[Libre] Bosque de la muerte.
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El sol se filtraba entre las hojas del denso bosque, creando un mosaico de luz y sombra en el suelo cubierto de hojarasca. El Bosque de la Muerte, un lugar temido por muchos y respetado por todos, se extendía ante el intrépido Iroh. Su figura imponente se recortaba contra el verde profundo, y su mirada reflexiva sugería que estaba listo para enfrentar los desafíos que este bosque imponía.

Iroh, con su indomable sed de conocimiento y su anhelo constante de superación, había elegido el Bosque de la Muerte como el escenario de su próximo entrenamiento. Este lugar, con sus trampas naturales, criaturas salvajes y aura de misterio, ofrecía el desafío perfecto para un guerrero en busca de perfeccionar sus habilidades.

Con pasos firmes, Iroh se adentró en el espeso follaje. El crujir de las ramas bajo sus pies resonaba en la quietud del bosque. El tranquilo guerrero estaba decidido a explorar cada rincón de este lugar legendario y aprovechar sus enseñanzas ocultas.

A medida que avanzaba, las sombras del bosque parecían cobrar vida. Criaturas nocturnas se retiraban ante la presencia de Iroh, reconociendo la fuerza que emanaba de él. El Tío Iroh, sin embargo, no buscaba eludir a los habitantes del Bosque de la Muerte; al contrario, estaba ansioso por aprender de la naturaleza y las habilidades que este entorno desafiante tenía para ofrecer.

El primer día en el Bosque de la Muerte fue una inmersión en lo desconocido. Iroh experimentó las diferentes capas de este laberinto natural, enfrentándose a la densidad del follaje y la variabilidad del terreno. Sin embargo, su enfoque estaba más allá de los desafíos físicos; buscaba comprender las sutilezas del bosque, sintonizarse con sus sonidos y absorber la energía que resonaba en cada rincón.

A medida que el sol se sumergía en el horizonte, Iroh encontró un claro en el bosque. Allí, entre la penumbra, comenzó a preparar un modesto campamento. A la luz de una pequeña fogata, el anciano guerrero reflexionó sobre las lecciones del primer día. Sabía que el Bosque de la Muerte ofrecía no solo pruebas físicas, sino también mentales y espirituales. Con una taza de té en mano, Iroh se sumió en sus pensamientos, listo para enfrentar lo que el próximo día en este misterioso bosque le depararía.
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Por más que cante un pájaro en el bosque, el ciruelo no rompe a florecer.

El clima era cada vez más frío en la Villa Oculta de la Hoja y sus alrededores, llegando incluso a haber precipitaciones en forma de nieve por la noche. Tras la última misión le habían dado un par de días libres, lo que le había llevado a que se le ocurriese una fantástica idea para seguir puliendo sus habilidades e incrementando sus dotes como ninja: un entrenamiento de supervivencia extrema en el temido Bosque de la Muerte.

Aquel lugar casi de leyenda, situado a poca distancia de Nokobiri, era un lugar bastante oscuro y tétrico. Escenario que antaño había servido como zona de celebración de abrumadoras pruebas de ascenso de rango, que había quedado relegado a una función menos llamativa pero sumamente importante, la de servir de campo de entrenamiento y de maniobras para los militares. A pesar de aquel pequeño cambio en la naturaleza de la misión de aquel sitio, seguía manteniendo su esencia, pues no eran muchos los valientes que se atrevían a atravesar el tenebroso bosque que estaba plagado de todo tipo de criaturas y de alimañas y, posiblemente, de algún que otro cadáver.

Muchos le habrían tildado de desequilibrado mental cuando abandonó las ruinas de una zona en la que en  el pasado había habido un cuartel militar, un hospital y un dojo de entrenamiento en contraposición con la penumbra del bosque, que ocultaba un sinfín de peligros y trampas que podrían acabar con la vida de los incautos en un santiamén. Fue a lo largo de su trayecto en búsqueda de un sitio en donde poder pernoctar cuando observó una pequeña fuente de luz que provenía de lo que parecía ser una fogata. Sabía que podía encontrase cualquier cosa en las profundidades de aquel sitio, pero no esperaba encontrase ningún indicio de presencia humana.

