[Misión Simple D] Escoltar a Diplomático.
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Era aún temprano, el sol apenas comenzaba a asomarse por detrás de las imponentes montañas y estructuras metálicas que caracterizaban Nueva Iwagakure. Las primeras luces del amanecer pintaban el cielo con tonos naranjas y rosados, creando un contraste impresionante con las grises y robustas estructuras de piedra y metal.

Takeshi con una expresión siempre seria y unos ojos que parecían observar cada detalle, se encontraba ya en la puerta principal de la aldea. Aunque antes, esa misma mañana, antes de dirigirse a la puerta, Takeshi hizo una breve parada en una pequeña tienda cercana, famosa por sus sorbetes. Era su pequeño placer culpable, un ritual que siempre le ayudaba a calmar sus nervios.

-¡Takeshi! Justo a tiempo como siempre.- saludó el tendero, un hombre mayor con un brazo mecánico-.

-Hola, señor Taro. ¿Cómo está esta mañana?- respondió Takeshi con una ligera sonrisa, acercándose al mostrador.

-Todo en orden, chico. Aquí tienes tu sorbete de melón, bien frío como te gusta.- dijo el señor Taro, entregándole el sorbete con una sonrisa amistosa. -¿Listo para otra misión?-

-Sí, una escolta esta vez.- contestó Takeshi, aceptando el sorbete y dando un primer sorbo refrescante.

-Recuerda, la mente clara y el estómago lleno, ¿eh?- bromeó Taro, observando al joven shinobi con algo de preocupación paternal.

-Siempre lo tengo en cuenta. Gracias, señor Taro.-Takeshi asintió, agradeciendo el consejo.

Con un sorbete en mano, se dirigió a la puerta, disfrutando del refrescante sabor mientras pensaba en la misión que le esperaba.

-¿Qué tal serán mis compañeros de equipo?-, se preguntó mientras daba otro sorbo. Takeshi estaba acostumbrado a trabajar solo en sus misiones, y la idea de colaborar con otros shinobis le generaba cierta ansiedad

Al llegar a la puerta principal, se apoyó contra una de las paredes de piedra y continuó bebiendo su sorbete. El aire fresco de la mañana le ayudaba a despejar la mente y concentrarse en la tarea que tenía por delante, pero no podía evitar que sus pensamientos volvieran una y otra vez a sus nuevos compañeros de misión.

-Solo mantén la calma y haz tu trabajo, como siempre.-, se recordó a sí mismo.

Mientras esperaba, observó sus alrededores con atención. La puerta de la aldea, custodiada por guardias con equipos tecnológicos avanzados. El sonido de los motores en marcha y el murmullo lejano de los ciudadanos que comenzaban su día proporcionaban un trasfondo animado. Observó a los ciudadanos, algunos saludándole mientras pasaban.

Los primeros comerciantes empezaban a abrir sus tiendas, dejando escapar aromas tentadores de pan recién horneado y especias exóticas. Los trabajadores ajustaban los mecanismos de sus puestos, y las chispas de las herramientas de metal volaban mientras los artesanos afinaban sus creaciones. Los niños correteaban por las calles, riendo y jugando antes de dirigirse a la academia ninja. El aire estaba lleno de una mezcla de olores: el aceite de las máquinas, el dulce aroma de las flores de los jardines colgantes y el inconfundible olor a tierra mojada, reminiscente de la reciente lluvia nocturna. Todo esto formaba un mosaico viviente que mostraba la vibrante vida de la aldea.

El diplomático, el señor Shinji, aún no había llegado, lo que daba tiempo a los shinobis para presentarse antes de emprender el viaje. Takeshi permaneció en su posición, con la mirada fija en el horizonte.
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— Entonces Iwagakure… ¿No es esa la aldea dentro de una cueva? Es como en eras antiguas, humanos viviendo en cuevas… —. La mente de Anko exploraba por sus recuerdos, había investigado ya con anterioridad sobre las aldeas del mundo ninja, pero nunca había tenido la oportunidad de abandonar Kumogakure, pero la misión que cayó en sus manos le abrió esa posibilidad. — ¿Porqué Iwagakure necesitaría ninjas de otras aldeas? Talvez no tengan a tantos disponibles —. Pensaba Anko mientras abordaba el transporte ferroviario cercano con dirección a la aldea oculta entre las rocas, un nombre tan literal.

El viaje de la Miroku fue aburrido y sin mucho que observar, salvo uno que otro paisaje que llegaba a aparecer de vez en cuando durante el trayecto. También cabe decir que la chica sufrió un poco durante su largo viaje, dentro del tren era obvio que no podía prender un cigarro y fumarlo como solía hacerlo cuando estaba en exteriores, su leve adicción la atormentaba, pero no era nada con lo que no pudiera lidiar, en parte, estaba preparada físicamente para ello.

