cielos haciendo llover el infierno entre las unidades de tierra. - Si su líder quedaba incapacitado perdían por lo menos la mitad de su potencia de fuego, y eso fue lo que hice, no era muy listo, los trucos mentales lograron distraerlo lo suficiente como para casi tomar su vida y huir en el proceso. - Su movimiento se pararía en seco, un ángel de alas negros se dispararía para darle el golpe final, si Bakura estaba prestando atención vería las alas de papel, pero este también se detendría, no solo llovía el infierno, llovían edificios, gente, era un espectáculo visual que superaba cualquier obra de ficción que los chicos hubieran leído hasta ahora. - Pero no contábamos con que traerían refuerzos, ni con que Pakura lograra identificarnos, tuvimos que organizar una retirada y salir corriendo como ratas. El resto es historia...

Las tropas del viento aparecerían de la nada, todos los presentes se abrirían camino entre la ciudad, batallando y huyendo, mi imagen se atascaría en una cerca de acero, la gabardina sería la culpable, y nuevamente desaparecería de esta realidad para aparecer en otra, la gabardina sería encontrada por Pakura, pero rápidamente desaparecería por obra del pequeño Maki que me había traído a todo ese caos. - Tuviste más encuentros con Pakura ¿Cierto? - Se verían ambas figuras chocar en múltiple ocasiones, pero siempre terminaba del mismo modo, uno huyendo de entre las llamas para no ser visto más por un tiempo. - Chico listo, me llevé un par de recuerdos. - La proyección se desvanecería, mi cuerpo se relajaría y mi mano se extendería a la hoja que descansaba en el costado de su aparentemente cómodo sillón. - ¡¿Le robaste su espada?! - Exclamaría su hermana de repente con un brillo particular en sus grises y nublados ojos. - Haha... Una de muchas. Hoja recta, guarda cruzada con doble filo, nada especial, pero le empezó a pillar cariño a este tipo de hojas con el tiempo.

Casi había olvidado la pregunta de Bakura acerca del Kamizuru. - Sobre Karibachi, me dijo que iba a buscar a alguien que podría ser de ayuda, probablemente al este si no pudo pasar por Heiwa en primer lugar, así que asumo será cruzando los mares. - Le dije encogiéndome de hombros suavemente, terminé mi te de un trago pensativo, tenía una idea pero no quería tirar una conclusión precipitada. - Quizás incluso en Kirigakure, conociéndole sabrá donde buscar sin meterse en muchos problemas. - Sonreiría suavemente. - Y con tanto tiempo libre podremos ponernos al corriente por así decirlo... Lamento la historia larga Hehe...

- A mi me gustó la historia... - Señalaría Botan mientras hacía girar el artilugio y se apoyaba en su brazo, su hermano asentiría mientras leía el libro gastado, cuidadoso de no dañar las viejas hojas, podía ver curiosidad en sus ojos, la maldición del conocimiento...

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Me encantaría decir que seguí a lo mío, haciendo el correspondiente desayuno para todos pero no es así. La historia que Ryth empezó a contar logró captar toda mi atención. Al igual que los niños, su historia solo había sido capaz de escucharla a través de las palabras de Karibachi y, siendo sincera, le gusta mucho la floritura, tanto que en ocasiones sentía que yo misma me perdía en mitad del desierto suniano que él mismo describía con tanto detalle. Bostecé tapándome la boca con la mano, intentando no interrumpir la historia con el gesto. Tenía algo de sueño, provocado por lo temprano que me habían despertado. Para variar, yo era quien menos había dormido en esa casa.

Cuando llegó a la escena del Kazekage intenté recuperar la concentración en mis quehaceres. Hice una breve pausa para ir a revisar que Chouko estuviera haciendo lo propio. Así era, por lo que volví al salón-comedor-cocina, esta vez sí, para hacer el desayuno. El agua para el arroz estaba hirviendo, por lo que eché ración para cinco, la ración más común en casa. Puse la sartén a calentar con una pizca de mantequilla. Una vez se hubiera calentado un ápice, puse una rebanada de pan tras otra para hacer tostadas. Fui sacando las mermeladas para dejarlas sobre la mesa que unía el salón y la cocina, que hacía de comedor en aquella humilde morada con apenas cuatro cosas contadas.

