[EVENTO GLOBAL] EL FIN DEL R.E.S.E.T: La Última Luz del Mundo
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EL FIN DEL R.E.S.E.T: La Última Luz del Mundo

Seis meses han pasado desde que la luz roja desgarró el tejido de la existencia, arrasando con el mundo tal como lo conocíamos. Solo unos pocos más de mil han logrado sobrevivir a la catástrofe, una mezcla extraña de individuos provenientes de todos los rincones: algunos de Kiri, otros de Iwa, y hasta aquellos que un día fueron criminales, todos ahora unidos en la tragedia. La equidad del fin del mundo no discrimina, y la fatalidad ha caído con la misma indiferencia sobre ricos y pobres. El eco de los gritos y las súplicas se ha desvanecido, dejando solo el susurro del viento entre las ruinas de lo que una vez fue un hogar.


Rodeando Konoha, la muralla de energía que ha acabado con el mundo entero se cierra sobre la última ciudad en pie. Esta barrera ha comenzado a moverse lentamente, como un coloso en su último aliento. Cada día, la realidad se ha encogido un poco más, aplastando el espíritu de quienes aún quedan. Las miradas se cruzan en un silencio que pesa, cada uno consciente de que el final se aproxima, implacable como la sombra de un depredador. ¿Cuánto más para que no quede nada ni nadie?

Desde hace unos meses, con el inicio de todo el final, en el corazón de Konoha una esfera roja había comenzado a brillar, pulsando con una energía inquietante. En ese momento, todos sintieron su influencia; quienes se atrevieron a tocarla desaparecieron en un instante, como si fueran susurros que se desvanecen en la noche. Durante semanas, ese resplandor había sido una constante en la vida de los sobrevivientes, un recordatorio de que aún hay algo en juego, algo que se encuentra más allá de su comprensión. Pero hoy, el aire está cargado de una electricidad ominosa. La esfera, antes vibrante y voraz, ha dejado de brillar con su rojo irritante. Un silencio sepulcral envuelve el lugar mientras los sobrevivientes se reúnen, sus corazones palpitando con una mezcla de temor y curiosidad. ¿Es este el final que han estado esperando, o es solo el comienzo de algo aún más aterrador? La esfera se descompone lentamente, liberándose en un millón de partículas que flotan en el aire como un manto de estrellas apagadas, una belleza desgarradora en medio del caos.

Mientras las partículas se dispersan, una sensación de desasosiego se apodera de todos. Miradas nerviosas se entrelazan, cada uno sintiendo el peso del destino sobre sus hombros. ¿Qué les espera en el otro lado de esa transformación? El miedo se mezcla con la duda, y la esperanza, aunque tenue, comienza a florecer en algunos corazones. ¿Podría este ser el renacer de su existencia o el último suspiro de su historia?

La muralla de energía, que desde hace meses se movía como un monstruo voraz, ahora se encuentra quieta y lo ha estado por seis horas ya, como si estuviera a la espera de que el mundo decida su destino. El tiempo se ha detenido, un instante congelado donde el futuro es un vasto océano de incertidumbres. La vida en Konoha se ha convertido en un juego de sombras, donde cada movimiento puede ser el último, y cada decisión, una sentencia de muerte o un camino hacia la salvación. De pronto, la muralla tipo domo que se ha cerrado sobre millones de vidas inocentes se deshace y por primera vez el mundo entero ve lo que queda detrás de su destrucción: nada. Absolutamente nada. No hay suelo, no hay cielo, no queda ni un grano de arena.

El final
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Finalmente, Konoha se convierte en un crisol de emociones, donde la esperanza y la desesperación coexisten en un delicado equilibrio. De pronto, en medio de lo que queda en pie, las partículas de la esfera roja se vuelven a formar. Pero esta vez, una puerta aparece en el medio de todo y todos. La puerta, imponente y llena de misterio, resplandece con una luz sutil que invita a los sobrevivientes a cruzar el umbral. En este clímax de incertidumbre, los sobrevivientes deben decidir: ¿se enfrentarán a su destino con valentía, o se dejarán consumir por el terror del fin del fin? La respuesta, como todo en este mundo quebrantado, pende de un hilo, un eco de preguntas que resuena en el silencio de la noche.

