[Evento Navidad][Rango D] - Escolta Festiva
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recordatorio de la mision


En la encantadora aldea de Kirigakure, el espíritu festivo de la Navidad abrazaba cada rincón, convirtiendo las angostas callejuelas en un lienzo iluminado por luces parpadeantes y adornos resplandecientes. El señor Uriota, un comerciante distinguido en la comunidad, lideraba con fervor los preparativos para la pequeña caravana de tres carromatos destinada a los poblados menos afortunados. Su entusiasmo era tan contagioso que se reflejaba inmediatamente en sus empleados más cercanos. Un hombre afable, su barba blanca rivalizaba con la pureza de la nieve que cubría los tejados, otorgándole un aire de sabiduría y benevolencia.

El corazón de la aldea palpitaba al ritmo de la Navidad, y el bullicio de los comerciantes llenaba el aire con la mezcla embriagadora de especias de canela y la dulzura de las golosinas festivas. Uriota, con su característico sombrero de copa decorado con campanillas tintineantes, supervisaba la carga con meticulosidad, asegurándose de que cada regalo envuelto en papel resplandeciente tuviera su lugar designado.

"¡Vamos, equipo! Estamos llevando más que solo mercancía. Llevamos alegría, esperanza y el verdadero espíritu de la Navidad a quienes más lo necesitan", exclamó Uriota con entusiasmo, su voz resonando entre los preparativos festivos. Las caravanas, adornadas con guirnaldas brillantes y cintas relucientes, aguardaban su partida, prometiendo llevar consigo la magia de la temporada a aldeas distantes. El señor Uriota, como un maestro de ceremonias festivo, proclamó con orgullo el propósito especial de esta misión mientras dirigía a su equipo con una mezcla de determinación y alegría navideña.

Los aldeanos, inmersos en el espíritu festivo, se agolpaban para despedir a la caravana, algunos incluso corrían con prisa para también añadir algún que otro presente a la caravana. Las ruedas de las carretas, al comenzar su viaje, emitían un suave crujido que resonaba en la quietud de la noche. La caravana se deslizaba por las calles empedradas como un sueño hecho realidad, llevando consigo la promesa de momentos mágicos para aquellos que esperaban en las aldeas más allá de las colinas cubiertas de nieve.

En el ajetreo de la preparación de la caravana navideña, la escena parecía dominada por los empleados diligentes y el señor Uriota, el respetado comerciante local. Sin embargo, una inquietud se colaba en el ambiente: ¿dónde estaba la seguridad para un viaje tan importante? Mientras que las calles de la aldea brindaban un remanso de paz en cuanto a malhechores y bandidos, la perspectiva cambiaba al adentrarse en el campo, fuera del resguardo visual de la civilización.

Y es asi entonces como la narrativa cambiaria con la llegada de tres shinobis quienes serian los encargados de que todo el viaje funcionara como debia, aunque novatos, confiablemente eficientes para este tipo de encomiendas. La incógnita de la seguridad de la expedición encontraba su respuesta en sus habilidades.

La kunoichi local, una recién graduada de cabello violeta, aguardaba con expectación a los otros dos miembros, quienes al igual que ella, también eran unas chicas. 'Primera vez que contacto con ninjas de otras aldeas, y es para una misión bastante importante…' Pensaba para mis adentros, no sabía muy bien como sería mi actuar cuando estas dos personas llegasen. Se me había informado que eran ninjas de Iwagakure, así que suponía que las reconocería si traían sus emblemas vistiendo alguna parte de sus ropas o atavíos.

Mientras tanto, los viajeros provenientes de las distantes tierras de la Nación de la Tierra, kunoichis de Iwagakure, deberían estar aproximándose a los puertos. El misterio flotaba en el aire: ¿habrían decidido ambas chicas salir juntas desde su tierra natal o habrían llegado por separado, cada una con su propia historia que agregaría un toque intrigante a la trama?
Estadísticas de Sayuri Yuki

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Los nervios se apoderaban de la joven shinobi, bueno, aún no se hacía a la idea de ser shinobi como tal. Hacía apenas dos días que había conseguido graduarse de la academia y ya estaba en un ferry camino a su primera misión. Esa ninja era Yuta, una joven Oni que, en busca de escapar de la indigencia, solo le quedaron tres caminos: darse a la fe como su padre le inculcó, aunque demasiadas cosas de la misma no le cuadraban para dedicarse a ello; la otra era vender su cuerpo como su madre, no lo descartó pero aún era demasiado joven como para dedicarse a ello de forma legal, o por lo menos respetable; y por último, volverse shinobi, puesto que en el ejército de las aldeas pagaban bien y siempre había bajas en sus filas. Así que optó por el camino que ninguno de sus familiares había tomado, el morir joven como shinobi.

Estaba mentalizada de que era un trabajo peligroso, que las misiones podían ser mortales y que el cementerio estaba lleno de valientes. Muchos se hicieron ninjas por sueños, ambiciones, poder y falsas ilusiones; pero ella no, se hizo shinobi por dinero y supervivencia. Así que aunque estaba animada con la tarea, estaba un poco nerviosa al ser el primer trabajo que haría como tal en su carrera. Y esos nervios no eran solo porque apenas hacían dos días que aquella joven había dejado de ser una estudiante rasa sin oficio ni beneficio y ahora ya debía encargarse de un trabajo. Sino que, además, el trabajo era en la otra punta del mundo prácticamente; desde la Tierra hasta el Agua, hizo un camino larguísimo a pie, se perdió algunas veces, tuvo miedo de no llegar muchas otras, pero finalmente estaba en el ferry que la llevaría directamente al puerto al que debía llegar.

Lo bueno de todo el asunto es que la aldea cubría los gastos necesarios para el viaje durante la misión, así que estaba pudiendo experimentar cosas que nunca había hecho en todos estos años de vida que llevaba en los que nunca había salido de las fronteras del País de la Tierra. Por lo que, además de su trabajo, estaba pudiendo descubrir lugares maravillosos que jamás en su vida había podido imaginar.

Yuta finalmente escucharía la sirena del ferry que indicaba que estaban llegando a su destino. Una ligera niebla que se apreciaba en las lejanías de la costa hacia el interior de la isla podían servir de intuición de por qué ese lugar era conocido como la aldea de la niebla. Pero por ahora, el sitio en el que iba a desembarcar no parecía estar cubierto por el manto neblinoso.

El barco atracó en el puerto. Según las indicaciones que le dieron y que ahora estaba revisando en el pergamino que le dieron de la misión, tenía que encontrarse con alguien llamado Sayuri. Yuta iba con su uniforme como ninja de Iwagakure, al parecer iba a salir de la aldea con alguien más de la misma para la misión, pero de los nervios y las prisas por no llegar tarde salió con antelación y sola, lo cual compensó que se perdiera, aunque igual de la otra forma habría llegado a tiempo también y de forma directa. Aunque como dicen, "Viaje antes que destino". Pero ya en el destino, estaría mirando por el puerto una vez desembarcó a alguien que estuviera aguardando por el lugar o le hiciera alguna señal, dado que la ropa de Iwagakure destacaba un poco en el lugar. Finalmente, identificó a una joven shinobi que pareció hacerle un gesto con la mano.