En cuanto pudo, Chouko volvió para poder escuchar la historia, como si fuese parte de su historia, parte de su legado. En cierta forma lo era, pues ella había formado parte de la familia tanto como Karibachi o como yo, por lo que comprendía su curiosidad. Me sorprendió gratamente la velocidad con la que actuó. Fue, cuanto menos, curiosa. Normalmente alargaba la ducha todo lo que pudiera, más aún en días de invierno, sin embargo hoy tardó diez minutos contados. Salió incluso con el pelo mojado.— Te vas a poner mala, mariposilla. —Me respondió haciendo un gesto brusco con la mano, a lo cual después añadió…— No pasa nada. Soy más fuerte de lo que crees.

Inevitablemente suspiré. Esta niña no tiene ningún remedio. Se nota de quien es hija, tanto por parte materna como por parte paterna.

Al fin obtuve respuesta tras aquella larga historia. Para su desgracia me pilló sacando los cubiertos cuando comentó que Karibachi había ido a otro lugar, en búsqueda de otra persona. Fruncí el ceño, claramente molesta, mientras sonreía, intentando aparentar cierta tranquilidad inexistente.— Créeme, no es preocupación lo que siento por él. —Admití al fin mientras iba sacando poco a poco las tostadas mientras aún iba revisando cómo iba el arroz. Le faltaba poco.— Debo decir que a mí también me ha gustado. —Y claramente Chouko también. Lo último que quería era que mi invitado se sintiera como una molestia, siendo la mayor de ellas que me hubiera despertado tan temprano pero nada de lo que él no fuera plenamente consciente.— Exactamente ¿qué estáis tramando? —Pregunté mientras servía las dos primeras tostadas. Contaba con que él estuviera muerto de hambre, los niños podían esperar un poco, una mirada fue lo que necesité para que no protestaran al ver que no toda la comida salía a la vez.— Irme de aquí no me duele, mi hogar está con ellos, y confío en Karibachi, pero me falta información, o por lo menos esa es la sensación que me estás dando.
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La mujer parecía intrigada por la historia que había contado, había omitido muchos detalles innecesarios, pero el uso de la ilusiones de Chakra serían clave para hacer una presentación más digerible y... Teatral de mis versión de los hechos, su pequeña saldría de su ducha algo apresurada, ni siquiera había secado su cabello de manera apropiada, no es que pudiera culparla aunque quisiera de todas formas. " La manzana no cae muy lejos del árbol aparentemente... " Pensaría al ver como respondería ante la sugerencia de su madre, era joven, igual que explosiva o quizás aún más que la Ashira aunque tampoco quería averiguarlo de primera mano, ese tipo de persona era muy inestable emocionalmente o al menos eran más expresivos con ello, literalmente.

La comida llegaría pronto, los chicos le harían ojitos a Bakura, seguramente esperando la comida, observaría atento, arroz, suficiente para un pelotón... O una familia, quizás lo estaba viendo todo desde un punto demasiado estratégico, tenía que relajarme y haría eso llenando el estómago antes que nada. - Ghmm... Lo necesitaba... Gracias. - Diría dándole un mordisco a la primera tostada, tenía buen sabor, lástima que no podríamos disfrutar de productos así en el futuro, mi reloj repicaría aún en medio de la mesa, la ilusión no había terminado, simplemente estaba esperando el momento adecuado. - El objetivo es sencillo, como sabes las cosas no están del todo bien, se que estuviste ahí cuando todo pasó. - Imágenes de los sucesos se proyectarían desde su centro de manera rotatoria mientras comía una segunda tostada. - Ghmm... Se ha perdido muchas vidas, mucha historia. El mundo merece saber la verdad y poner fin a la era de los falsos dioses. - Extendería mi mano, imágenes de los líderes conocidos se mostrarían del mismo modo. - Han robado suficiente, tierras y pueblos que nunca defenderán. Nunca amarán. - Cerraría mi puño suavemente. - Les daremos caza, uno por uno. - Miraría a Bakura de manera segura, los detalles no estaban del todo claros, pues primero teníamos que reunirnos en el punto acordado con quien sea que trajera Karibachi. - Caerán.

