La oscuridad siempre fue una excelente herramienta. Aunque admitía que tenía preferencia por los lugares vivaces, rebosantes de color e iluminación, era imposible para él negar que los terrenos oscuros le habían resultado tremendamente útiles cuando las ocasiones correctas se presentaban. Concretamente, siempre que contara con la ventaja del factor sorpresa y conocimiento sobre su objetivo, los contratos que consistían en eliminar o capturar objetivos de importancia se convertían en una sencilla lista de pasos a seguir que rara vez le hacían mala cara. Entrar, avanzar a través de cada punto ciego para evadir escoltas, tratar con el cazado, salir. Era favorable saber que más de la mitad eran lo suficiente vanidosos como para no mantener guardias activos en sus habitaciones.
Ojalá hubiera sido igual esta vez, a cambio siendo recibido por un final diferente. El sistema de túneles en el que se había infiltrado esta vez era una de las muchas arquitecturas complicadas de las que tanto se enorgullecía el País de la Tierra, un lugar en el que toda mano armada local jugaba con una ventaja palpable en contra de un extranjero que careciera de experiencia en el ámbito de asesinar. O que no tuviera la capacidad de obtener planos del lugar, algo que Yukine si podía permitirse gracias a los contactos que había cosechado a lo largo de los años, convenientes pequeñas minas de oro que compartirían cuanta información quisiera el cliente siempre y cuando estuvieran dispuestos a partir de una mínima, para nada módica suma de dinero.
No era práctico para él quemar dinero en algo que no podía garantizarle un reintegro, mas aún cuando velaba por dos cabezas para llegar a fin de mes... La medicina no era particularmente económica cuando era tan especializada, pero no podía poner excusas. La enfermedad de Hanako tampoco las pondría, ni tenía miramientos o dudas con destrozarla desde dentro cada día que no pudiera proveérsela. La información comprada, bajo esa luz, era tan solo una inversión que le garantizaba un premio en metálico mucho mas grande y un seguro que en su mínima expresión le garantizaba un porcentaje de supervivencia mas alto de lo normal. Júbilo para su alma, tranquilidad para su mente.
Lo que inició como un plan sigiloso tardó poco en mutar a una masacre. Cuerpos de guardaespaldas dispersos a lo largo del recinto, el objetivo del contrato con un Shuriken justo en su entrecejo, rastros de sangre en cada pared que el ojo difícilmente podía cubrir y llamas temblorosas sobre múltiples velas que intentaban débiles iluminar el lugar sin éxito alguno. Después de todo, la gran mayoría de éstas ya habían perdido su cabeza a armas arrojadizas perdidas o técnicas que se perdieron en el altercado imprevisto con una desconocida que le había arrebatado su objetivo por pocos segundos.
El manto de oscuridad que resultó de todo lo anterior era perfecto para ocultar impecablemente la identidad de los dos presentes, pero esto también significaba que jugaba a favor de la asaltante sin rostro tanto como para Yukine. Solo consiguió sonsacar su género gracias a la silueta femenina que escasamente se mostraba a través de la ausencia de color, y el hecho de que llevaba un vestido por las porciones de tela que se arrastraban en cada movimiento que hacía, nada suficiente para apuntar un nombre u origen.
En su mano derecha sujetaba un Kunai con fuerza, el instrumento que había usado para bloquear las múltiples estocadas que ella había utilizado en un intento de cincelar su cuerpo; su Wakizashi -y con mayor razón Beastlord- estaban completamente fuera de la ecuación, pues los pasillos estrechos impedían usar efectivamente cualquier arma mas larga que un Tanto. La falta de información sensorial nuevamente jugaba en su contra: Sin poder descartar que utilizara veneno o algún tipo de mejora elemental en su inapreciable arma de filo, incluso un único golpe que conectara en él podía considerarse letal en su mente. Aunque sin poder ver mas allá de un brazo de distancia, necesitaría revisarse de pies a la cabeza al primer instante que pudiera ocultarse y mantener un perfil bajo, sin riesgo a ser detectado, para intentar tratar cualquier laceración que pudiera pasar desapercibida y sus posibles consecuencias.
Ni siquiera intercambió palabra alguna con la intrusa, un acto preventivo que buscaba no darle el mas mínimo rastro que pudiera permitirle a ella rastrearlo hasta crear una oportunidad de venganza. Peor aún, no se permitía hacerlo para no poner en la línea de tiro a su hermanita. Esperó paciente su próximo movimiento, mientras intentaba dar con una manera de cegarla, salir de su rango visual y desaparecer sin permitirle posibilidad de persecución alguna.