— ¡La estu... genin Shiga Yuta se presenta para la misión! — Diría al principio de forma enérgica y muy correcta.

Sería lo primero que diría tras plantarse frente a la shinobi de Kirigakure, estaba nerviosa aunque podía llegar a confundirse con entusiasmo y luego cayó en cuenta de que igual se había precipitado presentándose aquí y no era el lugar.

— ¿Es aquí la misión, no? — Le preguntaría ahora calmada y con dudas.

Eso último lo haría a la vez que le mostraba el pergamino con los detalles del encuentro.

Estadísticas de Shiga Yuta

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Aún en el País de la Tierra, dentro de Iwagakure No Sato, se encontraba Kurami, preparando sus cosas para un largo viaje al País del Agua, ¿La razón?, una nueva misión, una misión que según el Pergamino que se le había entregado, tenía que reunirse con otra Kunoichi de Iwagakure y una de Kirigakure para escoltar una caravana que portaba con regalos, amabilidad y esperanza para los que se le fueran a entregar. Era la primera vez que la Origami hacía una misión en conjunto con puras Kunoichis, ¿La idea le emocionaba?, talvez… ella aveces creía que los chicos actuaban a lo estúpido y sin pensar, pero, ella también lo hacía… cosas de una chica bipolar y algo dañada mentalmente.

Con todo listo, salió de la Mansión que era su hogar, una enorme casa refinada dentro de la zona exclusiva para los integrantes del Clan Origami, para dirigirse a las puertas de la Villa y mostrar sus documentos, en cuanto los guardias le dieron el visto bueno, ella comenzó a avanzar con velocidad para dirigirse al puerto y llegar a tiempo al País del Agua. El viaje fue largo pero cómodo, el pertenecer a una familia noble le daba algo de preferencias con los dueños de los Ferris, así que prácticamente viajó en primera clase y con todas las comodidades del mundo, pero eso es otro tema.

En cuanto llegó al puerto, bajó por la pequeña rampa desplegada para que los viajeros pudieran descender del barco, a paso lento y mirando con desinterés el lugar, un lugar en el que ya había estado anteriormente y no sólo eso, varias veces ya. Nuevamente, abrió el Pergamino para dar una leída rápida y recordar los detalles de la misión para más adelante, vestida con su ropa clásica de las misiones que consistía en un suéter rojo, pantalones negros, botas marrones y la bandana de Iwagakure en su cabeza a modo de cintillo, buscó a sus dos compañeras para dar comienzo a la misión.

No tardó mucho cuando a escasos metros de su posición, dos chicas se encontraban de pie, hablando y esperando, una chica con cuernos y algo bajita y la otra… una chica de cabellos morados y piel blanca, Kurami supuso que la peli morada era la Kunoichi de Kirigakure pues los cuernos de la pequeña no eran de adorno, estaba segura de haber visto a varios así dentro de Iwa, los integrantes del Clan Onikuma. Caminó hasta ellas y luego de hacer una pequeña reverencia habló

- Kurami de Iwagakure, un placer y bla bla… ya sabemos cómo son las presentaciones… -

Diría la Origami con un tono desinteresado mientras levantaba su cuerpo lentamente luego de hacer aquella reverencia, en su espalda, había una Yari bastante afilada por la parte de la pequeña cuchilla en la punta y bastante robusta por la parte del bastón, atada con un cinturón que rodeaba todo su abdomen. Ella esperó respuesta y movimientos por parte de sus compañeras con una gran sonrisa en su rostro, algo tétrica, pero al final, simplemente era de emoción… talvez…

Estadísticas de Kurami Origami

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Última modificación: 30-12-2023, 01:45 AM por Sayuri. Razón: Colocar colores en los dialogos.
Sayuri Yuki


Muchas reflexiones invadían mi mente mientras aguardaba la llegada de estas dos shinobis, emisarias de tierras lejanas. No resultaba extraño que fueran enviadas para cumplir misiones en Kirigakure, considerando las secuelas de los enfrentamientos con el Imperio que mermaron nuestras fuerzas militares. Surgieron preguntas inquietantes: ¿Cuándo sería mi turno para realizar misiones fuera de la aldea? ¿Estarían estas dos chicas más experimentadas que yo? ¿Debería ser yo quien las recibiera y guiara?

El nerviosismo bullía en mi interior ante la perspectiva de liderar la bienvenida. Decidí aplacar esos sentimientos en uno de los comercios locales, optando por recibir a las visitantes con un gesto amigable y dos taiyakis, una elección que esperaba aliviaría la tensión inicial. -Creo que será mejor que se les compre rellenos de crema sin más.-

De pie junto al vasto mar que separaba Kirigakure de otras tierras, divisé finalmente un barco en el horizonte. Mis ojos escudriñaron a los viajeros que descendían de la embarcación. "Bandas de Iwa", murmuré para mí misma, intentando identificar a las shinobis. Entre la multitud, noté a una chica con uniforme ninja y, al agitar mi brazo, capté su atención.

-Aquí es la misión- me respondió, brevemente, su respuesta tan rápida me tomó un tanto desprevenida.

Al observarla más de cerca, me percaté de unos cuernos en su cabeza. ¿Una peculiaridad genética o acaso parte de su estilo? No podía evitar cuestionarlo. Rápidamente, me presenté.

-Sayuri Yuki, tu anfitriona por hoy.- Sin embargo, no pude evitar soltar una risa ligera al notar mi nerviosismo inicial. -¿Bueno, si es que nuestra misión es la misma?- seguia con la chalra, esta vez con un tono de broma, creando un ambiente más relajado. -Un placer, Yuta. Espero que disfrutes los taiyakis.- Extendí uno hacia ella, tratando de suavizar la atmósfera. Mis ojos buscaron a Kurami, la otra shinobi de Iwa, en vano.

-¿La otra chica, Kurami, no vino contigo?- pregunté algo confundida, pensando que ambas vendrían en el mismo barco. Ante la falta de respuesta, exploré nerviosa los alrededores en busca de Kurami.

La confusión se disipó cuando, minutos después, Kurami descendió del barco y se acercó a nuestra posición. Mis modales se repitieron, presentándome de nuevo y ofreciéndole uno de los taiyakis.

-Sayuri Yuki, su anfitriona de Kirigakure.- La seriedad en Kurami contrastaba con la energía despreocupada de Yuta. Con un nuevo taiyaki en mano, le pregunté:

-¿Es la primera vez de ustedes aquí en la aldea?- Seguiría conversando a la vez que empezaba a andar en dirección a la plaza donde estaba la caravana esperándonos.



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En las últimas horas de la mañana, el bullicio festivo alcanzaba su punto álgido en la aldea de Kirigakure. La caravana, finalmente lista para su travesía, brillaba con las luces titilantes de las linternas y los adornos festivos. El señor Uriota, con su sombrero de copa adornado, supervisaba con satisfacción los detalles finales, asegurándose de que cada regalo estuviera en su lugar designado.