Mientras más se acercaban a Iwagakure, el paisaje empezaba a cambiar de a poco, pasando de zonas boscosas y muy verdes, a lugares con caminos de tierra y una densidad menor de árboles, algunos de ellos ya con las hojas completamente caídas, aun así, no era algo desagradable de ver, simplemente era un ambiente diferente y totalmente natural dentro del mundo. Lo siguiente en el viaje de la Kunoichi de las Nubes fue una caminata no tan larga desee la estación hasta la aldea, obvio nadie la iría a recibir apenas descendiera del tren, no aun, pues no ostentaba un gran rango o reputación como para que tuviera que ser así.

Lo bueno es que finalmente pudo satisfacer su necesidad de tabaco, encendiendo uno de esos tubos de papel con ayuda del fuego de un zipo metálico, colocándolo entre sus labios y disfrutando de él durante su caminata hacia las puertas de Iwa, aunque fue rápida pata consumirlo, no sabía si a sus compañeros ninja o al Señor Shinji le agradarían el olor del tabaco quemándose, así que lo mejor era no fumar cerca de ellos.

La no tan larga caminata finalmente hizo llegar a Anko hasta las puertas de Iwagakure, aparentemente el equipo aun no estaba listo, pues en el lugar, ajeno a los guardias, solo había un joven de larga cabellera oscura, con una mirada penetrante y un aura algo intimidante, ciertamente algo interesante para Anko. — Hola, soy Anko, vengo de Kumogakure, supongo seremos compañeros de escolta, ¿no? —. Una presentación un tanto vaga para un ninja, pero realmente no tenía mucho que decir, pues no conocía al joven Konjiki que estaba frente a ella.
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-Entonces lo único que debo hacer es que este señor de nombreeee....- Volvía a mirar el pergamino que tenía en las manos, me había olvidado del nombre de aquel sujeto al que debía de escoltar hacia un poblado que.... bueno, también me había olvidado su nombre, pero seguro está escrito en este papel así que aprovecharía para buscarlo también ahí. -El señor Shinji, este. Llegue sano y salvo al poblado de Ryushi. ¿Es así?- Tenía ante a mí a un caballero unos años mayor que yo, pero que ya portaba felizmente su chaleco, que lo señalaba como un chunin de Iwagakure, así que claramente era de un rango mayor al mío propio. Era quien entregaba las misiones ese día a los genin, y a mí me había tocado la de llevar a un diplomático a una ciudad fuera de la aldea. No lo haría solo, también participaría otro genin al igual que yo, de aquí mismo de la aldea. Pero lo sorprendente, era el nombre de esta chica, una tal Anko que venía de afuera a servir como apoyo.

-Si exacto, una vez llegue con su grupo a las puertas de la aldea, el señor Shinji le dará más información si lo ve necesario.- Tomaba el papiro y le colocaba un sello para así dar a ver que ya el encargo había sido aceptado. Coloque mi firma en el lugar indicado y luego vi como lo guardaba en uno de los cajones que tenía bajo su escritorio. -¡Vale listo, muchas gracias compa!- Me despedí con un fuerte apretón de manos y luego espere el día indicado para dirigirme hacia el encuentro.

Pasados un par de días desde que había obtenido aquel encargo para salir fuera de la aldea en una misión de suma importancia, había llegado por fin el momento de ahora si poder mostrar mis habilidades ya fuera de este lugar. Por ahora las misiones habían sido demasiado mundanas y sin presentar ningún tipo de peligro. Pero ahora tocaba salir de la zona de confort que nos permitían estos enormes muros de roca sólida, y adentrarnos en las extensas tierras a las afueras. ¿Habría bandidos asechando desde el sigilo? Eso esperaba... y esperaba poder decorar la tierra con su sangre. Tenía ya todo preparado para el viaje. Una mochila con todos los utensilios y armas que me habían regalado por recién graduarme de la academia, así también llevaba mi enorme Kanabo.

-¡Que tal!- Avisaba de mi llegada con una enorme sonrisa dibujada en mi rostro. Levantando ambos brazos para que el par de shinobis notasen mi presencia al instante. Había sido el último en llegar al encuentro, y es que, pues como les digo... ¿Lo bueno se hace esperar, no? Y ya lo bueno estaba ahí. -Zell Dincht aquí- Me presente cuando finalmente llegue a estas cerca de los dos.

En frente de mí había un chico bastante joven, parecía ser un espadachín por su ropa y su katana. En frente estaba la chica que venía de Kumogakure, parecía ser de mi edad. 

