Enero, 16 D.K.
Horas de la mañana.
En algún punto del perímetro de la aldea.
Las aldeas consideradas menores siempre eran un caso particular de estudio para versados en la materia. Todas, o al menos la gran mayoría, funcionaban como un universo en sí. Sus habitantes por norma general no sabían ni querían saber de lo que sucedía fuera de sus fronteras, y perfectamente la misma tendencia podía extrapolarse hasta el final de los tiempos. Al menos en los libros de los catedráticos, donde la suerte, el azar, y el destino manipulado por las manos de los frecuentes desquiciados que el mundo ninja ponía ahí de vez en cuando, no existían.
Hoshigakure no Sato no era la excepción a la regla. Una comunidad aislada, rica en secretos y cultura, que hacía lo posible por mantenerse estoica ante un caótico porvenir. El imperio, los rebeldes, los criminales, y cuanto más bando quisiera dibujar en el lienzo aquel que llevaba las riendas del camino, resultaban indiferentes para los bendecidos por el chakra de la estrella. Hasta que el mismo azar mencionado antes jugó en contra de todos.
Aquella mañana, de un día no muy lejano al presente, se reunían algunos ninjas de bajo rango en una de las pocas entradas que adornaban los límites de la aldea. Todos tenían la espalda tan erguida que cualquier movimiento en falso amenazaba con quebrar columnas, y los más desdichados por la genética no podían parar de sudar. Sus miradas se fijaban al frente, mientras esperaban con una paciencia militar que la marcha del pelotón que recién llegaba les pasase por el frente.
— … no quiero tener que repetirlo de nuevo. NADIE cruza éstas fronteras. — diría una voz femenina y tan autoritaria como del mismísimo Kami-Sama. La elegante locutora andaba con un contoneo delicado, parecía deslizarse sobre la tierra, navegando a través de aguas de tintes lilas para ninjas que tuviesen la habilidad de sentir el chakra más allá de lo evidente.
Sus órdenes eran claras y vinculantes para todos, fueran testigos en primera fila del decreto o no. Cada uno de los eslabones de la cadena militar de Hoshi estaba instruido a hacer saber al resto. La aldea estaba, determinante y definitivamente, cerrada a visitantes. Todo acto acarrea consecuencias, y el caos traído por aquel invasor terrorista ameritaba acciones equivalentes.
Una vez la figura máxima de autoridad se hubiese alejado junto con su pelotón, el resto de los presentes se permitió respirar. Algunos, con el temor de que volviese y les encontrase demás relajados, no alcanzaron a bajar los hombros del todo. Pero la instrucción era clara, y la iban a llevar a cabo a cabalidad.
30 de Enero, 16 D.K.
Horas de la mañana.
En una de las entradas de la aldea.
Semanas más tarde de la toma de efecto de aquella orden fronteriza, los guardias dedicados a la gestión de visitantes -por no llamarlo directamente rechazo- se rotaban constantemente en sus funciones. Todos se habían relajado hasta el punto de bromear, beber y jugar juegos en sus horas de vigilia, pues la voz de mando no se paseaban hacía mucho por los bordes de la aldea y hasta ahora nadie había tenido que rechazar más que a mercaderes y viajeros que no opusieron mucha resistencia al rechazo.
Otros pocos, sin embargo, se aferraban al patriotismo para considerar que su labor de defender la aldea era tan vital como mandatoria, y se alejaban del ocio al tiempo que intentaban mantener a sus compañeros de turno enfocados. Habían puestos estacionarios, y patrullas móviles, y todas resultaban una mezcla entre unos y otros. Al final se había logrado un balance casi sin quererlo, y el cierre funcionaba. Salvo por una situación imprevista.
— ¡Capitán! ¡Un transeúnte! — anunció el vigilante de turno haciendo vibrar el recinto fronterizo. El capitán, con desgano, se levantó de su asiento para acercarse a la zona por la que el pelimorado pasaría.
— Tráiganme otra copia del decreto, las últimas las usé de servilleta. — El capitán, con una barba poblada llena de migas de comida, dejaba en claro que no se tomaría muy en serio la interacción.
Aoi estaría al alcance del sensor del pelotón tan pronto como se acercase al puesto fronterizo. El sensor, sin embargo, no notaría nada extraño. Incluso, por el contrario, notaría cierta familiaridad en aquel sujeto que se acercaba. Por un momento se sobresaltó, pero no lo anunciaría en caso de que sus sentidos, que rara vez se equivocaban en esto, estuviesen confundidos.
