[TEST] Kyoshiro vs Fullmix
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Reglas Especiales para el Combate

Sistema de Acciones: Cada participante dispondrá de un máximo de 5 acciones por turno, que podrán realizar según sus estadísticas. Estas acciones estarán determinadas por cuatro estadísticas clave: Velocidad, Destreza, Percepción y Agilidad. Las estadísticas de cada usuario se evaluarán según la siguiente tabla:
  • De 1 a 9: 0 acciones
  • De 10 a 29: 1 acción
  • De 30 a 49: 2 acciones
  • De 50 a 69: 3 acciones
  • De 70 a 89: 4 acciones
  • 90 o más: 5 acciones

Las acciones permitidas se distribuyen de la siguiente manera:

Velocidad y Destreza: Otorgan acciones ofensivas de rango melee y distancia, según la tabla anterior.
Percepción: Otorga acciones defensivas al usuario.

Es importante señalar que estas acciones no se verán afectadas por aumentos temporales debido a jutsus; la cantidad de acciones es fija.

Uso de Acciones: Los participantes pueden utilizar sus acciones en cualquier orden que consideren óptimo. Además, pueden optar por no utilizar alguna acción, lo que les permitirá regenerar chakra por cada acción no utilizada.

Reglas Especiales:

Esquivar: Requiere 1 acción defensiva (Percepción). Un usuario puede esquivar hasta tantas veces como lo permita su Agilidad según la tabla anterior (por ejemplo, con Agilidad 90, podría esquivar hasta 5 veces). Después de alcanzar este límite, no podrá esquivar durante un turno completo. No existen otras restricciones para esquivar.
  • Bloquear: Bloquea un daño equivalente a la Resistencia del usuario y consume 1 acción defensiva.
  • Chocar: Requiere 1 acción defensiva adicional a las acciones necesarias para el jutsu en cuestión.
  • Uso de Jutsus: Cada segundo requerido para realizar un jutsu consume 1 acción. Los jutsus mantenidos no requieren invertir acciones adicionales.
  • Orden de Acciones: Las acciones deben resolverse en el mismo orden en que fueron ejecutadas por el oponente. Por ejemplo, si el oponente utiliza 2 acciones para atacar con un jutsu, la primera respuesta del usuario debe ser a esa acción, ya sea defendiendo o no.
  • Ataques Simultáneos: Si ambos participantes realizan un ataque simultáneamente, no se considerará un choque, sino que ambos recibirán el ataque del oponente. Los ataques melee tendrán ventaja sobre los ataques a distancia solo si la distancia entre los combatientes es mínima, determinada por la Velocidad de movimiento del usuario.
  • Movimiento: Moverse no consume acciones. Los usuarios pueden moverse una distancia equivalente a Velocidad/10, pero pueden invertir acciones adicionales para moverse nuevamente a la misma velocidad.

Prohibiciones:
  • No se permite el uso de clones de sombra, invocaciones o cualquier jutsu que incremente el número de combatientes en uno de los lados.
  • No se puede dejar inconsciente ni matar utilizando habilidades de jutsus.
  • No se puede reducir el costo de chakra de los jutsus.
  • No se permite el uso de parálisis o cualquier jutsu que incapacite al oponente.
  • No se utilizará la Resistencia Pasiva durante este combate.

Reglas Especiales (seleccionar una antes del combate, coordínense con el otro grupo para no elegir la misma regla):

  1. Segundo Personaje: Uno de los usuarios puede contar con un segundo personaje (clon o Gemelo Parásito). Entre ambos personajes, no podrán atacar con más de 5 acciones en total por turno, pudiendo distribuirse las acciones como deseen.
  2. Bloqueo de Acciones: Cada vez que el usuario reciba un total de 100 puntos de daño, perderá 1 de sus 5 acciones. Además, si en un turno usa las 5 acciones solo para atacar o defenderse, también perderá 1 acción. Para recuperar una acción perdida, deberá invertir 1 acción en su siguiente turno para recuperar el aliento y restaurar dicha acción.
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Última modificación: 29-08-2024, 08:53 PM por Yamuro.
Años de entrenamiento les toma a los monjes perfeccionar su técnica y explotarla al máximo, por lo general, la gente les toma el pelo (claro de los que tienen pelo) como personas altamente culturales y religiosas quienes por sus creencias no dañarían ni una mosca.

