Última modificación: 01-11-2022, 10:15 PM por SamuruFake.
Pasado | 25 de enero.
12:00 p. m.
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— Que calor hace aquí. Sin duda no lo elegiría como sede de mi imperio. — El viaje fue largo, pero para un caminante experto como él nada era demasiado. Desde muy temprana edad está acostumbrado a moverse constantemente, por lo que ir hacia los lugares más recónditos del globo era tan normal para él como lo es beber agua. Lo curioso es que no llegó a esta zona un con plan preestablecida ni un mapa, simplemente caminó y dejó que el destino sea su guía, un destino que espera más pronto que tardea sea capaz de controlar.
El paisaje no le gustaba, todo tan desolado, tan árido. La historia ya fue escrita y es conocida por él. Sunagakure intentó oponerse al régimen del Dios que gobernó durante tantos años y fue brutalmente arrasada. Hoy en día no se encuentra ni una pequeña parte de lo que alguna vez fue el País del Viento. — Ja, eso pasa cuando buscan enfrentarse al poder de un Dios. — Fue su pensamiento. Para él, aquello solo debió ser un juego de niños. No sentía piedad ni lástima por todas aquellas vidas perdidas. De hecho, incluso ahora todos aquellos que no quisieron pararse del lado ganador deben estar sufriendo. Por eso, uno no debe buscar una ideología que se apegue un bando, sino tener la suya propia.
Ante sus ojos finalmente apareció algo interesante. Lo que parecía ser una pequeña aldea y un lugar de descanso para él. Sin embargo, Samuru siempre fue consciente de que no podía subestimar ningún sitio en este país por su apariencia, después de todo, ya no es una villa con seguridad como antaño, sino que todo lo contrario, se podía encontrar de todo. — Qué divertido. — Claro, eso no lo asustaba.
De todos modos, aunque el muchacho puede ser alguien a quien le encante ver problemas, no los disfruta creándolos él mismo, a no ser que sea estrictamente necesario para conseguir un importante beneficio. Es de la idea que es mejor moverse entre las sombras y manipular a otros para que enfrenten cara a cara el peligro.
La aldea lucía normal en cierto sentido. Se podía ver a personas normales intentando llevar su vida como civil, pero también había otros que con solo mirarles el rostro entendías que no estaban ahí para vender productos y subsistir en este pobre país. Menos mal Samuru mantenía en su rostro una amable sonrisa, por supuesto falsa. Su ropa llamaba mucho la atención, pero por su apariencia juvenil cualquiera lo tomaría como un individuo totalmente inofensivo. No poseía un gran equipaje, así que tampoco lo considerarían un posible objetivo de robo. Todos esos detalles son tomados en cuenta por el nómada, puesto que en cualquier momento podía improvisar algún movimiento y necesitaba cómo pasar inadvertido. Es todo un estratega.
Como es clásico a la hora de visitar estos sitios, Samuru optó por ingresar a una humilde cantina. En su interior un hombre tocaba piano, el resto solo bebía. La barra estaba vacía y ahí fue donde nuestro protagonista decidió ir. Se sentó tranquilamente y antes de que soltara una palabra, el cantinero le dirigió unas palabras en forma de susurro. — Vete, rápido. — ¿A qué se refería? Aunque por fuera el errante colocara una expresión de asombro, por dentro empezó a fijarse en lo que sucedía a su alrededor. No percibía nada extraño, ¿acaso sería algo desde fuera? ¿El mismo empleado que le daba la advertencia sería el autor de algún suceso paranormal?
— ¿Me puede dar un poco de su licor más suave, por favor? — Intentó hablar como si no entendiera lo que decía el contrario. Por la expresión en su rostro y el tono de voz utilizado, el cantinero simplemente pensaría que el recién llegado era muy ingenuo producto de su edad. Pero, lo que sí está claro, es que algo pasará de un momento a otro y Samuru debe estar con sus sentidos bien alerta. ¿Cuál será la grave incidencia?