— Dos individuos extranjeros dirigiéndose hacia la Torre. Identificados como Samuru y Denji, respectivamente. El hombre de coletas y pelo blanco es un jounin de Konoha. Junto a un muchacho andrógino de pelo celeste están escoltando al comerciante, pero desconocemos si tienen otras intenciones. Ninguna anomalía en su vigilancia, pero no bajen la guardia con el shinobi del Fuego. Cambio. — una voz femenina habló por el intercomunicador. Su receptor levantó las cejas un tanto sorprendido. — Vaya, Kara-senpai, no suele comunicarse usted directamente nunca. ¿Todo bien por casa? — comentó risueño, un joven veinteañero que permanecía en la terraza de la Torre, desde donde vio al dúo foráneo acercarse y los identificó. — ¿Quieres que te inicie un sumario, idiota? — intervino otra voz femenina. — La Comandante Miyamizu tuvo que atender a tu jefe porque tuvo ganas de venir a quitarle tiempo a nuestras oficinas. ¡Así que ponte a vigilar y asegúrate de proteger ese lugar, IDIOTA-IDIOTA-IDIOTA! — la comunicación se cortó. Sin dudas aquella muchachita era un hueso duro de roer.
El joven carcajeó y se puso de pie, pues estaba sentado sobre la baranda que daba a la calle sur. Observó a Samuru y Denji acercarse a unos 100 metros, y descendió por una escalera caracol hasta el interior de la torre.
Tras decidir no tomar un uniforme, Samuru y Denji se encolumnaron por la calle principal que los llevaba al distrito administrativo y la Torre del Kusakage, con lo coartada ideal de vender sus productos más valiosos al líder. Pudieron observar a varios shinobis moviéndose en aquellas calles, realizando labores administrativas y llevando y trayendo papeles y maletines.
El paisaje que se mostraba ante ellos era un buen distrito administrativo: concurrido y limpio. Allí se asentaban y trabajaban los políticos y mandamases de la villa, por lo que el orden era clave. La cúspide de la tecnología era aquel moderno edificio, blanco y con salientes y balcones en su extensión. Estaba ubicado justo en el centro de la plaza principal. Contaba con 4 pisos, ubicándose la oficina del Kage en el último, y una amplia terraza rectangular con una baranda metálica que evitaba accidentes. Por otro lado, rodeaba a esta torre por todos los lados unos edificios que cercaban la plaza. Al oeste, con una torre de una altura menor a la del Kage, se ubicaba el Consejo Shinobi de Kusagakure, desde donde los miembros más notables tomaban las decisiones. Al este, un edificio en L conformaba las oficinas administrativas y el asentamiento personal del Daimyoo de la Hierba. Al noreste, otro edificio más pequeño en L aglomeraba la Oficina de Administración de Justicia.
Llegaron a la puerta principal de la Torre, y un shinobi uniformado los saludó. — Buenas tardes. ¿En qué los puedo ayudar, jóvenes? — ofreció amablemente sus servicios el militar, intentando guiar a los nuevos visitantes.
Habiendo logrado con anterioridad ubicar su uniforme en el baño de "Veneks", Arata aprovechó el íntimo momento a solas para leer la correspondencia, violando los papeles privados e imponiéndose del contenido de la carta que debía entregar en "Laboratorios Sokotsuchi". Era una cédula (notificación certificada por la autoridad pública) que notificaba sobre un permiso aprobado para realizar "tareas de campo" en la zona subterránea. En la letra chica se dejaba ver una cláusula que rezaba: '* Mantener limpio y sin afectación las vías de comunicación con los edificios gubernamentales.
** Evitar el uso de las secciones inexploradas en la cuenca subterránea del Río Zukiho'.
El joven Larry llegó cargando cajas de té a la entrada de servicio de la Torre, por la parte trasera (oeste). Tras anunciarse, un shinobi salió a recibirlo. — Oh, el cargamento. Sí, sí, lo estábamos esperando. ¿Eres nuevo? ¿Qué pasó con el viejo repartidor de Korko? — preguntó curioso el joven. Sin embargo, pronto negó un par de veces mientras ayudaba a Arata a cargar las cajas y entrarlas al edificio, dándole acceso a ese sector. — De todos modos no era muy puntual con las entregas. Si Korko tiene gente nueva, debe ser porque lo necesita. — asintió mientras dejaba las cajas a un costado.