A diferencia de esto, hay grupos de monjes que si se dedican al combate, tal ves sea una tontería, pero los santuarios dónde veneran y trabajan en su día a día tienen objetos de mucho valor en el mercado, más por estar hechos principalmente de oro y de otros materiales caros o por el simple hecho de tener incrustados una que otra joya. A diferencia de la vista de los codiciosos, para ellos son objetos sagrados de mucho significado en su cultura y claramente no ha faltado el idiota que se coló en el templo para robarlos. Estas pueden ser razones muy simples pero su significado trasciende en proteger lo que te pertenece, lo que les pertenece a otros y por obvias razones, proteger el lugar en donde vives.

Combatientes físicos si eran, y con ello tenían las mismas debilidades que cualquier luchador cuerpo a cuerpo, sin embargo, se desarrolló un estilo, algo nuevo, que concentraba su energía espiritual con su cuerpo y lo sincronizaba, al punto en que el simple movimiento de los más experimentados en el arte podían ser descritos como una danza solemne que era capaz de calmar ríos enteros, energía espiritual, mental, estilo fluido, además de muchos nombres o como el pseudónimo antiguo se refería a este estilo como Chi...muy obsoleto no?, esta práctica oculta al mundo y solo conocida por muy pocos se le fue adaptando de nombre en nombre hasta que en la época actual, ahora se refieren a ella como el exclusivo estilo Taichi, el estilo del maestro de la mente y cuerpo. Uno de sus pocos ejemplares iba a aparecer en uno de los lugares que para un monje, sería muy poco transitado o directamente nunca sería visitado por uno, el famoso Coliseo Sabakugami, donde se disputaban peleas increíbles por el trono del más fuerte, tal ves sería su primera y última pelea allí, pero le había picado la curiosidad y quien sabe, tal ves lograría recaudar dinero para el templo que las ofrendas si estaban bien pero financiar un poquito más no estaba mal.

Una vez estaba a punto de iniciar el combate, una voz resonó en todo el lugar, era el presentador quien aclaraba su voz después de presentar el combate anterior para hablar en su tono motivado y claro de siempre. -Y aquí continuando con la serie de contiendas, tenemos un exquisito combate de guerreros que nunca pensé que se cruzarian por aquí-. El público inmediatamente se mantuvo paciente pero a la ves se podían escuchar los gritos de los fanáticos que deseaban ver un nuevo espectáculo. -Sabia que estarían tan emocionados como yo, ahora presentando a los peleadores-. Hizo una pausa haciendo foco de atención en una de las puertas. -Shinobi, también dicho por si mismo científico...directamente desde la nación del Rayo viene a darnos un espectáculo inolvidable, que grandes y macabras artes nos mostrará el día de hoy?, ya lo veremos, démosle la bienvenida al Coliseo Sabakugami a Kyoshiro Fumma!-. Gritó para darle la indicación de salida a Kyoshiro, para que se ubicara en la arena.

Aclarando nuevamente su garganta verificaría que estaba todo bien para continuar la presentación. -Y como su contrincante, peleador desde la nación del Rayo...tenemos a un monje damas y caballeros!, que nos traerá?, ofrendas?, y si es así?, nos ofrecerá una disputa nunca antes vista?, les presento a aquí y ahora, que sea bienvenido al hogar de los fuertes, Hirozono Hasuichi!-. Una vez hizo su anuncio desde la puerta del otro lado de la arena saldría un joven de al parecer unos 23 años, un cabello liso negro que llegaba hasta la parte baja del cuello, ojos amarillentos y una vestimenta que consistía en una especie de chaqueta corta color rojo con algunos delineados amarillentos, mangas largas, tanto que no dejan ver sus brazos a simple vista y pantalones holgados color azul marino. Se acercaría a su posición y terminaría viendo de arriba a abajo a Kyoshiro con una expresión seria que la cambiaría de manera inmediata a una sonrisa, tal ves era su forma de desear buena suerte.

