[EVENTO GLOBAL] R.E.S.E.T: El Bastión del Fin del Mundo
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R.E.S.E.T: El Bastión del Fin del Mundo

Región 2: Norte
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En la costa norte del País de los Fideos, la playa se ha transformado en un campo de preparación militar. Alrededor de 200 personas, una mezcla heterogénea de militares, rebeldes y ninjas, los guerreros más poderosos del mundo que sobrevivieron a la primera luz roja, se alistan para la inminente batalla. Entre ellos, se pueden ver figuras destacadas, conocidas por su habilidad y valor en enfrentamientos anteriores. Guerreros ocultos, leyendas, mitos, seres capaces de borrar decenas de enemigos con el agitar de sus manos. Algunos son veteranos endurecidos por la guerra, con cicatrices que cuentan historias de batallas pasadas, mientras que otros son jóvenes prodigios, cuya destreza ha sido probada en combate una y otra vez. Los nervios están a flor de piel, y el aire está cargado con la tensión palpable de lo que está por venir. 

En el horizonte, frente a ellos. diez navíos robustos se balancean ligeramente sobre las olas. Estos barcos están repletos de los más poderosos usuarios de suiton del mundo, cada uno de ellos maestro en manipular el agua para crear defensas y atacar con fuerza devastadora. Los capitanes de estos navíos, figuras imponentes y serenas, supervisan las últimas preparaciones con una mezcla de calma calculada y determinación férrea. Saben que sus habilidades serán cruciales en la contención de la barrera antimateria y están preparados para darlo todo en esta lucha.

El frío viento del norte acaricia la piel de los presentes, un constante y helado recordatorio de la gravedad de su situación. A lo lejos, la pared antimateria se acerca lentamente, una ominosa y luminiscente línea roja que parece consumir todo a su paso. Su resplandor fantasmal se refleja en las aguas del océano, creando un espectáculo que es tan hermoso como aterrador. Esta visión provoca una mezcla de emociones en todos los que la observan: miedo, desesperación, pero también una feroz determinación de proteger lo que aún no ha sido tocado por la devastación.

Mientras se preparan, los guerreros intercambian miradas de resolución y susurran palabras de aliento. Cada uno de ellos entiende la importancia de su papel en esta batalla; no hay margen para el error. Los ninjas ajustan sus armas y revisan sus técnicas, concentrándose en canalizar su chakra de manera eficiente. Los rebeldes, aunque desconfían de las fuerzas imperiales, se alinean junto a ellos, dejando de lado antiguas rencillas en favor de la unidad contra un enemigo común. Los soldados imperiales, con su disciplina característica, se aseguran de que cada detalle esté perfectamente coordinado.

En el campamento en la costa, la sensación de temor es casi tangible. Guerreros de diversas naciones realizan sus oraciones, algunos en voz baja, otros con fervor desbordante, buscando consuelo y fuerza en sus creencias. La mayoría intenta calmar sus nervios mediante rituales personales: algunos afilan sus armas, otros meditan, tratando de encontrar una paz interior que parece eludirles en estos momentos críticos. Las miradas perdidas y los murmullos ansiosos son comunes, y el aire está lleno de un murmullo constante de preocupaciones no expresadas.

Los líderes de las embajadas se esfuerzan por mantener la moral alta, pero sus esfuerzos a menudo chocan contra la cruda realidad de la situación. Las órdenes se emiten y las estrategias se discuten, pero cada conversación está teñida de una desesperación subyacente. Cada decisión se siente crucial, cada paso cuidadosamente medido, conscientes de que un error podría significar la aniquilación. La tensión entre los diferentes grupos de ninjas es palpable; cada clan y cada nación ha traído consigo viejas rivalidades y heridas no sanadas. Sin embargo, todos saben que el odio y la discordia no pueden ser una opción en este momento.