Al entrar, Arata notó una infraestructura y mobiliario muy modernos. Frente a él, se encontraba la parte trasera de una escalera, y una puerta a la izquierda que daba a un pasillo con otra escalera más angosta, junto a un cartel que decía "Cocina". A su derecha, rodeando la escalera por el otro lado, se podía salir al hall principal, aunque había una cinta de aquellas que se usaban para dividir filas o restringir el acceso a lugares, junto a un cartel que decía: "Solo personal autorizado", acompañado del logo de Kusagakure. — ¿Ayudar? Pues... Puedes ayudarme a cargar esas cajas hasta el sector de la cocina, si puede ser. Te daré una propina por eso, amigo. — le guiñó el ojo y sonrió. — Súbelas por esa escalera, te abriré la puerta. — adelantándose, trotó hasta la parte superior y abrió la puerta.
La cocina estaba bastante tranquila. Había un par de personas encargándose de preparar algunos alimentos de panadería para lo que parecía ser la hora del té. — Kuroro-sama es bastante fanático de la hora del té. Estará agradecido. — le indicó una puerta metálica grande y reforzada, que daba al almacén de alimentos. Tras girar la manivela, la desbloqueó y dejó paso a un cuarto un poco oscuro. — Por aquí está bien. Ese té es el Té de Estrella de Cuatro Puntas del sur del Viento, una variedad de especialidad única en el mundo. Esas cajas valen oro. — comentó con una risa. Tras ello, acompañó fuera del almacén a Larry. — Bien, esto es... tuyo. —. El chuunin se hizo de su monedero en forma de sapo, y tras abrirlo tomó 5 billetes de 100 ryous respectivamente, haciendo un total de 500 de propina para el transportista. — Manda saludos a Korko de nuestra parte, y dile que le acercaremos un nuevo pedido mañana por la mañana. Sabes salir, ¿no? — comentó para luego hacer una reverencia, si Arata indicaba que podía salir solo, y dirigirse a los cocineros a dar un par de indicaciones. Al parecer ese muchacho era el encargado del itinerario y la parte organizativa del Kage, atendiendo a sus necesidades y deseos.
De más estaba decir que, al igual que las calles, el interior del edificio contaba con cámaras de vigilancia. El único lugar que Arata notó libre de ellas, al parecer, era el almacén de alimentos. ¿Qué sentido tenía vigilar la comida refrigerada? ¿Controlar que no se la coman las ratas? Si querían saber si alguien robaba, bastaba ver la cámara de la cocina y ver quién sale con cosas de allí...
Killua, transformado en un perro, pasó satisfactoriamente la puerta número uno. No había allí un sensor que pudiese detectar su chakra como una amenaza, pues el que lo tenía registrado monitoreaba el sector este, específicamente en la puerta 4. Mientras no se acercase a su radio de detección, el ahora perruno Yotsuki estaría a salvo de hacer saltar las alarmas. Recibió la comunicación sobre los uniformes escondidos en una plazoleta en el sur de Kusa, y además fue notificado del plan de cortar el suministro eléctrico cerca de las 15 horas. Avanzó por la calle principal en su forma canina, y llegó a una de las tres plazas principales (sin contar la de la Torre del Kusakage): la Plaza Norte de las Colectividades. Allí, numerosos carteles apuntaban en diferentes direcciones y señalizaban hospitales, clínicas, centros de investigación médica, de diagnósticos y laboratorios bioquímicos. Era todo un epicentro de la actividad principal de la Hierba: la medicina. Farmacias y otros establecimientos también tenían sus escaparates en la plaza. En el centro, una fuente con una estatua en bronce que erigía la figura de un hombre con lo que parecían ser dos antenas, calvo y con una túnica blanca. En ella llevaba una cruz, y una bandana ninja con el símbolo de Kusagakure. Una placa lo identificaba: Saonel, 7º Comandante de la División Médica de Kusagakure. Bajo su nombre, una breve biografía que culminaba con "Dio la vida para revivir a Dakar, honorable miembro del Consejo Shinobi, en el sitio de la Fortaleza Youhei".
Ahora dependía de Killua qué hacer. ¿Se dirigiría al epicentro de la villa? ¿Exploraría la zona norte buscando información? ¿O se embarcaría en una travesía para cruzar la aldea de punta a punta hasta el sur y hacerse con su uniforme, a la par que se reunía con el grupo más numeroso? Todo un abanico de posibilidades para nuestro peludo amigo.