Días antes de la misión.
Horas de la tarde.
En alguna costa del País del Agua.
Con un sonido sordo el impacto de las inmensas bolsas de basura era amortiguado por los finos granos de arena de aquella costa. En medio de las dos bolsas, también se desplomaba el joven pelinegro, dejando que la gravedad hiciera lo suyo para regalarle unos pocos pero efectivos instantes de descanso. Las fibras de sus músculos ardían tras un arduo trabajo como aquél, y sus pulmones se enfocaban en no perder la función que les caracterizaba, pidiendo aire desquiciadamente.
Lo que le tomó recuperar el aliento palideció al compararlo con la fracción de segundo que le tomaría perderlo de nuevo, esta vez invertido en un estruendoso grito que se perdía entre las olas y que -casi- nadie escucharía en kilómetros a la redonda.
— ¡MALDICIÓN! —
Gracias a la característica belleza de un paisaje sin muros y con un horizonte explayado hasta donde la vista alcanzase, no hubo eco que se llevase aquella queja muy lejos, quedándosela para él mismo y otro par de desdichados que patrullaban por ahí. Estos dos transeúntes, que resultaban ninjas de más alto rango que el de ojos ámbar, se acercarían riendo entre sí. Le conocían, y sabían de los rumores que le rodeaban, pero no habían tenido certeza hasta ahora.
— ¿Va en serio? ¿Acabaste la misión tú solo? — dijo uno, estando más cerca del desplomado y sus dos bolsas. El otro se centraría en estas últimas y dejaría escapar un silbido de asombro.
— S-Sí señor. Me tomó más de lo que me gustaría admitir, pero sí. — como pudo, entre jadeos, se dejó entender Yusuke.
Los dos ninjas le ayudaron a recomponerse y a cargar las bolsas de camino a donde se había dispuesto un lugar para deshacerse de ellas. Tuvieron la amabilidad, además, de firmar el folio que llevaba el genin, indicando que la misión se había completado con éxito y, además, regalándole palabras de aliento como referencia a su desempeño. Más arriba, en el objetivo de la misión, el folio rezaba algo sobre limpiar 10 kilómetros de costa. Y en los integrantes del equipo que se encargaría de ello solo había un nombre: Yusuke.
El genin se había labrado una suerte de reputación por casos como estos. Su trabajo duro era reconocido entre sus similares, pero era un sujeto extraño. Prefería, en pro a no molestar al resto, tomar las misiones por sí mismo, y dada su carencia de experiencia en combate o capacidades extraordinarias, se limitaba a las misiones de más bajo rango. Por ello su sorpresa cuando, al volver al edificio administrativo para reportar su avance, fue asignado no solo a una misión de un rango superior al acostumbrado, sino a una misión grupal. Se sorprendió, sí, pero su propia lealtad e idealización ante el imperio le impidió pedir explicaciones. Con un gesto aceptó, y partió a casa, a prepararse para su siguiente aporte.
Día de la misión.
Horas de la madrugada.
Kirigakure no Sato.
La madrugada que llevaría al chico al punto de encuentro para partir había llegado rápido, entre una labor y otra. No sentía ni un ápice de nervios por su tarea, pero sí porque sería su primera misión grupal en muchísimo tiempo. Su atención no fue suficiente para suscitar interés en quienes serían sus compañeros, pues eventualmente lo descubriría. Sin perder mucho tiempo se alistaría para partir, con su bandana adornándole el brazo derecho y sus portakunais y utensilios en su lugar. A la espalda llevaba consigo un bolso de tamaño considerable, aunado a la ya imponente envergadura de él, con provisiones para el viaje y la misión. Se despidió de casa, y tomó camino.
— Buenos días. — dijo al llegar, con el respeto bañando sus palabras.
— Soy Yusuke. Espero podamos llevarnos bien. — sus palabras sonaban extrañas al sentir que conocía al menos a un par de los presentes, pero no ahondaría mucho. Ya habría tiempo para ello.
— Si necesitan ayuda con algo no duden en pedírmelo, no soy el más hábil pero estoy dispuesto a hacer lo necesario. — sonrió con su intervención, para hacer una pequeña reverencia tras esta.
Por lo demás se dedicó a viajar en silencio. Ahora es cuando su mente empezaba a darle vueltas al caso que les había reunido, y le resultaba cuanto menos extraño. De vez en cuando sacaría la hoja con la información de la misión para releerla en caso de haberse saltado un detalle antes, pero siempre terminaba siendo lo mismo. Se dedicaría a conversar de vez en cuando con el capitán del barco que les llevaba, soltando carcajadas sonoras ante las historias del marinero.
En cuanto desembarcaron fue el último en tocar tierra. La mirada estaba puesta en el pueblito, buscando pistas notorias. Cuando aquel viejo se acercaba a suplicarles por un buen trabajo, no pudo evitar empatizar.
— No se preocupe, nos encargaremos de que no vuelva a suceder, y le daremos sentido a todo. — trató de dibujarse una sonrisa para intentar contagiarla pero era imposible dado el contexto.
— Deberíamos separarnos un rato. — aconsejó una vez estuviesen los cuatro solos de nuevo. Su idea no era en pro a la misión en sí, sino que prefería y acostumbrar a trabajar por su cuenta, pero eso no era algo que podía decir abiertamente.
— Aprovechemos el sol para buscar toda la información posible en los alrededores, y alguno debería preguntar por los desaparecidos. Quizás podamos armar un perfil común. — aquello era, básicamente, trabajo detectivesco 101, pero sonaba como algo lógico.
— Otro puede investigar el lago, pero no creo que sea buena idea sin saber a qué nos enfrentamos. No soy el mejor nadador. — esto último en referencia a lo dicho por la Onmyoji, con una ligera risa para amortiguar.
Si el grupo decidiese separarse como lo había aconsejado Yusuke, él tomaría la iniciativa de ir a explorar el perímetro. Confiaba en su capacidad física, por lo que rodearía el lago buscando pistas. Ya sea un posible depredador, una bestia, un Yokai, o un despiadado asesino, algún rastro tenía que dejar tras de sí.