[+18] Harem [Sadashi]
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Última modificación: 11-12-2023, 01:19 AM por Shin.
20 de diciembre del 14 D.K.
00:30
La lluvia solo es un problema si no te quieres mojar.

En las pasadas semanas las cosas se habían vuelto bastante tensas en la Villa Oculta de la Hoja. Había más de una persona que había sido testigo de los crímenes que había estado perpetuando y las fuerzas militares habían comenzado a sospechar sobre sus actividades ilícitas. Por ese motivo había considerado que lo mejor era desaparecer un tiempo.

Había estado vagando por diversos lugares del País del Fuego, de pueblo en pueblo, evitando los caminos y pernoctando en posadas de mala muerte, manteniendo un perfil bajo, hasta que sus pasos lo llevaron hasta el País de la Lluvia, una nación débil y sumamente empobrecida, en la que su época dorada había caído en el olvido tras ser invadida en más de una ocasión por amigos y enemigos y sirviendo como campo de batalla a algunas de las confrontaciones más belicistas que habían quedado para los anales de la historia. La máxima expresión de aquella tierra sin ley era su capital, la Villa Oculta de la Lluvia, el lugar al que había llegado el día anterior.

Nunca antes había estado en aquel lugar, pero el poco tiempo que había tenido para recorrer sus calles y observar a sus gentes le habían llevado a verificar que los rumorees eran ciertos. Era un lugar que seguía sufriendo una gran estigmatización a causa de los fantasmas del pasado. Su economía se basaba en la industria, no obstante, tenía serias sospechas de que el sistema financiero del lugar y, posiblemente, del país habría colapsado de no ser por las actividades que se llevaban a cabo en los bajos fondos, en especial en el Barrio Rojo.

Aquel día había decidido darse una vuelta por aquel suburbio.

El clima era frío y lluvioso, no en vano habían nombrado aquel emplazamiento como la Villa Oculta de la Hoja. Caminaba con las manos metidas en las mangas de su kimono con lentitud por aquel distrito, ubicado en la parte más baja de la ciudad observando cuanto le rodeaba. La situación no podía ser más deprimente.

Aquel sitio parecía existir con un propósito concreto. Concentrar a las clases sociales marginadas y a los criminales en un mismo lugar, en donde no molestasen a aquellos privilegiados que tuviesen el honor de residir en las mejores zonas. Las viviendas eran abundantes, pero en unas condiciones deplorables, en las que nadie podía vivir en unas condiciones mínimas de higiene y salud. Por si fuese poco, la presencia de burdeles, tiendas de dudosa reputación, almacenes clandestinos y organizaciones criminales no facilitaban las cosas. Debía hilar fino si no quería tener ningún problema con alguna de las organizaciones locales, por eso cuando vio el letrero de neón de un burdel que rezaba “Harem” decidió entrar, dispuesto a obtener algo de información.
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Última modificación: 11-12-2023, 09:47 PM por Sadashi.
El trágico accidente que marcó la vida de Sadashi dejó cicatrices profundas en su ser. Físicamente, las secuelas eran visibles, pero la herida emocional era la que pesaba más en su alma. Despojándola de emociones y sentimentalismos que la mantenían anclada a una moral convencional. El sueño ideal de haberse convertido en shinobi, el cual alguna vez ardió como una llama brillante, ahora parecía lejano y perdido en el horizonte inalcanzable de su existencia.

La joven pelinegra, en lugar de seguir un camino predeterminado, se embarcó en un viaje en busca de motivación. Sus ojos, una vez llenos de vitalidad, ahora reflejaban un fuego ardiente a la espera de una aventura. Una búsqueda constante de algo que le devolvería el sentido a su vida. Siendo esto mismo lo que la sumergió en las enseñanzas que le dejaron sus padres, aprovechando las pocas lecciones que aún resonaban en su memoria.

Sadashi no era conocida por sus buenos modales ni por su vocabulario extenso. Tampoco albergaba grandes pensamientos y ambiciones. Sólo sabía ejecutar hacia aquellos actos que le brindaban una pizca de emoción, dejándose llevar por la mera impulsividad. Y ahora era precisamente eso lo que le jugaba en contra al encontrarse perdida en un mar de confusiones que le mantenía alerta y que buscaba adormecer de la manera más fácil posible. Es por ello que ahora se consideraba un animal ’libre, al cual le habían soltado la correa y dejado explorar más allá de los límites que le habían presentado. Dejándola adentrarse directamente a las fauces del lobo, Entregándose a lo que siempre conoció gracias a su familia.

Los aires de libertad la llevaron a recorrer gran parte de su aldea, pero su sed de exploración la condujo más allá de los límites prestablecidos y territoriales. Su destino incierto la condujo finalmente al País de la Lluvia, donde la primera impresión de la Villa le pareció peculiar pero no desagradable. Provocándole reminiscencias de su hogar al mezclarse con la novedad del lugar diferente.
El clima de la Villa le gustaba, sin embargo, la lluvia se intensificaba con cada paso que daba, volviéndose un obstáculo para Sadashi y su precaria vestimenta: una túnica negra que le cubría de hombros a pies no era suficiente para protegerla del aguacero que caía sobre ella. No obstante, a pesar de su incomodidad, su determinación la impulsaría a continuar explorando.