Las voces temerosas se entrelazan en murmullos ansiosos, cada uno tratando de encontrar una razón para avanzar o permanecer en la penumbra de su desesperanza. Algunos evocan los recuerdos de lo que fueron: el calor del hogar, las risas compartidas, el abrazo de un ser querido. Otros, sin embargo, ven la puerta como una promesa, una salida de este ciclo de sufrimiento interminable. Pero nadie se atreve a atravesarla.

La atmósfera se vuelve densa con la expectación, como si el mismo universo contuviera la respiración. A medida que los sobrevivientes se agrupan alrededor de la puerta, cada uno empieza a recordar su historia. Un anciano que perdió a su familia, una madre que lucha por salvar a su hijo, un joven que arrastra el peso de sus decisiones pasadas. Sus ojos brillan con lágrimas contenidas y determinación, cada uno aferrándose a un último hilo de esperanza, como si al tocar la puerta pudieran recuperar lo que perdieron.

La puerta
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El silencio se quiebra cuando un valiente da un paso adelante. Su decisión resuena entre los demás, inspirando un murmullo de acuerdo. Uno a uno, comienzan a moverse, el miedo convirtiéndose en una fuerza propulsora. La puerta, ahora más brillante, parece pulsar al ritmo de sus corazones. Con cada paso hacia adelante, sienten el peso de sus elecciones, la promesa de un nuevo comienzo o la certeza de un final inevitable. El tipo se detiene, algo suena desde el otro lado de la puerta. Todos comienzan a alejarse ¿Qué está ocurriendo?


Reglas

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Seis meses. Seis interminables meses desde que la luz roja desató el fin del mundo, borrando lo que alguna vez fue Konoha y cualquier atisbo de normalidad. Mayura había sido testigo de todo. No como una víctima, sino como un depredador que finalmente había encontrado el caos ideal para deshacerse de sus propios demonios. El resplandor carmesí de la esfera que pulsaba en el corazón de la aldea fue su aliada. Mientras otros corrían, lloraban, o intentaban aferrarse a las ruinas de sus vidas, él vio una oportunidad.

No hubo remordimiento. No podía haberlo. Sus padres, quienes durante años le habían atado a las sofocantes tradiciones del clan Hyuga, se convirtieron en víctimas de su propia soberbia. Mayura había aprendido a manipular las circunstancias como nadie. Bastó un empujón disfrazado de accidente, una falsa súplica de ayuda cuando la luz roja se cernía sobre ellos. Nadie sospechó que su sonrisa fría y calculadora ocultaba la verdad. Nadie se molestó en cuestionar el destino de los Hyuga caídos, devorados por la energía que desintegraba todo a su paso.

Y así, en la soledad y libertad que siempre había anhelado, Mayura sobrevivió. Cada día fue una prueba de ingenio y astucia. No se exponía, no confiaba en nadie, no tomaba riesgos innecesarios. Se limitó a observar desde las sombras, a esperar el momento oportuno mientras la esfera seguía pulsando, un recordatorio constante de que el final aún no había llegado... hasta ahora.

El silencio en Konoha, que alguna vez había sido ensordecedor, ahora se había vuelto pesado, cargado de expectación. La barrera que había estado consumiendo el mundo se detuvo. Seis horas ya sin moverse, sin avanzar. Por primera vez, Mayura sintió algo más allá del simple deseo de supervivencia: curiosidad. Con pasos calculados, abandonó el refugio donde se había ocultado todos estos meses. El viento cargaba las cenizas del viejo mundo, revoloteando como las plumas de un pavo real desgastado. Su apariencia era tan impecable como siempre; ni el fin del mundo podía opacar su perfección. Vestido en sus túnicas verdes y doradas, caminó por las calles desiertas, el eco de sus pasos resonando en las estructuras vacías.

Entonces, la vio. La puerta, imponente y misteriosa, había aparecido en medio del vacío. Las partículas de lo que una vez fue la esfera roja flotaban en el aire, como estrellas muertas en un cielo apagado. Los pocos sobrevivientes se habían congregado a su alrededor, sus ojos brillando con miedo y esperanza. Pero Mayura, fiel a su naturaleza, solo vio una cosa: una nueva posibilidad. El mundo que él conocía ya estaba muerto y la libertad que siempre deseaba sería imposible de obtener en este pedazo de tierra que flotaba en medio de la nada. Lo que se había presentado delante no era más que otra escena en su eterna obra teatral, solo le faltaba terminar de reunir el coraje necesario para adentrarse a lo que podría ser su última escena.

Estadísticas de Mayura Hyuga
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