Fe
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En el corazón del campamento, una figura solitaria se arrodilla ante un altar improvisado. Es un anciano ninja, conocido por su sabiduría y su serenidad en tiempos de crisis. Sin embargo, incluso él parece pequeño ante la magnitud de la amenaza que se avecina. Susurrando oraciones a dioses olvidados, busca consuelo y guía. Alrededor de él, otros se han unido en un círculo de meditación, sus respiraciones sincronizadas, intentando encontrar un centro de calma en medio del caos. El ambiente está cargado de una energía casi palpable, una mezcla de esperanza desesperada y resignación.

Los capitanes de los navíos comienzan a dar sus órdenes finales, sus voces resonando en la quietud tensa. Los usuarios de suiton se preparan, sus manos formando sellos, sus mentes enfocadas en el inminente enfrentamiento. Las aguas alrededor de los barcos comienzan a moverse, respondiendo al llamado de sus maestros, formando una muralla líquida que esperan sea suficiente para detener o al menos ralentizar la barrera. Sin embargo, en el fondo de sus mentes, la duda persiste: ¿Será esto suficiente?

En la orilla, los guerreros alineados observan la barrera acercarse, un muro de energía roja que parece consumir todo a su paso. Las últimas palabras de ánimo y consuelo son intercambiadas, las últimas promesas hechas. Algunos miran hacia el cielo, buscando una señal, una intervención divina que les salve. Otros mantienen la vista fija en el horizonte, sus cuerpos tensos, listos para la batalla. La antimateria no solo amenaza con destruir su mundo, sino también con borrar su legado, sus historias y sus esperanzas.


Código:
1- Hola a todos. Los que quieran unirse, tienen hasta el domingo 11 para postear
2- Después del domingo, las rondas serán cada 72 horas.
3- De no hacerlo, y donde se encuentre el personaje en ese momento, puede que sea consumido por la onda antimateria de R.E.S.E.T. En caso de ser así, tienen 1 turno extra para huir o morir. 
4- Si no postean y no están en riesgo de ser consumidos directamente, usaremos un sistema de 3 strikes. Cada strike los acercará más a la barrera.
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En la costa norte del País de los Fideos la semblanza del último bastión, Kaito se encontraba rodeado de los más poderosos guerreros que el mundo ninja había visto. Su presencia era intimidante, un reflejo de la determinación y la ferocidad que lo habían convertido en una leyenda. A su lado, dos cadáveres revividos permanecían inmóviles, listos para ser desatados contra la inminente amenaza.

Kaito miró a su alrededor, observando a los diversos grupos que se preparaban para la batalla. Los ninjas, rebeldes y soldados imperiales habían dejado de lado sus diferencias, unidos por un objetivo común: detener la ola de antimateria que avanzaba inexorablemente hacia ellos. La luz roja en el horizonte era una constante y aterradora recordatorio de la magnitud de su desafío.

Con un gesto sutil, Kaito hizo que los cadáveres revividos se movieran, ajustándose a sus posiciones designadas en la playa, en guardia para su última avanzada. Estos cuerpos, reanimados por su oscura técnica, eran una mezcla de antiguos enemigos y aliados caídos, ahora transformados en armas vivientes. Sus ojos, vacíos de vida, reflejaban la determinación de Kaito y su voluntad de usar cualquier medio necesario para detener la catástrofe.

En el centro del campamento, los capitanes de los navíos daban sus últimas órdenes, preparando a los usuarios de suiton para erigir una muralla líquida. Kaito sabía que su papel sería crucial. Con un enfoque absoluto, comenzó a canalizar su chakra oscuro, preparando una serie de sellos complicados. El aire a su alrededor se volvió frío y pesado, una clara manifestación del poder maligno que estaba desatando.

Los cadáveres, ahora imbuidos con la energía oscura de Kaito, comenzaron a moverse hacia la línea del frente con conciencia propia y una soberbia que desafiaba la catástrofe. Su tarea era clara: ser la primera defensa contra la barrera de antimateria, utilizando sus cuerpos como escudos y armas para absorber el impacto inicial. Kaito los había seleccionado por su fuerza y resistencia en vida, y ahora en la muerte, eran incluso más formidables.

