Era el atardecer del día siguiente a la Navidad. Un día en el que muchos habían vuelto a sus quehaceres e ignoraban un poco a los que aún seguían de vacaciones por el lugar, dejando el ambiente mucho más descongestionado. Lo cual resultaba incluso agradable. Pero el frío era terrible y afectaba seriamente a la pequeña Yuta, así que salió abrigada como un pequeño bunker.
Normalmente esperaba salir a pasear un poco más tarde, a primera hora la temperatura era bastante baja, con grados negativos con facilidad y un ambiente bastante gélido con el rocío de la mañana congelado y la nieve acumulada de la noche. Pero había una razón y una fuerza que impulsaba a moverse a la joven shinobi de Iwa: una oferta. Justamente el día anterior estaban repartiendo en las aguas termales una serie de cupones de un local cercano que hoy se podían canjear por una bolsa de regalos sorpresa, aunque Yuta escuchó que implicaba un surtido de comidas típicas de la época.
Pero la oferta era limitada, había un número finito de bolsas de regalo y serían para los primeros en llegar con un cupón, el resto tendría que conformarse con un regalo de consolación que decía que era una bolsa de pañuelos. Comida o pañuelos, la decisión estaba clara, Yuta tenía que conseguir ser de las primeras en llegar para conseguir la bolsa, aunque eso supusiera enfrentarse al general invierno.
Y llegaría a una hora bastante decente a la tienda, entrando como un relámpago. Justo en la entrada le pareció que se había cruzado con un viejo conocido, Melessar, aunque llamarlo viejo conocido era un poco dramático dado que se habían conocido ayer. Pero no pudo detenerse a saludarlo o asegurarse de que era él porque tenía que entrar a por su bolsa de regalo como fuera.
Pero el mundo se caería rápidamente sobre Yuta. La chica saldría de nuevo del interior de la tienda a un ritmo muy lento, con la cabeza baja y el rostro ensombrecido. Sosteniendo en sus manos un paquete de pañuelos nuevo, pero nada más. Hasta que caería de rodillas sobre la nieve, alzando la mirada hacia el cielo y dejando escapar una lágrima por su mejilla derecha.
— El mundo es un poco más gris ahora... — Diría hacia la nada.
Cuando entró en la tienda, la dependienta le dijo que justo acababan de llevarse la última bolsa de regalos, así que solo podía cambiar el cupón por pañuelos. Una desolación, una decepción. Lo peor era haberse imaginado múltiples opciones para esos manjares prometidos en la bolsa y ahora no tener nada.
Normalmente esperaba salir a pasear un poco más tarde, a primera hora la temperatura era bastante baja, con grados negativos con facilidad y un ambiente bastante gélido con el rocío de la mañana congelado y la nieve acumulada de la noche. Pero había una razón y una fuerza que impulsaba a moverse a la joven shinobi de Iwa: una oferta. Justamente el día anterior estaban repartiendo en las aguas termales una serie de cupones de un local cercano que hoy se podían canjear por una bolsa de regalos sorpresa, aunque Yuta escuchó que implicaba un surtido de comidas típicas de la época.
Pero la oferta era limitada, había un número finito de bolsas de regalo y serían para los primeros en llegar con un cupón, el resto tendría que conformarse con un regalo de consolación que decía que era una bolsa de pañuelos. Comida o pañuelos, la decisión estaba clara, Yuta tenía que conseguir ser de las primeras en llegar para conseguir la bolsa, aunque eso supusiera enfrentarse al general invierno.
Y llegaría a una hora bastante decente a la tienda, entrando como un relámpago. Justo en la entrada le pareció que se había cruzado con un viejo conocido, Melessar, aunque llamarlo viejo conocido era un poco dramático dado que se habían conocido ayer. Pero no pudo detenerse a saludarlo o asegurarse de que era él porque tenía que entrar a por su bolsa de regalo como fuera.
Pero el mundo se caería rápidamente sobre Yuta. La chica saldría de nuevo del interior de la tienda a un ritmo muy lento, con la cabeza baja y el rostro ensombrecido. Sosteniendo en sus manos un paquete de pañuelos nuevo, pero nada más. Hasta que caería de rodillas sobre la nieve, alzando la mirada hacia el cielo y dejando escapar una lágrima por su mejilla derecha.
— El mundo es un poco más gris ahora... — Diría hacia la nada.
Cuando entró en la tienda, la dependienta le dijo que justo acababan de llevarse la última bolsa de regalos, así que solo podía cambiar el cupón por pañuelos. Una desolación, una decepción. Lo peor era haberse imaginado múltiples opciones para esos manjares prometidos en la bolsa y ahora no tener nada.