Pero ellos, ¿qué era lo que verían exactamente cuando sus ojos me mirasen fijamente? Pues verían a un sujeto de enorme tamaño, tanto de altura como de grosor.... pero no grosor por gordo o algo así. No no. La musculatura que presentaba era increíble, aquello se podría apreciar sin problemas gracias a mi chaqueta, la cual llevaba sin magas, dejando ver mis brazos en su totalidad. La cremallera que debería de cerrar el torso, siempre llevaba abierta, dejando ver así mis anchos y grandes pectorales, todo lleno de tatuajes. Pero lo que más llamaría la atención, sería el par de cuernos que sobresalían de mi frente, negros con betas rojas decorándolos. El atuendo era full black, tanto la chaqueta de cuero como las enormes botas y unos jeans rasgados por aquí y por allá.


Estadísticas de Zell Dincht
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Takeshi observó con atención a la kunoichi que se aproximaba. Era una joven de Kumogakure, su andar decidido y su presencia irradiaban confianza. Su presentación fue directa y sin rodeos. Takeshi inclinó levemente la cabeza a modo de saludo, mostrando un leve atisbo de respeto y cordialidad.

-Takeshi Kurosawa.- respondió con su habitual tono serio-. Es un placer, Anko. Espero que podamos trabajar bien juntos.

Antes de que pudiera continuar la conversación, otro shinobi se acercó con una energía y entusiasmo desbordantes. Se presentó con una gran sonrisa y una actitud extrovertida, totalmente diferente a la de Takeshi. Takeshi estudió a Zell rápidamente. Su imponente figura y musculatura destacaban de inmediato, al igual que los cuernos que sobresalían de su frente. El contraste entre los tres shinobis era notable, pero Takeshi sabía que cada uno aportaría habilidades únicas a la misión.

-Takeshi Kurosawa. -repitió, esta vez para Zell inclinando levemente la cabeza-. Encantado de conocerte, Zell.

Guardó un momento de silencio, observando cómo interactuaban sus nuevos compañeros. Notó que Anko parecía tranquila y observadora, mientras que Zell irradiaba una energía casi contagiosa. Takeshi tomó un último sorbo de su sorbete, luego lo tiró en un contenedor cercano. El refrescante sabor del melón le había ayudado a calmar sus nervios, pero ahora era momento de concentrarse plenamente en la misión.

Finalmente, una figura apareció en la distancia. Un hombre bien vestido, se dirigía hacia ellos. Era el señor Shinji. Takeshi se enderezó, preparado para asumir su rol como protector. El señor Shinji se acercó con una sonrisa cordial y una actitud respetuosa.

-Buenos días, jóvenes shinobis. Soy el señor Shinji, agradezco su disposición para acompañarme en este importante viaje. -dijo, inclinando ligeramente la cabeza en señal de respeto.

-Es un honor, señor Shinji. -respondió Takeshi, con una leve inclinación de cabeza-. Estamos aquí para asegurarnos de que llegue a su destino a salvo.

El diplomático asintió. Luego se acercó a la puerta de la aldea, preparándose para partir. A medida que comenzaban su marcha, el señor Shinji se mostró curioso sobre sus acompañantes.

-Díganme, ¿qué los motivó a convertirse en shinobis? -preguntó primero a Anko, luego a Zell-. También me gustaría saber si han realizado misiones de escolta antes. Y tú, Takeshi, ¿qué te llevó a convertirte en shinobi? -preguntó con una mirada inquisitiva-. ¿Has realizado misiones de escolta antes?

Aunque era reservado por naturaleza se animó a contestar, Takeshi reflexionó un momento antes de responder, sus ojos estaban fijos en el horizonte.

-Me convertí en shinobi para honrar la memoria de mi madre.-respondió con firmeza.- Las misiones de escolta no son nuevas para mí,  ya hice algunas, incluso me he enfrentado a muchos bandidos. Algunas montañas de Iwa están plagados de ellos.

Takeshi luego se paro atentamente a escuchar las respuestas de sus compañeros, curioso por conocer más sobre ellos.

El grupo avanzaba por el camino, rodeado de imponentes montañas y estructuras metálicas. El aire fresco de la mañana y los sonidos de la ciudad quedaban atrás, mientras se adentraban en el desafiante terreno del País de la Tierra. Los paisajes eran impresionantes, una mezcla de la robustez de las montañas de Iwagakure y la sofisticación tecnológica lograda estas últimas décadas. Los caminos estaban bordeados por acantilados y precipicios, con ríos serpenteantes abajo, mientras los restos de antiguas maquinarias y estructuras de metal abandonadas se mezclaban con la naturaleza.
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Última modificación: 28-07-2024, 05:42 PM por Zell D..
Ante mí estaba el más que joven shinobi de cabello largo y color azabache, quien por sus maneras, parecía ser alguien con bastante educación, o simplemente era callado e introvertido. Pero esto último es algo que descubriría que no es así, parecía ser que simplemente era alguien que media bastante su actuar y sus palabras. Era, en su total, mi contraparte. Yo quien trataba en todo momento de mantener la voz cantante en la escena, que sea mi habla quien se destaque por encima de los demás. Si ya lo hacía mi apariencia física, pues que también sea mi actitud confiada quien hablase por mí. 

