[Evento Navidad] El peregrinaje de Saturnalia (Privado Yukine)
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El invierno había llegado y la nieve se comenzaba a esparcir por todos los rincones del País de la Tierra como una blanca sabana. Pero ya desde el inicio de esta estación, se comenzaban a realizar múltiples festividades, peregrinajes y ceremonias con las que honrar al final de la estación de la cosecha, celebrar el final del año y orar por un corto invierno y una buena primavera.

Y justo en fechas no muy lejanas de la Navidad que tanto anhelaba la mayoría, un grupo de monjes y sacerdotes hacía gala de las más antiguas tradiciones de la región. En el País de la Tierra, una de las naciones más al norte del continente, es donde durante los inicios del invierno se dio lugar a la Navidad, que acabó extendiéndose por el mundo entero. Pero antes de eso, había otra festividad que fue la precursora de la natividad. Dicha festividad era Saturnalia.

Una festividad muy antigua en la que se celebraba con algunas ofrendas y alimentos la nueva estación, aunque se realizaba en un acto de misericordia hacia la naturaleza. Antes de que el cruel invierno se llevara la vida de toda la fauna por completo, los creyentes en Saturnalia guardaban en sus hogares algunas de las plantas y árboles que estaban más en peligro ante las bajas temperaturas con la creencia de que se preservaba la vida hasta que empezara la primavera. Hoy en día, lo cierto es que también se utilizan para conservar algunas de las plantas que pueden escasear por culpa del invierno para repoblar zonas en las que perezcan. Pero ¿no se perdía un poco la tradición antigua, de la cual se originó la costumbre actual del árbol de Navidad?

Evidentemente, una tarea así tomaba su tiempo, incluso usando habilidades ninja. Pero ya estaba previsto y los monjes del templo Laponia ya daban el aviso, y algunos otros sacerdotes y voluntarios acudían a las inmediaciones del templo en busca de ayudar a recopilar algunas muestras de la flora más delicada de la Tierra.

Yuta había acudido a ese lugar en busca de la recompensa ofrecida, que tampoco era gran cosa: una comida caliente y estancia durante el invierno para aquellos que habían acudido a peregrinar desde lejos y tenían dificultades para regresar a sus hogares, incluyendo, evidentemente, comidas, aunque fueran humildes. Justo lo que necesitaba Yuta para pasar bien el invierno; eran épocas difíciles para la gente ermitaña que no tenía un techo y apenas se alimentaba de lo que la naturaleza ofrecía. Solo esperaba conseguir realizar muchas misiones ahora que había pasado poco tiempo desde que se había graduado en la academia ninja para poder empezar a ganarse la vida.

Los monjes y voluntarios estaban congregados a la entrada de un gran templo donde se llevarían las plantas. Se iban a hacer algunos grupos para buscar plantas concretas que había que encontrar y transplantar para poder llevarlas al templo sin dañarlas. Yuta estaba ahí presente, todo lo abrigada que pudo, dado que ella y el frío no se llevaban bien. Estaba algo distraída por estar inmóvil, lo cual le daba más frío, aguardando a que le asignaran un compañero entre los monjes, peregrinos y voluntarios del lugar.
[Imagen: daunWAn.png]
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El manto blanco que cubría cada tierra tan lejos como el ojo podía extenderse ya había caído sobre los habitantes de Iwagakure. Una época del año que guardaba algo especial para muchos, y mágicamente conseguía escapar -por un diminuto margen- el mal augurio para otros tantos. Temporada de copos pálidos cayendo suaves hacia la superficie, acumulándose en enormes capas de la obstrucción favorita de los niños y los fantasiosos a partes iguales.

Lo prefería de esa manera: Incluso si se tratara de algo genuinamente malo, que en este caso no era para tanto, la forma más adecuada de asumir cada cosa siempre era intentar reflejarlo desde un ángulo notablemente más positivo que su realidad. Visto desde lentes coloreados de rosa, las dificultades parecían derretirse frente a quien estuviera ofreciendo de su esfuerzo para un bien mayor. Y si no, como mínimo podían asegurarse de que no la pasarían mal al final del día. 

Con una piel que imitaba el tono de la característica natural más visualmente atractiva del invierno, siempre sintió cierto extravagante sentido de hermandad con la nieve. Como si fuese arrancado del lugar en el que su consciencia residía para ser llevado hasta el espacio en el que más a gusto se encontraba, su hogar, estar entre la nieve y sentirla chocar contra su cuerpo en medio de sus viajes llenaba cada espacio vacío de su cuerpo con una invasiva calma capaz de hacerle olvidar todo malestar que pudiera estar transcurriendo dentro de su horizonte de sucesos. 

Curioso como fuere, su definición de hogar era mucho más específica que un país. Después de todo, nunca se quedaba sin combustible mental para recordar la profunda sensación de rechazo que había adoptado hacia el País del agua, su nacionalidad de origen. Cruel, sádica hasta la médula, siempre jugando a favoritos; el condenado recuerdo mental que no podía desprender del núcleo de su alma y que siempre tenía una reserva especial en su núcleo emocional de lugares en los que simplemente no podía sentarse a gusto ni a beber un té.

Seguramente como parte de un comportamiento aprendido con los largos años de infancia en ese sitio, el joven albo era incapaz de descansar una noche allí sin tener al menos un ojo abierto en todo momento, y la palma de la mano tensada encima de la empuñadura del arma blanca más cercana al momento. Al final del día en ese contexto, el pan que no se ganaba con gotas de sangre y nudillos adoloridos solo podía ser alimento que regalaban por lástima. ¿El resto? Arrebatado de manos de otro, que dio hasta su último aliento haciendo lo mismo a alguien más. 

Su estancia prolongada en Iwagakure por un contrato de trabajo lo obligó, nuevamente, a pasar unos días de la festividad alejado de casa. Aunque mantenía una constante rutina de enviar cartas a su enfermiza hermana menor residiendo en el País del Fuego y no encontraba molestia en las eventualidades de fuerza mayor que le impedían emprender los extensos viajes que usualmente hacía -porque entendía lo poco productivo que resultaba gritarle a la nieve a ver si se apartaba como el mar rojo con Moises-, su complejo de hermano mayor siempre adelantaría un pie en generar una sensación tan insistente como un duradero escozor, que ocasionaba la necesidad de llegar cuanto antes a su hogar para cuidar de Hanako. Tan pronto tuviera una oportunidad entre el impasible clima, no se lo pensaría dos veces y partiría; mientras tanto, estaría metafóricamente maniatado en el País de la Tierra.

En pos de realizar una buena obra a la vez que invertía su tiempo más adecuadamente que observando el tiempo pasar a través de una ventana, haría uso de un rumor hecho evento que llegó hasta sus oídos: Saturnalia, una tradición antigua que parecía tener una sustanciosa cantidad de seguidores detrás. Pero ante todo, un suceso que tenía en especial atención a la madre naturaleza, algo que Yukine podía apreciar de sobremanera.

Acudiendo al lugar que se mencionaba de voz en voz, llegaría hasta un templo en el que multitud de gente ya se encontraba reunida, en el cual anunciaría a la primera persona encontrada con vestimenta ceremonial su ofrecimiento para las fechas; el asilo y la comida eran innecesarias en su caso, puesto que contaba con los fondos suficientes para costearlo por sus propios medios y podía asumir que otra persona podría necesitarlo mucho más que él. 