Con un último suspiro, Kaito completó sus preparativos y se unió a la formación. Alrededor de él, los guerreros intercambiaban miradas de resolución y susurraban palabras de aliento. Kaito, con su habitual frialdad, se concentraba en la estrategia, calculando cada movimiento y preparándose para cualquier eventualidad.

La tensión en el aire era palpable mientras la barrera de antimateria se acercaba. Las aguas alrededor de los barcos comenzaban a moverse, formando una muralla defensiva bajo el control de los maestros de suiton. Los usuarios de chakra estaban listos para canalizar sus técnicas, esperando la señal para desatar su poder.

En el corazón de todo esto, Kaito permanecía imperturbable. Con los cadáveres revividos a su lado, era una figura de miedo y esperanza para los que lo rodeaban. La última resistencia estaba a punto de comenzar, y Kaito estaba decidido a luchar hasta el final.

Estadísticas de Kaito


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Con la marea susurrante como telón de fondo, el ninja oscuro había traído consigo dos cadáveres resucitados por su arte sombrío. Estos espectros de carne y muerte, amalgamas de antiguos enemigos y aliados caídos, se alzan como la primera línea de defensa contra la implacable barrera antimateria. En su quietud ominosa, los cuerpos preparados para la batalla aguardan la orden de Kaito, listos para transformarse en escudos y armas en la danza final contra la destrucción. Mientras el resplandor rojo del horizonte amenaza con devorarlo todo, la presencia de Kaito y sus guardianes oscuros refleja inquietantemente la esperanza y la fatalidad que definen ese momento crucial.

Su presencia, envuelta en un aura de misterio y poder, no pasa desapercibida. Algunos ninjas, creyendo reconocerlo, lo miran con una mezcla de respeto y reverencia, ¿Lo estarán confundiendo? Si es quién creen, reconocen la sombra de su fama que se alza sobre ellos como un manto oscuro. Sin embargo, otros, al percibir la técnica sombría que ha invocado, fruncen el ceño con desdén. Sus miradas cargadas de desaprobación revelan un rechazo visceral hacia el arte oscuro que el ninja domina. Entre susurros y murmullos, una voz atrevida a espaldas del sombrío se alza con sarcasmo mordaz, haciendo una referencia sórdida a la necrofilia, como si la resurrección de los cadáveres fuera una profanación más allá de la comprensión. La hostilidad y el rechazo flotan en el aire, un contraste afilado contra la fría determinación de Kaito, quien, ajeno a los murmullos, sigue aguardando el momento en que sus guardianes oscuros entren en la danza de la batalla.

Aunque si de popularidad se trata, no hay otro como Aku, con su cabello blanco ondeando al viento y sus ojos rojos como brasas, se encuentra al borde del campamento, su figura destacando entre los guerreros que se preparan para la batalla. Vestido con ropas negras que absorben la luz, el joven comandante de las fuerzas terrestres observa el horizonte con una expresión de intensa concentración. Tal vez, uno de los nombres más repetidos de boca en boca en las últimas semanas. A su lado, su asistente, un hombre de semblante preocupado y mirada inquieta, le dirige la palabra con una mezcla de urgencia y respeto.

Aku
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¿Es todo lo que tenemos? —pregunta Aku, su voz resonando con la autoridad de quien lleva el peso de la responsabilidad.
El asistente, ajustando su capa mientras mira el mar en busca de señales, responde con preocupación.
No, señor. Las fuerzas Uchihas de Konoha aún no han llegado. Deberían haber estado aquí hace tiempo.
Aku frunce el ceño, su mirada se endurece mientras contempla la vasta extensión del mar y el horizonte, esperando la llegada de los refuerzos que aún no aparecen. La tensión en el aire se hace palpable, un presagio ominoso de la batalla inminente que requiere cada soldado disponible para enfrentar la amenaza que se aproxima.