Se movió oculto por las sombras, despacio, intentando hacer el menor ruido posible para no ser escuchado. Fue entonces cuando se situó detrás del tronco de uno de los árboles que hacían de barrera natural de aquel claro, a diez metros de aquel individuo. No daba la impresión de ser un criminal, pero todas las precauciones eran pocas. Aprovechó que el susodicho no tenía contacto visual directo con él para dar el primer paso.

¡Identifícate forastero y pon las manos en donde pueda verlas! —gritó con la fuerza suficiente para ser escuchado —. ¡Tienes diez segundos, o de lo contrario daré la voz de alarma antes de que puedas atraparme!
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A medida que una voz desconocida llamaba en dirección al ya hoy no tan joven soldado retumbaba en la quietud del Bosque de la Muerte, Iroh, con una sonrisa cálida, reveló su presencia de manera tranquila. No hubo gestos de amenaza, solo la serenidad de un hombre que ha conocido muchos lugares y ha compartido historias con aquellos que se cruzan en su camino.

— Oh, valiente viajero, no hay necesidad de tanta hostilidad en un lugar tan hermoso como este —dijo Iroh con una amabilidad que irradiaba tranquilidad—. Mi nombre es Iroh, no soy mas que un erranteun amante del té. ¿Te gustaría unirte a mí junto a la fogata? He preparado una infusión especial que no querrás perder JA, JA- Resonó una tranquila risotada de labios del hombre -Podría compartir contigo mientras compartimos historias. La noche en este bosque tiene su propio encanto, y el té siempre sabe mejor en compañía-.



Iroh, sin apresurarse, sirvió té en dos pequeñas tazas, dejando que el aroma envolviera el claro. La fogata crepitaba, iluminando el afable rostro del hombre mientras las sombras danzaban en los bordes del claro.

— Mi amigo, este té es especial. Es una mezcla que descubrí en mis viajes. Tiene propiedades reconfortantes y energizantes, perfectas para las noches frescas como esta— comentó Iroh, ofreciendo una taza con la mano extendida en dirección a donde esperaba el misterioso hombre se sentara con una sonrisa—. Además, siempre es bueno compartir historias en buena compañía. ¿Qué te trae a este bosque? ¿Tambiénambien encuentras refugio en la soledad de la naturaleza?-
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Quizás hubiese sacado conclusiones precipitadas, pero tampoco es que fuese muy usual encontrase a alguien en un lugar como aquel de noche. No sabía si podía fiarse de sus palabras, pero había algo en aquel individuo que le invitaba a creer que estaba diciendo la verdad, no obstante, mantener la cautela era la mejor opción, al menos mientras no tuviese más información.

Supongo que no tengo motivos para no creer en tu palabras mientras no me demuestres lo contrario — respondió a la vez que salía de su escondite y se acercaba a la posición de aquel hombre —. Mi nombre es Shin.

Reparó en el improvisado campamento que había sido levantado en la mitad de aquel claro por su nuevo conocido, no sabía cuanto tiempo le había llevado acondicionar la zona para pasar la noche, pero era innegable que por el hecho de estar en plena naturaleza uno no tenía porque renunciar a las comodidades y placeres de la vida en la sociedad, salvo por un pequeño detalle, aquel no era un sitio normal y corriente, era un lugar que había sido bañado en sangre y vísceras.

Fue en aquel momento cuando se detuvo a observar más en detalle a su nuevo conocido, durante unos pocos segundos. Las líneas de expresión de su rostro dejaban entrever que era de mediana edad, no obstante, sus facciones duras, su frondosa barba y su condición física le otorgaban un aspecto imponente. Su indumentaria era tradicional y, por algún motivo, parecía estar relacionada con las artes marciales. Esos detalles fueron suficientes como para sacar una conclusión bastante reveladora. Él no era un civil normal y corriente que había elegido el lugar menos apropiado para disfrutar de la naturaleza, era extravagante, sí, pero estaba convencido de que sabía cuidarse de las amenazas en terreno inhóspito.

