— Al final… Nunca vinieron. — El enmascarado estaba mirando el periódico de hace muchísimos meses, dónde se hablaba de que el imperio buscaba destruir la dictadura que había sido impuesta a mano dura en el País del Colmillo y la Garra. Él simplemente pasaba las páginas mientras un puro descansaba en su boca, todo el cuarto se inundaba de humo por cada bocanada que soltaba. Hasta que alguien entro a la habitación, el sonido retumbó por todas partes, haciendo que el enmascarado soltará su puro y cayera dando vueltas por el suelo hasta llegar a una pared, dónde lamentablemente se apagaría. — Fumas tanto que hasta miedo me das, ¿realmente creés que está bien lo qué haces? — Dijo la persona que abrió la puerta, era una chica, baja pelo de color azabache y sus ojos eran de un morado intenso, atrapaba a cualquier hombre con la mirada. Se acercó a dónde el enmascarado, caminando a paso lento intentando denotar sus caderas, quería seducirlo. ¿Para qué era con exactitud?, quizás para hacerlo que deje de fumar pero seamos sinceros. Él no dejaría de fumar por nada en el mundo. — No quiero desgastar mi saliva contigo, además. ¿No te mandé a patrullar el este del país?, ¿qué diablos haces aquí? — Preguntó mientras se paraba, era un poco bajo. Mucho más grande que la chica. Se sintió aterrorizada por la presencia de él, ya lo conocía. Sabía que no le haría daño pero… ¿Realmente pasaría lo mismo de siempre?, se veía enojo en su cara, frustración. El Imperio no había mandado a ningún equipo para destruir su dictadura. Eso lo estaba comiendo vivo, viviendo siempre con el miedo de que invadan. Aunque tengas todo preparado para ello y quizás hasta más puede causarte miedo y una persona tan confiada como él lo estaba experimentando. La chica asustada trago saliva, le miró con sus ojos temblorosos igual que su cuerpo. — L-Lo s-si-siento mucho… Volveré a mi patrullaje. — Intento salir corriendo por la puerta pero una mano la tomó del cuello, apretándole un poco fuerte, no se podía exceder la podía hasta matar. — Sabes muy bien que nos tenemos que preparar por si el Imperio, o uno de esos millonarios quieren este maldito pueblo de vuelta. ¿Oíste bien? — La chica, que se quedaba sin respiración asintió. Oh Dios mío estaba experimentando lo que era de verdad un líder enojado. Él la miró, la soltó. Se apiadó de su mirada de miedo, ¿El causaba eso a las personas?, quizás. Cuando ella se fue corriendo se quedó solo en la habitación. Estaba nervioso, miró por su alrededor, no había nada. Se acercó a la ventana a mirar. Todo estaba tranquilo, pero… Esos millonarios que le tenían odio, el imperio y las aldeas que no podían hacer comercio ya que él les controla la ruta marítima. Todos le odiaban, era tarde o temprano que algún rico de esos le pagué a un par de shinobis para que intenté por lo menos recuperar algo de lo perdido, porque todo lo habían tomado, ni los barcos que ya estaban ahí dejaron. Fue horrible.
Música, gritos y sonido de instrumentos se escuchaban por todo el lugar. Estaban haciendo una fiesta ya que faltaba poco para el día de San Valentín, entonces quizás ellos se encontraban divertido celebrar que faltaba poco. Normalmente los humanos comunes celebran por todo, ganar un partido, ganar dinero, ganar. En todo el sentido de la palabra pero… ¿Y qué hay de esos que no ganan?, que no ganan y solo pierden, pierden y pierden. Ellos no celebran, ellos están encerrados. Pensando en todo lo que han perdido, este es el caso del Señor Lio, un multimillonario el cuál ha conseguido su fortuna gracias a la venta incontrolable de armas y municiones, sin embargo este señor en concreto no está celebrando, no es por falta de dinero, ni de amor pues se conoce también por tener un harem extenso de mujeres. Sino, por la pérdida del cargamento más grande de armas jamás hecho por su parte. ¿Dónde fue la última vez que se vio ese súper cargamento?, en el país del colmillo y la garra, justo cuando se hizo la guerra civil ganando la dictadura, prohibiendo el paso de barcos ni sus salidas, además de que según los periódicos han cerrado por completo todo el lugar, era muy peligroso. Pero este señor: Lío, no iba a dejar que un grupo de delincuentes les haga perder todo lo que el trabajo por toda su vida. Ahorró lo que más pudo, créeme cuando te digo que es un señor que normalmente regalaba de a 10,000 Ryos, ahora ni la hora te dice. Consiguió el dinero, eso es verdad pero… ¿Dónde iba a conseguir a shinobis locos que aceptarán su trabajo?, la respuesta es muy obvia. — El Bajo mundo. — Replicó con una voz muy seca, mientras estaba en la mesa gigante con sus asesores financieros que prácticamente todos eran parte de la familia de Lío, todos eran mantenidos por él así que no se podían quejar. Aunque hubo uno, un chico, pequeño de unos 17 años, parecía ser el hijo menor de Lío. — No le veo el sentido a gastar tanto dinero por una mercancía perdida, además. Sería pagarles para que se suiciden. ¿No lo creés? — Pregunto mientras tomaba un poco de agua que se le había proporcionado, su padre respiró hondo y miró a todos sus acompañantes. — Si, pero esa mercancía fue y es todo lo que tenía. Así que lo haremos, al final del día soy yo quien mandó. — Fue una discusión corta, dando de ganador a Lío, su hijo le miró y suspiró. Su padre había perdido toda la cabeza, pagar para que los shinobis se suicidarán. Bueno, quizás podrían tomar algo mejor, información algo que el imperio pueda usar para invadir por completo esa zona y volver a tener una ruta comercial buena. Eso o dejar que los países que usaban esa ruta. Que no son pocos mueran de hambre, todos sin excepciones. — Rieguen la voz. Eso es todo nuestro. — Dijo finalizando por completo la reunión, todos harían caso. Promocionaron la misión como nunca pues al final del día, fue mandato de su encargado, así que no podrían hacer más nada que hacer caso.
Los Shinobis elegidos para la misión habían llegado en barco, todo suministrado por el señor Lío, el barco era demasiado lujoso. Prácticamente todo estaba tallado en oro, podían ver la marca de la compañía del señor Lío, una L grandísima en cada mueble o lugar del barco. Algo hermoso, se les proporcionó todo lo necesario que un ninja podrá necesitar para una misión, comida, vendas, kunais, shurikens y muchísimas cosas más. Todo era cuestión de tiempo para que estén a punto de llegar, podían ver al señor Lío a lo Lejos, con un sombrero de copa, alto, un traje negro y un monóculo en su lado izquierdo del cuerpo, al atracar fueron recibidos con una reverencia por parte de los trabajadores de Lío. — Me parece genial que todos estén aquí, realmente me siento muy agradecido pues ustedes fueron seleccionados con un propósito. Tomar mi mercancía de vuelta. ¿Podrían ustedes hacerme ese pequeño favor? — Dijo mientras reía un poco, era un empresario pero también era un bromista. ¿Cómo se lo tomarían los Shinobis?, ¿les gustará?, ¿harán preguntas?, eso deberían hacerlo obligatoriamente. Pueden meterse en algo horrible sino tienen las dudas aclaradas.