Sin embargo, la alegría momentánea se vio empañada por una pequeña tragedia que se desarrollaba en las estrechas calles. Entre la multitud festiva, un aldeano astuto había decidido aprovechar la distracción general y se apoderó furtivamente de uno de los regalos más vistosos. Corría por las callejuelas, esquivando a la multitud y desapareciendo entre las sombras. Justo en ese preciso momento, las tres shinobis llegarían al escenario festivo. Desde su posición, pudieron observar la escena a lo lejos. La sorpresa y la indignación se reflejaron en sus rostros mientras presenciaban el acto de robo.

La algarabía navideña se detuvo momentáneamente cuando los aldeanos, conscientes de la situación, comenzaron a señalar y murmurar. Uriota, con gesto grave y sin haberse percatado aun de la presencia de las kunoichis, dio instrucciones a algunos de sus empleados para perseguir al ladrón y recuperar el preciado regalo.
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Última modificación: 28-12-2023, 05:13 AM por Shiga Yuta.
Al parecer, las tres kunoichis que conformaban la misión habían sido reunidas. Era curioso que hubieran sido las tres chicas, pero no era algo a lo que Yuta pudiera darle importancia en lo más mínimo, sobre todo por los nervios iniciales. Aunque todo aquello se suavizó en el momento en que, tras las presentaciones entre ellas para romper un poco el hielo, comenzó la misión. La guía de Kirigakure que les había sido asignada, llamada Sayuri, le ofreció un Taiyaki.

La pequeña Yuta se quedó estupefacta por unos momentos, hasta que sus manos se dirigieron hacia aquel dulce de masa con forma de pescado relleno de pasta de frijoles dulces. Cuando sus dedos tocaron aquel dulce típico, aún se notaba una ligera calidez que indicaba que había sido cocinado hacía poco tiempo. Yuta no dudó ni un momento en darle un bocado a ese dulce, y mientras saboreaba la masa, se quedó estupefacta por unos momentos. Y sin darse cuenta, sus ojos se tornaron vidriosos mientras comenzaban a florecer unas gotas de agua en la comisura de sus ojos, que se deslizaban por su rostro de forma incesante mientras sus labios trazaban una sonrisa.

— Es delicioso, muchas gracias — dijo, mostrando un rostro de júbilo.

Literalmente, la chica estaba derramando lágrimas de felicidad. Siguió dando mordiscos y saboreando tras cada uno de ellos aquella pieza en forma de pececito, como si fuera lo más sabroso y dulce que hubiera probado en meses; de hecho, lo era. Por sí misma apenas podía decir que comiera cosas recién hechas, a menos que las cocinara ella misma con algún fuego, y solían ser sopas y arroces. Pero comer un dulce ya era algo raro para ella, solo ocurría en sus cumpleaños y evidentemente no los recordaba.

— Ay, lo siento, no sé qué me pasó, estaba delicioso de verdad — se disculpó cuando volvió a la realidad.

Ahora, con sus manos ya vacías, intentaba secar las lágrimas con las mangas de su ropa. Era una reacción demasiado infantil que no la dejaba en buen lugar entre sus compañeras de misión, pero simplemente no pudo evitar sentir aquel júbilo en su corazón. Pero ya se estaba pasando, la pequeña Yuta se estaba recomponiendo.

Y menos mal que logró recomponerse cuando tuvieron que comenzar a moverse hacia el lugar donde estaba la mercancía. Pero siempre ocurre algo, no podía ser un día feliz para todos y de paz. Justo cuando llegaban al lugar, las chicas vieron cómo un hombre se estaba llevando uno de los regalos de entre la mercancía. Fue un acto vil y furtivo que iba a dejar a gente triste y desilusionada.

Yuta ya había recibido un grandioso regalo en el día de hoy y no pensaba permitir que un acto como ese amargara el día a otra persona. Así que decidió actuar con celeridad. Y literalmente sería con celeridad, ya que clavó su mirada en el sujeto mientras mostraba por unos momentos su hilera de colmillos, al mismo tiempo que concentraba chakra en las palmas de sus pies. Acto seguido, salió disparada como una flecha, recorriendo una gran distancia en un parpadeo con el fin de atrapar y cazar al sujeto, aunque su único plan en ese momento era placarlo.


Shunshin no Jutsu

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La chica del Clan Origami sería recibida -luego de hacer su presentación- con un Taiyaki de regalo por parte de Sayuri de Kirigakure, quien se estaba presentando a Kurami, ella sonrió y tomó con un movimiento sutil el Taiyaki comenzando a degustarlo con una gran sonrisa en el rostro

- ¡Es delicioso! Te lo agradezco Sayuri y no… no es la primera vez que yo piso este lugar… -

Por muy seria o bipolar que fuera, tenía que agradecer los buenos gestos que tenían con ella, aveces la amabilidad y la bondad puede cambiar al mundo, lástima que el mundo no haya sido muy amable o bondadoso con ella, pero, en fin. Mientras Kurami degustaba de su Taiyaki, pudo ver a la chica de los cuernos haciendo lo mismo, aunque de una forma más exagerada, como si no hubiera probado algo así en su vida, incluso, hasta estaba derramando lágrimas, Kurami solo miraba sorprendida sin decir una palabra, se acercó ligeramente a ella y colocó su mano encima de su hombro

- ¿Estás bien? -

Serian sus palabras antes de que la Onikuma se disculpara por su reacción al probar el Taiyaki, Kurami simplemente “aceptó” las disculpas, aunque ella creía que aquello no era motivo de disculpa y simplemente no le dio más importancia al asunto. Luego de eso, fueron llevadas por Sayuri hacía la plaza en donde ya esperaba la famosa carroza que tenían que escoltar junto a un hombre de barba blanca y muy bien vestido, era como si fuera un Santa Claus, pero vestido de otra forma.

Si el Señor Uriota había requerido de Shinobis para proteger su carroza era por algo y Kurami lo entendió en cuanto vio la enorme pila de regalos y a los múltiples civiles señalando y hablando sobre un tipejo que había decidido tomar “prestado” uno de los regalos más vistosos de la carroza, Kurami detestaba fracasar y ¿que clase de Kunoichi sería si dejaba que el ladrón se saliera con la suya?, ella estaba por actuar, pero Yuta se adelantó, moviéndose a una velocidad tan alta que parecía una tele transportación

(¿Shunshin Eh?, Nada mal… Onikuma…)

- ¡Nosotras nos encargamos! -

Gritaría Kurami al señor bien vestido antes de emprender una carrera hacía donde se había movido Yuta, todo mientras empujaba a algunos civiles que estorbaban su camino y llevaba su mano hacía el arma de asta que cargaba en su espalda, talvez se estaba precipitando, pero nunca se sabe qué tipo de trucos traigan ese tipo de ladrones bajo la manga

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Sayuri Yuki


Entregué con entusiasmo los Taiyakis a las dos chicas, sosteniendo una sonrisa esperanzadora mientras aguardaba a que ellas los disfrutaran. Ambas agradecieron con cortesía, aceptando los dulces sin mucho problema. ‘Bien, primer paso superado… supongo’, reflexioné para mis adentros hasta que mi mirada se deslizó hacia Yuta, la más pequeña de las tres, y sentí cierta inquietud sobre su reacción. Un atisbo de preocupación se dibujó en mi rostro, preguntándome si los Taiyakis no eran de su gusto. ‘No puede ser… tan pronto y ya la empecé a regar con un extranjero’, estuve a punto de disculparme cuando, para mi alivio, Yuta estalló en risas. Sus lágrimas, lejos de ser un indicio de disgusto, eran lágrimas de pura felicidad. La tensión se desvaneció, y junto con ella, mi preocupación inicial. Me sumé a su risa contagiosa, deleitándome al ver cómo saboreaba con entusiasmo las delicias de la aldea.