En cuestión de unos minutos, sería guiado por uno de los monjes locales hasta una agrupación organizada de personas que parecían haber sido asignadas de a pares, recibiendo una breve explicación de las tareas a realizar en el evento y que éste se llevaría a cabo con un compañero que serviría para reforzar los esfuerzos de encontrar la vegetación adecuada cuanto antes, aumentando no solo las probabilidades de conseguir los objetivos sino también el número de plantas que conseguirían llegar a condiciones mucho más adecuadas hasta la temporada donde pudieran vivir con plenitud y ofrecer sus frutos al ciclo natural.

El joven albo detendría su paso cuando le indicaran la presencia de su compañera por la duración del evento. Una chica de baja estatura, notablemente de corta edad por las pocas facciones que podían observarse mas allá de la numerosa cantidad de prendas que servían como aislamiento térmico al gélido abrazo de la temperatura ambiente. Lejana de ser una razón para juzgarla, se aseguraría que su primera impresión fuese la adecuada.

-¡Hola! Parece que vamos a ser compañeros por esta ocasión.- Un ondeo de mano que fue complementado por una sonrisa afable, y un color de voz que buscaba mostrarse tan amigable como abierto a la desconocida frente a él. Era firme partidario de juzgar a las personas por las acciones que tomaban, y la pequeña frente a él no sería la excepción a su norma. Por lo mismo, la trataría como una igual siempre que diera todo de sí misma para cumplir con el objetivo que los monjes requerían.

-Soy Yukine, un gusto. ¿Cómo puedo llamarte a ti? Si en alguna situación necesitara referirme a ti durante la recolecta de plantas, preferiría no ponerte un apodo. Al menos no uno que te disguste.- Era un campesino en alma y de nacimiento, poseía una inocencia innata que le permitía tratar a todos completamente abierto de brazos y sin tapujos, dispuesto a darle a un abrazo hasta a un cactus si apelaba lo suficiente a su sentido de amabilidad. Algo que un día le jugaría en contra de manera devastadora si no empezaba a poner condicionales en tan despreocupada actitud.
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Su compañero finalmente se haría presente. Se trataba de un joven de cabellos blancos, como la misma nieve, hasta tal punto que impresionaba la pureza de los mismos y unos ojos azules que le transmitían el recuerdo de la profundidad del océano que había visto por primera vez recientemente. Sin duda, un joven cuyo aspecto resultaba muy destacable y con una tez muy fina y pulcra. De hecho, si le dijeran que se trata de una mujer, se lo creería perfectamente por la delicadeza de sus rasgos, no obstante, su primera impresión es que se trataba de un varón.

El sujeto se presentaría de forma amable, tendiendo su mano hacia Yuta, la cual no duraría ni un momento en tomar de vuelta y estrechar con firmeza y energía. Yuta se mostraba como alguien joven pero muy animado, a pesar del frío. Como estaba tapadita y con ganas de empezar, se la mostraba con una expresión bastante animada y eufórica. También, porque le gustaba conocer a alguien nuevo, siempre era interesante.

— A mí puedes llamarme Yuta, un gusto también Yukine — Respondería la pequeña bastante animada.

La chica se mostraba educada, a pesar del ímpetu que buscaba poner tanto en el apretón de manos como en las presentaciones.

— ¡Bien, vamos a ponernos manos a la obra! — Diría a la vez que realizaba un pequeño brinco.

Tras aterrizar de nuevo, la chica sacaría un papel que le había entregado uno de los monjes cuando había llegado, en el cual se indicaban con un leve boceto algunas de las plantas que estaría bien encontrar. No era como una obligación encontrarlas todas, puesto que más grupos tendrían algunas de esas, pero cuantas más mejor. Por otro lado, grupos más numerosos ya habían sido asignados para buscar algunos árboles jóvenes y que serían más complicados de transportar.

— Bien, no creo que tengamos muchos problemas, podemos ir a buscar alguna maceta y ponernos en marcha — Le comentaría la jovencita.

Evidentemente, esto no era un trabajo ni una misión como tal. Los monjes agradecían toda ayuda que pudieran recibir y eran conscientes de que igual alguna planta no se encontrará. Más de un año pasa y, en general, la naturaleza logra que prosperen, pero eso suele reducir la posibilidad de encontrar algunas o las vuelve muy escasas e inaccesibles, por eso es mejor mantener estas tradiciones.

Pero, como se trataba más bien de una actividad al aire libre grupal, era un buen momento para disfrutar de la naturaleza en compañía de otros y conocerse un poco mejor mientras se hacía un poco de ejercicio.

— ¡Venga, en marcha! — Proclamaría Yuta.

Ya habiendo tomado tres macetas apiladas una dentro de la otra con el fin de guardar alguna de las plantas si lograban encontrarla, la pareja podía emprender su camino por la montaña y el bosque de la zona.
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Una enérgica contestación que inmediatamente agradó al albo. Tan extraño como pudiera sonar, se había convertido en algo poco común en su círculo social inmediato -y no tan inmediato- encontrar personas que exhibieran rasgos de personalidad capaces de derrochar energía en cualquiera de sus formas. Al contrario, recientemente sus interacciones se habían visto limitadas a personas mucho más reservadas, que se mostraban recatados hacia el resto y siempre parecían tener cuatro cartas bajo la manga aunque fuese en algo tan cotidiano como un intento de conversación amigable. 

-¡Entendido! Yuta será entonces.- Correspondió al gesto de misma manera, dibujando una sonrisa en sus facciones al momento. Ciertamente era un alivio encontrarse con una persona así, y aunque no es que tuviera un resentimiento oculto por las personas incapaces de exteriorizar el resplandor para hacer cada conversación inolvidable, era mil veces más proceder con cualquiera de sus interacciones con una persona que no tenía nada que ocultar y lo ponía en práctica desde el primer instante. 

El decisivo segundo comentario de la chica consiguió sacarle una pequeña risa entre dientes, carente de cualquier malevolencia o menosprecio, sino una infecciosa fuente de alegría que había acabado por contraer de ella, una que indicaba su positiva disposición a iniciar con los deberes encargados por los monjes.

-¡De acuerdo! ¿Por donde empezamos primero que nada? Me han dado algunas instrucciones bastante básicas, pero no ha sido demasiado a profundidad. Debo haberme perdido de algo al inicio, al final es cierto que he llegado un poco atrasado.- Comentó, dejando que una risa nerviosa escapara de entre sus labios, un intento de dar menor importancia al hecho que acababa de mencionar con una modestia mal posicionada. Siempre se había enorgullecido de su puntualidad, y que hubiese una ocasión en la que había sido incapaz de cumplir era ligeramente vergonzoso para el chico. 

Se colocó al lado de la muchacha tan pronto sacó el trozo de papel, inclinándose para observar los contenidos con los que cargaba en uno de sus lados. Bocetos rudimentarios y poco quisquillosos en los detalles finos, lejanos a lo que encontrarías en un libro de botánica, pero con una estructura bien definida y anotaciones suficientes para dar con cada uno de los "objetivos" que los monjes buscaban preservar.