Otro de los nombres más reconocidos en estas últimas semanas y proveniente de Kiri, el capitán Ohama Hagashi. Escogido como líder de las fuerzas en el mar, la primera fila de combate. Un hombre imponente de piel blanca y ojos blancos como el hielo, observa con intensidad el horizonte desde la proa de su navío. Su musculatura prominente y sus dientes afilados resplandecen bajo la luz roja que se refleja en las olas, mientras su largo cabello ondea con el viento. 

Ohama Hagashi

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Con una voz poderosa que corta el viento como un sable afilado, ordena a su tripulación que se aliste con rapidez, su tono dejando claro que no hay tiempo para dudas. Sin embargo, de repente, un tumulto en la playa captura su atención. Los gritos y el alboroto se elevan desde la orilla como un clamor inquietante, rompiendo la calma tensa del momento. ¿Qué está pasando allá, Aku? - Se pregunta. El capitán, con la mirada fija en el mar, siente un escalofrío recorrer su espalda mientras gira hacia la playa, buscando entender la causa de la perturbación que amenaza con desestabilizar la cuidadosa preparación para la batalla.

En la playa, el caos estalla con una furia inesperada. Lo que comenzó como un simple intercambio de palabras, despectivas y cargadas de resentimiento, pronto se transforma en una violenta confrontación entre rebeldes e imperiales. La chispa inicial, que nadie puede recordar con precisión, enciende una llama que rápidamente consume a los presentes. Los gritos, cargados de enojo y desafiante indignación, comienzan a elevarse, mezclándose en un estruendoso clamor que presagia el estallido de la violencia.

Los rebeldes, su paciencia agotada por las provocaciones continuas, avanzan con una intensidad palpable. Sus miradas, llenas de furia contenida, se encuentran con la de los soldados imperiales, cuyas actitudes autoritarias y despectivas han alimentado aún más el resentimiento. La tensión entre ambos bandos es eléctrica, como un cargador de tormenta que está a punto de desatarse. Las palabras se han vuelto cuchillos afilados, y cada comentario despectivo es como un golpe a un tambor de guerra.

Los imperiales, por su parte, mantienen una postura desafiante y segura. Su orgullo y confianza en su superioridad se reflejan en sus actitudes, aunque el creciente desorden comienza a poner a prueba su control. El suelo bajo sus pies parece vibrar con la inminencia del conflicto, y el aire se siente cargado con una amenaza palpable, una mezcla de anticipación y ansiedad que solo puede ser aplacada por la resolución de la contienda que se aproxima.

A medida que la animosidad crece, el ambiente se transforma en un hervidero de emociones encontradas. Las líneas de separación entre los bandos se vuelven cada vez más difusas, con miradas desafiantes y gestos amenazantes que anuncian el estallido inminente de la violencia. La calma tensa que precede al enfrentamiento es tan densa que se puede casi palpar, un susurro de la tempestad que se avecina mientras los guerreros se preparan para lo inevitable.

Rebeldes vs Imperiales
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Un grito despectivo rasga el aire desde el lado imperial, dirigido a los rebeldes con una carga de desprecio que aviva aún más el conflicto. “¡Son unos simples traidores!” exclama un imperial, su voz llena de desdén. La respuesta no se hace esperar. Un rebelde, con los ojos brillando de rabia, grita de vuelta: “¡Y tú eres un opresor arrogante!” El intercambio de insultos escala rápidamente, con los cuerpos chocando en un torbellino de fuerza y furia. El primer puñetazo es lanzado, marcando el inicio de una pelea a gran escala que se desata con una violencia desenfrenada.

Entre la confusión, una figura imperial conocida únicamente como "T" se acerca a Kaito.  — ¡Deberías estar tan muerto como los cadáveres que arrastras! - Dijo con enojo.  El comentario, cargado de desprecio, se pierde en el tumulto de tantos gritos y descontrol.

El horizonte, que alguna vez fue un telón de fondo sereno, ahora parece presagiar la tormenta. La playa, a punto de ser testigo de la furia desatada, se prepara para convertirse en el campo de batalla donde la ira contenida y el resentimiento explosivo se enfrentarán en un conflicto que promete ser tan brutal como decisivo. La atmósfera, cargada de una tensión eléctrica, anticipa el momento en que las primeras manos se alzarán y los primeros golpes se darán, marcando el comienzo de una confrontación inevitable.