-¡Je, me habías asustado por un milisegundo!-, expresé con cierto alivio reflejado en mi rostro. -No hay de qué, Yuta. Me agrada que te haya gustado-, le comentaba mientras seguía pensando en su persona. Por su apariencia y actitud, parecía ser bastante niña e infantil. ¿Tan pronto la dejaban salir de su país? Algo no me cuadraba.

Por otro lado, Kurami, más seria e inexpresiva que Yuta, recibió el Taiyaki con un gesto más contenido, pero agradeciendo de igual manera. Cuando mencionó que no era su primera vez en la aldea, mi curiosidad se despertó. Le pregunté con interés: -¿Ah, no es tu primera vez aquí? ¿Hay algo en particular que te trae de vuelta?-. Quería saber más sobre su conexión con Kirigakure y qué la llevaba a visitar la aldea nuevamente. La diversidad de historias siempre me intrigaba, y me dispuse a escuchar con atención su respuesta. ‘Sí, bueno, la misión que está haciendo es lo que la trae aquí pues...’, pensé para mí, quizás la segunda pregunta era bastante tonta. De hecho, la primera es redundante. Mala primera imagen, quizás.

Después de las presentaciones y de guiar a las shinobis de Iwa, llegamos a la plaza en donde estaban los carruajes con la gran cantidad de regalos, todos tan coloridos como diversos tamaños. Y bastante gente alrededor también, quizás festejando el hecho de que esta comitiva estuviese a punto de entregar felicidad a los poblados de las afueras, algunos de ellos menos favorecidos. Pero la alegría y algarabía se esfumó en un segundo. Las tres logramos fijarnos en como uno de los lugareños se apropiaba de uno de los regalos y comenzaba a escapar junto con él. El señor Uriota, algo desesperado, mando a sus empleados detrás del ladrón, quien ya a marcha avanzada esperaba llegar a los callejones y ahi perderse.

Fue grata mi sorpresa el notar como Yuta en un parpadeo desaparecía de nuestras vistas para así aparecer al otro lado de la calle. ‘Uhm, pues no era tan niña como pensaba, bien hecho.’ Gire hacia Kurami, quien ya tenía su gran arma en manos y estaba dispuesta a correr detrás de Yuta. ‘No me puedo quedar atrás, supongo. Y tampoco puedo dejar que vayan solas tras el malhechor en la ciudad, se podrían perder, quien sabe.’ Así que comencé a correr junto con ella para alcanzar a Yuta lo antes posible. Si, también contaba con una habilidad parecida a la de cabello blanco, pero quería observar los alrededores, quizás este tipo no trabajaba solo.

General


El señor Uriota, con su sombrero de campanillas tintineantes, se acercó a sus empleados, instándolos a volver a sus puestos para resguardar la caravana y mantenerse atentos. Los empleados, siguiendo las directrices de su líder, se dispersaron ágilmente, algunos retornando a la carreta y otros ocupando posiciones estratégicas para garantizar la seguridad de la misión navideña. -¡Está bien, muchas gracias chicas!- Gritaría desde la lejanía, para que su voz se pudiera escuchar sin problema.

En un parpadeo, Yuta fue la primera en reaccionar. Desplegó un jutsu de movimiento rápido, permitiéndole acercarse rápidamente al ladrón que se internaba en los callejones. Aunque la sorpresa se reflejó en los ojos de los presentes, la pequeña kunoichi no dudó en tomar la iniciativa. La agilidad de Yuta dejó a todos boquiabiertos, y las otras dos, Sayuri y Kurami, no tardaron en seguirla en una persecución rápida y determinada. La aldea resonaba con el eco de sus pasos y el suspense se tejía en el aire mientras se dirigían hacia los callejones oscuros, persiguiendo al ladrón en plena Noche de Navidad.

La aguda visión de Yuta no tardó en notar que el ladrón se percató de su presencia. El corredor, al descubrir que estaba siendo perseguido, entró en pánico, tropezando torpemente con cajas y barriles que obstruían su camino. La desesperación se reflejaba en sus movimientos temblorosos mientras intentaba evadir a la determinada kunoichi. En medio del caos, el regalo robado se deslizó de sus manos y cayó al suelo con un golpe sordo, creando un instante de silencio tenso en los callejones oscuros de Kirigakure. La Noche de Navidad, que debería haber estado llena de alegría, se veía teñida por la persecución y la intriga. El sujeto, también estaba en el suelo, parece ser que sus días como ladrón estaban contados. -¡No, espera espera!- Comenzaba a gritar, desesperado.

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Última modificación: 30-12-2023, 12:16 PM por Shiga Yuta.
La noche estaba en peligro, la festividad estaba viéndose eclipsada por la persecución que había iniciado. El ladrón estaba claro, por sus movimientos, que conocía la ciudad y los callejones, pero Yuta había hecho un buen desplazamiento inicial para recortar las distancias lo suficiente como para no perderlo de vista y, gracias a su superioridad atlética, estaba acortando poco a poco la distancia, infundiendo una gran presión sobre él.

Es posible que, para ojos de muchos, Yuta pareciera una niña muy inocente e infantil. Pero la realidad era que, aunque había tenido muchas carencias en su infancia que la llevaron a tener esos pequeños momentos de debilidad al sentir la amabilidad de los demás y experimentar cosas con las que tan solo pudo soñar de niña y anheló durante muchos años, por otro lado, las múltiples penurias, los momentos de necesidad, viviendo con lo justo y aún con todo, como su padre le enseñó con mucho esfuerzo, nunca recurrió al robo o la delincuencia para lograr seguir adelante. Por lo tanto, no podía tolerar ver a alguien que buscaba apropiarse de lo ajeno de esa manera, liberaba dentro de ella un sentimiento que la impulsaba y le daba fuerzas.

La shinobi de la roca invocó su kanabo propia de los miembros de su linaje. No era muy grande u ostentosa, pero tenía una considerable longitud y su resplandor metálico con la luz ambiental servían para convertirla en un elemento disuasorio.

— ¡Alto ahí, ladrón! — Gritaría a pleno pulmón la chica.

Finalmente, el fugitivo empezó a desfallecer y entorpecer su marcha, lo suficiente como para llevarse por delante una sucesión de barriles que lo mandarían tanto a él como al regalo robado al suelo. Yuta vería ahí su oportunidad, pasando a brincar hacia la pared mientras concentraba su chakra en la suela de sus zapatos para quedarse pegada en plena carrera al muro, pasando por encima de los barriles caídos sin ningún problema, para dejarse caer al lado del regalo.

[Técnica=NIN106]

Quedando justo la chica entre el regalo y el hombre, extendiendo su arma contundente hacia el hombre, sujetándola solo con su diestra, como indicativo de que se andara con cuidado, mientras se agachaba para tomar con su zurda el regalo afanado con sumo cuidado.