Apuntaría con media tostada en mano, la ilusión se desvanecería al escuchar lo que Botan tenía que decir. - Queremos ayudar. - Mi expresión cambiaría a una más seria. - No, no puedo ponerlos en riesgo. - Shion estaría listo para replicar al respecto pero pondría una oferta en la mesa que podría tener sentido para ellos. - Pero no significa que no puedo enseñarles a protegerse, tendrán que aprender tarde o temprano de todas formas... - Terminaría la tostada y ambos suspirarían y asentirían ligeramente frustrados.

Apoyaría ambos codos sobre la mesa y juntaría mis manos, mi diestra cubriendo mi zurda en forma de puño, agudizaría la mirada en dirección a todos los presentes. - La hora ha llegado. - Diría luego de una pequeña pausa, una pequeña sonrisa se asomaría de entre mis labios, aunque sería difícil de ver la posición en la que estaba. - De hablarles en un idioma que si entiendan...
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Por muchos ojitos que pusieran, las prioridades estaban más que claras en esa casa, aún más cuando marco yo el ritmo, los límites y, en general, las normas. Desconocía cuánto tiempo llevaba Ryth sin comer, y ante la duda, mejor alimentar al hambriento, o eso dicen los más devotos a ciertos dioses. Sinceramente, antes prefiero alimentarme yo y a mi gente, si bien en este caso Ryth cumple el requisito de hambriento y de formar parte de mi gente.— Para eso estamos. —Respondí a su agradecimiento. Al fin y al cabo estamos para ayudarnos en las buenas y en las malas desde hace bastante tiempo, ¿cierto?

La conversación y las imágenes continuarían. Mi concentración se tendría que dividir en varias partes, pues tenía que estar pendiente de que la comida no se quemara y de que la conversación continuara por su cauce normal. Sin embargo la comida pasaría a un segundo plano.— Mariposita, ¿puedes estar pendiente de lo que queda de comida? —Puso los ojos en blanco. Ahí estaba la adolescente insoportable que conozco. Que ganas de que se termine esta etapa de su vida y empiece a darse cuenta de que lo que sus padres hacen por ella es con un buen motivo y no solo por molestar, aunque en ocasiones sí que disfruto de hacerlo.— No me mires así, anda. —Supliqué con cierto agotamiento en la voz. Sé que nadie está de buen humor en la mañana, yo tampoco lo estoy. Siendo sinceros recuerdo que de pequeña yo también detestaba tener visitas en casa pero ahora entiendo a mi madre: en muchas ocasiones no es algo que uno decida. Tomé asiento frente a Ryth.— ¿Estáis locos? Bastante peliaguda está la situación como para empeorarla nosotros. —O por el contrario, arreglarlo. Fuera como fuese, se trataba de meternos en un conflicto del que habíamos intentado huir antes de que nos dieran caza.

Ya lo que me faltaba, Botan. —Esbocé ante su propuesta. Chouko miró con ilusión a Botan y con desaprobación a mí.— ¡Pero mamá! —No. Por encima de mi cadáver. Ahí tenía que darle del todo la razón a Ryth. No iba a poner en peligro a lo más preciado de mi vida que eran nuestros hijos. Nuestro futuro.— Aquí estoy de acuerdo con Ryth. No podemos poneros en riesgo. —Me crucé de brazos, en señal de mantenerme firme en mi decisión. No iba a cambiar de opinión, no por lo menos de forma sencilla.