Resumen

El tiempo para postear de 72 horas ya ha expirado.

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Kaito dejó escapar un suspiro cargado de ironía al escuchar el comentario del hombre hacia el. Sus ojos de opaco escarlata, vacíos de cualquier emoción excepto por una fría determinación, se encontraron con los del imperial que se atrevió a cuestionarlo.

Un respiro profundo y una emanación de chakra antecedieron las palabras del alguna vez chikamatsu, extendiendo las tan fuerte y tan lejos como le fue posible para que todos a su al rededor lo escucharan —¿Muerto? —repitió Kaito, con una voz gélida y sarcástica—. ¿Crees que la muerte tiene algún significado aquí? —Sus palabras cortaban como cuchillos, ignorando por completo la conmoción que causaban a su alrededor—. Me importa poco lo que piensen de mí, lo que piensen de mis artes o de los cadáveres que arrastro. Ya no soy prisionero de las opiniones insignificantes de los vivos y ustedes tampoco lo son. —Señaló con un pálido y largo dedo al horizonte, donde la ola roja de energía brillaba amenazante—. Todos estaremos igual de muertos si no enfocamos nuestra atención en eso. Les guste o no, sus pequeños conflictos, sus estúpidas divisiones, si valiosa moral o estúpido orgullo no importan ahora. Lo único que importa es detener lo que viene. Si quieren odiar, odien esa maldita ola, no a mí. —Su voz resonó con una autoridad que no admitía réplica.

Kaito giró sobre sus talones, ignorando las reacciones de aquellos que lo rodeaban. No necesitaba su aprobación, ni su comprensión. Lo único que le importaba era la batalla por venir, una batalla que se libraría contra fuerzas que transcendían cualquier rivalidad insignificante.

Con una orden silenciosa, sus cadáveres avanzaron. Rogu, tomando la delantera, como si de una bomba se tratará, liberó un destello y en un momento activó la séptima puerta con su estruendo, su cuerpo irradiando una energía explosiva mientras se preparaba para atacar de frente a la ola de energía. Su velocidad era sobrehumana, y en un abrir y cerrar de ojos, estaba corriendo por sobre laz aguas hacia la amenaza que se cernía sobre ellos.

Aquel que un día fuera el líder yakuza Sasaki Hígasa, por su parte, desplegó su paraguas de combate, adoptando una postura defensiva. Sus movimientos eran precisos, casi elegantes, a pesar de la muerte que lo había reclamado tiempo atrás. Estaba listo para enfrentarse a la energía que se avecinaba, con la serenidad de alguien que ya no temía al fin.

Kaito no esperó a ver si alguien más lo seguía. Comenzó a correr desde la costa, cada paso firme y decidido, como si cada uno lo acercara más al destino que había aceptado. Con su mano derecha, sacó su flauta, un instrumento de madera negra que resonaba con un poder ancestral. Con la mano izquierda, realizó un gesto rápido y preciso, invocando a sus tres demonios Doki. Las criaturas emergieron del suelo, monstruosas y aterradoras, cada una de ellas lista para sembrar el caos en el campo de batalla siguiendo a su amo.

Ahora, toda la oscura maestría de Kaito estaba desatada. El médico sombrío no tenía intención de caer sin luchar. Su mirada estaba fija en la ola roja de energía, la única amenaza que realmente importaba. No se detendría hasta que su último aliento fuera consumido en la batalla, dispuesto a enfrentar lo imposible con la misma indiferencia que había mostrado hacia el desprecio de los vivos. Aquí, en este campo de batalla, Kaito era la encarnación del rechazo absoluto a la muerte, un guerrero que había trascendido el miedo para convertirse en algo más. Algo oscuro, pero decidido a luchar hasta el final.

