Experimento 1: Entre la vida y muerte
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Última modificación: 01-07-2024, 05:27 PM por Kyoshiro.
En aquel olvidado rincón del barrio más sucio, donde la miseria y la decadencia se mezclan con la lluvia perpetua, Kyoshiro había encontrado su refugio. Llevaba ya tres semanas en un sótano bajo una funeraria, un espacio que había asegurado pagando una considerable suma de dinero a sus dueños, quedando casi en las ruinas. ¿Fue difícil? Tan difícil como lo era cualquier otra sombría mala intención en aquel barrio donde la corrupción reinaba. ¿Cuán difícil fue pagarle para que miraran a otro lado? Cómo muchos lo decían: El dinero siempre encontraba su camino para comprar silencio y discreción.

Otro buen monto de su fortuna se había ido en adquirir un cadáver que nadie había reclamado. O al menos, un casi cadáver. Había esperado pacientemente durante meses a que apareciera algo así: un muerto que no estaba completamente muerto ¿Me siguen? De esos que la medicina falló en atinarle a al estado de difunto y que nadie quiso comprobar. En Amegakure, donde la muerte era común, solo era cuestión de tiempo antes de que llegara una oportunidad como esta. Los meses de espera habían sido largos, pero finalmente, su presa había llegado.

Tras la llamada de aquellos que después de hoy jamás admitirían haberlo conocido, Kyoshiro tomó sus cosas y comenzó. Durante las siguientes tres semanas, Kyoshiro había experimentado con el desafortunado sujeto, un pobre hombre atrapado entre la vida y la muerte. Utilizando su colección de manuscritos antiguos, que detallaban apenas medias hipótesis de cómo manipular la realidad, junto con otros textos que hablaban de habilidades similares a las que corrían por su propia sangre, Kyoshiro intentó algo así como una infusión alterada. Entre números, químicos, teoría y el hedor penetrante de la descomposición, había usado su sangre para mantener el cuerpo en un estado de suspensión, ni vivo ni muerto. ¿Su propósito? Ninguno en particular, más allá del estudio y la experimentación.

Sin embargo, al atardecer del fin de la tercera semana, el cuerpo finalmente sucumbió. Kyoshiro, con su mirada siempre cansada pero implacable, hizo sus últimos apuntes. Luego, recogió sus cosas con la meticulosidad de un hombre que sabía que debía desaparecer sin dejar rastro. Llena de gasolina el sótano, y en la madrugada, prendió fuego al lugar. El infernal resplandor iluminó la fría y lluviosa noche de Amegakure, un fuego que costaría apagar incluso en este entorno perpetuamente húmedo.

Sin que nadie lo notara, tal como había llegado, Kyoshiro se marchó del lugar con dirección al norte. Su mente inquieta ya estaba en busca de nuevas fuentes de conocimiento. ¿Qué podría aprender a continuación? La realidad misma era su laboratorio, y el mundo, su objeto de estudio. En su camino, la frase que solía repetir se convirtió en su mantra: "La realidad es solo una cuestión de perspectiva y manipulación."


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