Si tan sólo tomara una larga introducción aquel cuya presencia suele fallar en intimidación e interés al resto, Kimblee estaría en el podio del interés colectivo, pero como no lo está y puede que nunca llegue a estarlo, por el momento sólo se paseaba de civil. Civil, civil poco civilizado que era, y aunque su nombre alguna que otra vez haya sido escuchado por su falta de respeto constante hacia el resto, la verdad es que pasaba bastante desapercibido, a excepción de sus ropas. Ropas que en vez de camuflar a veces terminaban por alardear, alardear de aquello que nunca poseyó; fama es la que le hacía falta si de verdad quisiese ser apoderado por el conocimiento que le restaba en su mente. Su clan no se hallaba en ningún lado, menos por Amegakure, pero aquel viaje no se trataba de despejar dudas, mucho menos de crearlas, sino de liberarse un poco más y obtener comprensiones más allá sobre aquel mundo que siempre ignoró por haber pensado que nunca sería capaz de unirse a tal; Energías, chakra, vitalidad, poderes que nunca antes le había prestado atención, y otros que pasaban por desapercibido, pero todos se podían sentir a la redonda. Si bien su cuerpo no poseía capacidad sensorial alguna, sí que era verdad el cómo se sentía el inmenso sentir de que cada capa, sombrero, máscara, ocultaba detrás de ellos un ser de gran poder, o al menos un ser con un futuro admirable con posibilidad de obtención del mismo.
-Me pregunto yo, ¿Cuánto tendré que aguantar yo?, peor aún, ¿Cuánto me tendrá que aguantar el resto? Si para aliviar consciencia no sirvo, menos para el que busca de mí ser su siervo, y me causa gracia que con los pocos aciertos que conservo, más de uno es capaz de tomarme por experto con tal de que actúe como cuervo. Poco inteligente para mi especie, pero si se me mirará desde una perspectiva animal...Bueno, entendible aquel que con mal intención me desprecie.-
Si de un concurso de rimas y cantos se tratara, él tampoco ganaría, pero al menos disfrutaría con compañía de pájaros que intentan ser cantores para llamar la atención del resto, o al menos, para dar un buen inicio a la mañana. Pero cuidado, que no era que él sufría un odio intenso por el resto; estúpido, estúpido sería hacer eso y eso también él es. Estúpido, holgazán, pero al menos interesado con buen deseo y con sentido. Es sólo un hombre poco acostumbrado, pero no en cuanto a la costumbre de trabajo, sino a este mundo que siempre lo tuvo con un interés bajo. Preferiría abrirse camino con facilidad, acarreado por el sentimiento de intriga y deseo, pero su tiempo le ha llegado un poco tarde, y para poder adaptarse, primero ha de dejar sus actitudes de avaricia y pereza a un lado.
Se hablaba a si mismo, disfrutando pensar y alegre al hallar al menos en sus ideas, la posibilidad de ser útil, incluso si significase ser algo de alguien, para que ese alguien haga de él un algo importante. Aun así, si apenas encontraba comodidad en las veredas de Amegakure, le iba a ser complicado algún día sentirse apegado a un hogar como apenas lo es su alquiler en Iwagakure. Más aun tratándose de Kimblee, un hombre cuya razón para visitar y aventurarse a otros lugares no es mas que por razones de negocio; una apuesta era la que venía a pagar, pero qué importaba a quién, qué importaba por qué, y mucho menos, qué importaba recordar el nombre del ganador de dicha apuesta si todo lo que podía escucharse por las calles era "¡Libertad!, ¡Las antiguas tierras de Sunagakure renacerán!". Oídos sordos nunca podría hacer, mucho menos a alguien que gritaba con entusiasmo de negociante presentando su nuevo producto, ¿Pero de qué se trataba? La premisa era obvia, tal como un pequeño cuento de crimen y castigo, con un prólogo corto y preciso, mas podría llegar a tener un epílogo que confunde y convierte al primero en una versión resumida que maltrata a su historia, a su objetivo final.
-¡Dame uno! Me intriga el interés que tienes por esto-
Diría con emoción al hombre con máscara mientras tomaba uno de sus folletos. No era tanto el objetivo lo que le interesaba, pues en cuanto a su moralidad, poco valor le otorgaba a aquellos ideales que no le conciernen de nacimiento. Sin embargo, no significaría para nada que nada le generase curiosidad. Y es ahí cuando también la nada se vuelve parte de todo, y todo a Kimblee le interesa. Es decir, es capaz de interesarle cualquier cosa siempre y cuando le genere una curiosidad de bastante sustancia, la suficiente como para sentirse conectado de alguna manera con este mundo que siempre desconoció, no por deseo, ni por destino, sino porque nunca se le presentó.
Algunos ideales serán más dignos de representación que otros, y tras analizarlo objetivamente, el de sombrero blanco no encontró algo que destacase el folleto junto a su insignia y mensaje como un ideal de poca calidad. Pues la calidad siempre es calidad, y la cantidad parecía ser cantidad también cuando vio a otro muchacho aproximarse en búsqueda de un folleto más.
"Yo tengo motivos de sobra para interesarme por mi tierra,
¿Pero tú? Si tus motivos son reales,
sólo dime cómo, y yo he de seguirte en favor de Suna"
Dijo aquel muchacho que hasta una vieja bandana con el símbolo de Sunagakure traía. Aquel hombre tenía convicción, tenía un deseo real, tenía sentido que se aproximara no sólo a escuchar sino también a apoyar las ideas del de la máscara. Mientras tanto Kimblee sólo tenía interés.
-¡Diría que no te preocupes! Su mensaje parece ser con deseo real, y lo real sí que da de qué hablar, ¿¡O no!? A mí me encanta la idea, nunca vi un hombre que grite tanto un deseo al aire, ¡Él es real!-
Mentía como ningún otro, porque él bien sabía que no sabía de lo que tenía que saber, ¿Qué era Sunagakure? Recuerda historia sobre clanes dispersos, algo de guerras, pero nunca se volvió un historiador profesional como para querer revivir semejante pueblo con todo su corazón. Pero al menos algo era verdad, y sí que le interesaba la idea.