Y para su suerte, cada uno de los especímenes variaba lo suficiente del otro como para encontrar muy difícil confundir uno con el otro de repente. Mientras no se tornara en una actividad de "Encuentra al diferencia", su ánimo de realizarla permanecía hasta el techo y mas allá. 

Asintió cuando Yuta comentó sobre como proceder. Primero lo primero: Las macetas. Si querían traer la planta sin asesinarla en el proceso, necesitarían dónde reubicarla para cargarla con ellos hasta devolverla a su nuevo hogar mientras la cruel temporada pasaba y llegaba una más amigable.

Muy para su suerte, su compañera proactiva ya estaba muy por delante en esa tarea. Con múltiples macetas una dentro de otra en sus manos, uno de los requisitos ya había sido cubierto por Yuta. Y no siendo más, podían divinamente empezar a dirigirse a las zonas donde podía encontrarse la delicada vegetación para empezar a resguardarla. 

-Voy detrás tuya, Yuta.- Respondió, señalando que le seguiría el ritmo. Si bien era una persona nómada, había estado en múltiples lugares del mundo en repetidas ocasiones, mentiría si dijera que conocía cada esquina del mundo. Más importante, mentiría si decía que conocía siquiera una porción de las villas ocultas, esto a rraíz de la falta de necesidad que tenía por entrar en ellas. ¿En el País? Las veces que fuera. ¿En cada una de las Aldeas? Lo suficiente para reclamar la paga y marcharse del sitio. 

-¡Oh! Asegúrate de decirme si necesitas una mano, ¿esta bien? Sin cabezonería, que para algo somos equipo.- Añadió, risueño, mientras un ademán con su mano se encargaba de extender su pulgar por encima de su mano cerrada. Quizá su afabilidad natural, o quizá se sentía cómodo en demasía. En cualquiera de las dos vertientes, sus intenciones permanecían benevolentes; si podía hacer de la tarde mejor al aplicar trato ameno y no tenía nada en contra, carecía de razón alguna para no hacerlo.
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Las nieves ya comenzaban a pintar las cimas de las montañas con su blanco manto. Pero por los bosques que rodeaban el santuario aún no habían caído suficientes copos de nieve como para que la tierra no pudiera derretir y absorber esa agua. Aun así, el frío ya se podía sentir en el ambiente y daban ganas de ir al santuario a reposar a cubierto tomando un té caliente; aunque eso serían parte de las recompensas que les darían por ayudar, junto con alguna buena taza de sopa miso y quizás unas verduras salteadas con arroz. Solo de imaginar la calidez de los alimentos ya le daban ganas de terminar a la pequeña, aunque sabía que no podría ser algo que hicieran con prisa.

Y como debían caminar tranquilamente por el monte entre los árboles buscando las plantas. Y como bien había resaltado su compañero Yukine, estaban trabajando juntos en esto y, por lo tanto, podrían compartir esos ratos juntos y conocerse un poco más.

— Tranquilo, soy más fuerte de lo que parezco, ya que tú eres más alto y observas más el entorno — le respondería amigablemente.

Yuta, aunque fuera una niña bastante delgada y aún por desarrollar, contaba con una sangre bastante poderosa y descendiente de los mismos demonios, aunque no lo pareciera, la fuerza que tenía era bastante mayor que la de algunos jóvenes de su edad. Pero era ratilla y si le sumabas a eso que cargaba las macetas, no podría estar con un ojo tan agudo a sus alrededores.

— Yo soy de aquí cerca, en Iwagakure. ¿Tú de dónde vienes? — le preguntaría casualmente a Yukine.

Así podrían ir rompiendo el hielo un poco en lo que hacían ese paseo, que, como resaltó el sacerdote, tampoco era una obligación encontrar todas las plantas y evidentemente, una vez la luz solar cayera dando paso al atardecer, sería el momento de regresar para que el frío de la noche no hiciera enfermar a los buscadores, aparte de que era muy difícil buscar algunas plantas de noche.

— ¿Y eres muy creyente o simplemente querías dar una mano? — le preguntaría amablemente — Yo, la verdad, es que soy un poco seguidora de la fe, pero sobre todo vine por la comida que ofrecen jeje, me enseñó mi padre esta pequeña ayuda — alegaría a su pregunta.

Aunque pareciera que hablaba mucho, buscaba dejar a Yukine su espacio para responderle. Y procuraba en todo momento también dar información de sí misma para que esto no pareciera un interrogatorio. Tambien intentando darle paso a que preguntara lo que quisiera.
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Última modificación: 06-01-2024, 05:59 AM por Yukine.
Una risa se manifestó en el albo cuando a sus oídos llegó la respuesta que la pequeña le entregó. Una respuesta más que aceptable, en el que anunciaba la fortaleza real con la que contaba y a su vez disipaba cualquier duda que pudiera ponerse sobre ella. Ella se mostraba capaz, pero sobre todo confiaba en sus propias habilidades tanto como para anunciarlo a otro que no había conocido sino hace poco más de unos minutos. Y con eso había sido más que suficiente para llamar la atención de Yukine; le encantaban las personas tan fuertes como confiadas, y si su naturaleza innata estaba en aceptar a todo aquel con benevolencia dentro de sí mismo en cualquiera de sus expresiones, las personalidades así eran un plus que él no quería dejar pasar.

-¡Entendido! Entonces confío en que tú podrás con esa tarea, y a cambio puedes confiar completamente en que me encargaré de encontrar las especies que buscamos lo mas pronto que se pueda.- Comentó, complementando sus palabras con una sonrisa  genuina que ya era un hábito casi instintivo en él.

En el camino, una inesperada introducción sobre el lugar de origen de Yuta llegó a sus oídos. Poco después incluso preguntó por el del joven albo, una pregunta casual que parecía buscar intercambiar información de manera amistosa a la vez que conseguía distraerlos tan solo lo suficiente para amenizar la actividad en medio de su realización. 

-¡Oh! ¿Quieres saber de donde vengo? Seguro, pero... No te molestan las historias un poco largas, ¿verdad?- Preguntó de vuelta, un acto en pos de evitar arrojar la cantidad de vocablos que le tomaría explicar su situación migratoria. Sí, era mucho mas larga que tan solo unas cuantas palabras. Pero por el lado positivo, serviría para dar mucha mas conversación. Su mirada, a pesar de la narración de trasfondo que estaba a punto de realizar, se mantenía alerta a sus alrededores en busca de las plantas objetivo. Y si Yuta indicaba una negativa a favor hacia su pregunta, el peliblanco empezaría con su explicación.

-Mmm, empezando por el inicio... No soy de aquí, vengo del País del Agua. No su villa, soy una papa de campo que creció fuera de cualquier asentamiento mayor, en un pueblo pequeño.- Dejó que una risa escapara luego de la broma amigable que colaría en medio, un intento de buscar un sentido de humor en la pequeña para hacer el relato más afable y llevadero. Aunque sopesó explicar la razón por la cual diría lo siguiente, su instinto de hermano mayor pesó muy por encima de su raciocinio básico. En efecto, a sus ojos la pequeña que caminaba a su lado tenía un atisbo de su hermana menor en ella, se sentía como si conviviera con ella y por ello su guardia bajó muy por debajo de lo que debería.

