The Madness Begins
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30 de Marzo de 16 D.K
País de la Tierra/ Villa Ōnoki/ 30 Kilómetros al norte de la Cuidad Io
La vida de Denji había cambiado en gran parte. Ya no era un Shinobi de la Hoja, ahora forma parte de una organización criminal. Era la vida que siempre había deseado, por eso siempre pensaba que vivir siendo un Shinobi común y corriente no era impresionante. Una sed de sangre insaciable y matanza, lo dominan desde que aquel día: un Oni conjuró un relámpago desde el cielo, matando a sus padres en un intento de protegerlo cuando tan solo era un niño. El castigo por quejarse, por ser maleducado y por no apreciar la vida cómoda que tenía, lo cambió para siempre, volviendolo un criminal que porta su bandana tallada con una línea horizontal.

— No lo repetiré una vez más, imbécil. ¿Qué pretende transportar aquí el señor Jin'He? — Inquirió rompiendole un quinto dedo usando sólo su fuerza bruta. El pobre desgraciado, era el único que había quedado vivo tras una brutal batalla de taberna, dónde Denji la inició, en su búsqueda de información.  — ¡Espera... Hablaré!!! — El crujido resuena, pero este era proveniente de otra mano, la derecha, cada dedo de la izquierda estaban posicionados en ángulos anti naturales. — Este dedito también se va. — El muy hijo de perra volvió a romper otro dedo, antes de una respuesta. Aquel sonido de sus huesos al crujir, eran música para sus oídos. — Diablos, viejo. ¿De verdad eres un Ninja? Te ves bastante acabado, tienes hasta arrugas, pareces de treinta. Ohhh... Ya lo entiendo. — Sus orbes cian brillan ligeramente en un tono púrpura, cargas eléctricas  sobrecargan su cuerpo. Giró la cabeza ligeramente, viendo las mesas volteadas, algunas rotas por la mitad. Habían cuerpos replegados, que mostraban diferentes expresiones faciales, todas demostraban miedo y desesperación, algunas hasta asombro. — Gh... ¡¡¡¡.... No quiero morir,  maldito!!! ¡¡¡Hablaré... El señor Jin'He realizó un contrato con Iwagakure!!! — Su respiración se tornaba acelerada. — No me interrumpas cuando estoy hablando. — Un chidori es canalizado hacia el exterior de su cuerpo, resplandeciendo en un destello púrpura. La técnica resuena como si de un millar de aves se tratase, iluminando el oscuro local, por un solo segundo.


Aquel sujeto sufrió durante unos instantes, hasta que quedó en shock. —Rayos... La falta de educación abunda aquí. ¿No? En fin, a lo que voy es que considero que fuiste uno de esos Shinobi que nació sin alguna bendición genética. ¿Los conoces verdad? — El sujeto asiente débilmente escuchando a Denji. — Kekkei Genkai. — Continúa mirando el desastre, con aquel natural semblante que deja ver asombro y perturbación, en lo que habla. — También era como tú, pero no me quedé atrás. —  La mano del Jōnin suelta a la del rehén, deslizandola por la sangre del sujeto en la barra y da varios pasos hacia atrás. Un único sello bastó para conjurar un círculo de invocación debajo del pobre desgraciado. — Desarrollé mis debilidades, dejé de quejarme y me concentré en avanzar, buscando oponentes fuertes. En mis noches más oscuras, dónde no veía la luz al final del túnel, encontré lo que más anhelaba. — Las fauces de la bestia Kairo, aquella que posee el tamaño de un oso, atraviesa la fórmula de invocación, viajando entre mundos y se come al sujeto, escuchándose únicamente un único grito espeluznante. La invocación permanece flotando en el aire, degustando de la comida y mira con una insaciable hambre los cuerpos, lanzándose a devorarlos. 