Y no por esto esté intentando decir que Takeshi sea desconfiado consigo mismo. Simplemente, era su forma de afrontar la vida, alguien calculador y frío. Este tipo de actitudes en un shinobi también era de agradecer. Pero ahora mismo estábamos entre colegas, eso claro, hasta que llegase el encargo.

-El placer es mío muchacho.- Le colocaba una mano en el hombro, pero sin hacer presión, queriendo mostrar un cierto grado elevado de camarería. Transmitirle un poco de mi calidez. -Aunque bueno siiii, si tienes razón.... Siempre es un placer tenerme como compañero, jajajaj- Reía a carcajadas ante la última broma que le tiraba al par. ¿O no era broma? Bueno, allá cada quien que lo quiera ver como lo quiera ver. -Veo que eres bastante joven... ¿Es tradición o algo entre tu familia ser shinobis?- Pregunte ya con un noto más suave, no llegando a la seriedad, pero sí sin mostrar ni un poco del tono desenfrenado que llevaba hasta ahora.

Pasados ya varios minutos desde la introducción del trío que se iba a encargar del traslado de aquel político, este ya había llegado y comenzaba a presentarse ante nosotros. -Siempre disponible señor Shinji.- Respondí ante su presentación. -Mis compañeros y yo nos encargaremos de su total seguridad durante el viaje, no se preocupe-.

-Ah, pues... mis motivos son puramente económicos. Antes estaba en un circo ambulante, estos de acá- Apuntaba a mis cuernos y también a algún que otro músculo de proporciones enormes. -Y estos de acá también, resultaban atractivos e interesante para la gente. Pero mi vieja se puso muy mala y pues, esa vida que llevaba no era suficiente para cubrir los gastos. Esto de ser shinobi y proteger a la aldea, ofrecía más así que aquí me tiene, defendiendo su vida de lo que sea que venga de afuera.- Le sonreí con una penúltima frase. -Y además, dejan partir cabezas, así que es un plus jajaja- Volvía a reír soltando una sonora carcajada.

-Esta es mi primera misión como escolta, pero tranquilo señor... estoy seguro de que apenas un bandido me vea, se lo pensara mejor y dará media vuelta.- Es verdad que me había graduado hace poco, y esta era la primera misión que se me confiaba fuera de la aldea, y más aún, debiendo de defender la vida de alguien más. Pero se supone que nos preparaban para ello. Además, según comentaba Takeshi, no era su primera vez, así que con alguien ya experimentado, la situación sería más fácil, eso creía. -¿Pero la aldea forma a los mejores no?- Comenté tras escuchar a Takeshi, y darle un leve puño de aprobación, en su brazo.
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La presentación enérgica del joven dejó algo sorprendida a la Miroku, ella se esperaba un comportamiento más frío y distante debido al porte intimidante que tenía el Konjiki, pero, todo lo contrario. La Kunoichi de Kumogakure imitó el gesto de Kurosawa, inclinando levemente su cuerpo hacía en frente pata hacer una pequeña reverencia de respeto hacia el ninja de Iwagakure. No pasó mucho tiempo para que el tercer integrante de la misión arribara al lugar, un hombre bastante musculoso y cubierto de tatuajes por su abdomen, y su característica más visible eran aquellos cuernos que sobresalían de su cabeza, además del enorme Kanabo que el musculoso cargaba.

— Onikuma… No esperaba encontrarme con uno… —. Obvio, la Kunoichi no conocía mucho de las habilidades de aquel Clan, pero sí que conocía un poco de su historia y características principales gracias al pasado de riñas entre los Miroku y los Onikuma. — Hola… Zell… —. Fue lo único pronunciado por Anko antes de que el verdadero protagonista llegara, el señor Shinji. El hombre parecía alguien bastante amable, de igual forma, con una actitud lejana a lo que se podría pensar o estereotipar de alguien del calibre del hombre. Apenas el grupo comenzó el viaje, el señor Shinji ya se encontraba preguntando cosas hacia el grupo de escolta que lo acompañaba, talvez su idea era hacer el viaje más satisfactorio y no una simple caminata de silencio.