Ante el inminente comienzo del combate Hasuichi se mantiene firme esperando el inicio para comenzar la diversión.
Hirozono Hasuichi
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La luz golpea su cara al entrar al coliseo, se ve obligado a cubrirse con la diestra. Kyoshiro es su nombre y avanza con la elegancia de un fantasma en la penumbra del Coliseo Sabakugami. Cada paso que da parece ser una sinfonía de tranquilidad en medio del caos que lo rodea. Su cabello blanco, despeinado como si una tormenta interna lo hubiera zarandeado, cae desordenado sobre su frente, resaltando la palidez de su piel, casi etérea bajo la luz del coliseo.  Las ojeras que adornan su rostro son marcas de noches sin descanso, cicatrices de un esfuerzo interminable que ha forjado su astucia en lugar de su musculatura. Viste una camiseta sencilla de color blanco, ocultada bajo una hoodie azul que parece ser su refugio de comodidad y desdén hacia las convenciones. Los shorts negros, de longitud variable, y las sandalias con medias blancas completan su atuendo con una irreverencia calculada. Cada prenda parece estar elegida no solo por su funcionalidad, sino por su capacidad para subrayar su actitud desafiante.

Kyoshiro
[Imagen: dNNPf8g.jpg]

Cuando Kyoshiro toma su lugar en la arena, lo hace con la serenidad de un depredador que observa a su presa desde las sombras. Su postura es la de alguien que ha visto más de lo que cualquiera podría imaginar, y su mirada es un juego de espejos donde el cansancio se encuentra con una curiosidad insaciable. Observa a su oponente con una mezcla de interés y desdén, como si estuviera contemplando el último acto de una obra mediocre, preguntándose si valdrá la pena el esfuerzo de aplaudir.

La sonrisa que se dibuja en sus labios es una comedia en sí misma: una mueca que parece decir “¿A esto he llegado por dinero?” Su tono, cargado de sarcasmo, flota en el aire como una melodía que se descompone en risas ocultas. Los murmullos de la multitud son una cortina de fondo que apenas perturba su calma, una orquesta sin sentido en la que él es el único director de orquesta que importa.

Discusión Previa
[Imagen: dNOIgZg.jpg]


Ah, qué espectáculo más sublime, —murmura Kyoshiro, su voz resonando con un tono casi melancólico. —Míranos acá, la “élite” de los luchadores. No puedo esperar a ver qué tipo de maravillas van a surgir de este encuentro. ¿Qué me dices viejo? ¿Una bonita pelea coreografiada? Tu me pegas, yo te pego, alguno cae y nos vamos con los bolsillos llenos ¿Te va esa vibra?

Kyoshiro se posiciona en el centro de la arena con una gracia que roza la indiferencia absoluta, como si la misma tierra bajo sus pies hubiera sido dispuesta para su entretenimiento personal, no para el tumulto de una batalla real. Su presencia en el coliseo es un acto de desafío sereno, un juego de miradas y actitudes que desafía el convencionalismo del combate. Cada movimiento suyo es una declaración de arte, un ballet de calma y precisión en medio de la tormenta que lo rodea. Entre ambos, apenas 3 metros de distancia.

Arena
[Imagen: dNOaVB1.jpg]


Su cuerpo, aunque aparentemente relajado, irradia una preparación meticulosa, una disposición que refleja la agudeza de su mente. Cada músculo parece estar en sintonía con un reloj antiguo y caprichoso, uno que mide el tiempo con la exactitud de un maestro artesano que conoce el ritmo de cada engranaje y cada segundo. Este movimiento no es solo una mecánica física, sino una danza calculada, una coreografía de la mente y el cuerpo que desafía las leyes de la realidad. Kyoshiro no está aquí únicamente para enfrentarse a su oponente en una contienda de fuerza; está aquí para transformar el combate en una representación sublime de su propia narrativa. Cada gesto, cada pausa, cada expresión es parte de una obra que él mismo dirige, una pieza de teatro que desafía la percepción convencional del enfrentamiento. La arena, ahora testigo de su presencia, se convierte en un escenario preparado para recibir una actuación que trascenderá las simples leyes de la fuerza física y se adentrará en los reinos de la percepción y la interpretación.