-Luego de eso nos mudamos por el estado de salud de mi hermanita en varias ocasiones. Hemos estado en todos los países mayores y una buena mayoría de los menores.- "En busca de un médico que pudiera sanarla", omitió. "Con dinero en buena parte manchado de sangre, aunque nunca inmerecido para la suerte de su conciencia". -Y finalmente acabamos en el País del Fuego, no muy lejos de la villa pero tampoco muy cerca. Es un clima ideal para ella, y a mí me resulta bastante cómodo porque está en el centro del mapa. Admito que no tengo intención de moverme de allí en un buen tiempo.- En para nada pequeña parte por razones personales, como las tutorías de su maestro Samuru y su mas reciente empleo a mano de éste. 

-¡Ah! Disculpa, imagino que he explicado un poco de más.- Era muy inusual en él, pero era necesario recalcar cuanto peso cargaba su complejo de hermano mayor en la situación. Su inherente personalidad afable se mezclaba con su descuidada interacción transparente y sin tapujos que usualmente tendría con Hanako -su hermanita-, dando lugar a una combinación en la que soltaba más de lo que debía y rechazaba menos de lo que le convenía. 

En el proceso, se encargaba de señalar cada planta que podía exhibir similitudes con lo que buscaban, aunque el clima invernal hacía en demasía difícil dar un veredicto correcto la mayoría del tiempo. Razón por la cual, cada tanto que encontraban una posible coincidencia acertada, se veía en la imperiosa necesidad de acercarse hasta el espécimen y analizarlo de cerca, buscando una segunda opinión de Yuta cada vez que fuera posible para evitar equivocarse lo más que pudiera. 

Una nueva pregunta caería en su regazo, una que respondería inmediatamente pudiera. -Digamos que mis intereses religiosos son... complicados. No malos para nada, solo tiendo a sobrepensarlo y a echar una charla que muchos no quieren. ¡Pero para responder tu pregunta! Estoy aquí para hacer una buena obra nada más, y aprovechar un poco mejor mi tiempo. No me agrada quedarme quieto por mucho tiempo, y ocuparme con algo me ayuda a dejar de pensar en regresar a casa cuanto antes.

Su cabeza se inclinó un poco hacia su costado cuando escuchó la pregunta que Yuta entregó a su propia pregunta. Hasta donde recordaba, la comida que servían en el templo no era la mejor. Nutritiva, buena para llenar el estomago y calentar el cuerpo, pero si se permitía a sí mismo convertirse en un juez estricto, carente de sabor por todos lados. 

-Eso es inusual. ¿La comida de casa no sabe muy bien?- Pronto, acabó por pensar un pronóstico considerablemente más negativo. -¿O quizá... No te dan mucho en tu hogar?- Aunque cruzaba por dedos porque contestara que no era el caso, y que tan solo tenía un padre cocinero que no era el mejor en el departamento, la realidad frecuentemente se mostraba mucho más cruel de lo que el albo quería admitir a menudo. Desde pequeños mantenidos en condiciones lamentables hasta huérfanos. Él mismo que había vivido la realidad de crecer sin padres y sobrevivir con lo que pudiera arrancarle de las manos a otro, entendía perfectamente por lo que podía llegar a pasar alguien en esa situación.
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El paseo por las montañas había comenzado y la charla no tardó en hacerse presente, rompiendo el inclemente silencio que, con según qué acompañantes, habría podido reinar durante la jornada; lo cual habría sido terriblemente aburrido y decepcionante, cuanto menos. El nómada parecía bastante abierto también, puesto que no tardó en comenzar a entablar una conversación sin muchos problemas, rompiendo el hielo rápidamente.

— Tranquilo, no me molestan las historias largas y tenemos mucho tiempo por delante — Le respondería.

La marcha por la montaña apenas había empezado, estábamos por el mediodía, así que aún había muchas horas hasta que el sol se pusiera, no había mayor problema. Salvo que se pusiera a contar cada día de su vida punto por punto. La verdad, aunque no lo dijo de entrada, esperaba que no fuera ese el caso, porque entonces igual sí que la pequeña se tiraba por un barranco.

El hombre comenzó a contar un poco de su vida, desde su origen hasta los motivos de su viaje. La verdad es que, conforme lo escuchaba Yuta, sentía un poco de envidia de lo muchísimo que había viajado aquel hombre. Aunque en sí había un cierto pesar en los motivos originales que impulsaron a su familia a tener que moverse por el mundo, pero debería haber sido maravilloso poder conocer tantos lugares y tantas personas.

— No, no, no te preocupes por extenderte, si estaba escuchando atentamente porque me interesaba — Respondería.

Es cierto que llevaba un buen rato callada la pequeña oni, pero es que estaba escuchando con interés la historia que le contaba Yukine. Tanto su viaje, como el hecho de que tenga familia; sentía un poco de preocupación por la salud de su hermana. En general, había captado totalmente la atención de la pequeña, logrando que por unos momentos ni buscara las plantas.

— Espero que tu hermana esté bien, la verdad. Pero habiendo viajado tanto como lo has hecho y pudiendo ir a cualquier lado, ¿por qué ahora te interesa estar por el país de la Tierra? — Le seguiría preguntando.

Durante la jornada, Yukine le señaló varias plantas que podrían resultar parecidas a las que tenían en sus notas, pidiendo una segunda opinión a la pequeña Yuta. La verdad es que, con el pasar del tiempo, acabaron encontrando dos plantas de las 3 que tenían en sus notas. Según el criterio de ambos, no había duda de que eran esas las plantas, así que las trasplantaron con cuidado hacia dos de las tres macetas que habían traído. Ahora, teniendo Yukine que ayudar a Yuta a cargar las plantas, dado que no podía sostener las dos macetas llenas y la vacía; así que le pidió que llevara una de las plantas.

— Hacer una buena obra es importante y mi visión de la fe también es complicada, hay cosas con las que estoy de acuerdo y otras que me parecen más convencionalismos humanos a la palabra de Dios como tal — Le contestaría cuando retomaron las preguntas personales.

El hablar de la religión es muy complicado, algunos son muy devotos, otros ateos y algunos van directamente en contra de una religión en concreto. Pero ninguno de esos tres casos parecía ser el de los dos jóvenes. Esos dos parecían ser más una escala de grises en sus convicciones que un blanco o negro. Y al parecer, la convicción de Yuta para estar aquí ayudando sorprendió un poco a Yukine, poniendo en cuestión la comida en casa de la oni.

— Bueno, a ver, estoy sola en casa, así que todo cuanto como es lo que pueda conseguir por mi cuenta, que no suele ser mucho y no siempre caliente — Le confesaría tranquilamente.

Yuta, durante años, incluso antes de quedarse sola, se valía mucho de la comida que la naturaleza ofrecía y, aunque se podían hacer sopas calientes, muchas veces se terminaban comiendo frutos o verduras sin procesar mucho o cosas en conserva que había preparado. Pero no le molestaba, así había crecido y ese era el mundo que conocía. Pero por eso mismo no desaprovechaba la ocasión de comer gratis.