Será un honor para mí compartir este té contigo, mientras escucho tus historias. Estoy convencido de que podría aprender más de una cosa interesante que me servirá en el futuro —respondió estirando sus dos manos a la vez que agachaba su cabeza e inclinaba su tronco como muestra de respeto—. Me temo que la llamada de la soledad de la naturaleza es diferente a la tuya en esta ocasión...
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Iroh, con una sonrisa que reflejaba su aprecio por la cautela de Shin, asintió con gracia mientras aceptaba el saludo respetuoso.

— Un gusto conocerte, Shin. La prudencia es  una virtud que se aprecia más con el tiempo y me alegra qu etan joven ya la tengas — .comentó Iroh, sirviendo una segunda taza de té para su recién llegado compañero—. Ah, estos batones y trajes de combate tuyos pueden ser más elegantes, pero créeme, no son tan indulgentes con la tripa, jaja —añadió Iroh cuando el muchacho observó su vestimenta golpeando ligeramente su abdomen, revelando con humor la realidad de sus años y sus placeres culinarios. — Las noches son como el té sabes, cada una tiene su propio sabor. Y esta noche, joven Shin, parece que la tuya no ha tenido buen matiz — dijo Iroh, extendiendo la taza hacia Shin con una generosa sonrisa—. La noche es joven, ¿y tú? ¿Qué te trae a pasear por estos bosques? —preguntó el maduro soldado, observando disimuladamente los ojos blancos característicos del rostro de Shin.

Mientras las llamas danzaban a la luz de la fogata, Iroh aguardaba con expectación las historias que Shin podría compartir. Cada palabra tejía un hilo más en el tapiz de sus vidas, entrelazadas en aquel claro en medio de la oscura arboleda, donde las sombras y la luz danzaban al compás de las narrativas compartidas en aquella velada peculiar.
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Última modificación: 19-12-2023, 09:08 PM por Shin.
Los formalismos acapararon la primera parte de la conversación entre aquellos dos desconocidos. Uno nunca sabía que podía deparar el futuro, pero estaba claro, que aquel hombre era el tipo de persona del que uno podía llegar a aprender cosas muy valiosas si estaba dispuesto a ver, oír y callar.

La personalidad descarada y extravagante de Iroh representaba todo lo opuesto a la reservada y tranquila de Shin, no obstante, eso no representaba ningún problema, más bien una oportunidad para relacionarse con alguien diferente y salir de su zona de confort. Existían muchas ocasiones en la vida de los shinobi en las cuales uno se tenía que relacionar con personas de diferentes lugares y naturalezas y cualquier persona debía contar con las habilidades sociales suficientes como para lidiar con ellas, aquella era la ocasión perfecta para practicar.

Soy un ninja de la Villa Oculta de la Hoja —respondió, señalando su protector frontal —. Me han dado un par de días libres y había pensado que sería una oportunidad perfecta para llevar a cabo un entrenamiento de supervivencia extrema en el famoso Bosque de la Muerte.

Había quedado claro que las cosas no habían salido como había planeado, o eso es lo que parecía. Estaba comenzando a plantearse que, quizás, todas las historias que había oído acerca de la mala fama de aquel lugar eran mentira, o tan solo ecos de un pasado olvidado. Quizás aquel lugar no fuese para tanto, aún más teniendo en cuenta que aquel hombre había decidido acampar en aquel sitio sin preocuparse porque su campamento o las llamas de su hoguera llamasen la atención de todo tipo de criaturas y alimañas mientras él disfrutaba de un té bajo el manto de las estrellas.

Es un poco extraño encontrarse a alguien en este sitio a estas horas. Quizás todas las historias que había escuchado no eran más que fantasías exageradas —razonó perdiendo su mirada en el cielo nocturno.
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Iroh, con una mirada sabia y un gesto comprensivo, asintió mientras escuchaba las palabras de Shin.

— Ah, el Bosque de la Muerte, un lugar que evoca historias y desafíos. A veces, lo que se cuenta no hace justicia a la realidad del lugar —comentó Iroh, llevando su taza de té a los labios con calma—. Es cierto que puede ser un desafío, pero también es un recordatorio de que la verdadera supervivencia va más allá de las habilidades físicas. Requiere sabiduría, adaptabilidad y, a veces, un buen té para mantener el ánimo en alto.

