Qué época tan curiosa, una en donde el amor y los buenos sentimientos se reparten por cada rincón de este mundo. Para algunos es un aspecto tan normal en la vida, pero para otros es muy esquivo. Alguien como él que sufrió la pérdida de sus seres queridos producto de la crueldad que invade esta tierra, alguien como él cuyos sentimientos se centran en la supervivencia y en el ansia de libertad, este es un día más, como cualquier otro.
No, en realidad no es así.
Cuando hay fechas especiales y no puedes celebrarlas, son dolorosas. Te preguntas qué pasó para que tú no puedas sonreír igual que el resto. Afortunadamente, aunque sea raro utilizar esta palabra en el contexto situado, son varios los que la pasan así. Todos tienen alegrías y tristezas, goces y dolores. A unos les afecta más, a otros menos. Nadie puede victimizarse, creerse el protagonista de esta vida. Todos son las estrellas de sus propias historias, pero incluso en el cielo, algunas brillan más que otras. En este tipo de lugares, donde la multitud se encuentra alejada, el silencio reina y la paz abraza a sus adherentes, es donde puedes encontrarte contigo mismo.
Frente a él, un pequeño altar, pasa casi desapercibido por el enorme árbol que hay detrás. No descansa nadie ahí, al menos no en cuerpos, sino en alma. Es solo un pequeño lugar que visitar cada tanto, recordar a aquellos a los que perdió sin poder hacer nada, aquellos que optaron por apagar el fuego de sus vidas con tal de darle a él una oportunidad de experimentar la belleza de vivir. Pero ¿es tan así? ¿Hicieron lo correcto? Han pasado los años, y por mucho que él lo haya meditado, aún no da con la respuesta. Tiene una meta en frente, quiere alcanzarla, se muestra decidido, pero incluso los más fuertes tambalean, los más poderosos sienten debilidad, inseguridad. No todo lo que brilla es oro, no siempre lo que vemos es la realidad. A veces aparentamos mantenernos firmes, con una voluntad inquebrantable, pero cualquier piedra puede deshacerse.
— Sabía que estarías aquí. Desde que te conozco, cada año es igual. — Mientras una voz femenina se escucha, una bandada de cuervos sobrevuela la zona, siguiendo su respectivo curso y alejándose. Es como si la nueva presencia los hubiera traído consigo. Y así fue.
— Me extraña verte sola. No creo me hayas encontrado por casualidad, ¿no, Sara? — No dirigía su mirada hacia ella. Esta jornada se encontraba decaído, pensativo. Es un día de reflexión, de recuerdos tristes que logren fortalecerlo de cara al futuro. — ¿Me dirás que prefieres estar solo en este día? — Respondió, usando un tono decidido, firme. No le fue fácil atreverse a ir hasta allí, al menos no con el objetivo que se tenía entre manos. Recorrió un largo camino, y sola, algo que no acostumbra. Pero cuando se toman decisiones difíciles es cuando más fortaleza mental se necesita, es donde se pone a prueba lo avanzado en lo espiritual, en la verdadera fuerza interior.
— Me conoces, sabes que no disfruto la soledad. Simplemente hay días complejos. — Hasta el momento estuvo de rodillas mirando el altar, pero finalmente opta por colocarse de pie y voltearse, encontrándose ambas miradas conectadas una con la otra. Ella expresaba más nerviosismo. Él, ignorante de lo que ahí sucedía, mantenía calma. Es una vieja y querida amiga. Siempre disfruta encontrarla, aunque muy rara vez ocurre en uno a uno. Siempre hay alguien más presente. Alejarse de la norma puede ocasionar incomodidad, dudas. Pero en él no. Sorpresivamente, le agrada tener un momento de privacidad con ella. Siempre la ha respetado, tanto por su fuerza como personalidad. Siempre aguerrida, siempre hacia adelante. De hecho, nota su inseguridad, y le sorprende. Nunca la ha visto así. — ¿Y bien?
Espera una respuesta, ella quiere dársela, pero le cuesta. No siempre abrirse es fácil. Podría ser una de las tareas más duras de realizar, sobre todo cuando esto puede expresar debilidad. Ella no es así, siempre se muestra fuerte, dura, con un carácter y determinación inquebrantable. Pero hasta el muro más poderoso tiene su punto débil. — Creí que sería divertido pasar este día juntos, a solas. — No quiere ser directa, pero da pistas. Espera que él la entienda, que no la obligue a especificar más sus planes. Él no es un experto, no ha estado en esa posición antes, pero disfruta mucho de estudiar al ser humano. Su forma de ser, sus comportamientos, las páginas que cada una de sus historias relata. Así que entiende, hasta podríamos decir que le otorga cierta felicidad a su interior.