— Ríndete, estás detenido — Proclamaría con el regalo ya afianzado y apuntando al hombre con su arma.

Chakra: 95/125
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Sayuri Yuki

Me apresuré por las estrechas callejuelas junto a Kurami, siguiendo a Yuta y acercándonos rápidamente al lugar donde se desarrollaba la escena. La agitación en el aire y la atmósfera cargada de la persecución nos envolvían mientras nos acercábamos. Mi corazón latía con fuerza, impulsado por la urgencia de la situación. ¿Cómo había pasado de ser una velada festiva a una persecución en las sombras en cuestión de minutos? -Kurami, ¿que tanto conoces a Yuta?- Le preguntaba un poco agitada por la situacion. -Digo, veo tu arma y es obvio que luchas en primera fila, yo podria ayudarte a distancia si llegase el caso. Pero desconozco las habilidades de Yuta- No sabia si era momento o no de planear estrategias, o si dejar que cada uno fuese por su lado, pero solo queria estar un poco mas segura de los segundos o minutos que tendriamos por delante. ¿Que tanto se alargaria esta persecusion, entrariamos en combate en medio de la ciudad?



Finalmente, alcanzamos a Yuta, quien mantenía una mirada concentrada en el ladrón, cuya expresión reflejaba una mezcla de miedo y arrepentimiento. El regalo, ahora caído en el suelo, yacía como un testigo silencioso de su intento de robo. La Noche de Navidad había tomado un giro inesperado, y estábamos listas para descubrir cómo se desenvolvería este peculiar episodio en las calles de Kirigakure. 'Ah que bien, parece que la persecucion llego a su fin' Pensaba ya un poco aliviada. Aun estabamos lejos de la pequeña kunoichi y el corredor, pero la situacion parecia estar ya a nuestro favor.


Situacion General


Yuta, deslizándose entre las sombras, alcanzó rápidamente al ladrón en el caótico escenario que había creado. El desconcierto se reflejaba en los objetos desplazados, cajas y barriles tropezados que marcaban la huída frenética del anciano. Pero, entre el tumulto, la joven kunoichi notó algo peculiar: cerca del sujeto se apreciaba un colgante que descansaba en el suelo, abierto, desvelando una fotografía de un anciano y una niña. La similitud en sus rasgos sugería que podrían ser familiares cercanos. Esta visión arrojó un matiz de humanidad al ladrón, quien, hasta ese momento, solo era un objetivo común y corriente. Ahora, parecía tener un trasfondo ante los ojos de las kunoichis.

El anciano, visiblemente demacrado y vestido con harapos, continuaba sus súplicas. -Por favor, señorita, se lo ruego-, sus palabras resonaban con la desesperación de alguien que lucha no solo por sí mismo, sino por aquellos a quienes ama. La fragilidad de su figura contrastaba con la agilidad de Yuta y sus compañeras, quienes, aunque preparadas para detener al ladrón, ahora se veían ante una situación más compleja. ¿Podrían estos últimos detalles cambiar el devenir de la suerte de aquel padre o abuelo?

Las tres kunoichis, con rostros que reflejaban tanto determinación como compasión, o no, se encontrarian en una encrucijada moral. La Navidad, que prometía alegría y festividad, se tornaba en ese callejón oscuro en una oportunidad para tomar decisiones difíciles. A simple vista la decision podria ser bastante facil, cumplir con su trabajo a raja tabla y entregar al señor a las autoridades... pero, ¿alguna tendria el corazon tan fuerte como para hacer eso, aun sabiendo que hay una niña esperandole?
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Kurami corrió detrás de Yuta en cuanto ella usó el Shunshin para acercarse lo más que pudiera al ladrón, tomando su Yari y preparada para atacar a cualquiera que quisiera frenar su avance. A su lado, la chica de Kirigakure de cabellos morados, Kurami mantenía su mirada al frente dispuesta a detener al ladrón, pero antes tenía que responder una pregunta soltada por la chica Yuki, sin despegar su mirada del camino, Kurami comenzaría a hablar para contestarle a Sayuri

- Te voy a ser sincera, no la conozco de nada y es la primera vez que la veo y tampoco se la forma de luchar de su clan, solo sé que usan una especie de palo con clavos para luchar, aunque uno no siempre sigue la forma de luchar de su clan, tu misma lo dijiste, yo siempre quiero luchar de frente y mi clan busca atacar más a distancia -

Luego de una correteada, ambas Kunoichis habían alcanzado a Yuta y al ladrón, Kurami miraría con satisfacción al tipo tirado en el suelo y a Yuta con el regalo, apuntando con su Kanabo simulando una posición de victoria ante el

- Mira, la pequeña lo consiguió… -

Diría Kurami a Sayuri con cierto tono de orgullo en sus palabras mientras se acercaban a la escena, el ladrón rápidamente comenzaría a suplicar no ser detenido y entregado, sus palabras se escuchaban desesperadas y con cierto toque de dolor, Kurami solo miraba al tipo con una expresión seria y fría. La Kunoichi de la roca se acercaría lentamente hasta el tipo mientras colocaba de nuevo su Yari en la funda de su espalda y una vez cerca, tomaría al tipo por el cuello de su camisa con algo de agresividad

- ¿Y por qué no deberíamos detenerte? Intentaste tomar algo que no es tuyo, dame una sola razón para no hacerlo y talvez lo considere, de otra forma, prepárate para ser entregado a las autoridades, yo no me ando con juegos… -

La expresión de Kurami era fría y sus palabras también, ella no había visto el colgante del tipo por lo que no sabía el porqué, el hombre habría querido tomar el regalo o si quiera si alguien lo esperaba en casa, para la Origami, solo era un ladrón cualquiera que necesitaba ser arrestado y juzgado por las autoridades
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El ladrón estaba completamente arrinconado sin ningún tipo de escapatoria, el juego había terminado. Su desesperación era incesante y no dejaba de repetir las mismas palabras una y otra vez, clamando piedad. En realidad, no tenía por qué estar tan aterrorizado. La joven shinobi de Iwa no iba a agredir a una persona indefensa que claramente se había rendido ante la realidad.

Sus otras dos compañeras acababan de llegar a la escena, dejando ya cualquier vía de escape del ladrón sentenciada completamente. Sería una insensatez tratar de oponer cualquier resistencia de su parte, aunque su desesperación y agonía hacían ver que no tenía esa intención en lo más mínimo.

Sería entonces cuando Kurami tomaría al hombre, poniéndose seria de una forma bastante fría y sin miramientos, soltándole una ristra de realidad a ese ladrón. Era cierto que había cometido un delito robando y que debía ser castigado por ello. Pero sería en ese momento que Yuta se acercaría a un colgate que se le había caído en la nieve mientras tropezaba con las cajas. En ese mismo se mostraba, al estar abierto, una foto suya con la de una joven cuyos rasgos se parecían.

— ¿Es tu hija? — le preguntaría al hombre aún colgado.

— ¿Acaso pensaste en qué pasaría con ella si te detenían? — le volvería a preguntar.