La primera en recibir una pregunta fue la propia Anko, quien al ir levemente distraída observando los alrededores, reaccionó unos segundos tarde a la pregunta. La Miroku meneó un poco la cabeza de lado a lado ante la pregunta del hombre, era la primera vez que alguien ajeno a su círculo familiar le cuestionaban sobre su meta al convertirse en ninja. — El Escuadrón Anbu… Quiero formar parte de ellos y servir mejor a mi aldea… —. No era mentira, Anko de verdad quería formar parte del tan temido Escuadrón Anbu, una meta talvez difícil de lograr para alguien común, pero no por eso es imposible.

Luego de eso Zell y Takeshi respondieron a la pregunta del señor Shinji. Lo que llamó la atención de la peli marrón fue los motivos de sus compañeros para convertirse en ninjas. Takeshi quería honrar la memoria de su madre y Zell quería obtener beneficio económico para pagar el tratamiento de su madre enferma, esto hizo que la joven se sintiera extraña, ya que su motivación no era tan profunda como la de los Genin de Iwagakure, aun así, seguiría hasta el final con aquella meta que se había fijado años atrás.
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Última modificación: 29-07-2024, 12:33 PM por Takeshi Kurosawa. Razón: erratas
Takeshi observó con atención a sus compañeros mientras respondían a las preguntas del señor Shinji. Zell, con su historia sobre ayudar a su madre enferma, y Anko, con su aspiración de unirse al Escuadrón ANBU para ayudar a la gente de su Aldea, mostraban una profundidad de carácter y compromiso que Takeshi apreciaba en silencio.

-El Escuadrón ANBU...-pensó Takeshi, reconociendo la ambición de Anko. Por otro lado, Zell, con su determinación de ganar dinero para el tratamiento de su madre, mostraba un compromiso que Takeshi encontraba digno de respeto y parecía similar a de él.-También una madre...-Takeshi les miró de nuevo a ambos- Parecen tener buen corazón.., me caen bien.

Notó la calidez de Zell y como soltó una pequeña broma al grupo, Takeshi sonrió levemente. Sin embargo, cuando Zell le preguntó a él sobre su familia, Takeshi se mantuvo reservado, tal como era su costumbre.

-Prefiero no hablar de mi vida personal. -respondió de manera cortante pero respetuosa-.

Mientras avanzaban, el paisaje comenzaba a cambiar de la moderna y bulliciosa Nueva Iwagakure a un terreno más agreste y montañoso. Las imponentes estructuras metálicas y los ruidos de la ciudad quedaron atrás, dando paso a senderos rocosos y escarpados. Las montañas se alzaban majestuosamente a ambos lados del camino, y el aire se volvía más fresco y puro. El contraste entre la tecnología de la ciudad y la naturaleza salvaje del entorno era evidente y sobrecogedor.

Después de un rato de caminata, Takeshi decidió compartir un consejo práctico con el grupo.

-En mi experiencia, los bandidos tienden a huir cuando se dan cuenta de que están enfrentando a shinobis.-dijo con voz firme- Un jutsu básico o un lanzamiento preciso de shurikens o kunais cerca suya o desarmándolos suele ser suficiente para asustarlos. Mantengámonos alerta, pero no se preocupen demasiado por ellos.-Luego miró a Zell con una media sonrisa- Creo que tú solamente enseñando tus músculos los asustarás...

El grupo continuó su camino hasta que llegaron a un puente que cruzaba un profundo cañón. El puente de piedra, de unos 30 metros de largo y 5 metros de ancho, estaba en buen estado, pero el ambiente alrededor era sombrío. En la entrada del puente, un grupo de seis hombres con aspecto rudo estaban en un puesto de peaje que parecía improvisado. Sus vestimentas eran una mezcla de armaduras de cuero endurecido viejo y sucio y placas de metal en los hombros y pechos ya oxidados, lo que les daba un aspecto algo intimidante pero cutre. Algunos llevaban cascos rudimentarios, pero no todos portaban armas.

El líder del grupo, un hombre de gran tamaño con cicatrices visibles en su rostro, se adelantó para bloquear el camino. En su mano derecha sostenía una espada larga y desgastada, mientras que los otros hombres no llevaban una variedad de armas: uno con lanza, uno con una maza, y los otros dos con hachas pequeñas.

-¡Deténganse!-gritó el líder, su voz resonando en el aire frío de la montaña-Para cruzar este puente, deben pagar un peaje.

El señor Shinji frunció el ceño y dio un paso adelante rápidamente.

-No hay ningún puesto de peaje oficial aquí. -protestó con firmeza-. Este es un camino público.

