Aquel muchacho tenía ambiciones curiosas para pertenecer a una religión, también parecía bastante crítico, algo que siempre estaba bien, pero luchaba contra la fe. Dudaba de la divinidad de su caudilla, pero también decía que todo sacerdote ansía encontrarse con un dios, y no era mentira del todo, pero tenía matices: Un sacerdote ansía encontrarse con su dios. Era joven, seguramente habría tomado los votos hace poco, se notaba por el camino que le quedaba por recorrer y la energía que podía apreciar en sus ojos. -¿Un espíritu?- Pregunté extrañado, cierto era que su aspecto no era el mas sano del mundo, pero... de ahí a presuponer que estaba muerta era muy distinto, aunque eso me hacía preguntarme otra cosa¿ Como demonios sabes qué aspecto tiene un espíritu? Supuse que él lo asemejaba a los rasgos que les atribuían las leyendas y el folclore, así como otras criaturas y cuentos. -Bueno, nunca vi uno, aunque si es verdad que tiene un halo de misterio.- Sonreí mientras levantaba la mirada de la foto y lo miraba con simpatía.-Sea como fuere es hermosa.- Amplié mi sonrisa, mostrando parte de mis dientes, ese tipo de cosas acercaban a la gente, pensamientos que no suelen decirse en voz alta.
Tras aquello el muchacho pareció haberse molestado por algo que dije, claramente había malinterpretado mis palabras, por eso lo miré confuso mientras se explicaba, pensó que insultaba al reinado actual por decir que tarde o temprano acabaría. Aquello era comprensible, pero no era por ser insultante, sino por la religión que procesaba, que me había enseñado lo efímero del ser humano, negué con la mano al sacarla del manto, intentando quitarle peso a lo dicho. -Oh no no, creo que no me expresé con las mejores palabras. Verás... .- Le puse el dorso de mi mano a su vista, mostrándole un mandala, símbolo del ciclo eterno de vida y muerte, el equilibrio entre ying y yang, el fluir del Tao. -Mi religión confía en el ciclo constante, de igual manera que el mundo cayó tras los kages, resurgió con los jinn y con Yogencha y volverá a repetirse el ciclo. En aquella antigua época que mencionas ya le decía esto mismo al mismo Tsuchikage, lo único constante en este mundo es que todo se va como llegó.- Esperaba que aquella explicación fuera suficiente para calmar los animos encendidos del chico, hacía tiempo que no acostumbraba a hablar de mi religión, la mayoría del tiempo la gente no solía entenderme; y era normal, cuando tu estómago ruge de hambre no puedes pensar en la riqueza de tu alma.
Ya en la entrada de aquel hotel lujoso él shinobi me explicó que mi plan de pasar la noche a la intemperie no iba a ser posible, mendigar ahora era una prohibición, me preguntaba que harían con los culpables del delito de pobreza, pero mi miedo por saber la respuesta era mayor que mi curiosidad. -Oh... Eso va a ser un problema...- Entonces aquel chico, amable y simpático se ofreció para hospedarme en su casa, situada dentro de aquel hotel, Sonreí al escucharlo, de hecho oir aquello me lleno de alegría; la gente ya tenía poca bondad dentro de si... Con todo lo sucedido en el tiempo pasado... . -¿En serio serías tan amable y altruista? La verdad es que no solo acepto tu invitación, la acepto con gusto.- Lo acompañé mientras miraba curioso y fascinado el interior, deteniendome a veces en objetos que me parecían curiosos, pues no era fácil verlos en mis tierras; mientras tanto ese ninja fue contándome la historia de su familia, el como recuperaron sus riquezas doblegándose al poder establecido y como en los tiempos de ninja pertenecía a un clan muy famoso en su aldea. -¿Terumi dices? En tiempos pasados aquel clan era grande y esplendoroso ¿Sabías que la antigua Mizukage era de dicho clan? Decían que sus golpes podían derretir cualquier cosa.- Así, un poco por ir contando historias le conté aquella pequeña curiosidad, la verdad es que era muy enriquecedor, como dos generaciones de shinobi compartían su concepción del mundo.
Aquel chico parecía encantado con mi presencia, incluso se ofrecía a cogerme por un periodo largo de tiempo, su amabilidad hizo que mi estado de alerta bajase, además, su familia parecía estar en contra del gran dictador, por lo que estaría en un ambiente amigo. -La verdad es que tu amabilidad reconforta mi corazón, pero con esta noche bastará, debo seguir viajando para reunir historias y conocer el nuevo mundo.- Me intenté explicar con amabilidad, al igual que intenté rechazar la oferta con el mayor tacto posible, sonriéndole de forma cortés y agradecida. Al entrar a la casa, de estilo clásico, una anciana, la abuela de aquel ninja, del cual al fin sabía su nombre, me saludaba y me decía que me esperaba.
No dudaba de que algunas personas tuviesen capacidades adivinatorias, es decir, yo era capaz de moldear la tierra con mi mente, por que no ver el futuro, lo que no tenía muy claro era si realmente había acertado en su predicción. Me quité el sombrero y me arrodillé frente a la señora, poniendo mi frente en la lona incluso. -Bienhallado y agradecido de poder dormir aquí.- Tras eso miré a la supuesta adivina. -Agradezco su espera, mas hace años que dejé de ser guerrero para solo viajar. Aquella vida de lucha pasó.- Le expliqué a la señora, dando a entender que si bien era shinobi ya no ejercía como tal, algo que podía chocar a cualquiera, sobre todo al chico que tomó mi identificación. Saito me trajo té como su abuela y, también, un plato con unas cuantas galletas, agarré la taza de té, aún humeando y, en vez de beber de ella, sujeté el cilidro con la diestra mientras mi mano izuierda sujetaba el culo de la taza frente mi rostro, cerrando los ojos. -Amida Buda.- Tras esa plegaría hice una pequeña reverencia con el cuello, soplé el vapor y di un pequeño sorbo, mostrando una enorme cara de placer tras ello. -Por todos los cielos, este té esta exquisito.- Afirmé mientras miraba a los presentes fascinado, como si hubiese descubierto un nuevo continente.