— Y en cualquier sitio que ofrezcan comida gratis me podrás encontrar casi al 100% — Continuaría diciendo con mucha tranquilidad.
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La positiva de parte de la pequeña era muy bien recibida, y conseguía sonsacar una sonrisa en las expresiones del albo. Cuando si se trataba del caso, aunque admitía que le bastaba mayormente con implicaciones que le permitieran inferirlo, era sumamente grato escuchar de boca de alguien más tanto una falta de problema con las narraciones a veces sobre-extendidas de Yukine como un interés honesto hacia éstas. Era reconfortante ser quien escuchaban en vez de quien escuchaba de una ocasión a otra, como un pequeño pero restaurador descanso en medio de una larga jornada.

Aún mejor, el interés casi inmediato así como la deducción de la pequeña con respecto a que su hermana no se encontraba en su mejor estado de salud, un detalle que evitó mencionar de manera explícita, fue más que suficiente para encontrar una gota de paz en la eterna espera que era regresar a casa para verificar nuevamente cómo se encontraba Hanako.

Sí, aún sentía en su pecho la necesidad de volver a casa a como diera lugar y todavía le costaba tragar el hecho de no poder hacer absolutamente nada al respecto del clima que caía sobre sus cabezas, pero al menos esas palabras contribuían a hacer cada instancia mas llevadera. 

Además, su hermanita seguramente le miraría con enojo por días si se atrevía a arriesgar su propia salud e inclusive su propia vida intentando una odisea que, ella decía, había sido completamente innecesaria en primer lugar. Y tenía razón, por mucho que le molestara admitirlo e interiorizarlo.

-Llegué hasta el País de la Tierra por un contrato que tuve, una tarea que querían encargarme personalmente. Y admito que es un buen lugar, tiene sus altibajos como cada sitio en el mundo, pero no he podido partir de aquí por el clima. La nieve y sus consecuencias no son particularmente gentiles con nadie.- Mancharse las manos con sangre, por supuesto, era un detalle que nunca iba a decir en voz alta. Para su suerte, esta vez fue solo sangre y no vidas. Sabiendo que aún era pequeña y sin saber a qué actividades se dedicaba Yuta, lo último que podía permitirse era anunciar en voz alta la naturaleza del mencionado contrato. El resto, por otro lado, podía permitirse revelarlo sin tapujos.

Por otro lado, la respuesta de la pequeña fue por una ruta por suerte no tan mala como podía prever, pero aun así problemática para una pequeña de su edad. Al menos había mencionado un hogar para el cual volver, pero el hecho de que estuviese por su cuenta nuevamente preocupaba al albo.

En sus épocas mas duras y aunque tuviese que cuidar de ella, su única familia estaba allí para él. Un apoyo importante que lo motivaba a seguir adelante y ser más de lo que era cada día, algo que a su punto de vista era necesario para todos: Tener en quién recostarse, aunque fuese solo por un instante y en una mínima medida. Esperaba de todo corazón que la pequeña también tuviera a alguien así.

-Huh... ¿Y si estás comiendo bien? A tu edad debes alimentarte mucho y muy bien para poder crecer bastante. Y no lo digo juzgando, solo... Sin alguien para darte un empujón en la dirección correcta de vez en cuando, todos acabamos comiendo fideos precocidos de desayuno, almuerzo y cena. Aunque si le agregas una buena cantidad de vegetales, sabe bien y nutre bastante.- Se permitió bromear, mostrándose más abierto y amistoso con Yuta. 

En su pecho nadaban sentimientos filiales fantasma, su instinto de hermano mayor golpeando a la puerta al escuchar de una pequeña que su corazón confundía con una hermana menor y que, por ello, querría hacer tanto como estuviera en su poder para ayudarla, aun si lo que se encontraba frente a ella no era un predicamento a ojos de Yuta. Un acto de generosidad quizá, o un intento por apaciguar el instinto que no sabía cómo quedarse quieto y sentado sin tocarle las narices a los demás con una amabilidad rebosante que podía confundirse con molesta insistencia. 

Cualesquiera que fuera de toda la descripción anterior, poco le importaba a la papa de campo: Quería ayudar, y solo una negativa explícita lo detendría de hacerlo. 

-¡Es mas! Te propongo una cosa. Si te animas a tomar mi propuesta, nos pondré un juego. Si acabamos con tiempo de sobra la recolecta de las plantas, te invito a una comida en el sitio que quieras. Tu elección.- Una condición que era imposible de perder, pues la actividad por sí sola carecía de un tiempo límite en primer lugar. Divinamente podían pasarse hasta la mañana siguiente y técnicamente aun contaría como "tiempo de sobra". Aun así, quedaba en Yuta la elección final de si confiar en la persona que acababa de conocer o quedarse con la comida que ofrecían en el templo.
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Pudiendo hablar más extensamente con Yukine, podía entender mejor la situación. Aunque ella no había viajado al extranjero y no conocía aún mucho más allá de sus fronteras, sí conocía la rudeza y fuerza del invierno en las montañas. Los viajes podían hacerse largos y las temperaturas tan bajas que más de uno moriría congelado atrapado en la tormenta de nieve. Muchos comerciantes esperaban a que pasara la temporada de las tormentas de nieve para volver a viajar. Aunque los ninjas podían superar la situación con sus habilidades y entrenamiento, muchas veces tampoco era recomendable arriesgarse.

— Es cierto, el invierno puede ser complicado, yo suelo pasarlos refugiada en Iwa — Le comentaría.

Aunque era cierto que ella no salía mucho ni viajaba demasiado. Pero no importaba, esa vida fue su pasado. Ahora que había empezado su entrenamiento como ninja, comenzaría a viajar más por el mundo, explorar nuevos horizontes y tener cinco comidas calientes al día. Aunque para ese último aún quedaba un poco porque quería ahorrar, no era partidaria de despilfarrar lo poco que iba ganando.

Su acompañante le dio un pequeño discurso sobre la importancia de una buena alimentación, dado que la pequeña estaba en fase de crecimiento. Pero el chico estaba un poco desencaminado en cuanto a la alimentación de Yuta. No era que, por estar sola, se dedicara a comer comida basura o precocinada; quien pudiera, eso era un lujo solo apto para la gente acaudalada. La alimentación de Yuta era mucho más nutritiva y al mismo tiempo mucho menos.

— No te preocupes, yo no como esas cosas. Suelo alimentarme de hongos, sopas de vegetales y fruta. De vez en cuando logro cazar algún animal y como carne o le puedo poner huesos a la sopa, pero no me podría costear fideos o aquellas cosas precocinadas, así que por la nutrición no te preocupes jejejeje — Le explicaría.

La pequeña oni se puso a reír a carcajadas y con muchas ganas. Evidentemente, no era consciente de que su situación era tan mala y pobre como para tener que comer lo que encontraba en la naturaleza y su entorno porque literalmente carecía de dinero. Pero así había sido criada y había vivido sin conocer otra vida. Así que lo que había mencionado Yukine para ella era literalmente un equivalente a ser de buena familia o tener un trabajo.

Y sería entonces cuando una propuesta interesante sería puesta sobre la mesa. La condición era terminar el encargo de los monjes sobrando algo de tiempo, es decir, darse prisa y que el sol no hubiera caído del todo. La oferta en cuestión era una invitación a comer por parte del ermitaño, lo cual era una buena oportunidad para la pequeña de probar una comida caliente especial. Literalmente como en algún cumpleaños que le había pasado, una ocasión mágica y única.