-¡Vamos! Vais bien vestido viejo seguro que tienes dinero... ¿Y esos 3 son tus hijos? ¡Son 1000 ryos por cabeza!-Dijo sonriente- Estamos aquí para protegeros de los posibles... ataques en esta peligrosa zona, lo mejor sería que pagarais y no os metierais en problemas... Hacedme caso.-dijo casi de tono amenazante-

Los hombres del puesto de peaje intercambiaron miradas y se pusieron en una postura un tanto agresiva. Era evidente que no tenían intención de dejarles pasar sin obtener algo a cambio. Takeshi sintió la tensión en el aire y evaluó rápidamente la situación. Los "soldados del peaje" no parecían dispuestos a negociar pacíficamente. Miró a sus compañeros, Zell y Anko.

-Manténganse alerta.- advirtió Takeshi en voz baja, preparado para cualquier movimiento hostil.

El líder del grupo de peaje se adelantó un par de pasos más y con un movimiento rápido, agarró las ropas del cuello del señor Shinji, levantándolo ligeramente del suelo.

-He dicho que deben pagar.-gruñó el hombre, acercando su rostro al de Shinji—. O darse la vuelta y largarse. No hay otra opción.

Shinji, aunque claramente incómodo, mantuvo la calma y la compostura, sin dejarse intimidar por la situación.

-Este es un camino público, y no tienen derecho a cobrar peaje.- replicó Shinji con voz firme pero temerosa, además de que sus ojos reflejaban una creciente preocupación.

El líder del grupo aflojó un poco su agarre, pero no lo soltó, mirando a Takeshi y los otros shinobis con una sonrisa burlona.

-Así que, ¿Qué será? ¿Pagan o se marchan?-preguntó, disfrutando claramente de la situación.

Takeshi miró a Zell y Anko, buscando una señal de consenso antes de actuar. Sabía que la decisión que tomaran en los próximos momentos podría definir el curso de la misión y la seguridad de todos los presentes.
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La caminata del equipo era en cierta forma, relajante. Los distintos paisajes y estructuras metálicas que adornaban el camino, acompañado del buen ambiente dentro de la escolta, generaban un viaje completamente diferente a los que estaba acostumbrada la peli marrón, solo viajes solitarios y aburridos sin nada realmente bueno que destacar o tomar en cuenta. El consejo grupal de Takeshi no tomó por sorpresa a Anko, pero agradecía que el joven haya decidido compartir esa experiencia con los jóvenes Genins, especialmente porque el Konjiki ya tenía experiencia en misiones de escolta, a diferencia de la Miroku y el Onikuma.

El andar de la escolta los llevó hasta el comienzo de un enorme puente de 30 metros, una longitud bastante amplia que unía de forma artificial, ambos sectores de un profundo cañón montañoso. Pero lo verdaderamente destacable era el ambiente sombrío que rodeaba al puente, generado por un grupo de hombres, vestidos con armaduras desgastadas y portando armas oxidadas, indicando con un fuerte pero imponente grito que la escolta debían detenerse, aparentemente, para pagar un peaje que ellos mismos colocaron, una forma tan vaga y anticuada de obtener dinero.

El primero en expresar su descontento fue el mismo escoltado, quien de forma valiente dio un paso al frente para afrontar al grupo de ladrones, porque eso era lo que eran, ladrones. El tipo que parecía ser el líder del grupo habló, detallando la cantidad y la razón por la que cubrían ese peaje. — ¿Protección? Creo que podemos protegernos solos perfectamente —. Pensó Anko mientras sus ojos observaban como se desarrollaba la escena. Sus sentidos se pusieron en alerta cuando luego de las palabras de Kurosawa, el líder del peaje tomó por el cuello de la camisa al señor Shinji. El peligro era palpable en el ambiente, y el grupo de Genins tenía que actuar de forma rápida y eficiente para garantizar la seguridad de Shinji.

Los brazos de Anko se elevaron a la altura de su pecho y sus dedos empezaron a entrelazarse, haciendo una cadena de sellos manuales, buscando crear un Ninjutsu para hacer retroceder a los hombres. Cuando sus sellos finalizaron, en su mano derecha, una manifestación de su chakra elemental apareció en forma de un enorme látigo de 2 metros. — Yo quería solucionar esto por las buenas, pero en vista de que se ponen agresivos, entonces usaremos agresividad también. Suelta al señor Shinji —. El tono de la Miroku era firme y autoritario mientras meneaba levemente su diestra con el látigo de rayos. Su intención era lograr lo que Takeshi en misiones pasadas, infundir miedo en los hombres al saber que ella era una Kunoichi y no cualquier persona.

