(Auto narrada) Rango C: Localizar un Desaparecido
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La suave luz del amanecer se filtraba a través de las cortinas de mi habitación, revelando un espacio decorado con aires zen. Los tonos cálidos y dorados abrazaban las paredes pintadas de blanco, creando un ambiente acogedor y tranquilo. Un pequeño escritorio de madera de tonos oscuros se encontraba junto a la ventana, adornado con papeles y pergaminos cuidadosamente organizados, testigos de mis deberes como shinobi. El suelo de madera pulida llevaba la esencia del exterior al interior, y una delicada alfombra tejida a mano añadía un toque de calidez a la estancia. En una esquina, un pequeño altar exhibía recuerdos de mis padres: fotografías, objetos personales y un suave aroma a incienso que flotaba en el aire. Mientras me preparaba para el día, una inesperada visita interrumpió la rutina habitual. Un mensajero de la aldea vecina, con el rostro tenso y un deje de urgencia, llegó hasta mí.

El pergamino que me entregó parecía contener más que simples palabras escritas; llevaba consigo la preocupación y el misterio de una comunidad que había perdido a uno de sus ancianos sabios. La misión era clara, busqueda y rescate. ‘Sigue vivo anciano, no te me mueras’. Mis pensamientos se concentraron en el deber que aguardaba, un deber que, aunque común para una shinobi, llevaba consigo la intriga de lo desconocido. Aun que mientras me alistaba, otros pensamientos comenzaron a inundar mi mente, mis padres. -Estoy destinada a encontrar respuestas-, murmuré para mí misma, un mantra que resonaba con determinación. La dualidad de emociones, la urgencia de cumplir con mi deber como shinobi y el eco persistente de mi propia historia personal, se entrelazaban en un desafío que trascendía lo tangible.

El Pais del Agua me necesita… no, su gente’, reflexioné, sintiendo la responsabilidad pesar en mis hombros. Aunque acostumbrada a enfrentar desafíos, la incertidumbre de lo que encontraría en la aldea vecina añadía un matiz particular a esta tarea. Caminar hacia lo desconocido, hacia la historia perdida de un anciano sabio, implicaba no solo cumplir una misión, sino también sumergirme en una narrativa que aún no se revelaba por completo. Vestida con mi atuendo característico, con el emblema de la aldea en mi frente, me dispuse a salir. El viento salado del océano acariciaba mi rostro mientras avanzaba hacia la ubicación proporcionada en el pergamino. La mezcla de fragancias marinas y la anticipación de la misión se entrelazaban en el aire, creando una atmósfera única.

La distancia entre las aldeas se desvanecía bajo el cielo abierto, y mi mente divagaba en las posibles razones detrás de la desaparición del anciano. ¿Era un mero extravío, o había fuerzas más oscuras en juego? Me propuse encontrar respuestas, confiando en mis habilidades y aguzando mis sentidos mientras avanzaba hacia el corazón del misterio. La misión había comenzado, y cada paso que daba resonaba con la determinación de descubrir la verdad detrás de la desaparición y llevar consuelo a aquellos que aguardaban noticias.

Me encontraba en la pequeña aldea, donde la preocupación se palpaba en el aire. Las casas humildes y las callejuelas empedradas parecían contener susurros de incertidumbre. Me dirigí hacia la modesta vivienda del anciano perdido, un lugar que se revelaba como el epicentro de la intriga. La puerta, entreabierta, dejaba entrever la calidez del interior contrastando con el aire gélido del exterior. Al entrar, el ambiente meció mi curiosidad. Fotografías en las paredes contaban la historia de una vida plena, mientras que libros y mapas revelaban la pasión del anciano por la historia local. Mi mirada se detuvo en un mapa extendido sobre la mesa, señalando con trazos el bosque que se extendía a las afueras de la villa. -Parece que el bosque es clave- murmuré para mí misma, consciente de la conexión especial del anciano con ese lugar.