Y ahí estaba Ryth. Hablando. Estaría muy guapo con la boca cerrada. Quizá un poco de cinta adhesiva le ayudaría. Apoyé los codos sobre la mesa, dejando los brazos extendidos.— Ya conocen lo básico para defenderse. El monte Heiwa es perfecto para esta clase de cosas. —Nada como el campo y troncos para empezar a entrenar, como todos habíamos hecho en mayor o menor medida de jóvenes, o por lo menos los que tuvimos el placer de entrenar en la academia ninja de una aldea. Llevé dos dedos a mi frente, masajeando mi entrecejo. Santa paciencia. De tal padre, tales hijos. Está claro que los genes sí afectan en algo en la personalidad. Miré de reojo a Chouko, quien ya estaba sirviendo la comida.— Gracias, cariño. —Me levanté para ayudarla a sacar los cubiertos y terminar de servir el arroz y las tostadas para todos. Por lo menos Ryth no comería él solo.— Solo son niños, Ryth, cuidado con lo que les dices. —Niños de diecisiete y quince años. Tan niños no eran, lo sé, pero mi espíritu maternal no ayuda.
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La mujer parecía estar de acuerdo con lo que decía, no era sabio involucrar más de lo debido a lo único que quedaba de tu legado, sería probablemente parte de la última generación de Shinobi con el entrenamiento del antiguo sistema, antes de que las cosas cambien y todo se vuelva más... Suave y vulnerable, los había visto en acción, todos esos jóvenes sin aspiraciones ni necesidad de lograr algo salvo servir a su patria, era la misma mirada que tenía Pakura todo el tiempo, no me gustaba. Pues solo significaba que vivían reprimidos a lo que alguien con un rango mayor quisiera de ellos. - No lo niego, pero si van a venir con nosotros tarde o temprano sus asuntos y los nuestros van a confluir y no podremos hacer nada al respecto salvo apoyarles y estar a su lado. - Le respondí descansando una mirada melancólica sobre los niños, los tres. - Es mejor que tengan las respuestas que necesiten antes de que sea muy tarde y se vean forzados a buscarlas por su propia cuenta. - Extendería la mano en dirección a cada uno de ellos, la Ashira podría escuchar cierto arrepentimiento o desconsuelo en esas palabras. " Pues no pienso repetir los errores de mis predecesores. " Suspiré y decidí cambiar a un tema un poco más calmado.

Empezaría con el arroz. - Ghmm... Además, necesito conocer las verdaderas capacidades de todos los involucrados empezando por quien parece tener los pantalones en esta casa antes de realizar el Rendezvous en el lugar acordado Hehe... - Señalaría con la cuchara a la mujer con una sonrisa suave y algo burlona, alzando ligeramente la ceja. - ¿Rendezvous? - Susurraría Botan de manera curiosa y algo confundida a su hermano. - Es como los militares establecen puntos de encuentro. Lo leí en algunos manuales polvorientos... - Su hermano respondería con otro susurro, al menos ya sabía quien de los dos estaba más cómodo con la teoría que con la práctica. - Oh... Interesante. - No parecían ser la típica pareja de hermanos que tendrían recelo por el otro, quizás en un pasado hubiera sido así, no lo sabía. Pero no importaba del todo, habían tenido una buena educación después de todo, algo que agradecía de manera infinita a la pareja de la roca.