Denji escapa de la taberna, aunque lo hace caminando lentamente, mientras Kairo, la esfera blanca sin ojos y orejas se encarga de eliminar la escena del crimen. Mientras tanto en Iwagakure, el señor Jin'He, aguardaba en las puertas de la aldea, esperando el momento donde los Genin aparezca y lo protejan durante el camino. Momento donde una Kunoichi, protagonista de esta historia, acude a su deber, pese a sus ideales rebeldes. No debería ser sencillo, pensar en el bien y encontrarse en una aldea donde el Imperio Boshoku, siga haciendo de las suyas. Continuamente los soldados de más bajo rango, sufren un lavado de cerebro donde ideologías esclavistas y crueles los forman en su camino. ¿Sería ella distinta al resto? ¿No se dejaría corromper por el mal que abraza el continente Shinobi? Su viaje hacia la villa Ōnoki está a punto de comenzar. — ¡Buenos días!— Comentaría arregle el gánster, que se hace pasar por comerciante. Sólo llegaría un equipo conformado por dos personas, pues el índice de peligro en el camino es mínimo y está controlado. Sin embargo, grupos de bandidos de poca monta suelen seguir asaltando viajeros, y sin la protección de Ninjas, resultan casi siempre en la destrucción o hurto de la mercancía, en el peor de los casos también terminan en muerte.
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Había cosas en la vida que no podían esquivarse ni queriendo. Puede que desde pequeña estuviera destinada de alguna manera a tener que enfrentar todas las desgracias que le deparaba la vida, pero por suerte siempre estuvo Naoya en su vida. Había tenido más personas que le importaban en ella, era cierto, pero todas estaban enterradas bajo tierra junto con sus ganas de pertenecer al Imperio. Estaba cerca de abandonar aquel lugar junto con Naoya, lejos de donde las miradas que les juzgaban si algo no hacía bien no pudieran llegar. ¿Aquello era posible? Le habían prometido desaparecer y eso era lo que más deseaba en aquel instante.

Sin embargo, debía dejarse pisar un poco más mientras aquel plan se iba formando, mientras llegaba los documentos falsos donde podrían conseguir algo más de libertad que no encontraban hasta ahora. — Tienes que marchar a la entrada, el señor Jin'He aguarda — Ella a penas había llegado ahí tras una misión y ya le estaban enviando a otra. Se encargó de ver mínimamente de lo que le hablaban, o informarse de qué y quién iban a cubrir. — ¿No hay nadie por encima nuestra que pueda encargarse? — Preguntó a uno de sus compañeros mientras leía un pergamino que sostenía en sus manos. — Últimamente a penas hay quienes enviar. — Junto a ella posiblemente fueran unos tres o cuatro más, quienes estaban desperdigados entre ir delante y laterales de la kunoichi, algunos más experimentados que otros. ¿Por parte de ella? Aún seguía adaptándose, pero tras cierta misiones había espabilado lo suficiente para no fiarse de que aquello fuera a salir bien.

Tardaron poco en llegar el grupo de genin hacia el señor que les aguardaba, desconociendo completamente la naturaleza del mismo hasta el punto de verle con los mismos ojos de indiferencia y sonrisa de falsedad, como si se quisiera entregar a la causa de corazón. Shiza podía ser muchas cosas, como torpe e ingenua en ocasiones, pero sobre todo era entregada a mostrar su mejor rostro al mundo, aunque este no siempre significara ser sincera con el resto. « ¿Alguna vez le dije lo mucho que desearía encargarme de un imperial personalmente? ». Un pensamiento fugaz, intrusivo. Claramente, solo tenía una persona en su mente, casi como una obsesión con el paso del tiempo. O quizá sin el casi. — Buenas, señor, nosotros somos el escuadrón. ¿Está preparado? — La que habló fue Shiza, ya que también era la más lengua inquieta del grupo.

Todos parecieron tomar una posición en concreto alrededor del comerciante, o del que decía serlo. — Cuando usted diga, podemos partir. — Miró a sus compañeros y no sintió seguridad, por las ideologías de los mismos y por las cualidades desconocidas de cada uno, aunque tenía de seguro claro que no debían ser muy superiores a sí misma. Por suerte, o así quería pensar, tan solo se encontrarían con bandidos a los que fácilmente podrían hacerle frente. ¿No era aquello lo más posible? Shiza por su parte, una vez diera la orden de partir, seguiría al grupo por la parte delantera del convoy mientras cargaba el gran abanico a su espalda. Debía confiar en sus compañeros, pero eran ellos los que debían cubrirse su propia espalda estando ella en la posición de ver lo que delante de ellos les deparaba. 

¿Sería una decisión de la que arrepentirse? Puede.
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