La comunidad, consciente de mi presencia, comenzó a compartir sus experiencias. Vecinos recordaban al anciano hablando emocionado sobre un antiguo santuario escondido en el corazón del bosque, un lugar donde deseaba explorar más a fondo. ‘Oh por favor… siempre buscando algo perdido en medio de la nada’ Pensaba preocupada.

Con esa información, emprendí mi camino hacia el bosque, donde los árboles altos y frondosos se cerraban sobre mí, filtrando la luz del sol. Cada paso resonaba con un crujir suave bajo mis pies. Mi misión, aunque clara en su propósito, no dejaba de evocar los recuerdos de mis padres desaparecidos, creando un eco melancólico en mi interior. A medida que avanzaba, la atmósfera se volvía más densa, llena de misterio. Finalmente, alcancé el corazón del bosque, donde la luz se filtraba en destellos a través de las hojas. Frente a mí, entre la maraña de árboles, descubrí un sendero antiguo, casi oculto por la vegetación. ‘Parece que tenia razon el anciano’. Siguiendo el rastro, me adentré más en el bosque, con el eco de mis propios pasos mezclándose con los susurros del viento entre las hojas. El anciano, guiado por su amor por la historia y la fascinación por ese antiguo santuario, había dejado su huella en la naturaleza circundante. -Listo, tienen que ser estas su huellas.- Me dije a mi misma, animandome para seguir.

A medida que me adentraba, una sensación inusual se apoderaba de mí. Un escalofrío recorría mi espalda, como si estuviera cruzando un umbral. En ese momento, la respuesta a la búsqueda se reveló ante mí: un santuario antiguo emergía entre la vegetación, un lugar olvidado en el corazón del bosque. Mi corazón latía con una mezcla de emoción y anticipación. El anciano, con su pasión por la historia, había encontrado el santuario. Es entonces donde mis ojos se encontraron con la escena que revelaba el desenlace de la búsqueda. El anciano, yacía en el suelo, justo al lado del lugar que tanto anhelaba explorar. Mi corazón dio un vuelco al verlo en esa posición, y rápidamente me acerqué con la preocupación marcada en mi rostro.

Sus labios secos y la sensación de calor en su piel indicaban que la sequedad del lugar y la falta de agua habían desencadenado su desvanecimiento. Con habilidad, realicé una rápida inspección, confirmando que aún estaba con vida, aunque inconsciente. No perdí tiempo y, con determinación, apliqué los conocimientos de primeros auxilios que poseía. Al notar que reaccionaba ante mis esfuerzos, un suspiro de alivio escapó de mis labios. Con cuidado, lo levanté y lo apoyé contra un árbol cercano, asegurándome de que estuviera estable antes de intentar despertarlo. Al utilizar una técnica de reanimación suave, el anciano recobró la conciencia lentamente. Sus ojos parpadeaban ante la luz filtrada entre las hojas, y una expresión confusa se transformó en reconocimiento al encontrarse con mi mirada. Con una sonrisa, le expliqué la situación y lo ayudé a ponerse de pie.

Agradecido, el anciano se apoyó en mi hombro mientras caminábamos de regreso hacia su hogar. -Espere- Le comente a la vez que invocaba a mi oso polar Kaizur, para que el lo llevase sobre su lomo y asi el anciano no tuviese que caminar. El santuario, aunque desvelado, seguía siendo un misterio en sí mismo, pero la prioridad era asegurarnos de que el anciano llegara sano y salvo a su casa.

El sol descendía en el horizonte, proyectando sombras largas entre los árboles del bosque. Con cada paso, la tranquilidad volvía a instalarse en nuestros corazones. La aldea nos recibió con alivio, y con gratitud, dejé al anciano en manos de su familia.

La misión, aunque inesperada y llena de giros, concluía con el anciano a salvo y la comunidad reunida en torno a su regreso. Al despedirme, no pude evitar reflexionar sobre la fragilidad de la vida y la importancia de cuidarnos mutuamente en este viaje. Con un último vistazo a la aldea iluminada por las luces de la noche, me encaminé de vuelta a Kirigakure, lista para afrontar las misiones que el futuro tenía reservadas.
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MISIÓN FINALIZADA
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