Lamentablemente, no todas las historias tienen finales felices. El mundo no es así. Tiene sufrimiento, tiene dolor. Algunos buscan ocultarlo, otros lo aceptan y prefieren la sinceridad, aferrarse a la verdad. Aunque un día añoren cambiarla.
— Caminemos juntos. Sabes que disfruto de tu presencia. — Sorpresivamente, hoy no lleva sombrero. Se le puede tomar como otra persona, o que hoy lleva una máscara distinta. Aquel que finge ser otro durante tanto tiempo, llega al momento en donde les resulta imposible volver a ser ellos mismos. El emperador se olvida de ser peón, olvida de dónde empezó. Cruzar esa línea es peligroso, por lo que se necesita a alguien que pueda colocarte en el lado correcto del camino, que sea tu soporte en esos momentos que más dudas experimentas, que más sufres por dejar atrás aquel que fuiste y te hizo quien eres hoy. — Por más que busques aliados, deseas llegar a una meta en la cual estar solo. Olvídalo. No podrás cambiar el mundo.
Palabras duras, dolorosas. Todos tenemos sueños que otros creen imposible. Algunos te lo dicen con intenciones destructivas, pero otros lo hacen con la ilusión de ayudarte, de hacerte entender que tal vez hay otras alternativas.
Pero las personas nunca pueden dejar de soñar. Nunca.
— Sabes que no puedo. Haré que seamos libres, incluso a costa de mi libertad. Si me rindiera ahora, ¿qué pasará con todos aquellos que ya no están y soñaron lo mismo? Es mi destino, Sara. No lo abandonaré, ni siquiera por ti. — Optó por ser directo. Sus palabras pueden ocasionar daño, es consciente de ello, pero no quiere mentirle. Es curioso, pues se destaca por ser alguien que engaña a todo aquel que encuentre. No duda en mentir con tal de ganar, con tal de avanzar. Pero con ella no, prefiere mostrarse como tal. Ella conoce al Samuru débil, aquel que se esforzó para mejorar, para sobrevivir. Con ella puede ser real, a pesar de que eso pueda ser doloroso. — ¿Y qué pasará si logras lo que quieres? — Con esa pregunta, se crea un silencio que pareció eterno, infinito.
— No lo sé.
¿Cómo se sentirá ella con esa respuesta? Conforme, no, imposible. Sara se caracteriza por ser una mujer fuerte, que ha sabido ganarle en base a golpes a la vida. Por eso, Samuru la respeta. No, quizás más que solo respeto. — A veces quieres demostrar que sabes todo. Desearía aquí fuese igual. — Una pequeña sonrisa adorna el rostro del muchacho. La veía refunfuñar e inflar las mejillas. Qué tierna podía ser. Nunca la vio así. Estos pequeños momentos son los más disfrutables. Quizás hasta los más desdichados pueden gozar de vez en cuando estas fechas, aunque sea una puntual excepción. — Prefieres a la gente frontal, ¿o me equivoco? — Su voz buscaba transmitir paz, calma, comodidad. Aunque ella no obtenga las respuestas que su corazón anhela, él no desea generar malas sensaciones en ella. No lo merece, es de lo único que está segura.
Sorpresivamente, la toma de la mano y comienza a correr. Sara no entiende, incluso se queja, pide explicaciones. Pero él solo ríe, logrando que ella también lo haga. Llegan hasta la cima de una montaña. La vista hacia abajo es excepcional, ambos comparten opinión. Quizás es la única vez que podrán estar así, disfrutando de un momento a solas en un mundo donde solo están ellos. Si bien nunca han hablado directamente de lo que ha podido ser entre ellos, en el fondo lo han sentido. Lo que se haría es intentar seguir, avanzar, ir paso a paso. Pero Samuru no se lo permite. No es el camino que recorre.
— ¿Algún día serás libre? — Pregunta ella.
— Quiero que todos lo sean. — Responde él.
Ocurre de nuevo, una y otra vez. Ella, inconsciente, busca una respuesta que la satisfaga. Pero como se dijo antes, no todas las historias son felices.
— Podemos ser libres juntos.
Realiza un último intento, a pesar de conocer el resultado. Se esfuerza, intenta avanzar. ¿No es así como funciona la vida?
— Observa cómo construyo ese destino. Solo confía, y nunca dejes de hacerlo.
Son solo palabras vacías, palabras que se las llevará el viento. Por más que quiso ser directo en su negativa, al final, con el objetivo de hacerla sonreír, le dio un leve rayo de esperanza. Pero este se esfumó, al igual que la figura de él. Quisiere creerle, pero sabe que las vidas de ambos son diferentes. Y, aunque intente forzarse a adaptarse a él, sabe que él no se lo permitirá. Lo conocen, aunque quisiera conocerlo más. Es de esos que nunca cambia de opinión. Es testarudo, determinado, su debilidad la transformó en fortaleza. A pesar de que eso es lo que le aleja de ella, es lo que más le atrae.