Le daría un bocado a mi cuchara con arroz, me hubiera gustado revolverlo con algo de huevo y sal, unos cuantos tomates y cebollas picados con limón hacían un buen plato mañanero. - Cuéntame Bakura. - Le diría a la Ashira. - ¿En que te especializas aparte de los fuegos artificiales?
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Y razón no le faltaban a sus palabras. No es como si no fuese un tema que hubiese peleado a capa y espada con Karibachi, siendo evidente cada postura. Siendo justos, Karibachi era más estoico con esta decisión. Pero aún así es por esas discusiones (o por lo menos lo que yo consideraba discusiones) que los niños habían aprendido por lo menos lo esencial para ser capaz de defenderse. Nosotros habíamos huido de nuestro hogar precisamente por nuestra condición de shinobis de Iwa. No quería que ellos se vieran forzados a algo ni mínimamente parecido tan solo por hacerles aprender técnicas ninja, si bien es cierto que ellos se veían del todo dispuestos a aprender cosas incluso que escapan a mi propio conocimiento.— Ryth. —Inicié con un alto grado de seriedad en la voz, dispuesta a reprenderle por animarles, a los tres. Erguí la espalda, hasta que me desinflé yo misma con un suspiro, apoyando la espalda en la silla, encogiéndome de hombros. Una parte de mí pensó: Botan y Shion son tus hijos, tú decides, pero esa parte de mí se rompió en mil pedazos con solo pensar en esa idea.— Solo no quiero que se vean obligados a batallar pero tampoco a huir. Me preocupan. Mucho. —Enfaticé. ¿Ganaba algo peleando mi postura? De repente Karibachi había ganado un aliado en algo más que sus posiciones políticas. Acaricié mi entrecejo con dos dedos, pensativa.— No quiero estar delante. Me desentiendo de ese tema. —Eso diría pero probablemente luego haría todo lo contrario y les apoyara en todo. Así somos las madres, ¿no? Haz lo que quieras, tú sabrás, luego no me vengas llorando pero luego eres la primera que le das un fuerte abrazo para que lloren entre tus brazos.

Llevar los pantalones en esta casa, ¿eh? Consiguió sacarme una característica sonrisa, de esas que demuestran una clara victoria.— Siendo justos, Karibachi lleva un manto. ¿Crees acaso que lleva algo debajo? Créeme, hay días que solo le he visto con el manto puesto. —¿Era esa la primera broma que hacía durante toda aquella charla? Por mi parte empezaría a comer, al igual que Chouko. Estábamos todos ansiosos por desayunar. Untaría mermelada de fresa en una tostada antes de empezar a comerla. Me encantan las fresas.— ¿Quieres pelear contra mí, Ryth? —Pregunté con la boca llena, mientras mi diestra tapaba mi boca para que no me viera masticar la comida, no quería ser de muy mal gusto. Daría un nuevo bocado.

Cuando al fin hice una pausa para poder responder a su pregunta, solté la tostada, dejándola con apenas un bocado que Chouko me robaría. Le lancé una mirada fulminadora antes de que se la terminara. Lo comprendió y entonces la soltó. Corregí mi expresión a una amplia sonrisa, congratulada por el resultado obtenido. Volví a mirar a Ryth.— Hey, no ofendas a mis fuegos artificiales. Dame un poco de harina y te incendio todo el bosque. —Cosa que por supuesto no haría.— En realidad prefiero tirar por la distracción con esos llamados fuegos artificiales, así que no suelen ser tan llamativos como ese espectáculo de luces y sonido. Volví a tomar la tostada.Más allá de eso, manejo el doton. ¿Te sirve como respuesta a tu pregunta?
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Aunque no parecía apoyar del todo mi postura, podía ver que la entendía de cierto modo. Y del mismo modo sentía que con ello bastaba para poder cambiar de tema, en el cual no dudaría en soltar un broma, quizás su primera broma del día. - Haha... No lo se, tu dime. - Le respondería con cierto descaro y una expresión relajada, esperaba que pillara de lo que hablaba, pues no era del todo sutil que digamos. Fuera como fuera la comida prosiguió y la mujer lanzó la pregunta que de cierto modo había anticipado, alguien de su actitud era fácilmente influenciado por burlas y toreos, supongo que el temperamento también jugaba como factor importante. Después de todo cada uno respondía de un modo distinto a ese tipo de situaciones, al contrario de la Ashira yo era muy propenso a soltar bromas y burlas en casos así, no era mejor, y de hecho lo categorizaría como algo incluso peor en algunos aspectos.

Me cubriría la boca para hablar al igual que ella. - Hehe. Interesante propuesta, seguro sería un espectáculo para los niños. - Miraría a los tres pensativo. - ¿La han visto pelear antes? - Preguntaría curioso, negarían rápidamente con la cabeza para resumir en su desayuno. " Curioso... " Pensé mientras comía otro bocado de arroz. - He visto la estrategia antes, aunque no he tenido la chance de experimentarla de primera mano. - Comentaría terminando la comida y tomando una tostada que había dejado para el final, untaría algo de mermelada en la misma. - Ya que me has contado un poco de tus métodos yo te hablaré de los míos. - Le daría un mordisco a la tostada.