Raiton Okujo
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-Ah es algo personal, entonces. Vah no te preocupes mi rey- Al parecer, mi pregunta sobre su vida personal le había hecho un clic en su mente, y dicho clic había cambiado ligeramente su cara y su porte, incluso me atrevería a decir, que hasta su voz. Pero esto ya son imaginaciones mías. -¿Todos tenemos nuestras cositas privadas, no?- Le volvía a sonreír, para que así notara que no le había dado mucha importancia, o que no había visto mal el tono de su respuesta, que había sido algo cortante. -Bien, ya vamos dándole señor Shinji, o llegaremos tarde.- Comenzaba a caminar, delante del grupo.

Tras las breves presentaciones de nosotros tres, junto con el señor Shinji y un poco de broma para aliviar el ambiente si es que alguno de los presentes sentía un poco de tensión por la misión que se aproximaba, comenzamos nuestra marcha sin prisa hacia el lugar objetivo, que no era otro, sino el pueblo llamado Ryushi. Las vistas aquí afuera no eran tan distintas como las que había dentro de la aldea. Es decir, si quitas todo el cemento, el hormigón, los metales y distintos tipos de madera usados para las distintas estructuras que terminaban por adornar el paisaje, todo aquí afuera era casi una copia de Iwagakure. Y este diseño natural no cambiaria en un largo tiempo, ni siquiera al tener que presenciar el primer acto vandálico... pero esto, para más tarde.

Mientras escuchaba atento a las recomendaciones del joven espadachín, decidí revisar mi equipo ninja para ver con cuantas armas contaba. -Uhmm, no sé... ¿Crees que los asuste con estas seis pequeñitas cosas?- Saque las seis shurikens que tenía para que las observaran, a la vez que hacía una cara algo extrañado, obviamente era otra broma tonta de las mías, la cual acompañe con una carcajada, quizás fuera de lugar. -¡Ja, exacto exacto! Para eso preparé a estas bebes.- Un beso fue dirigido hacia cada bíceps.

Ya estábamos próximo a uno de los tantos puentes que separaban a una meseta de otra montaña, una de las tantas. Y según contaban en la academia, este tipo de lugares eran frecuentemente visitados por sujetos de mala forma, y un grupo de estos nos estaba esperando de este lado del puente, los vimos allá a lo lejos, eran seis en total. Era bastante fácil percatarse del tipo de personas que eran por los atuendos tan dejados que llevaban, y bueno, alguno que otro portaba algún objeto peligroso en sus manos. Uno de ellos avanzo hacia nosotros, parecía ser el más grande de todos.

-Bien, parece que acabaron las bromas.- Comente a todos a mi alrededor. -Haré algo de tiempo... quizás los moleste un poco a ellos. Esperemos que sea verdad eso de mostrar mis músculos y que se vayan... si no.- Agarraba firmemente mi Kanabo, la cual viajaría conmigo a mi lado, la iba medio arrastrando por el suelo, y quien fuese lo bastante agudo con la vista, notaria como los pinchos que la rodeaban se iban alargando poco a poco.
Bachiatari Kari
Ck: 20

El que parecía el líder y nuestro encargo intercambiaron un par de palabras, quizás intentando negociar un buen término para cruzar el puente sin que estallase algún conflicto. 'Está demasiado cerca...' Pensaba al ver el distanciamiento entre ambos, entonces me acerque para interponerme entre los dos. -¿Cuatro mil por los cuatro dices?- Gritaba con un tono de voz bastante elevado, incluso para que los que se habían quedado en el puente también escucharan. Y sí, también era parte de una burla hacia ellos, la cual seguiría con lo siguiente. -¡PERO SI SOLAMENTE ESTAS DE AQUÍ CUESTAN CADA UNA DIEZMIL!- Volvía a elevar la voz a la par que me agarraba las de abajo y apuntaba a todos ellos. Acto seguido tomé la enorme maza con ambas manos, me moví hacia adelante para que el señor Shinji no fuese el primero en la línea de ellos y así protegerle. Un golpe bastante fuerte y brusco impactaría contra el suelo. -¿QUÉ TE PARECEN SOLO DIEZ RYOS, O PREFIERES VERTELAS CON ESTA PRECIOSURA?- Levante la gran arma del suelo, donde se veía claramente el gran hoyo provocado por el fuerte golpe. Restos de arena y pequeñas piedras caían de entre cada una de las enormes púas que había sido clavadas.

A partir de aquí, me mantuve concentrado todo lo posible, era mi primera misión fuera de la villa. Era mi primera misión que incluía un combate, era la primera de hecho... que lo incluía con otro humano como yo. Y no podía permitirme fracasar en esto que tenía por delante. No sé si le había dado tiempo o no a mis compañeros para que hicieran sus previas, pero debía confiar.