El combate, bajo su dirección, promete ser mucho más que un intercambio de golpes. Es una oportunidad para explorar los límites de la realidad y el arte, un espectáculo que cuestionará la esencia misma del enfrentamiento y llevará a los espectadores a un viaje donde cada movimiento es una pincelada en el lienzo de su ambición. Kyoshiro está listo para desdibujar las fronteras entre el combate y la creación, para ofrecer una experiencia que desafíe no solo la resistencia física, sino también la comprensión de la realidad misma.

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Viendo a sus alrededores solo podía borrarse muy rápidamente su sonrisa, era un chico bastante apegado al silencio como a la tranquilidad que permanecía eternamente en el templo que consideraba su hogar, aquel bullicio, quería taparse los oidos de solo escuchar a una persona gritar imagínense con miles haciendo de lo mismo que afortunadamente estaban bastante lejos de ellos, de no ser así estaría tentado a romper uno de sus mandamientos.

Cerro sus ojos y puso las manos en su cara para posteriormente respirar hasta el fondo el cálido aire veraniego de aquel curioso lugar y calmarse. Una vez hizo esto miro nuevamente a su contrincante que en cuanto se lograron ver cara a cara tomarían unos momentos finales para charlar entre ellos. -Olvidaba que existían personas que les gustaba este tipo de escenarios-. Respondió el chico de ojos amarillento mirando nuevamente a sus alrededores, donde las personas cesaron sus gritos para dar paso al anuncio entrante del narrador de la pelea. -Si es tu deseo y es la vía más sencilla de irnos rápido de este... gentío, estaré encantado de cumplirlo, pero te advierto una cosa-. Se hizo presente en su rostro una pequeña sonrisa mientras tomaba una postura de combate juntando ambas piernas estando de cunclillas y juntando las palmas de sus manos en una especie de postura de meditación. -Si deseas competir con un monje en coreografía bélica, tienes la batalla perdida-. Hizo mención de esto cerrando sus ojos al parecer en señal de concentración en su tarea meditatoria.

-Que empiece la contienda!-. Grito el presentador dando inicio al esperado combate dentro de las instalaciones del Coliseo Sabakugami, uno que, muy posiblemente daria mucho de que hablar durante un buen tiempo, sin embargo, eso lo decidiría el futuro.
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Última modificación: 04-09-2024, 10:41 PM por Kyoshiro.
Cuando el monje cerró los ojos y el narrador dio la señal, Kyoshiro dejó escapar un largo y fatigado suspiro, como si todo el peso del tedio se concentrara en ese instante. Las palabras de su oponente, impregnadas de una serenidad que rozaba lo divino, parecían burbujas de un cántico que solo él comprendía, flotando sin rumbo, sin impacto real. El combate no era más que una formalidad, un paso obligado hacia su próximo objetivo. ¿Un monje, en serio? Kyoshiro no buscaba grandeza en esta contienda, mucho menos iluminación. No le importaba en absoluto si el enfrentamiento le ofrecía una chispa de vida o un desafío que sacudiera su alma. Él no era un idealista, ni mucho menos. Solo deseaba el dinero. El resto—las palabras mansas y los rituales de su oponente—era como polvo que el viento del aburrimiento barría lejos. "Si deseas competir con un monje en coreografía bélica, tienes la batalla perdida", había dicho el monje, con una voz tan tranquila que Kyoshiro sintió una punzada de desprecio. 


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[Imagen: Zr5tvNn.png]

Con un gesto rápido y casi despreocupado, como quien espanta una mosca, Kyoshiro levantó la mano derecha y trazó un único sello con sus dedos. Apenas un susurro, un aliento, y la técnica cobró vida como un espectro invisible. Un destello de luz blanca, apenas perceptible a ojos mortales, envolvió al monje, marcando el comienzo de su viaje. El coliseo entero se sumió en un silencio sepulcral, una quietud que parecía detener incluso el flujo del tiempo. El público, perplejo, intercambiaba miradas desconcertadas, buscando una lógica a lo que sus ojos no alcanzaban a entender. Era como si el aire se hubiese congelado, atrapado en un vacío inexplicable, mientras la luz del jutsu danzaba fugazmente ante ellos, apenas un parpadeo en la inmensidad de lo desconocido.