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Última modificación: 17-08-2024, 06:04 PM por Kyoshiro.
Aku se mantenía en la playa como una sombra inmóvil, su mirada fija en el tumulto que se desplegaba ante él. El sol se desmoronaba en el horizonte, sus últimos rayos dorados bañando la escena en una luz melancólica y distendida. A sus alrededores, imperiales y rebeldes peléandose entre si, pero Aku no se inmutó. De pronto, Kaito, con sus palabras gélidas y cortantes, arrojaba comentarios que parecían romper el aire en fragmentos de hielo y acero.

Mientras Kaito se dirigía a los presentes con un desprecio mordaz, la esencia de la playa parecía tomar un respiro profundo, como si la misma tierra estuviera escuchando. Aku lo escuchó, pero su mirada era fiel a la ola roja de energía, un monstruo de fuego y furia, que avanzaba con una amenaza tangible ¿Cuánto era ya? Unos 10 o 20 kilómetros tal vez. No pasaría ni media hora antes de que todo se resolviera, para bien o para mal.

A medida que el grito de Kaito se desvaneció en el crepúsculo, la playa poco a poco se convirtió nuevamente en un escenario de caos y discordia, con los militares y rebeldes aferrándose a sus luchas frágiles como si el eco de las palabras pudiera desvanecer la amenaza inminente. Uno que otro cedió momentáneamente, pero pronto un puñetazo certero a un rostro desprevenido reavivó la furia de la contienda. La lucha, desatada de nuevo, rugía con un fervor desesperado que parecía ignorar la urgencia de la amenaza que se cernía.

En un acto de tranquila autoridad, Aku movió un dedo mientras permanecía impasible, cruzado de brazos, su mirada fija en el horizonte. La arena bajo los pies de los combatientes empezó a temblar, arrastrándolos con una fuerza inexorable que los separó, deshaciendo la frágil red de sus conflictos. Aku observó sin pronunciar palabra, su mente distante, centrada en el mar en movimiento, en la barrera que se acercaba, y en la figura distante de Kaito alejándose. Mientras los cuerpos separados se tambaleaban en la arena, Aku se preguntaba en silencio dónde podían estar los Uchiha, como si el destino de todos dependiera de su ausencia o su presencia.

Desde la perspectiva del Capitán Ohana, el panorama se desplegaba con una intensidad casi palpable. Kaito, sin un atisbo de duda en su rostro, había desencadenado un despliegue de estrategia tan audaz como inquietante. Sus cadáveres avanzaron bajo una orden tácita, y entre ellos, Rogu tomó la delantera como un proyectil humano, desatando un destello que iluminó el horizonte y activó la séptima puerta con una explosión de energía. La velocidad de Rogu era sobrehumana, y su carrera a través de las aguas en dirección a la amenaza era un espectáculo de pura determinación.

Mientras tanto, Sasaki Hígasa, un enigma envuelto en elegancia incluso en su forma de espectro, desplegó su paraguas de combate con una serenidad inquietante. Sus movimientos, precisos y graciosos, contrastaban con el caos alrededor, como si él estuviera en completa armonía con la fatalidad inminente. Sin esperar confirmación ni compañía, Kaito avanzó con pasos firmes hacia su destino inevitable. Su flauta negra, resonante de poder ancestral, y el conjuro que invocó a sus demonios Doki, subrayaron la magnitud de su desafío.

El Capitán Ohana, con su mirada fija en el tumulto desde la proa de su navío, observaba la escena con un creciente desasosiego. Las olas se rompían contra el casco con un ruido persistente, un eco constante que parecía acompasarse con la tensión del momento. Los movimientos de Kaito y su macabro cortejo de demonios Doki cruzaban el horizonte con una determinación siniestra, avanzando hacia la amenaza que se avecinaba. Las sombras de los cuerpos que caían al agua, las figuras de los combatientes y la velocidad sobrenatural de Rogu, todo ello se mezclaba en un espectáculo inquietante.