Aun así, ella pudo sonreír. Ambos desean alcanzar la felicidad, una que otorga la libertad. Ella tiene la libertad de soñar, ¿no?
No, en realidad no es así.
Cuando hay fechas especiales y no puedes celebrarlas, son dolorosas. Te preguntas qué pasó para que tú no puedas sonreír igual que el resto. Afortunadamente, aunque sea raro utilizar esta palabra en el contexto situado, son varios los que la pasan así. Todos tienen alegrías y tristezas, goces y dolores. A unos les afecta más, a otros menos. Nadie puede victimizarse, creerse el protagonista de esta vida. Todos son las estrellas de sus propias historias, pero incluso en el cielo, algunas brillan más que otras. En este tipo de lugares, donde la multitud se encuentra alejada, el silencio reina y la paz abraza a sus adherentes, es donde puedes encontrarte contigo mismo.
Frente a él, un pequeño altar, pasa casi desapercibido por el enorme árbol que hay detrás. No descansa nadie ahí, al menos no en cuerpos, sino en alma. Es solo un pequeño lugar que visitar cada tanto, recordar a aquellos a los que perdió sin poder hacer nada, aquellos que optaron por apagar el fuego de sus vidas con tal de darle a él una oportunidad de experimentar la belleza de vivir. Pero ¿es tan así? ¿Hicieron lo correcto? Han pasado los años, y por mucho que él lo haya meditado, aún no da con la respuesta. Tiene una meta en frente, quiere alcanzarla, se muestra decidido, pero incluso los más fuertes tambalean, los más poderosos sienten debilidad, inseguridad. No todo lo que brilla es oro, no siempre lo que vemos es la realidad. A veces aparentamos mantenernos firmes, con una voluntad inquebrantable, pero cualquier piedra puede deshacerse.
— Sabía que estarías aquí. Desde que te conozco, cada año es igual. — Mientras una voz femenina se escucha, una bandada de cuervos sobrevuela la zona, siguiendo su respectivo curso y alejándose. Es como si la nueva presencia los hubiera traído consigo. Y así fue.
— Me extraña verte sola. No creo me hayas encontrado por casualidad, ¿no, Sara? — No dirigía su mirada hacia ella. Esta jornada se encontraba decaído, pensativo. Es un día de reflexión, de recuerdos tristes que logren fortalecerlo de cara al futuro. — ¿Me dirás que prefieres estar solo en este día? — Respondió, usando un tono decidido, firme. No le fue fácil atreverse a ir hasta allí, al menos no con el objetivo que se tenía entre manos. Recorrió un largo camino, y sola, algo que no acostumbra. Pero cuando se toman decisiones difíciles es cuando más fortaleza mental se necesita, es donde se pone a prueba lo avanzado en lo espiritual, en la verdadera fuerza interior.
— Me conoces, sabes que no disfruto la soledad. Simplemente hay días complejos. — Hasta el momento estuvo de rodillas mirando el altar, pero finalmente opta por colocarse de pie y voltearse, encontrándose ambas miradas conectadas una con la otra. Ella expresaba más nerviosismo. Él, ignorante de lo que ahí sucedía, mantenía calma. Es una vieja y querida amiga. Siempre disfruta encontrarla, aunque muy rara vez ocurre en uno a uno. Siempre hay alguien más presente. Alejarse de la norma puede ocasionar incomodidad, dudas. Pero en él no. Sorpresivamente, le agrada tener un momento de privacidad con ella. Siempre la ha respetado, tanto por su fuerza como personalidad. Siempre aguerrida, siempre hacia adelante. De hecho, nota su inseguridad, y le sorprende. Nunca la ha visto así. — ¿Y bien?
Espera una respuesta, ella quiere dársela, pero le cuesta. No siempre abrirse es fácil. Podría ser una de las tareas más duras de realizar, sobre todo cuando esto puede expresar debilidad. Ella no es así, siempre se muestra fuerte, dura, con un carácter y determinación inquebrantable. Pero hasta el muro más poderoso tiene su punto débil. — Creí que sería divertido pasar este día juntos, a solas. — No quiere ser directa, pero da pistas. Espera que él la entienda, que no la obligue a especificar más sus planes. Él no es un experto, no ha estado en esa posición antes, pero disfruta mucho de estudiar al ser humano. Su forma de ser, sus comportamientos, las páginas que cada una de sus historias relata. Así que entiende, hasta podríamos decir que le otorga cierta felicidad a su interior.
Lamentablemente, no todas las historias tienen finales felices. El mundo no es así. Tiene sufrimiento, tiene dolor. Algunos buscan ocultarlo, otros lo aceptan y prefieren la sinceridad, aferrarse a la verdad. Aunque un día añoren cambiarla.