Iroh dejó que las palabras se deslizaran con una mezcla de seriedad y ligereza, como si estuviera compartiendo un consejo y, al mismo tiempo, guiñando un ojo a la ironía de la situación. Estaba claro que el soldado mayor encontraba fascinante la elección de Shin de aventurarse en el Bosque de la Muerte en busca de un desafío personal -Nunca van a dejar de sorprenderme las decisiones de los jóvenes, alguna vez al igual que tú estuve al servicio del país del fuego sabes, y veo un poco de mi viejo ímpetu en ti-.

— Todos llevamos nuestras propias cargas, y cada uno busca respuestas en lugares inesperados. Quizás este bosque tenga algo más para ofrecerte de lo que las historias cuentan —añadió Iroh, elevando su taza en un brindis sutil—. Pero, ¿qué opinas tú, joven Shin? ¿Encuentras lo que buscas en este oscuro rincón del mundo ninja?
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Como era de esperar, no era la primera vez que aquel hombre pisaba sobre aquel lugar. Lo que si que fue sorprendente fue el hecho de descubrir que aquel sujeto también había estado al servicio de las fuerzas militares del País del Fuego. No parecía el típico tipo de perfil que encajaba con lo usual dentro del mundo al que pertenecía, no obstante, su sabiduría quizás fuese producto de una vida llena de peligros y obstáculos.

Cargas... Respuestas... No poseo ni unas ni otras. No sé quien soy, ni de donde vengo... —respondió sin apartar su mirada del firmamento —. Vivo por y para mí. No me preocupo por nadie y tan solo me amo a mi mismo.

¿Estaba buscando algo? De ser así, ¿qué era?

Pensar en cosas que se escapaban de la compresión de uno era una pérdida de tiempo. Sabía que había tenido otra vida, antes de perder la memoria y con ello la identidad de su pasado, no obstante, tenía claro lo que pretendía hacer con su presente y su futuro, o eso creía. El encuentro con aquel extraño había sido fortuito, pero aquella conversación había tomado un rumbo profundo, incluso filosófico, quizás algo fuese diferente desde aquella noche.

Todavía desconozco que es lo que busco, pero sé que encontraré mi propio camino y haré todo lo que esté en mi mano para conseguir lo que anhelo. Hay algo dentro de mí que quiere salir y, cuando eso suceda, el mundo conocerá mi nombre.
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Iroh, con una expresión comprensiva y una chispa de admiración en sus ojos, recibió las palabras de Shin. La confesión del joven shinobi resonó en el tranquilo claro del Bosque de la Muerte.

— Encontrarse a uno mismo es una travesía única y a veces desafiante, Shin —respondió Iroh con una sonrisa afable—. Comprendo que las cargas del pasado pueden ser abrumadoras, pero también son las que nos moldean, a demás no saber a donde vas no es lo mismo que estar perdido, siempre hay un rumbo si sigues buscándote a tí mismo.

Iroh tomó un sorbo de su té, permitiendo que el silencio entre ellos hablara por un momento. Luego, con calma y sabiduría, continuó.

— A veces, el viaje es mas importante que el destino final. Tu búsqueda interna, esa llama que arde en tu interior, es lo que te guiará. No te preocupes por no tener todas las respuestas ahora; el tiempo y las experiencias revelarán lo que necesitas saber.

El maduro soldado llevó su mirada hacia el horizonte, como si tratara de leer en las estrellas algún indicio del destino de Shin.  Después de un momento de silencio, el anciano soldado se puso de pie con gracia, ajustando su túnica.

— Shin, el mundo siempre estará pisando tus espaldas esperando que eligas un camino, pero a veces sentarse a disfrutar el momento es mas productivo que buscar un pasado o un futuro que no están ahí 

El anciano hizo un gesto hacia el horizonte oscuro del bosque.

— Me marcho, pero espero que encuentres lo que buscas aquí. Y recuerda, joven Shin, nunca estás completamente solo en tu viaje. Si alguna vez necesitas consejo o compañía, tal vez nuestros caminos se crucen nuevamente.

Con una última mirada cargada de sabiduría y un asentimiento respetuoso, Iroh se adentró en la penumbra del Bosque de la Muerte, desvaneciéndose entre las sombras como un espíritu errante.
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