- Como ya sabes soy un Yoichi, no puede hacer los bonitos fuegos artificiales que tu haces pero mis flechas pueden cumplir un rol similar como distracción en el campo. - Señalaría antes de terminarme la tostada. - Sumado a ello manejo el Suiton como elemento principal. - Suspiré suavemente, satisfecho por el desayuno. - Gracias por la comida. ¿Sabes? ¿Qué les parece si mañana les hago yo el desayuno? - Los muchachos intercambiarían miradas confundidas por la repentina sugerencia solo para encogerse de hombros, lo tomaría como un si. - Además. Se lo debo por haberles levantado tan temprano Hehe... - Terminaría con una sonrisa amigable en dirección a Bakura.
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Tú dime. La sonrisa picarona que se esbozó en mi rostro tuvo que ser más que evidente para Ryth. Un fugaz pensamiento pasó por mi cabeza, y me encantaría admitir que fue de un tono más bien lascivo pero todo lo contrario, pues la imagen que se vino a mi cabeza fue más bien cómica.— Mantendré su privacidad a buen recaudo. —Cuando en realidad lo que quería decir era que tenía a una niña de quince años a mi lado y cualquier broma subida de tono, o incluso muestras de cariño, aún le resultaba asqueroso y repulsivo. Como a cualquier adolescente de su edad. Ver que tus padres se dan un beso y apartar inmediatamente la mirada. Así era Chouko, quien decidió lanzarme una fugaz mirada, pendiente de mis siguientes palabras. Un gran alivio se tuvo que llevar en el momento en que comprobó que no diría nada más al respecto.

Un digno espectáculo de fuegos artificiales, ¿cierto? —Mantuve la broma. Nunca nadie se había dignado a menospreciar mis jutsus llamándolos de esa forma. En cuanto formuló la pregunta acerca de la pelea, enarqué una ceja, pendiente de la respuesta de los niños. Era algo que yo misma nunca me había atrevido a preguntar. Siempre había procurado mantener ocultas aquellas bocas extra que mi cuerpo poseía, junto a los pertinentes jutsus que podía realizar con ellas, si bien es cierto que en quince largos años no había podido dejar de utilizarlos de forma permanente y mucho menos de forma bélica. Ryth no era el primer forastero que aparecía en el monte Heiwa y tampoco era la primera persona que se veía siendo amenazada por aquella persona a la que le pedía cobijo.— Una pena. Es un espectáculo de ruido, luces y colores digno de admirar y sentir en la propia piel. —Bromeé una vez más. En realidad no buscaba esa pelea, había sido una pregunta retórica, de estas que no esperan respuesta. No, por supuesto que no era algo digno de experimentar. Más de una vez me quemé yo misma haciendo mis propios experimentos. Se aprende a las malas. Está claro que el famoso ensayo-error funciona conmigo.

Escuché su diálogo con suma atención. Llevaba tantos años sin conocer a un shinobi que no fuera Karibachi que ya hasta me resultaba complicado imaginar una combinación de ambas cosas.— Solo espero que no hagas que los niños cojan flechas. —En realidad contaba con ello. Fue más bien una mala forma de quitarle hierro al asunto. No parecía necesitar mi ayuda para hacer tal cosa.— ¿El desayuno? —Mi expresión fue prácticamente la misma que la de los niños pero al igual que ellos, tampoco le diría que no a tal propuesta.— Ten cuidado con eso, Ryth. Me das la mano y agarro hasta el hombro. No es una amenaza, es una advertencia. —Para entonces ya habría terminado de comer y, por lo menos por mi parte, comencé a recoger mis platos y cubiertos, junto con aquellos que estuvieran ya vacíos para empezar a fregar.
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