Nueva Aventura
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Una silueta recorría los techos de las casa que conectaban el centro de la villa oculta entre las nubes con el área de entrenamiento de esta misma, saltaba, esquivaba, brincaba y se impulsaba de los objetos que podía para alcanzar el impulso necesario para llegar a la otra azotea y con ello continuaba con lo mismo, parecía ser que aquel individuo disfrutaba del acto ya que una sonrisa se pintaba en el rostro del chico quien cada vez aumentaba el ritmo hasta llegar a una frecuencia de velocidad que le impedía ir más rápido, tal vez este era el límite de rapidez del aquella persona. Era muy temprano por la mañana, el sol apenas había salido y algunos habitantes de la aldea escasamente comenzaba a salir hacer sus actividades cotidianas, por lo que era muy probable que nadie pudiese notar la carrera joven, en algunos edificios se contaban aves que eran asustadas por las acciones del chico en su paso y salían volando hacia un lado con el único motivo de salvarse de no ser lastimadas, tal vez esto era lo posiblemente llamativo para las personas que escuchaban el aleteo de las palomas, pero en si no era nada alarmante y más porque el chico seguía su camino sin ningún otro objetivo por el momento. El agotamiento de tal carrera de obstáculos por las alturas de los edificios y casad de la aldea, se hacia presente en el joven quien la realizaba, esto por los primeros rasgos que vinculan el desgaste físico en su primeras impresiones, una gota de sudor se resbalo desde la cien hasta la comisura de la sonrisa aun activa del calvo, sus pulsaciones subieron lo necesario para que este mismo las pudiera escuchar internamente y no solo por la función física realizada, sino también por el conjunto de emociones que hacía la complejidad de su trayectoria ya recorrida, la adrenalina la sentía por todo su cuerpo y mas cuando puedo visualizar su ultimo salto, las viviendas y recorrido por los techos se había terminado, se podía ver la ultima vivienda y frente a esta  una zona de rocas de diferentes tamaños, un poco de arbustos y árboles, además de una zona césped irregular en su extensión, esto indicaba que el chico tendría que parar, pero para él no había terminado el recorrido, sino antes hacer una maniobra que visualizo en un instante estando en el último techo, con la inercia de la velocidad que llevaba, dio un salto hacia adelante, impulsado por una ligera flexión de rodilla que al estirar le dio un poco mas de altura y velocidad – Hua!!!- se escuchó por las alturas, un grito que daba la sensación de emoción y aventura, -espero poder aterrizar bien-, señal de que en ocasiones pasadas su forma de caer no había sido la mejor de todas, unos segundo demasiados rápidos desde la perspectiva del chico en el aire lo hicieron aterrizar apenas con el mayor de sus esfuerzos pasados, al tocar el piso un movimiento ágil lo hizo dar una maromenta en la suelo con la intención de poder absorber el golpe y fuerza de su salto, para después tomar una postura que paría de golpe su trayectoria, una rodilla ligeramente recargada en el piso, su otra extremidad inferior flexionada y bien postrado su pie en la superficie, su diestra colocada en el piso con el puño cerrado y con la otra mano tocado de igual forma el piso, un aterrizaje éxitos – vaya que si me dolió un poco- . Una cortina de polvo se levantó sutilmente tras estos actos, el chico se incorporó de pie tras unos segundos.
La idea de haber recorrido esa distancia, con esos obstáculos y llevando a ese límite su capacidad o condición física, parecía ser un entrenamiento para cualquier persona que fuera adiestrada como ninja, pero en esta ocasión no era realmente un entrenamiento completo, sino mas bien un puro calentamiento para comenzar con el verdadero reto de su preparación.

La emoción que mostraba el chico que ya se incorporaba al conocido campo de entrenamiento al caminar hacía sus adentros de esta zona, era por la sencilla razón de que hoy comenzaba su vida como shinobi de Kumogakure, por lo que traía consigo su arma más valiosa con él, una calabaza hecha de arena especial con la que podría realizar su entrenamiento como el quisiera, puesto que esta es su habilidad de su clan, esta esta colgada por un cinturón cruzado en su pecho y tal recipiente esta colgado de su espalda en forma diagonal, lleno de más arena. El chico siguió caminando hasta poder encontrar una zona donde poder entrenar si molestar a civiles, aunque la zona estaba totalmente basia o por lo menos es lo que notaba a siempre vista Shiru, quien mientras caminaba se ajustaba su bandana en el brazo izquierdo dicho objeto caracteriza a los shinobis, por ultimo tomo asiento en un conjunto de césped para poder pensar en cómo comenzaría su entrenamiento, su forma de sentado fue la típica en flor de loto, pero sin la intención de meditar.
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Última modificación: 20-07-2024, 10:08 AM por Anko.
El sonido de los pasos de Anko resonaban en el suelo de piedra de las calles de Kumogakure, su andar, lento pero decidido, tenía el único objetivo de llevarla por las zonas aledañas a los campos de entrenamiento de la aldea. Su mirada desinteresada exploraba las casas a los lados de su posición, ubicadas en la pequeña banqueta que servía para el paso seguro de transeúntes. Su mano derecha rebuscó en el interior de su gabardina una pequeña caja de cigarrillos, un vicio que le encantaba y a la vez odiaba, pero tampoco tenía muchas ganas de cambiarlo.

Sus dedos trabajaron hábilmente para sacar uno de los tubos de tabaco y colocar la parte del filtro entre sus labios, guardando nuevamente la cajetilla en el interior de su gabardina y de ahí mismo, sacar un zipo metálico brillante para encender su cigarrillo y comenzar a fumar, soplando el humo grisáceo al aire del ambiente. Ahora lo importante, la razón por la que la Miroku caminaba en aquella dirección era porqué se habían recibido reportes de un joven que saltaba entre los techos de las casas, perturbando la tranquilidad de algunos de sus habitantes.
Anko no era la Kunoichi más fuerte precisamente, pero al menos cumplía con éxito la mayoría de sus misiones que consistían en investigar y atrapar ladrones de poca monta.

La Kunoichi de las Nubes no creyó que fuera necesario investigar detenidamente la ruta que pudo haber tomado aquel chico saltarín, pues algo le decía que se dirigía de forma emocionada a los campos de entrenamiento. Y así fue, pues cuando ella logró ingresar, a lo lejos pudo visualizar al joven de los reportes. Un chico de cabeza rapada y lo que más llamaba la atención a quien quiera que lo viera, y eso era la enorme calabaza que éste cargaba en su espalda.

Anko desconocía por completo que guardaba en aquella calabaza y más aún, el cómo se movía con velocidad cargando eso siempre en su espalda. La Miroku acortó la distancia con el joven en posición de flor de loto, pues necesitaba hablar y comunicarle del reporte. — Buenas Tardes joven… soy Anko —. Fue lo único que la peli marrón pronunció a la par que elevaba su mano derecha frente al rostro del calvo, buscando estrecharla, mientras su mano izquierda le servía de soporte para retirar el cigarrillo de sus labios y expulsar el humo, moviendo su cabeza a un lado para evitar soltar el humo en la cara del joven. La placa metálica de la bandana de Kumogakure estaba bordada en el borde de la manga de la gabardina de la chica, por lo que sería fácil saber su afiliación militar a la Villa de las Nubes.
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