El visitante, por otro lado, vería el puesto fronterizo junto con unos 4 ninjas de Hoshi poblándolo. El vigilante, el sensor, el capitán, y uno dedicado exclusivamente a correr de un puesto a otro en caso de que hubiese algo que informar. Además, si prestaba suficiente atención a sus habilidades sensoriales, Aoi notaría como una delgada capa de chakra de colores lilas se expandía por todos los alrededores. Probablemente sabría que se trataba del tan peculiar chakra que abundaba en aquellas tierras, gracias a los recuerdos de Samuru.
— Alto ahí. — anunciaría tajante y fuerte el capitán, mostrando la hoja recién traída por el mensajero. Era una copia del decreto de la Hoshikage que indicaba, en pocas palabras, que la aldea estaba cerrada a visitas.
— ¿Qué desafortunada situación te ha hecho venir a perder el tiempo aquí, muchacho? — preguntaría el capitán.
El grupo entero escucharía lo que Aoi, disfrazado de Samuru, tenía para decir. El sensor estaba buscando qué momento era el preciso para intervenir en favor a quien ahora reconocía como un viejo conocido. Y su chakra hacía juego con sus sospechas. No había duda alguna.
— Da igual, tengo órdenes directas de no deja… — era la nueva negativa del capitán. Aunque de mala gana, ya estaba acostumbrado a decir que no. Y antes de completar su frase sería interrumpido por el incauto sensor.
— Ca-capitán. — el mencionado giraría el rostro para enfocar la mirada gruñendo al tiempo.
— Reconozco su chakra. Es un habitante de la aldea. Cr-creo que deberíamos dejarle pasar. — el capitán no cuestionó al sensor, pese al titubeo y los nervios al hablar de este, pues claramente sus habilidades estaban ahí para eso.
Con otro gruñido volvió su mirada al visitante, que ahora parecía jugar de local. Una mirada escudriñadora bastó para que encogiera los hombros y escupiera al suelo.
— Supongo que el maldito decreto no dice nada sobre compatriotas que vuelven a casa. — murmuró.
— Espero que tus intenciones sean transparentes, no quiero tener que lidiar con cualquier problema que puedas causarme. — con una seña indicaría a los otros presentes que abriesen la puerta tras él, el mensajero saldría a toda velocidad y una comitiva de escoltas llegaría un par de instantes más tarde.
— Ellos te acompañarán. Bienvenido de vuelta. — terminó el capitán mientras volvía a sentarse.
Aoi entonces sería escoltado dentro de la aldea, con destino a un recinto de seguridad en otro punto de la aldea. La intención sería indagar más en la historia del recién llegado, y discernir si aquello que salía de él resultaba ser cierto. Era extraño recibir coterráneos de vuelta en aquella comunidad aislada, pero no era un caso descabellado. Por ello se le había permitido la entrada, pero debía saberse más de sus intenciones antes de permitirle libre tránsito por la golpeada aldea.
Una vez llegasen al sitio, una muy amable recepcionista se encargaría de recibirle. Ya había sido notificada de la situación, y con una sonrisa extendería una pequeña planilla donde la información de Aoi debía ser plasmada. O en tal caso, la de Samuru. Entre los datos, los más importantes resultarían ser su nombre, el de algunos de sus familiares, su procedencia más reciente, y sus intenciones de visita.
— Bienvenido de vuelta. — segunda vez que le repetirían aquello.
— Por favor, tómese su tiempo para llenar el formato con toda la información que pueda proporcionar. Nos será de extrema utilidad para confirmar la información rápido y que pueda proseguir con sus negocios en la aldea. — terminó.
OFF
¡Buenas!
Seré tu narrador para la trama que has solicitado. Disculpa la tardanza.
Como sabrás, el estado actual de Hoshi es de alerta considerable tras el ataque terrorista que sufrieron. Por ello la seguridad, como es de esperarse, es bastante más densa de lo usual. Sin embargo, voy a permitir que edites tu post anterior basándote en este (tu aproximación al puesto fronterizo, la conversación con el guardia, etc), y en el próximo post indicar cómo gracias a tu disfraz se te ha permitido la entrada, pero dado que no estás libre de sospechas te toca seguir el flujo del tema. Por tanto, y como es natural, tienes que demostrar que tus intenciones no son malas y que tu coartada sea convincente. Mucha suerte.
Consideraciones:
- Si bien no voy a poner un tiempo límite para tus respuestas al no tratarse de un tema bélico, me comprometo a responder dentro de las 48hrs próximas a tu respuesta para darle celeridad al tema.
- Si tienes alguna pregunta, bardo, sugerencia o queja, hablalo con el LM me la haces saber para ver cómo podemos sortearlo.