— Caminemos juntos. Sabes que disfruto de tu presencia. — Sorpresivamente, hoy no lleva sombrero. Se le puede tomar como otra persona, o que hoy lleva una máscara distinta. Aquel que finge ser otro durante tanto tiempo, llega al momento en donde les resulta imposible volver a ser ellos mismos. El emperador se olvida de ser peón, olvida de dónde empezó. Cruzar esa línea es peligroso, por lo que se necesita a alguien que pueda colocarte en el lado correcto del camino, que sea tu soporte en esos momentos que más dudas experimentas, que más sufres por dejar atrás aquel que fuiste y te hizo quien eres hoy. — Por más que busques aliados, deseas llegar a una meta en la cual estar solo. Olvídalo. No podrás cambiar el mundo.
Palabras duras, dolorosas. Todos tenemos sueños que otros creen imposible. Algunos te lo dicen con intenciones destructivas, pero otros lo hacen con la ilusión de ayudarte, de hacerte entender que tal vez hay otras alternativas.
Pero las personas nunca pueden dejar de soñar. Nunca.
— Sabes que no puedo. Haré que seamos libres, incluso a costa de mi libertad. Si me rindiera ahora, ¿qué pasará con todos aquellos que ya no están y soñaron lo mismo? Es mi destino, Sara. No lo abandonaré, ni siquiera por ti. — Optó por ser directo. Sus palabras pueden ocasionar daño, es consciente de ello, pero no quiere mentirle. Es curioso, pues se destaca por ser alguien que engaña a todo aquel que encuentre. No duda en mentir con tal de ganar, con tal de avanzar. Pero con ella no, prefiere mostrarse como tal. Ella conoce al Samuru débil, aquel que se esforzó para mejorar, para sobrevivir. Con ella puede ser real, a pesar de que eso pueda ser doloroso. — ¿Y qué pasará si logras lo que quieres? — Con esa pregunta, se crea un silencio que pareció eterno, infinito.
— No lo sé.
¿Cómo se sentirá ella con esa respuesta? Conforme, no, imposible. Sara se caracteriza por ser una mujer fuerte, que ha sabido ganarle en base a golpes a la vida. Por eso, Samuru la respeta. No, quizás más que solo respeto. — A veces quieres demostrar que sabes todo. Desearía aquí fuese igual. — Una pequeña sonrisa adorna el rostro del muchacho. La veía refunfuñar e inflar las mejillas. Qué tierna podía ser. Nunca la vio así. Estos pequeños momentos son los más disfrutables. Quizás hasta los más desdichados pueden gozar de vez en cuando estas fechas, aunque sea una puntual excepción. — Prefieres a la gente frontal, ¿o me equivoco? — Su voz buscaba transmitir paz, calma, comodidad. Aunque ella no obtenga las respuestas que su corazón anhela, él no desea generar malas sensaciones en ella. No lo merece, es de lo único que está segura.
Sorpresivamente, la toma de la mano y comienza a correr. Sara no entiende, incluso se queja, pide explicaciones. Pero él solo ríe, logrando que ella también lo haga. Llegan hasta la cima de una montaña. La vista hacia abajo es excepcional, ambos comparten opinión. Quizás es la única vez que podrán estar así, disfrutando de un momento a solas en un mundo donde solo están ellos. Si bien nunca han hablado directamente de lo que ha podido ser entre ellos, en el fondo lo han sentido. Lo que se haría es intentar seguir, avanzar, ir paso a paso. Pero Samuru no se lo permite. No es el camino que recorre.
— ¿Algún día serás libre? — Pregunta ella.
— Quiero que todos lo sean. — Responde él.
Ocurre de nuevo, una y otra vez. Ella, inconsciente, busca una respuesta que la satisfaga. Pero como se dijo antes, no todas las historias son felices.
— Podemos ser libres juntos.
Realiza un último intento, a pesar de conocer el resultado. Se esfuerza, intenta avanzar. ¿No es así como funciona la vida?
— Observa cómo construyo ese destino. Solo confía, y nunca dejes de hacerlo.
Son solo palabras vacías, palabras que se las llevará el viento. Por más que quiso ser directo en su negativa, al final, con el objetivo de hacerla sonreír, le dio un leve rayo de esperanza. Pero este se esfumó, al igual que la figura de él. Quisiere creerle, pero sabe que las vidas de ambos son diferentes. Y, aunque intente forzarse a adaptarse a él, sabe que él no se lo permitirá. Lo conocen, aunque quisiera conocerlo más. Es de esos que nunca cambia de opinión. Es testarudo, determinado, su debilidad la transformó en fortaleza. A pesar de que eso es lo que le aleja de ella, es lo que más le atrae.
Aun así, ella pudo sonreír. Ambos desean alcanzar la felicidad, una que otorga la libertad. Ella tiene la libertad de soñar, ¿no?