Tensō no Jutsu
[Imagen: 04lNyBu.jpeg]
Tensō no Jutsu

El destello, casi como un relámpago divino, era todo lo que Kyoshiro necesitaba para enviar al monje más allá de los límites de su paciencia. ¿Era algo que le serviría en la pelea? Quizás, pero la verdad era más sencilla, más visceral. No lo hizo con un propósito táctico, no había una estrategia detrás de aquel acto. Lo hizo porque, en el fondo, lo que más deseaba en ese momento era apartarlo de su vista, como quien tira una piedra a un lago solo para romper la quietud del agua. ¿Había una lógica científica en ello, un experimento que justificara su acción? Quería convencerse de que sí. Pero no. Fue simple impulso. La insatisfacción y el aburrimiento lo habían empujado a actuar, a liberarse del tedio de la escena, de las palabras vacías de su oponente.

El haz de luz, veloz y etéreo, se extendió como un rayo que cortaba la distancia entre el coliseo y el punto destino. Con una precisión casi cruel, transportaría al monje más allá de las murallas del coliseo, arrojándolo al otro lado de la ciudad, como si el universo mismo obedeciera a los caprichos de Kyoshiro. El público, aún enmudecido, no comprendía la magnitud de lo que acababa de ocurrir, pero sus corazones latían con una mezcla de asombro y desconcierto. A 900 metros de allí, en un tranquilo restaurante vegetariano, el monje se materializaría en medio de la cotidiana armonía de platos y conversaciones relajadas, ajeno a la tormenta que se había desatado en la arena.

Mientras tanto...
[Imagen: Ig2RzpY.jpeg]


Kyoshiro permanecía quieto en el centro de la arena, su rostro una máscara de indiferencia, pero en su interior, la frustración continuaba su lento y sofocante ascenso. No era la victoria o la derrota lo que le incomodaba. Era lo absurdo de todo aquello. El público, que había esperado un espectáculo, comenzaba a murmurar, confuso, con risas nerviosas que se esparcían como el eco de un mal chiste. Pero Kyoshiro sabía que no era una broma. Simplemente, la realidad era más vacía de lo que cualquier imaginación hubiera previsto. Una simple interrupción en el flujo de su propio aburrimiento.

Las luces del coliseo continuaban brillando sobre su figura, pero para Kyoshiro, todo se había desvanecido en la insignificancia. El verdadero combate nunca había comenzado, y eso, más que cualquier herida, era lo que realmente dolía.


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~El cuerpo es tan solo vacío, el vacío no es más que el cuerpo. El cuerpo está vacío, y el vacío es el cuerpo.~. Era un sutra bastante famoso entonado por el monje entre susurros, era como un medallón de la suerte personal para el, que el mundo y los espíritus se alineasen para observar su victoria sobre el kumonin. Sin embargo cuando no pudo percibir el bullicio natural de la gente se lo tomó muy a pecho debido a que una de las características que determinaban lo que él conocía como el coliseo era su espantoso ruido, sin embargo se había detenido, reemplazado por unas voces?, y porque estaban tan cerca de él?.

Esto fue lo único que pensó hasta que abrió los ojos para echar un pequeño vistazo, llevándose una no muy grata sorpresa con él, que había sucedido?. Estaba en un momento parado a unos 3 metros de su contrincante y ahora  estaba en el centro de lo que parecía ser una pequeña cafetería, la gente lo estaba viendo y estaban más sorprendidos que el ya que, cuando en la vida después de un destello de brillitos y esas cosas aparece un tipo vestido con un atuendo raro en una pose que parecía ser meditación, oigan, al menos era guapo así que alguna que otra señorita fue bendecida (?. Mirando a sus alrededores solo pudo dar un pequeño suspiro. -Ademas de avaricioso, Pusilánime-. Giro la cabeza aburrido y decepcionado, tal ves mismo gesto podrían hacer los aficionados quienes esperaban una pelea pero por un sujeto que se cree listo y juguetón no va a suceder. Quería ganar un poco de pasta para el templo pero ya se vio que no sería posible, tal ves con un par de rezos le terminen perdonando por no lograr nada, pero el destino nunca sabe cuándo te pondrán personas así. Camino un rato y se acercó a la mesera la cual estaba incómoda por su presencia. -Saludos, dígame, que venden por aquí?-. Sonaba curioso pero los restaurantes nunca habían sido visitados por el chico, nisiquiera sabía dónde se tenía que sentar. -E-Eh...es un restaurante señor...aquí ordenas para comer...-. Dijo algo nerviosa por la pregunta, después de todo, no era la única nerviosa allí, algunos clientes habían visto que apareció de la nada y ya se empezaban a retirar. En cuanto escuchó las palabras de la chica sus amarillentos ojos se abrieron como platos y levantó la mano aunque no era visible por su manga. -Exquisito, porfavor sírvanse con el mejor platillo que tengan-. Dijo haciéndole un guiño con el ojo, haciendo que la mesera le hiciese un gesto con la mano de aceptación e indico que se sentara en cualquier silla que viese, se había dado cuenta que todos los clientes se habían ido del lugar no sin antes dejar el pago en la mesa.