Era posible que no fuera su hija, sino su nieta. Pero en el caso de la oni, ella fue criada por un anciano que fue un padre para ella, así que esos matices de la edad no le suponían ningún contratiempo. Pero ella mejor que nadie sabía que en la vida se pasaban penurias y había momentos de necesidad y escasez constantes, pero aun así ellos nunca recurrieron al robo o la delincuencia, por eso le apenaba ver lo que el hombre había intentado hacer.

— ¿Robaste esto para ella? ¿O fue para venderlo? — le enseñaría el paquete que había recuperado.

— ¿No crees que ella preferiría que te hubieras quedado con ella y pasado estas fiestas juntos, aunque fuera con poco, que tener que verte robar? — se podía notar en su voz que estaba apenada.

Haría una pequeña pausa mirando a sus compañeras.

— Y ahora una niña tendrá que pasar sola las fiestas por este error... — una fatídica realidad.

Aunque a la hora de la verdad, estaba dispuesta a escuchar la perspectiva de la residente de Kirigakure, al fin y al cabo, ellas eran invitadas y estaban bajo su guía en esto. Por parte de Yuta, estaba en la encrucijada de encontrarse en una de sus primeras misiones y querer cumplirla como es debido, más estando en una aldea extranjera. Pero si fuera por ella, dejaría ir al hombre con una reprimenda, habiendo recuperado el regalo robado.
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Sayuri Yuki



Sayuri y Kurami irrumpieron en el escenario tumultuoso donde Yuta enfrentaba al anciano ladrón. Mis ojos se fijaron en la escena, y mi mente se vio atrapada entre el rígido deber como shinobi de Kirigakure y la oportunidad de cosechar simpatía de aquellos que podríamos considerar aliados, particularmente los rebeldes. Las palabras de Kurami y Yuta pintaban un cuadro vívido de un conflicto moral que se desplegaba ante mí. El aire estaba cargado con la tensión propia de un dilema ético en plena víspera navideña. Las luces titilantes de las decoraciones festivas creaban destellos en los escombros esparcidos: cajas y barriles rotos y desplazados por el tumulto de la huida frenética del anciano. A pesar de la tensión, el espíritu navideño persistía, aunque ahora tambaleándose sobre las delgadas líneas de la moralidad.

Kurami, con su tono enérgico, cuestionaba al ladrón, exigiendo una razón para no detenerlo. Su actitud, propia de una kunoichi quizás experimentada y fiel al objetivo que en el papiro se le pedía que cumpliera, era directa y sin rodeos. Por otro lado, Yuta mostraba una compasión inesperada mientras recordaba al anciano las consecuencias de su acción, especialmente para su nieta.

-Esperen un momento, chicas, antes de tomar una decisión- intervenía, tratando de mantener una postura conciliadora. Mis ojos se dirigieron al anciano, para luego volver a los ojos de la kunoichi de menor estatura. -¿Me permites el colgante?- Esperaba que me lo diese para entregárselo al señor. -Me permite su nombre por favor- Se le pedía con un gesto amigable, intentando levantar puentes entre los cuatro.

Independientemente de aquello, tome el regalo que estaba siendo cubierto por un poco de la nieve que caía, y lo entregue a Kurami. -Kurami, Yuta, comprendo que como las shinobis que somos nuestro deber es mantener la paz y la justicia, pero en este caso...- vacilé, escogiendo con cuidado mis palabras. -Sugiero dejarlo en libertad, pero asegurémonos de que este regalo regrese a su lugar original.- Busqué la aprobación en las miradas de mis compañeras. -Lo siento mucho señor Masaru.- La elección reflejaba una reconciliación entre el rígido entrenamiento que había recibido y la comprensión de las circunstancias humanas que nos rodeaban. -Ya luego me encargo de informar lo sucedido a mis superiores de la aldea, ¿les parece?-


Situacion General


El anciano, ahora despojado de la máscara del ladrón, revelaba una vulnerabilidad que contrastaba con su intento previo de huida. Sus manos temblorosas cubrían su rostro, como si pudieran ocultar la angustia que se reflejaba en su expresión abatida.

-¡Ah, por favor, no... No debería haberlo hecho!- exclamó, las palabras cargadas con el peso del pesar que aprisionaba su corazón. Evitaba cruzar miradas directas, como si pudiera hallar cierta empatía en cualquier otro rincón que no fuera el reflejo acusador de los ojos de la kunoichi.- Estaba tan desesperado, mi pequeña nieta- señaló con pesar hacia el medallón que Yuta sostenía con cuidado. -Ella siempre quería celebrar las festividades y yo... Yo no podía permitir que la decepcionara.- Su voz, llena de genuina emoción, desentrañaba las profundidades de su preocupación paternal.

Conestaria entonces la pregunta de la kunoichi local. -Masaru, señorita...- pronunció con un nudo en la garganta, sus ojos se llenaban de lágrimas al recordar el pasado doloroso. -Y sí, ella es la pequeña Mika. Su madre, mi hija, falleció el año pasado.- Cada palabra dejaba entrever el peso de una pérdida que aún lo afligía. -Cuando mi hija estaba viva, veníamos los tres casi siempre a este lugar... comprábamos regalos y todo. Solo quería que la pequeña tuviese lo mismo hoy.- Susurros de la memoria inundaban sus palabras, desvelando el anhelo de recrear momentos de felicidad que ya no eran posibles. Y ahora, se notaba como su mirada volvía al objeto por el cual ocurría todo este infierno en su vida, ese regalo que ahora estaba lejos de sus manos, y más aun, de la pequeña Mika.

off

El tiempo para postear de 48 horas horas ya ha expirado.

Pasivas
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La mirada de la Kunoichi de la Roca y sus palabras sólo denotaban furia ante el ladrón que ella sostenía del cuello de la camisa con sus manos. Si por ella fuera, lo hubiera entregado ya a las autoridades -luego de darle una paliza- pero no estaba sola y lo entendía, en las misiones, la opinión de todos contaban y primer necesitaba saber que opinaban Sayuri y Yuta y claro, la razón del robo.

Yuta comenzaría con un Interrogatorio mientras miraba un colgante que al parecer se había encontrado en el suelo y pertenecía al pobre anciano, Kurami solo escuchaba las palabras de Yuta y de Sayuri, sin soltar al tipo, y no lo haría hasta que la chica de Kirigakure entregaría el regalo, fue ahí cuando Kurami lo soltaría sin previo aviso, si se hacía daño no le interesaba, tomó el regalo y suspiró mientras Sayuri votaba por dejarlo en libertad, pero ellas quedándose con el regalo para devolverlo a la carroza del tipo rico

- Aveces detesto que los Shinobis tengan tan buenos sentimientos y no quieran enjuiciar a los criminales como éste. Pero… su historia me conmovió… -

Que hubiera dado la Origami por tener a un familiar así, alguien que de verdad se preocupara por su bienestar y su felicidad, lo más cercano habían sido sus padres que para su mala suerte, fueron encontrados y asesinados por conspirar contra el Imperio quedándose ella al cuidado de su tío, un hombre al que sólo le importa el poder y el dinero, un tipo ruin que haría cualquier cosa sucia por conseguir sus objetivos y en cierta forma, Kurami comenzaba a parecerse a él, todo gracias a sus deseos de venganza. La chica sólo miraría al suelo por unos segundos y luego de un suspiro daría su voto

