En las serenas tierras del País de los Fideos, donde los campos de arroz se mecen suavemente con la brisa y los tejados de paja resplandecen bajo el sol, se encuentra el pintoresco poblado de Ramenuma. Este pequeño rincón rural es conocido por sus deliciosas recetas de ramen y la estrecha comunidad de aldeanos que comparten una vida tranquila entre campos cultivados y callejuelas empedradas. El aire está impregnado con el aroma tentador de las especias y fideos que se cocinan a fuego lento en los puestos callejeros. Los lugareños, amables y hospitalarios, se dedican a sus quehaceres diarios, desde la preparación de deliciosas comidas hasta la artesanía local que decora las calles estrechas. Las risas y charlas animan el ambiente, creando una atmósfera acogedora y familiar.
Sin embargo, la armonía de Ramenuma se ve amenazada por la desaparición inexplicable de gatos, adorados miembros peludos de la comunidad. Estos felinos, conocidos por vagar libremente por el pueblo, han desaparecido sin dejar rastro, dejando a los aldeanos desconcertados y preocupados por la seguridad de sus queridos compañeros.
En respuesta a la angustia de la comunidad, la aldea ha solicitado la ayuda de shinobis novatos para investigar esta extraña desaparición. Los aldeanos, aunque inicialmente reacios a creer en problemas más allá de lo mundano, empiezan a percibir un aura de misterio que rodea el incidente. La misión es clara: adentrarse en la vida cotidiana de Ramenuma, descubrir la verdad detrás de la desaparición de los gatos y restaurar la tranquilidad en este pintoresco rincón del País de los Fideos.
El grupo de shinobis, integrado por la diminuta Shiga Yuta, de apariencia infantil y cuernos adorables, junto a la kunoichi de actitud seria, Kurami, ambas procedentes de Iwagakure, y acompañadas por Melessar, un joven de cabello plateado proveniente de Kirigakure, había sido encomendado con la tarea de investigar la misteriosa desaparición de gatos en el tranquilo pueblo de Ramenuma, ubicado en el País de los Fideos.
Al llegar, el pintoresco pueblo les dio la bienvenida con un aire sereno y un cielo despejado. La quietud de las calles les indicaba que estaban lejos del bullicio de las ciudades más grandes. Ramenuma, conocido por su exquisito ramen, según algunos rumores, ofrecía un escenario apacible.
Adentrándose en las menos concurridas calles, llegaron a lo que presumiblemente era el ayuntamiento o la residencia del alcalde, o líder. Al entrar, fueron recibidos por una encantadora recepcionista de piel canela y cabellos de un tono oscuro y rizado. -¡Ah si!. Por su aspecto ustedes deben ser...- buscaría entre todo su papeleo encima del escritorio, terminando de encontrar lo que parecía buscar. -Si si, Yuta, Kurami y Melessar.- Se sonrojaría levemente al ver al shinobi masculino luego de saludar cordialmente a cada uno de los presentes. -Como ven, soy la recepcionista del señor Tanaka, Ayame para serviles. De momento el señor se encuentra en su jardín, si gustan pueden buscarle ahí.- Terminaba de hablar a la vez que les indicaba a los shinobis la puerta al final del pasillo por donde se debería de acceder al patio posterior.
Siguiendo las indicaciones, llegaron al jardín donde encontraron al señor Hiroshi Tanaka. A pesar de los años que cargaba sobre sus hombros, el anciano mantenía una vitalidad evidente. Encorvado por el peso del tiempo, el señor Tanaka, de estatura media, aún conservaba la energía y el espíritu de sus días como shinobi. Vestía largas túnicas que, incluso al agacharse, rozaban el suelo embarrado del jardín. Su cabellera canosa reflejaba los largos años de experiencias vividas. Mientras regaba las plantas, parecía entablar una conversación con una de ellas, mostrando un vínculo peculiar con la naturaleza que lo rodeaba.