Tal ves no podría pelear pero si comer un rato, sentado y en calma mientras traían su platillo cuando los chef están apresurados por irse del lugar también era una melodía que le gustaba escuchar aunque sonase algo desafinada.
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Última modificación: 07-09-2024, 09:23 PM por Kyoshiro.
La confusión se extendía por el coliseo como una sombra en una tormenta. El rugido frenético del público se había desvanecido, reemplazado por un murmullo inquieto que resonaba en las gradas. Los espectadores, desconcertados, intercambiaban miradas vacías y murmullos nerviosos, intentando descifrar el misterio que había envuelto la arena en un velo de incertidumbre. El narrador, atrapado en el abismo de la sorpresa, vacilaba entre las palabras, su voz un eco tembloroso que no lograba captar la magnitud de la escena. Las luces del coliseo parpadeaban, como si quisieran testimoniar el desconcierto general, mientras el aire se llenaba de una tensión palpable, un silencio roto únicamente por el ocasional susurro del asombro.

En medio de este caos organizado, Kyoshiro se mantenía imperturbable, su rostro una máscara de serenidad cansada. Con un movimiento ágil y casi ritual, sacó dos kunais de su cinturón. Uno lo clavó con una precisión clínica en el suelo, su destello metálico hundiéndose con un leve crujido en la arena, como un ancla en un mar de inquietud. El otro kunai, comenzando a volverse reluciente en sus manos, se convirtió en el centro de su pequeño espectáculo. Lo lanzó al aire con un giro calculado, observando cómo el metal danzaba en un arco efímero antes de atraparlo con una destreza que parecía desafiar la gravedad. Con una sonrisa irónica que contrastaba con la tensión del momento, Kyoshiro inclinó su rostro hacia el kunai, le dio un beso fugaz y susurró con un tono de desdén juguetón: "Bon voyage, mon ami."

En ese instante de teatralidad, Kyoshiro ejecutó un preciso sello de mano mientras sujetaba el kunai con firmeza, su rostro un lienzo de concentración y calma. El kunai comenzó a brillar, emitiendo un resplandor dorado que se intensificaba con cada segundo que pasaba. La técnica, el Tensō no Jutsu, volvía a cobrar vida en sus manos, el kunai envuelto en un haz de luz y rayos que viajaban con una velocidad casi imperceptible. El destello se desvaneció en un parpadeo, como un susurro en la vasta oscuridad

Tensō no Jutsu


En un abrir y cerrar de ojos, el kunai se materializó en el aire del restaurante vegetariano, justo cuando el monje, ya acomodado en una mesa solitaria, había pedido con una sonrisa el mejor platillo que tengan.  Ni medio segundo había pasado desde que el kunai se materializó en medio del suave resplandor del restaurante cuando, con un sutil pero electrizante parpadeo, Kyoshiro desapareció del coliseo y apareció en el restaurante.


Hiraishin no Jutsu



La habilidad de la que se valió era el Hiraishin no Jutsu, una técnica avanzada de teletransportación que le permitía desplazarse instantáneamente a la ubicación marcada por el kunai. Al haber utilizado el sello liberado en el kunai como punto de anclaje, Kyoshiro se desvaneció de la arena del coliseo y se reconstituuyó al instante junto a su arma. Su llegada fue tan repentina que el restaurante se vio sacudido por una brisa inesperada, el aire cargado de una energía que parecía haberse comprimido en un espacio tan corto como un suspiro. Los clientes, que habían comenzado a retirar, miraron boquiabiertos al nuevo visitante. Kyoshiro, con una expresión que oscilaba entre la satisfacción y la fría indiferencia, encontró de inmediato con su mirada al monje, sentado unos 3 metros al frente suyo, dándole casi la espalda.