- Está bien… que se largue y no vuelva… -

La Kunoichi de Iwagakure inmediatamente llevaría su mano a uno de sus bolsillos traseros para rebuscar algo y una vez lo tuvo en su mano, lo sacaría, una pequeña cantidad de Ryos, no eran muchos, pero si los suficientes como para comprar algo bonito. La Origami se acercaría al tipo en el suelo y con brusquedad tomaría su mano y le dejaría el dinero en la palma

- Cómprale algo bonito a tu nieta y no vuelvas a robar, porqué si lo haces, no se como… pero te buscaré y yo misma te encerraré, además de golpearte... ¿Quedó claro? -

Kurami usaría sus manos para cerrar el puño del hombre y dejarle los Ryos dentro para después soltarle y alejarse algunos centímetros de él. Ahora solo esperaba ver la decisión de Yuta, Kurami se esperaba que ella también fuera amable y lo dejara ir, pues la Onikuma ya había demostrado bondad e inocencia ante la situación del hombre
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El hombre se derrumbaría completamente. Lo cierto es que Yuta podía empatizar en cierta forma, no con él, sino con aquella nieta que se quedaría sin su único familiar en estas fechas tan emblemáticas. El hombre contó su historia al pie de la letra, claramente no era un ladrón profesional, ni experimentado, hasta niños en los barrios bajos lo habrían hecho mejor que él. Pero eso no quitaba lo que había hecho.

Pero Yuta seguía sin querer dejar a una niña sola y abandonada por esta idílica velada. Y por lo que vio, la propia representante local también pensaba lo mismo, tenía un punto de vista bastante benévolo de la situación. Y puso sobre la mesa la posibilidad de liberarlo ahora que habían recuperado la mercancía robada. Y había que ser un poco realistas con la situación del hombre y la niña que aguardaba su regreso. Hasta la fría e implacable Karai había mostrado cierta empatía por la situación.

— No me parece mal dejarle ir, al fin y al cabo es su primer robo aparentemente y tampoco ha sido el gran robo, ni ha opuesto resistencia o utilizado alguna arma, apenas estará poco tiempo detenido, aunque sí el suficiente como para que una niña pase sola las fiestas — Argumentaría Yuta algo apenada.

Aunque era muy triste que el hombre hubiera tenido que recurrir a esta situación. Eso demostraba que era una persona que quería mucho a su nieta, pero que no tenía mucho sentido común ni perspectiva de la realidad, de hecho recurrió a la opción fácil, el camino del que no quiere pensar detenidamente, una ruta sin esfuerzo. La propia Yuta había experimentado una situación similar en su infancia, pero sabía bien que lo importante en la vida y en estas fiestas no eran los regalos o la comida, era el poder estar juntos. Y ese hombre estuvo a punto de estropearlo todo.

— Será mejor que vuelvas con la nieta rápido, y que valores otra vez que igual ella apreciará más un regalo hecho a mano pero con amor que el riesgo de no volverte a ver y quedarse sola — Le respondería Yuta.

Yuta no tenía nada más que decirle al hombre. Ellas habían recuperado el regalo, sería mejor volver cuanto antes para no retrasar el reparto de regalos, se podría alegar que el hombre lanzó el regalo y lo perdieron de vista en lo que lo recuperaban. Pero la pequeña oni, algo decepcionada de ver que hay personas que solo le buscan el significado a estas fiestas en las cosas materiales, comenzaría a caminar dando la espalda al hombre.
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Narrador General


El viejo Masaru, al escuchar las palabras de Kurami y Yuta, mostró una mezcla de asombro y gratitud. Sus ojos, que antes reflejaban desesperación, ahora se iluminaron con un atisbo de esperanza. La liberación inesperada y las monedas ofrecidas por Kurami parecían haber desatado un torrente de emociones en él. -¿De verdad?- preguntó, casi sin creerlo, alzando la mirada hacia Kurami. La sorpresa se fundía con un atisbo de alivio en su rostro arrugado. -Gracias, gracias de verdad.- Expresó con una voz quebrada por la gratitud. Incluso amagaria con darle un abrazo a la shinobi de cabellos negros.

La intervención de Yuta, su compasión y comprensión, resonaron en el corazón del anciano. Las palabras de la joven kunoichi resonaron como una lección sobre el valor de la familia y el significado de las festividades. Masaru, con lágrimas en los ojos, asintió, agradecido por la oportunidad de enmendar su error. -Tienen razón, tienen razón.- Murmuró con sinceridad. -Regresaré con la pequeña y si sí, haré que disfrute la Navidad. Muchas gracias por no ser tan implacables.- Sus palabras, cargadas de arrepentimiento y determinación, revelaban una promesa interior de cambiar su camino y encontrar formas más honestas de celebrar las festividades con su amada nieta. Vería como las tres chicas regresaban a la plaza donde habría ocurrido el inicio del todo, se guardaría bien el dinero ofrecido por la kunoichi de Iwagakure y se marcharía con Mika.

Con la delicada caja envuelta en sus manos, las tres chicas retornaron al lugar donde aguardaba el señor Uriota. Al llegar, le entregaron la caja con el regalo, que ahora se volvía un símbolo de redención y esperanza.

El rostro del señor Uriota se iluminó con una sonrisa agradecida y un destello de curiosidad al ver la caja. -¡Muchachas!, ¿lograron resolver el problema?- preguntó con un tono de anticipación.

Yuta, Kurami y Sayuri compartieron la historia del encuentro con el anciano y la decisión de dejarlo en libertad, centrando la atención en el deseo sincero de Masaru de proporcionar un regalo especial a su nieta. El señor Uriota escuchó con atención, y su expresión se suavizó, revelando una comprensión profunda. -Hicieron lo correcto, chicas. A veces, la compasión puede ser el regalo más grande que podemos dar.- declaró el comerciante con un tono reflexivo.

Con el asunto resuelto, las caravanas se pusieron en marcha. El señor Uriota lideraba la marcha con entusiasmo, y las chicas se unieron a la procesión, con las caravanas adornadas que resplandecían bajo la luz de la luna. El viaje hacia los dos pueblos estaba marcado por el crujir de las ruedas sobre el camino empedrado y la animada charla de los comerciantes.

El primer pueblo se reveló a lo lejos, sus casas iluminadas por la tenue luz de farolillos navideños. -Hace unas dos semanas había venido con un grupo de ayudantes, también a ayudar a que estos pequeños poblados adornasen sus calles y tuvieran estas vistas que ahora presenciamos.- La caravana se detuvo, y las chicas, acompañadas por el señor Uriota y los demás empleados, se dirigieron hacia las casas, entregando regalos con sonrisas cálidas y deseos de felices festividades. Los rostros agradecidos de las familias reflejaban la magia de la Navidad, extendiéndose más allá de los regalos materiales. El segundo pueblo recibió a la caravana con igual entusiasmo. Las chicas, ahora experimentadas repartidoras de alegría, compartieron risas y momentos festivos con las familias locales. El señor Uriota, con su sombrero adornado y su enorme barba blanca como la nieve por la que caminaban, era como el propio Santa Claus llevando alegría a cada hogar, y las kunoichis, pues serian los elfos que se mencionan en todos aquellos relatos.