— ¡Yo nunca rechazaré una invitación a comer! — Exclamaría llena de emoción.

Yuta comenzaría a correr un poco acelerando su ritmo emocionada pero sujetando las macetas con firmeza para ir a buscar la última de las plantas que le faltaban.

— ¡Vamos, vamos, es una planta de orilla de río según las notas, debemos darnos prisa en acercarnos al arroyo que hay más al este! — Estaba emocionada la pequeña.

Le habían ofrecido comida gratis, lo cual despertaba todos los instintos de Yuta para estar más animada y activa que nunca.

— ¿Y oye, tu hermana está mejor ya? ¿Y cómo se llama? — Mientras avanzaban, seguiría intentando entablar conversación.
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El albo se llevó una sorpresa cuanto menos grata cuando Yuta anunció algo capaz de desmentir las erróneas suposiciones de Yukine, aún si estas provenían de una preocupación genuina casi filial; no es que se alimentara con la comida fácil característica de quienes poseían un obligatorio e impuesto grado de independencia a la vez que contaban con poca experiencia culinaria, sino al contrario, dedicaba esfuerzos a preparar un plato que parecía contener los nutrientes más necesarios en el plato. Aun así, el sentimiento de intranquilidad no desapareció del todo ante aquello expuesto implícitamente en sus palabras. 

Cacería de animales, hongos y algunas cosas arrastraron su atención a los detalles finos del enunciado, complementado por la afirmación de no poder costearse fideos u otros tipos de ingredientes precocinados que permitían una cocina rápida a falta de decir poco nutritiva. La expresión propia, aunque no iba en sincronía con la de la pequeña cuando estalló a sonoras carcajadas que no cargaban consigo el peso de la nutrición que dejaba caer sobre sí mismo, intentaba mantenerse en lo posible sonriente.

Todo esto un intento vano de evitar que su rostro se agrietara por el sentimiento de preocupación y de esas grietas empezara a tomar forma en sus facciones. Al menos de momento, el chico no podía permitirse irrumpir en la vida de Yuta como si fuese un enviado del cielo con el objetivo de solucionar la mencionada situación y montarse a los hombros la responsabilidad que por otro lado no rechazaría, e incluso si éste se encontrara de cara con alguna especie de permiso para hacerlo, la decisión final permanecía siendo de Yuta y solo de ella. Por lo menos, por ahora, intentaría ayudar por el método tangente. 

La reacción vivaz que la pequeña exhibió al momento de anunciar su propuesta para comer bien esa noche consiguió despejar las emociones producidas en Yukine por su complejo de hermano mayor, aunque sea por el momento inmediato. Inclusive, le llenó de cierto reposo emocional ver que contara con tantas energías dentro de si mismas para su aprovecho a pesar de todo lo discutido con anterioridad. A juego con la actitud contraria, sonrío amplio y permitió rienda suelta a su instinto competitivo; no estaba mal de vez en cuando dar rienda suelta a las capacidades individuales, y de todas formas la recompensa ya estaba garantizada para la pequeña. 

-¡Te sigo el paso, Yuta!- Y soltó una risa involuntaria, a la vez que empezó a acelerar su paso por encima de la capa de nieve que dificultaba cada movimiento dado en el níveo campo que les esperaba al frente. No utilizaba ningún tipo de habilidad ninja, lo cual hacía raro que se le hiciera tan fácil pasar de cero a cien en tres instantes. Lo que sucedía era que, al final del día, era una papa de campo proveniente de una tierra donde llovía, granizaba y nevaba con más frecuencia de lo que veían el sol; las costumbres morían con extrema dificultad, y Yukine no estaba ni remotamente cerca de estar tan viejo como para perderlas. 

Avanzó, hasta que finalmente consiguiera igualar a la envidiablemente veloz Yuta, y mantuvo esta velocidad cuanto pudo tal que pudiera alinearse a su lado, dedicando una muy ocasional vista hacia ella para que estuviera al tanto de que no la ignoraba en lo absoluto, pero siempre insistiendo mayoritariamente en su vista al frente para no chocarse de cara contra un árbol. Suficientes veces le había pasado ya, tal que seguramente tendría sendos callos en el rostro si esto fuera posible. Era un milagro que sus facciones se mantuvieran como estaban, viéndolo desde esa perspectiva. 

Su sonrisa se suavizó cuando preguntó por el estado de salud de su hermana y por su nombre, producto de un esbozo de melancolía que se metía en medio de su gesticulación usual, imperceptible para quien no conociera al albo de suficiente tiempo atrás. -Su nombre es Hanako, es... Creo que están por el mismo rango de edad, de hecho. Pero admito que estoy adivinando un poco y un bastante.- Soltó una pequeña y corta risa entre dientes, la cual acalló pronto. -¿Que edad tienes, Yuta?- Pausó un momento luego de preguntar, tal que pudiera otorgar el espacio necesario para recibir una contestación o una negativa. O una broma, si es que ella se animaba a hacerla. 

-Con respecto a su salud... Hago lo que puedo por hacer que se mantenga bien, pero no soy ningún médico. ¡Aunque! Hace un tiempo di con una persona que quizá tenga la respuesta a su cura. Solo quizá... No, ¡seguro que al final todo sale bien! Solo necesito hacer tiempo y esperar a que pueda sanar.- Entre dientes y palabras camuflaba una inseguridad oculta, una de las pocas cosas capaces de oscurecer su rostro a un punto mucho más pesimista. Cualquiera con dos dedos de frente entendería rápidamente el significado de su primera vez titubeantes expresiones. Hanako aún no se encontraba bien, y todo lo que el chico podía hacer era darle la medicación necesaria para que su condición se sostuviera en lo que ya era, en vez de lo mucho peor que podría ser. Los más cotillas, por otro lado, seguramente acabarían por indagar más a fondo, algo que el albo no sería capaz de rechazar a contestar si se daban las condiciones correctas. 

-¡Ah, creo que ya veo el río!- Una pequeña ventaja de la diferencia de altura es que tenía un adelanto de tan solo unos instantes en el irregular terreno que recorrían, con constantes subidas y bajadas exacerbadas por la condición climática presente. La ausencia de brillo en el cuerpo de agua parecía indicar que aún no se congelaba, aunque era seguro que cualquiera sufriría de un caso de hipotermia si intentaban bañarse en él o siquiera meter mas allá de las rodillas en el agua helada. Pero en el lado optimista, el agua fluyendo permitía un suministro constante de agua para las plantas presentes a la orilla tal que no perecieran al momento.
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El extranjero aunque se mantenia basntante firme en su compostura era inevitable notarse que presentaba una cierta preocupación hacia situación en la que vivia Yuta, algo normal en los hermanos mayores que tienen un cierto instinto de protección hacia sus menores cuando encuentran a un niño de edad similar a la de su hermano, es un complejo que es imposible de quitar. Y era muy posible que estuviera en lo cierto el hombre mencionando que su hermana Hanako podia tener una edad similar a la de la propia Yuta.

— Pues tengo 14 años para 15 próximamente — Le comentaría.