En el aire, Kyoshiro sujetó el kunai con la mano derecha, su mirada fija en el monje que, por suerte, no había logrado desvanecerse entre la multitud con sus ropas llamativas y enormes mangas. Mientras la gravedad le hacía descender, estiró la mano izquierda con rapidez, trazando una línea directa hacia su oponente. 


Jiongu: Neji no jumyō

Oukashou


Con un golpe contundente, su mano izquierda buscó impactar la espalda del monje, la fuerza del impacto resonando a través del restaurante, rompiendo el silencio con una contundencia innegable. Kyoshiro aterrizó sobre la mesa bajo sus pies, el kunai aún en su mano derecha como un símbolo de su presencia. Al recoger su mano izquierda con la misma velocidad con la que se había extendido, se giró hacia el monje con una sonrisa juguetona y una mirada llena de satisfacción. "Hola, viejo," dijo con una mueca divertida, sin soltar el kunai que finalmente perdía el haz de luz que lo envolvía.


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Última modificación: 19-09-2024, 02:11 PM por Yamuro.
El restaurante tenía unos aires que al monje le gustaban, digamos que al estar en paz con la naturaleza y consigo mismo nunca considero romper sus creencias con comer carne de animal, por lo que aparecer en un local de tal clase y a su vez vegetariano le era muy agradable.

Un monje no se subestimar por sus sentidos sensoriales, si bien no detecte chakra como lo harían otro supuesto tipo de luchadores este no necesitaba eso, sus 5 sentidos en el plano físico eran suficientes como para considerar que tener ojos en la espalda sería algo excesivo de parte suya. Bostezó, no por la aparente falta de sueño que tiene en su día a día, sino por aburrimiento aunque tener una comida le había alegrado su sol de hoy. El kunai de Kyoshiro se materializó en medio del restaurante y el monje se dio cuenta inmediatamente, nisiquiera era necesaria la vista para él, como conocedor de la técnica y muy buen empleador de ella conocía su característico sonido producto del chakra empleado y también que simula bastante bien los truenos y relámpagos de una tormenta por lo que identificar ese sonido es bastante fácil incluso para los extranjeros que no pudiesen conocer la técnica (aunque lo más probable es que se confundieran con un ataque del elemento rayo muy característico del país del que provenían ambos.

El chico volteó un poco la cabeza y vio por el rabillo del ojo a Kyoshiro manifestarse en medio del restaurante, hasta allí había llegado la paciencia de aquel monje, no tenía estribos para soportar las bromas del chamaco por más tiempo así que su piel se volvería de un color más rosado de lo natural posterior a un sello de mano, una vez que hizo eso espero hasta el siguiente movimiento de su contrincante que fue estirar la mano con intenciones ofensivas, quiso tumbarlo distraído y digamos que ese tipo de cobardía los creyentes como el lo toman como una burla a sus divinidades que antiguamente luchaban de frente como los guerreros que eran, no como los ninjas actuales que se premiaban unos a otros por engañar. 

No lo toleró, ni un segundo más y en contra de sus creencias por la clientela inocente de su alrededor cuando la mano estaba a punto de llegar a su punto objetivo el monje volteó el cuerpo y apretó el puño para chocarlo con el de su contrincante. Las ventanas se rompieron, las mesas volaron y varios de los clientes fueron expulsados del como muñecos de trapo gracias a que las ventanas se habían roto, la mesera que estaba en la barra se cubrió detrás de ella en un intento desesperado por no hacerse daño, el local se había destruido por dentro por el choque de técnicas de ambos contendientes y el perdedor claro de ello sería Kyoshiro, Hirozono era experto combatiente físico y en comparación con su contrincante era infinitas veces superior en ese campo, los huesos del kumonin tronarian a casi romperse por la fuerza colosal que en su puño impactaba, haciendo que el brazo volara hacia atrás como un trapo de manera sumamente brusca a lo que Kyoshiro también por el choque de técnicas sería mandado hacia atrás unos metros. -Perdone mi osadía oh mi señor buddha que he pecado-. Se dijo a su mismo como un texto de disculpa a los cielos por dañar al prójimo sin razón y sin consecuencias, no por su rival ya que seguramente a quien rezase el monje estaba ofendido por las acciones del peliblanco.