La furia del Capitán estalló en un grito imperioso que cortó el aire con una autoridad que no admitía réplica. —¿¡Qué crees que estás haciendo!? —rugió hacia Kaito, su voz resonando con el peso de la frustración y el apremio—. ¡Vuelve a la costa, marinero! ¡No es el momento aún!

En un movimiento rápido, dos figuras se lanzaron desde el barco al agua, aterrizando con precisión calculada. Sus cuerpos cortaron la superficie del mar, acortando el paso de Kaito y sus siniestros aliados, aunque no la de aquel revivido cuya velocidad fue incomparable e imparable.

Rogu, el cuerpo reanimado, se convirtió en una fuerza imparable de velocidad y determinación. Cada zancada suya era un destello de energía que cortaba el aire, acercándose rápidamente a la barrera roja que se cernía sobre el horizonte. A medida que la distancia se acortaba, el mar, aún tranquilo, parecía alzar su voz en un murmullo ominoso ante la inminente colisión. La barrera, una masa de fuego y furia, avanzaba con una cadencia constante, a unos 15 o 20 kilómetros de la costa, y no mostraba signos de detenerse.

A medida que Rogu se acercaba, un fenómeno peculiar comenzó a ocurrir. Kaito, conectado de alguna forma mística con el cadáver que corría hacia la barrera, experimentó una serie de visiones fugaces, producto de la cercanía de Rogu con la barrera. Primero, vería un destello rojo frente sus ojos. Un recuerdo: su padre, un maestro marionetista del Clan Chikamatsu, en una tarde de primavera, enseñándole el arte de las marionetas en medio de los yermos. La imagen era clara, pero el silencio que la acompañaba era palpable, como si el tiempo se hubiera detenido para ese breve instante. Luego, un segundo flash, más breve y menos detallado, mostró al Maestro Iwagiri, en una mañana luminosa, instruyéndole en las técnicas básicas de manipulación de la arena. El recuerdo era efímero, pero intenso, como un susurro en medio del caos.

Hay más tiempos- Le susurró una voz en su cabeza.

Cuando el último de estos destellos se desvaneció, la visión de Kaito regresaría a la realidad, encontrándose frente a un grupo de figuras expectantes. Ellos esperaban una respuesta de la pregunta que Kaito no habría logrado escuchar, sus palabras se perdieron en el rugido del viento y el estruendo de la batalla. ¿Que había sido eso?

Mientras Rogu se acercaba inexorablemente a la barrera roja, un nuevo flash invadió la mente de Kaito. En un abrir y cerrar de ojos, se encontró en medio de la Zona Comercial de Konohagakure No Sato. Era un evento del pasado, uno real, una escena vibrante con tiendas y vendedores, el bullicio de la vida cotidiana en el aire. En el centro de ese bullicio, Kin, el Uchiha, se le acercó con una sonrisa franca y un gesto amistoso.

¡Kaito hombre! No esperaba verte por Konohagakure! ¿Estás de visita? —decía Kin, levantando una mano en saludo, su voz resonando con una calidez inesperada en contraste con el presente sombrío. -  Pero Kin no era Kin, le faltaba un brazo ¿Eso había pasado de esta manera? De repente, el flash cambió, transformándose en otro recuerdo. Kaito se vio a sí mismo en un entorno menos definido, rodeado de figuras borrosas. Kaname, Adán Yamanaka, aquello era otro recuerdo.

Bien, miembros de Kakusei, algunos de ustedes ya me conocen, pero para aquellos que aún no lo hacen, mi nombre es Kaito Chikamatsu. Estoy aquí como alguien que comparte sus ideales en esta búsqueda común. Los he convocado por una razón específica —decía el Kaito del recuerdo, su voz manteniendo la serenidad y la autoridad que le caracterizaban.

A medida que el recuerdo avanzaba, la imagen se tornó en un rojo intenso, una luz que parecía envolverlo todo. Este era el momento en el recuerdo donde las raíces aparecerían, enredándose de manera voraz alrededor de las figuras presentes, atrapando a Adán, Renji y a él mismo sin piedad ¿No? Sin embargo, Kaito se daría cuenta de que este no era el curso real de los eventos. No eran Adán, no era Renji. En cambio hablaba con una chica llamada Namida, y otro llamado Issei ¿Había sido esto lo que pasó realmente? ¿Quiénes eran esos? ¿Dónde estaban Adán y Renji? La escena se transformó, distorsionada por la luz roja y el tumulto, y una voz susurrante apareció en su mente.