Pero Yukine no se había detenido allí y comenzó a hablar sobre la patología que sufría su hermana, no entrando en detalles sobre en que estado estaba o que síntomas ocasionaba la enfermedad, sino sobre la posibilidad de encontrar una solución pronto, aunque se estaba intentando convencer de que no pusiera todas sus esperanzas en aquello, se le notaba el miedo a que no funcionara o solo fuera una falsa esperanza. Hacia gala en su mirada del dicho de no dar falsas esperanzas o no vender la piel del oso antes de cazarlo.

— Bueno, confiemos en que funcionara, mi padre era curandero y logro sanarme una enfermedad que tenia de nacimiento, por lo que me dijo fue de lo que murió mi madre y logro curarme a tiempo de que me afectara de forma perjudicial, una lastima que él no pudo burlar luego al paso del tiempo — Le confesaría.

Era una situación algo difícil, Yuta ya había nacido sabiendo que estaba enferma y que su madre murió por lo mismo que ella padecía. Así que ese tema le venia de cerca y estaba en una situación en la que podía empatizar con el joven y su hermana. Siendo de hecho ella misma una prueba viviente de que estas cosas pueden lograr solucionarse a tiempo y evitar el peor de los resultados. Pero esos pensamientos serian interrumpidos por el avistamiento de un rio por parte del nómada. Tras lo cual Yuta achinaría un poco la vista localizando el rio que le señalaba.

— ¡Es verdad, vamos! — Exclamaría emocionado.

Yuta saldría corriendo con sus dos macetas llenas a toda prisa dando unos brincos como un cervatillo, con los cuernos más, entre los arboles eludiendo las raices y algunos arbustos hasta salir al lecho de aquel rio sobre una de las rocas que descansaban en la orilla del mismo. Pudiendo contemplar toda la belleza natural que un rio de alta montaña podía tener.

— A ver... A ver... — Se pondría a barrer con la mirada.

Y finalmente atisbo un poco más arriba del rio, al otro lado del mismo brotando entre las rocas unos lirios que crecían en ellas, eran igualitos a lo del dibujo que les pasaron, estos no había lugar a dudas a parte que estaban creciendo cerca del rio como indicaban las notas. Era un lirio de un tono celeste que culminaba en unas puntas blanquecinas, bastante vistoso pero se veía delicado, normal que una planta así no sobreviva al frio e implacable invierno. Yukine era quien portaba ahora la tercera maceta vacía para colocar la ultima planta, así que era el mejor para ir a por ella.

— ¡Ahi esta Yukine, a por ella! — Grietaría eufórica.
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Coincidían, contemplando tan solo la posibilidad de que las fechas de nacimiento erraran por tan solo unos cuantos meses como mucho. Y aunque estaba de más decir que los rangos de edades casi idénticos despertarían comparaciones por más que fuesen superficiales e inconscientes en la psique, debía remarcar con sorpresa cuantas similitudes encontraba en la chica, y lo esperado que era encontrar un sentido de familiaridad con la pequeña a su lado a pesar de que indudablemente fuese su primer encuentro. Agradecidamente en un contexto que facilitaba la conversación, pues admitía que sus últimos encuentros con personas que podían dejar una marca duradera en el albo habían sido cuanto menos... agitados inicialmente. 

Las palabras de la pequeña servían como un alivio espiritual a la inevitable ansiedad que sentía el chico ante el prospecto de la tormentosa realidad: Con tantos doctores que había visto sin ninguna prognosis siquiera alentadora, aferrarse a cada esbozo de esperanza que intentaba escapar por cada espacio era en demasía difícil, incluso para alguien que mantenía una vista tan optimista como Yukine. Pero escuchar el confort de Yuta era útil, aun con todo el contexto que podía añadirse; no necesitaba más que una persona diciéndole que todo podía estar bien de vez en cuando, incluso si venía de un extraño. Tan solo un pequeño arrancón y ya estaría listo para dar todo de sí mismo de un momento a otro. 

-Si, tienes razón. Confiemos en que todo saldrá, aunque... Siento escuchar eso de tus padres, Yuta. Si ayuda un poco, estoy seguro que una persona así de buena como para hacer lo que pueda por su hija estará sin duda en un lugar mucho mejor, desprovisto de guerra y penas. Este mundo a veces puede ser más difícil de lo que tendría que ser.- Un comentario un poco triste, pero que no carecía de razón. El mundo que habitaban a menudo estaba cargado de conflictos tontos a manos de hombres que cargaban con más poder del que podían manejar, o solo buscaban arrancar el de alguien más por la fuerza si hacía falta. Era una realidad triste, pero una a la que el peliblanco se rehusaba a ceder y dejar que lo masticara para escupirlo cual comida sin utilidad ni propósito. 

El enérgico cambio de humor se mostró inmediatamente, sin hacerse esperar en lo absoluto, una afirmación que fue suficiente para despertar a los dos del sueño lúcido que otorgaba una conversación tan trágica; le alegraba que su contexto fuera capaz de arrancarlos de allí, pues si bien era un joven que encararía las explicaciones que hiciera falta, siempre era bien agradecido no tener que hundirse a sí mismo en temas que tan solo actuaran desmoralizantes para sí mismo o para otros. Si podía sacar una sonrisa a alguien más, sin duda lo haría tantas veces como pudiera. 

-¡Woah! Vistas como estas no se ven todos los días!- Río de felicidad ante la idea, amante de la naturaleza como era. La cristalización de la humedad presente, el cuerpo de agua presente y haces de luz atravesando con esfuerzo la vegetación que los rodeaba daba lugar a una vista paradisiaca invernal, un escenario digno de pintar que incluso contaba con pequeños destellos de arcoíris según desde qué ángulo abordara la mirada. Una pequeñez tan fácil de dejar pasar que seguramente los dos presentes eran de las pocas personas en capacidad de haber apreciado tal regalo del mundo. 

-¡Cierto, la planta!- Se sacó a si mismo del trance de una sacudida de cabeza ante la indicación de Yuta, que consiguió dar con el objetivo con antelación al albo, algo que agradeció enormemente de tener un segundo par de ojos atentos en la tarea a la mano. -¡Voy corriendo!- Asintió, y se aferró con fuerza la maceta que cargaba consigo para de un par de saltos alcanzar el espécimen que hacía cada esfuerzo para resistir las impasibles condiciones del ambiente. Una pequeña planta de preciosa estética, lirio que se camuflaba de forma impecable con los colores que conseguían rodearla; incluso la persona promedio con una excelente vista tendría problemas para localizarla sin buscarla de manera ridículamente específica a raíz de lo bien que se mimetizaba el vegetal. 

Tras colocarse al lado del lirio, removió una de las herramientas de jardinería que se le habían facilitado para la tarea, una pequeña pala que acababa en una punta la cual encontró notable facilidad para remover no la planta, sino la tierra que se encontraba alrededor de ésta delicadamente. Una vez tuviera el enorme tumulto de tierra, empezó a removerlo poco a poco para descubrir las raíces que recorrían el fragmento de tierra y finalmente pudiera transplantar la planta de su tierra de descanso a la maceta vacía, donde podía conservarse el suficiente tiempo hasta llegar al almacenamiento del monasterio. 