A medida que la última caja de regalos encontraba su destino, el señor Uriota agradeció a las chicas por su contribución a la misión navideña. -Han demostrado que el verdadero espíritu de la Navidad está en compartir y mostrar compasión. Gracias, chicas.- expresó con sinceridad. -Con respecto al señor Masaru y demás, no se preocupen.- Colocaba su mirada sobre todo en la kunoichi de la villa. -También tenemos planeados entregar más de estos dentro de la aldea.-

Con las caravanas listas para emprender el regreso a Kirigakure, las chicas se despidieron de los pueblos iluminados por la festividad y de las familias que ahora tenían un motivo más para celebrar. Mientras las luces de los farolillos se desvanecían en la distancia, quedaba una estela de calor navideño y el recuerdo de una misión que no solo llevó regalos, sino también el regalo de la compasión y la esperanza.


Sayuri Yuki


Después de asegurarme de que el regalo estuviera de nuevo en manos seguras, dirigí mi mirada hacia el anciano, quien se alejaba lentamente. Al verlo, no pude evitar experimentar un torbellino de emociones. Aunque se había escapado de las consecuencias de sus acciones, la tristeza y la desesperación en sus ojos dejaron claro que su castigo interno seguía presente. Aun que esto desapareció rápido luego de las palabras de las chicas y del gesto de Kurami dándole un poco de su sueldo, gesto al cual sonreiría un poco, quizás me supero la emoción en ese momento. Me pregunté qué pensaría el anciano mientras se dirigía hacia su pequeña nieta, y si la lección que había aprendido esa noche lo llevaría por un camino diferente. ‘Supongo que en algún momento volveré a ver como esta’ Con un suspiro, dejé que mi mirada se desviara hacia el horizonte, listo para seguir adelante con la misión y la esperanza de que, de alguna manera, el acto de compasión hacia ese anciano pudiera resonar más allá de las fronteras de Kirigakure. -Muchas gracias chicas- Agradecí a ambas, no esperaba que se me saliese una lágrima de alegría, pero a veces uno no controla del todo sus acciones.

El aire fresco de la noche envolvía la caravana mientras viajábamos a los poblados cercanos, con las luces de los farolillos destellando en el horizonte, dando a indicar que ya estábamos cerca de cumplir con el encargo. Me quedé junto al señor Uriota, sintiendo la satisfacción de haber contribuido a una misión que trascendía los límites de lo convencional. La decisión de perdonar al anciano ladrón fue una lección de humanidad que compartíamos, una lección que se arraigaría en mi memoria. Observé las siluetas de Yuta y Kurami entre la caravana, intercambiando anécdotas del viaje con los comerciantes. Mis pensamientos divagaron hacia la dualidad que experimenté durante la misión: el deber de una kunoichi de Kirigakure y el anhelo de demostrar compasión hacia aquellos que luchaban en la penumbra de la sociedad. ¿Haría esto más fuerte mis sentimientos en contra del imperio? Lo suponía, pero no era momento de pensar esas cosas.

El señor Uriota se volvió hacia mí con una sonrisa agradecida, y en ese momento, sentí una conexión especial con el espíritu de la Navidad. La alegría que compartimos al entregar los regalos, la compasión mostrada al anciano Masaru y la unidad que creamos en los pueblos visitados dejaron una huella profunda en mi corazón. -Espero que cuente conmigo también para esa entrega de regalos señor Uriota- Asentí con gratitud, sabiendo que, aunque mi papel como kunoichi me llevaría a enfrentar desafíos más oscuros, estos momentos de luz y bondad eran esenciales para mantener viva la humanidad dentro de mí. La caravana continuó su camino, pero el espíritu de la Navidad permanecía, iluminando mi sendero con la certeza de que, incluso en el mundo de los shinobis, la compasión y la esperanza podían florecer como las luces festivas en una noche estrellada.

off
Pasivas
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El hombre pareció arrepentirse de lo que había hecho y del susto causado por las shinobi. En ocasiones, una experiencia en la vida podía servir para reconducir el camino de alguien. Yuta estaba bien con dejarlo ir si el hombre empezaba a tomar en cuenta que sus actos podían traer consecuencias sobre su pobre nieta y que por poco la deja sola en el mundo, pero no parecía un mal tipo.

Las shinobi regresarían con el regalo sustraído de vuelta para el reparto a tiempo. Allí se encontrarían con el hombre que las contrató para escoltar la mercancía y preguntó si todo había ido bien.

— Sí, esperemos que en verdad el hombre haya aprendido la lección — respondería ante la pregunta.

El resto de la jornada consistió en la tarea original del reparto de regalos, sin ningún incidente reseñable. Simplemente repartir regalos por los diferentes pueblos hermosamente decorados mostrando lo mejor que esta época festiva podía ofrecer. Y se podía contemplar el rostro afable y feliz de la gente conforme recibían sus regalos. Una suerte que el único incidente de la jornada hubiera sido un hombre desesperado sin realmente malas intenciones, parece ser que hasta los malechores respetan estas festividades.

Yuta no podía evitar reflexionar un poco en estas festividades. Recordaba las navidades pasadas con su padre antes de que falleciera, eran bonitas y lo pasaron bien, no tenían mucho pero aún así las celebraban lo mejor que podían y encontraban la forma de disfrutarlas, cada año de una forma diferente. No todos los años hubo regalos como tal, pero siempre intentaban hacer algo divertido. De hecho, uno de los pocos regalos que Yuta recibió por parte de su padre era la bufanda tejida a mano que siempre llevaba en el cuello, era el último regalo que recibió de él y lo cosió con su propio esfuerzo sin que ella se diera cuenta, era su mayor tesoro.


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El pobre hombre anciano, ya sin su máscara de ladrón y bastante agradecido por el gesto tan amable de Kurami, decidió levantarse y darle un abrazo a la Kunoichi de la Roca quien no se lo esperó, girando su cabeza rápidamente para mirarlo con una expresión seria pero a la vez muy sorprendida, Kurami dio un ligero suspiro y simplemente se limitó a dar una pequeña sonrisa al hombre antes de verlo marcharse a al lejanía luego de la pequeña lección dada por las Kunoichis.

Las tres chicas regresaron a la carroza con el regalo en mano en donde serían recibidas por el señor Uriota, las Kunoichis contaron la historia de la situación y lejos de ser regañadas como Kurami esperaba, fueron elogiados por su buen gesto de épocas navideñas. Kurami se limitó a no decir muchas palabras y dejar que Sayuri y Yuta hablaran por ella, todo mientras ella seguía pensando en la situación de aquel hombre.

Sin mucho más, siguieron con el objetivo de la misión, escoltando la carroza como bien era el objetivo inicial pero no sólo eso, también ayudaron con la repartición de los regalos hacia la gente así como también hablaron y compartieron algunos momentos con las personas a las que se les entregaban sus regalos y aunque Kurami era seria, siempre les daba una sonrisa amable y ayudaba con todo lo que podía, siendo uno de esos momentos en los que se muestra tal y como es, quitándose esa máscara de chica fría que ella misma se hizo para salvaguardarse

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