El templo demoníaco estaba en construcción, y sólo miembros del clan tenían acceso a éste. Si bien no todos construíamos, todos debíamos cooperar en su construcción, ya fuera en dinero o especie, o en mi caso, con servicios.
El líder del clan, un hombre de dos metros y medio, musculoso y ahora barrigón, debido a su nuevo rol como patriarca en vez de guerrero, que lo fue muchas décadas; se encontraba dirigiendo la construcción.
Un sistema de corredores me llevó desde las cámaras superiores hace cámaras laterales, en donde removieron roca y escombros de la antigua Iwa para acceder a un antiguo templo ruinoso en medio de las ruinas de la ciudad. Ahí, tras descender unas escaleras negras de onix, llegué hasta un enorme mural en espiral con inscripciones e imágenes significativos para nuestro clan. A los lados, enormes columnas de granito enmarcaban dicho mural.
Coloqué la mano en el centro, en donde yacía un espacio para una mano enorme con largas uñas puntiagudas. Tras descargar chakra negro, el chakra de mi clan, los símbolos en la roca se movieron y las imágenes se hicieron a un lado. Pronto, el mecanismo de la puerta se activó como un sistema de cerrojos, y aquel enorme mural se abrió de par en par para dejarme pasar.
Enormes setas bioluminiscentes alumbraban el camino con un fantasmal resplandor verdoso y azulado, iluminando varias estatuas de nuestros ancestros y antepasados que yacían a cada lado del corredor.
Una serie de columnas sostenían el techo y daban estilo al lugar, y llevaban hasta otra enorme cámara, la cual había sido restaurada tras el colapso de la vieja Iwa. Esferas de luz de chakra iluminaban como faroles, y permitían ver a lo lejos la entrada a un enorme edificio rodeado de árboles que se nutrían del resplandor de dichas esferas de luz. El templo parecía una pagoda y tras acercarme, noté que el sonido de martillazos y jadeos provenían del interior.
-Shen, has llegado- dijo una voz gruesa y áspera al verme llegar. Un enorme sujeto apareció de entre las sombras, con su kanabo sujeto en su espalda.
-¿Me ha llamado, líder?- le respondí, haciendo una reverencia.
-Veo que tu padre, Zhen, te ha educado bien. La cuestión es, como sabrás, estamos reconstruyendo y expandiendo el templo del clan Onikuma. Aquí yacen muchos secretos, pergaminos y pinturas con información de nuestro pasado. Resulta ser, que los mercaderes del clan van a traer desde el templo Onikuma del País de los Demonios, un cargamento con figurillas, lienzos y tablillas antiguas. Sólo que necesitamos protección ante posibles bandidos. Yo y los ancianos estamos muy ocupados supervisando todo. Por lo que necesito que ayudes con tu protección- diría el enorme Oni frente a mí.
Asentí con la cabeza y me entregó un pergamino con la misión.
-Partirás mañana a primera hora junto con los mercaderes. No demoren, pues arriesgarían las piezas- dijo el líder del clan, antes de volver a supervisar a los obreros que retiraban escombros y otros que escarbaban para ampliar el anterior templo.
-Así será- respondí, haciendo otra reverencia antes de retirarme de regreso a los niveles principales de Iwa, en donde descansaría para la misión de mañana.
El líder del clan, un hombre de dos metros y medio, musculoso y ahora barrigón, debido a su nuevo rol como patriarca en vez de guerrero, que lo fue muchas décadas; se encontraba dirigiendo la construcción.
Un sistema de corredores me llevó desde las cámaras superiores hace cámaras laterales, en donde removieron roca y escombros de la antigua Iwa para acceder a un antiguo templo ruinoso en medio de las ruinas de la ciudad. Ahí, tras descender unas escaleras negras de onix, llegué hasta un enorme mural en espiral con inscripciones e imágenes significativos para nuestro clan. A los lados, enormes columnas de granito enmarcaban dicho mural.
Coloqué la mano en el centro, en donde yacía un espacio para una mano enorme con largas uñas puntiagudas. Tras descargar chakra negro, el chakra de mi clan, los símbolos en la roca se movieron y las imágenes se hicieron a un lado. Pronto, el mecanismo de la puerta se activó como un sistema de cerrojos, y aquel enorme mural se abrió de par en par para dejarme pasar.
Enormes setas bioluminiscentes alumbraban el camino con un fantasmal resplandor verdoso y azulado, iluminando varias estatuas de nuestros ancestros y antepasados que yacían a cada lado del corredor.
Una serie de columnas sostenían el techo y daban estilo al lugar, y llevaban hasta otra enorme cámara, la cual había sido restaurada tras el colapso de la vieja Iwa. Esferas de luz de chakra iluminaban como faroles, y permitían ver a lo lejos la entrada a un enorme edificio rodeado de árboles que se nutrían del resplandor de dichas esferas de luz. El templo parecía una pagoda y tras acercarme, noté que el sonido de martillazos y jadeos provenían del interior.
-Shen, has llegado- dijo una voz gruesa y áspera al verme llegar. Un enorme sujeto apareció de entre las sombras, con su kanabo sujeto en su espalda.
-¿Me ha llamado, líder?- le respondí, haciendo una reverencia.
-Veo que tu padre, Zhen, te ha educado bien. La cuestión es, como sabrás, estamos reconstruyendo y expandiendo el templo del clan Onikuma. Aquí yacen muchos secretos, pergaminos y pinturas con información de nuestro pasado. Resulta ser, que los mercaderes del clan van a traer desde el templo Onikuma del País de los Demonios, un cargamento con figurillas, lienzos y tablillas antiguas. Sólo que necesitamos protección ante posibles bandidos. Yo y los ancianos estamos muy ocupados supervisando todo. Por lo que necesito que ayudes con tu protección- diría el enorme Oni frente a mí.
Asentí con la cabeza y me entregó un pergamino con la misión.
-Partirás mañana a primera hora junto con los mercaderes. No demoren, pues arriesgarían las piezas- dijo el líder del clan, antes de volver a supervisar a los obreros que retiraban escombros y otros que escarbaban para ampliar el anterior templo.
-Así será- respondí, haciendo otra reverencia antes de retirarme de regreso a los niveles principales de Iwa, en donde descansaría para la misión de mañana.