-¡Y listo! Con esa tenemos todas las que necesitábamos.- Dejó escapar una carcajada de felicidad ante el prospecto, algo inevitable en el albo. -Buen trabajo, equipo. Nos espera buena cena al regresar.- Comentó en un tono casi bromista que hacía referencia clara a la pequeña, una clara referencia a los oficios que realizaba para traer pan a la mesa a juego con el contexto actual. Su mano se extendió hacia Yuta, abierta y con todos los dedos estirados en espera de que chocara su mano con la de ella, un choque en señal de amistad. Y tan pronto regresaran, venía la mejor parte: La comida luego de un esfuerzo y un pequeño viaje bajo la nieve cayendo.
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Yukine se mostraba bastante amable y respetuoso hacia la figura de los padres de la pequeña Yuta, en especial de su padre, que aunque era un mal sacerdote, un poco desastroso y vividor, era sin lugar a dudas un buen padre y un gran curandero. Vivió como creyó conveniente, vivió plenamente su fe, y honró a los demás durante toda su vida como curandero.

Pero ahora se tenían que estar centrando en completar la tarea que se les había asignado. Ya habían alcanzado un hermoso río en su lecho de carácter invernal, mostrando un amplio paisaje que estaba al borde de perderse entre las nieves y el hielo. En la orilla contraria, entre las rocas, aguardaba el lirio que buscaban, allí, solitario como un último rastro de la vida de la primavera antes de que el cruel aliento gélido se lo llevara por delante y muriera.

Sería Yukine quien cargaría con la última de las tres macetas que aún restaba vacía, el que se lanzaría a la caza del ser vegetal, extrayéndolo con sumo cuidado y cariño de la tierra sin dañar sus raíces, para transplantarlo en la maceta. Mientras Yuta observaba en la distancia cómo el hombre hacía el proceso, cargando con sus dos macetas, las cuales llevaban en su interior una planta medicinal que recordaba a la ortiga pero no lo era; y una especie de arbusto cuyos frutos en primavera eran muy buenos y útiles para ungüentos.

Ahora que el equipo había logrado completar su encargo, Yukine se mostraba muy animado y con ganas de regresar, sabiendo que habían salvado un pedazo de la flora del país. Yuta estaba sonriendo plenamente, mostrando una pequeña hilera de dientes, muy animada. Sobretodo cuando el joven Yuki mencionó la cena que los esperaba por el trabajo bien hecho. El sol en el horizonte aún no estaba tan bajo, pero comenzaba su descenso hacia el atardecer.

— Me pregunto si todos lo habrán conseguido — Comentaría Yuta lanzando la pregunta al aire.

La idea de la cena la tenía ahora mismo completamente cautivada. Pero lo más importante había sido que había hecho un nuevo amigo el cual le caía muy bien. Ambos habían podido conocerse un poco más y en lo personal para Yuta, se habían abierto ligeramente el uno al otro con sus vidas y pasados. Cada uno portaba sus cargas a sus hombros, pero siempre esas cosas se sentían más ligeras cuando podías compartirlas un poco con alguien.

— Tengo ganas de ver qué habrán hecho para cenar, seguramente será algo casero de la época, igual un Oden — Estaba muy animada.

Para cuando regresaran, el sol ya comenzaría a estar muy bajo, dado que volvían paseando sin prisa alguna. No había por qué hacerlo corriendo, se podrían tropezar o caer y hacer que las macetas se cayeran al suelo. En especial Yuta, que portaba dos, una en cada mano, atadas con cuerditas formando una red alrededor de la maceta.
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Última modificación: 29-01-2024, 07:51 PM por Yukine.
Entendía la situación de Yuta de primera mano, algo que muchas veces probaba ser una de las cargas mas difíciles que transportaba a lo largo de su vida. Eran sentimientos pantanosos, difíciles de comprender y tan profundos que ningún hilado de palabras lo explicaba del todo: Cuando tenías una figura paternal o maternal que, por motivos ajenos a sí mismo, no había podido acompañar al ser que trajo al mundo en su viaje por el mismo. Doloroso cuanto menos, y mas aún lo era cuan imposible era asignar culpas por la naturaleza de su partida del mundo de los vivos. Una partida así de dolorosa, y equivalentemente injusta, tan solo conseguía traer confusión en quien lo recibía.

El júbilo de rescatar al último espécimen que buscaban, además del logro de haber conseguido finalizar el encargo con éxito, probó ser un sentimiento infeccioso que se retroalimentó entre el dueto participante al punto en que consiguió hacerlos sonreír de par en par, un prospecto positivo que era imposible de ignorar. Ahora, con las plantas solicitadas, tenían todo lo que necesitaban para regresar al monasterio celebrando el evento de Saturnalia e informar sobre su éxito a los integrantes a la vez que dejaban la flora en el lugar donde se preservarían adecuadamente hasta una estación mucho más gentil y prolífera para ellas.

El comentario dubitativo de Yuta se encontró con trazos del sentimiento anterior, inmediatamente encontrándose con una respuesta del albo que iría a juego con la sonrisa dibujada en su rostro. -¡Por supuesto que si! Quizá se tarden un poco más que nosotros, pero estoy seguro que todos lo conseguirán al ritmo que les sea más adecuado. Solo hay que desearles lo mejor y esperar más que lo mejor.- Un prospecto increíblemente ciego, voluntariamente ignorante en su vista más optimista, pero que intentaba mantener el humor generado en el pequeño grupo. Pero al final del día no se trataba de ninguna mentira: El albo siempre intentaba ver lo mejor de cada situación, y escogía confiar en las personas más de lo que debía. 

Un giro de eventos cuanto menos agradables para Yukine: Había sido una recompensa completamente inesperado para él el conseguir compartir tanto con otra persona quien el dia de ayer divinamente sería una perfecta desconocida, y el que se tratase de una pequeña en su situación le permitía asignarle un cariño filial que la colocaba al lado de su propia hermana, alguien por quien daría todo de si mismo para garantizar un mejor futuro para cualquiera de las dos. Como si se tratase de su aprendiz, o incluso su protegida, el corto tiempo en una tarea de buena fé le había conseguido un lazo que defendería a capa y espada; podía contar con él en cada ocasión que lo necesitara, fuese a él puntualmente o solo a una persona más.

-¡Oh! Con toda la emoción de la planta, se me había olvidado completamente la cena.- Admitió, riendo un poco para sí mismo ante la incaracterística torpeza que el albo exhibió por un momento, siendo una novedad para él olvidar algo tan reciente con tanta facilidad. Se levantó del suelo con la maceta entre sus brazos, ocasionalmente liberando uno de éstos para remover cualquier rastro de nieve o tierra que pudiera haberse acumulado en demasía sobre sus prendas, aunque tan solo asignando un esfuerzo mínimo que aun así dejaría ciertos trazos de los materiales mencionados sobre su vestimenta. 

-¡Lo que me recuerda! Ya que hemos conseguido acabar con tiempo de sobra, ¿Cuándo y dónde te apetecería redimir la invitación? Puedes escoger a gusto, lo primero que se te venga a la mente o algo que quieras comer con muchísimas ganas.- Una propuesta intrépida ofrecida en medio de su caminata de regreso, casi ignorantemente arrojada, pues tratándose de una pequeña en crecimiento seguro comería hasta tres veces su peso corporal de una sentada; había ofrecido su palabra y pretendía cumplirla hasta el final, con indiferencia hacia las consecuencias que esto pudiera tener para sí mismo. O para su billetera, mas bien.
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