Hay más mundos —decía la voz, enigmática y cautivadora, mientras Kaito volvía a la realidad de la batalla, la barrera aún acercándose y su conexión con el pasado dejándole una sensación de incertidumbre y asombro.

Mientras Rogu avanzaba con una determinación imparable hacia la barrera roja, otra serie de recuerdos fragmentarios, pequeños y nebulosos, que parecían surgir de una grieta en el tejido de la realidad.

Primero, la escena cambió al Coliseo Sabakugami. Allí, en un combate épico contra Fujitora, Kaito alzó la mano izquierda, apuntando con precisión. Un haz de luz se disparó, cortando el aire con intención mortal. Pero antes de que pudiera culminar su acción, Fujitora esquivó y lo azotó contra el suelo, quebrándole el cráneo.

Luego, el escenario mutó a otro recuerdo, una conversación con Izuku y Ohana. El Kaito del recuerdo, con una expresión de asombro genuino, exclamaba:
¡Ah, Edo Tensei! ¡De verdad! Esa es justo la investigación en la que estoy trabajando. ¡Ni siquiera sabía que ustedes conocían la técnica! Ahora me entero que uno de ustedes la ha perfeccionado —comentó el Kaito del recuerdo, antes de continuar hacia las celdas con Izuku. Su mirada se dirigió a la joven ciclope con un interés indiscreto. —¿Qué tal? Soy Kaito, alumno de Akami. Me encantaría conocer a esa tal Aiko de la que hablas —añadió, su curiosidad evidente.

El recuerdo se desdibujó en una serie de imágenes borrosas, antes de desvanecerse en una visión perturbadora: él mismo en el suelo, a los pies de Ohana, sangrando y derrotado. ¿Qué era esto? Claramente esto no había ocurrido así en el pasado.

En ese momento, una voz susurró en su mente con una claridad inquietante:

—Hay más realidades.

El susurro resonó como un eco en el vacío, acentuando la sensación de que la realidad que enfrentaba estaba entrelazada con dimensiones más complejas y desconocidas. Mientras Rogu seguía avanzando hacia la amenaza inminente, Kaito se debatía entre el presente y un pasado lleno de sombras, recuerdos que no pasaron de la manera que él recordaría.

Finalmente, un último destello rojo cegador atravesó la visión de Kaito, arrastrándolo a otro recuerdo que no era suyo, pero que parecía resonar con una inquietante familiaridad. En el nuevo flash, un hombre distinto se perfilaba ante él. O mejor dicho, Kaito era él, pero él no era Kaito. Este hombre, con una presencia digna y un aire de sabiduría, regresaba al País del Fuego. Había renunciado antes de la completa instauración del imperio, pero ahora sentía el llamado de regresar y aportar su conocimiento único. Su nombre era Iroh.

Antes de que pudiera procesar completamente esta visión, el escenario cambió a otro recuerdo, esta vez de una persona común, años atrás. Pertenecía al clan Nara y se llamaba Shikagetsu. La escena se desarrollaba en un contexto de cotidianidad, lleno de un aire de normalidad y paz que contrastaba marcadamente con el tumulto presente.

Una voz susurró por última vez en sus oídos, con una urgencia serena le dijo:
—Hay más 'tú'.

El último flash se desvaneció, y Kaito volvió a la realidad. Ante él, los dos hombres de antes esperaban, uno de ellos repitiendo con impaciencia:
¿Hola? ¿Alguien en casa?

Mientras la barrera roja se acercaba inexorablemente, y Rogu estaba ya a un kilómetro de distancia de llegar a ella, el peso de los recuerdos y visiones parecía condensarse en el presente ¿Qué estaba pasando?

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