OFF
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Última modificación: 31-07-2024, 12:54 PM por Takeshi Kurosawa.
Takeshi observó cómo sus compañeros reaccionaban a la amenaza. Anko se movía con destreza, sus manos realizando rápidos sellos para formar su Ninjutsu. En su mano derecha, un látigo de rayos brillaba con intensidad, listo para ser utilizado. La firmeza en su voz y su postura indicaban que estaba preparada para actuar con decisión.

Raiton...-Pensó Takeshi para sus adentros, ya que consideraba ese elemento como algo que quería llegar a dominar-

Zell, por su parte, se colocó rápidamente entre el líder de los bandidos y el señor Shinji, mostrando una actitud desafiante y protectora. La forma en que alzó su kanabo y lo estrelló contra el suelo, creando un cráter, mostró no solo su fuerza física, sino también su disposición a defender a su equipo y al escoltado.

Ahí va... Menuda bestia... -Dijo mirando el cráter y luego dirigió su mirada a la reacción de los bandidos- Creo que eso habrá sido más que suficiente para asustarlos...

El líder del grupo de peaje se adelantó un par de pasos más y, con un movimiento rápido, intentó agarrar las ropas del cuello del señor Shinji, levantándolo ligeramente del suelo. Antes de que pudiera lograrlo, Zell se interpuso rápidamente entre ellos, provocando la atención del líder y de sus hombres. Takeshi observó atentamente la reacción de los bandidos. Los otros miembros del grupo del peaje comenzaron a ponerse muy nerviosos, retrocediendo y mirando a su líder con miedo.

-¡Jefe, son shinobis! -gritó uno de ellos, pálido de terror-. ¡Nos han pillao, jefe, larguémonos!

El líder, visiblemente nervioso, intentó mantener la compostura, pero su voz traicionó su miedo.

-En ese caso, podrán pasar gratis, sin ningún problema -dijo apresuradamente-. De haberlo sabido antes, no habría sido tan rudo. Les pido perdón.

Takeshi, viendo la oportunidad de resolver la situación sin violencia, dio un paso adelante.

-Desmonten este peaje ilegal de inmediato- advirtió con firmeza-, o a la vuelta, me asegurare de que lo paguen caro.

Bajo la presión, los bandidos comenzaron a dispersarse, algunos ya huyendo hacia el bosque cercano.

-¡Malditos cobardes! -gritó el líder, furioso, al ver a sus compañeros huir- ¡Me dejaron aquí tirado! -gruñó para sí mismo mientras observaba como se alejaban-

Finalmente, con una mezcla de resignación y temor, el líder del grupo también se dio la vuelta y huyó, prometiendo desmantelar el falso peaje. El hombre, con su espada larga y desgastada aún en mano, dio media vuelta y corrió hacia el bosque cercano. Su figura, grande y ruda, se movía con torpeza mientras se adentraba en la espesura. Sus pasos resonaban sobre el suelo rocoso y, aunque intentaba mantener la dignidad, su apuro por alejarse dejaba claro su temor. A medida que se internaba entre los árboles, miraba constantemente por encima del hombro, asegurándose de que los shinobis no lo seguían.

El señor Shinji, liberado de la amenaza, se volvió hacia el grupo de shinobis con una expresión de profundo agradecimiento.

-Gracias a todos por su rápida intervención -dijo inclinándose ligeramente-. En especial a ti, Zell, por interponerte y protegerme. No sé qué habría pasado sin su ayuda.

El grupo, más unido y confiado, continuó su camino a través del puente, dejando atrás el intento fallido de extorsión. A medida que avanzaban, el paisaje se volvía cada vez más impresionante, el terreno rocoso y escarpado se suavizaba gradualmente, dando paso a praderas verdes salpicadas de flores silvestres de colores vibrantes. Finalmente, el sendero comenzó a descender suavemente, indicando que se acercaban a su destino. El cambio en el paisaje, desde las imponentes montañas hasta las suaves colinas y praderas, simbolizaba también el progreso en su viaje. Los árboles, altos y robustos, ofrecían sombra y refugio mientras avanzaban, creando un contraste acogedor con el paisaje montañoso anterior.

-Parece que estamos a escasas horas de llegar al Ryuushi por fin...-dijo Shinji aliviado- No puedo expresar lo agradecido que estoy por su protección.

-Ya casi hemos llegado, pero la misión no termina hasta que usted esté a salvo en Ryuushi.

El grupo continuó su marcha, avanzando por el sendero descendente. La luz del sol se filtraba a través de las hojas, creando patrones de sombra y luz en el camino, y el aire fresco les daba energía para los últimos tramos de su viaje. Cada paso los acercaba más a su objetivo, y con la aldea de Ryuushi ya visible en la distancia, sabían que estaban a punto de completar con éxito su misión.

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