-Levantate y sufre las consecuencias de tu insolencia, a menos que seas tan cobarde para mandar clones antes que a ti mismo-. Comentó de manera contundente en un tono de burla hacia su rival, que no había demostrado nada por ahora por lo que debiera preocuparse.
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Kyoshiro, sintiendo la energía vibrante del restaurante aún resonando en su cuerpo, rápidamente recogió su brazo, que había sido empujado hacia atrás por el impacto del choque ¡Vaya que golpeaba duro! El dolor era agudo, pero no lo suficiente como para aturdir su mente; al contrario, lo había despertado. Se sorprendió por la reacción del monje: No lo había tomado tan desprevenido como había esperado. Con una rapidez impresionante, soltó el kunai, dejando que cayera al suelo como una hoja en otoño, y levantó ambas manos, un gesto que prometía que la pelea estaba lejos de terminar. La distancia de ahora unos casi cinco metros entre él y el monje ahora se convirtió en un campo de batalla, un terreno que sabía que debía aprovechar, cada centímetro contaba en esta lucha de voluntades.

Mientras sus manos se alzaban, una oleada de concentración fluyó a través de él, como un río que rompía sus barreras. En un abrir y cerrar de ojos, el suelo comenzó a temblar ligeramente por tan solo un instante, de pronto....hilos de energía, similares a serpientes danzantes, brotaron de la tierra a su alrededor. Estos hilos, con una longitud de varios metros, se elevaron velozmente, como si fueran estrellas fugaces que aspiraban a tocar el techo del restaurante. 

Ito shureddā


Con una mirada fija en el monje, Kyoshiro no dudó. Con un movimiento de muñeca, hizo que los hilos "explotaran" en una exhibición de destreza, dispersándose en el aire como fuegos artificiales en una noche estrellada. En un instante, el restaurante quedó impregnado con la energía de esos hilos, creando una red que abarcaba un radio de 25 metros a su alrededor. Aquello no era solo un despliegue de poder; era una estrategia bien calculada. Cualquier movimiento dentro de ese espacio ahora sería más lento, como si la gravedad se hubiera intensificado para aquellos atrapados en su trampa.

El efecto de los hilos era inmediato. Las miradas de los clientes, que una vez estaban llenas de sorpresa, se transformaron en miedo y confusión, sintiendo que sus cuerpos eran casi ajenos a su voluntad. Kyoshiro había tejido un manto de restricción sobre ellos, una sombra que hacía que cada intento de escapar o luchar fuera un desafío monumental. Con un gesto de desafío, comenzó a girar a su alrededor, su figura se movía con gracia y velocidad, produciendo cortes en el aire a todo aquel en su interior. Era un torbellino de movimientos, una danza letal que dejaba marcas invisibles en la atmósfera. Su mirada no se quitaba del monje, sabiéndolo ubicar con cada giro.

Cada movimiento hacía que los hilos cortaran el aire, susurrando un canto de amenaza a cada uno de los presentes. La energía liberada se sentía palpable, casi como un susurro de advertencia en los oídos de aquellos que observaban. Era un espectáculo aterrador y fascinante, donde la belleza del movimiento se unía a la violencia de la intención. Kyoshiro, en su elemento, disfrutaba del poder que había desatado, una mezcla de arte y combate que lo hacía sentir vivo en ese instante.
Con cada corte que hacía, la tensión en el ambiente crecía, como un arco tensado al límite, listo para romperse en cualquier momento. Kyoshiro sabía que estaba jugando con fuego; el monje no se dejaría vencer fácilmente. Pero en ese momento, mientras el aire se llenaba de hilos, sangre, carne y energía, sintió que tenía la ventaja. Se encontraba en control de su espacio, y mientras giraba, no podía evitar esbozar una sonrisa. 

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