En su caminata, Sadashi observó las marcadas clases sociales y el paupérrimo estilo de vida de la zona. Su deseo de investigar más, de sumergirse en los secretos del lugar se vio frustrado por la lluvia implacable sobre ella. La pelinegra en su afán de resguardarse, corrió hacia el primer local que divisó el cual destacaba por su gran letrero neón, el cual atraía como polillas a la luz. No obstante, no se percató de la desconocida figura que también se adentraba al local antes que ella, provocando un choque, que terminaría por golpear el rostro de Sadashi contra la espalda de aquella persona. El golpe resonó al igual que su quejo adolorido de la fémina, quien se tocaba delicadamente la nariz con la diestra. — Lo siento mucho realmente no te vi….
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Última modificación: 11-12-2023, 09:50 PM por Shin.
Estaba distraído observando el entorno y la gente que le rodeaba cuando notó que alguien impactaba contra su espalda, a juzgar por la sensación que había sentido creía que había sido con el rostro. Se quedó quieto durante unos cuantos segundos, con la mirada perdida, con el deseo de que aquel traspiés hubiese sido un fortuito e aislado y no algo malintencionado o que le llevase a tener problemas. Un sutil sonido femenino, acompañado de un breve cruce de palabras sirvió para confirmar que no había sido más que un traspiés sin importancia. Se giró lentamente y ante sus ojos pudo observar a una chica, que a juzgar por su apariencia, tampoco daba la impresión de ser alguien que debiese estar en un sitio como aquel.

No te preocupes, hay mucha gente y demasiadas cosas a las que cualquiera podría prestarle atención, no tiene importancia.

Un breve cruce de palabras fue suficiente para que el foco de su atención se dirigiese hacia su interlocutora. Lo primero que llamaba la atención era su vestimenta, la cual consistía en una túnica de color negro, que le cubría desde los hombros hasta los pies, un atuendo bastante peculiar teniendo en cuenta el sitio al que había ido a parar. Después reparó en su rostro, el cual reflejaba tres cicatrices que hacían contraste con su apariencia delicada y femenina. No pudo evitar preguntarse lo mismo que muchos otros posiblemente hubiesen hecho antes que él al cruzarse con ella, no obstante, apartó aquellos pensamientos intrusivos de su mente a la vez que desvió su mirada hacia el interior del establecimiento, con la única intención de evitar la posibilidad de que ella se sintiese incómoda.

Este sitio no parece el ideal para personas de nuestra edad, si seguimos aquí parados llamaremos demasiado la atención... —razonó con tranquilidad —. Aunque también creo que ambos hemos decidido acudir aquí bajo nuestra propia cuenta y riesgo. Quizás el destino haya decidido que nuestros caminos se cruzasen por alguna razón que desconocemos, ¿no crees?

Aquella primera toma de contacto entre aquellos dos desconocidos había proporcionado la información suficiente a cualquiera. Ambos eran conscientes del lugar en el que se encontraban y lo que ello conllevaba. No era complicado teorizar porque la susodicha se encontraba en un lugar como aquel: estaba retenida en contra de su voluntad, formaba parte de aquella pequeña esfera del mundo criminal o estaba buscando información. Fuese como fuese, le sería de utilidad que ella pensase que le necesitaba. Uno nunca sabía que podía deparar un lugar desconocido para un forastero y, menos todavía, teniendo en cuenta la naturaleza del mismo. Sería conveniente tener alguien con quien contar si, por algún casual, las cosas se ponían feas.
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Completamente desconcertada ante el golpe, Sadashi continuaba frotándose la nariz con ambas manos mientras alzaba la vista hacia el rostro del muchacho, quien se había volteado para ofrecerle palabras que quitaran el peso ante sus inoperantes acciones. En los cortos segundos que bastaron para el intercambio de palabras, la pelinegra fue capaz de seguir la mirada del desconocido que se dirigió a sus ropajes mojados por el intenso aguacero, para luego dirigirse hacia las cicatrices que portaba; a lo cual Sadashi no atinó a más que suspirar pesadamente. Quería pensar que no sería una conversación que se basara en explicar el porqué de sus marcas. La fémina por su lado hizo lo mismo, posando sus orbes rojizos sobre el rostro del chico y examinar su rostro, con el cuidado de no incomodarlo.

¿Eh, llamar la atención? — Preguntó acompañándose de una pequeña sonrisa incrédula, mientras se cruzaba de brazos y caía en cuenta en el lugar que se encontraba. El  comentario de su acompañante era acertado, la corta edad que tenían contrastaban con la atmósfera provocativa que se respiraba en el burdel. Las risas y susurros sugerentes se mezclaban con la música, para crear un ambiente embriagador que parecía atraer a cualquiera que se adentras al lugar. — Destino o no, creo que debemos pasar desapercibidos. La lluvia es muy intensa allá afuera y no quiero seguir mojándome. — Contestó alzando levemente la voz ante el bullicio, sin embargo, no lo suficiente para que sólo fuese audible para el muchacho. Sentía la necesidad de disolverse en la penumbra y fundirse con el ambiente del burdel, por lo que delicadamente llevó la diestra hasta el brazo del desconocido con la intención de guiarlo hacia dentro de la estancia en búsqueda de algún lugar donde sentarse o ser atendidos. — ¿Vamos? — Agregó, a su vez que fijaba sus orbes rojizos sobre los ajenos.

Las luces parpadeantes pintaban los rostros de aquellos que paseaban a su alrededor con destellos fugases, acompañándose de la música que brindaba una sinfonía de seducción mientras la amalgama de risas, voces y gemidos, se dedicaban a envolver como una manta sonora que aumentaba la intensidad de aquel fortuito encuentro donde la inocencia quedaba suspendida entre las sombras de la clandestinidad.

A pesar de la seguridad aparente que Sadashi intentaba transmitir, su nerviosismo era palpable. La tensión en el ambiente se acentuaba con cada paso que daba en aquel terreno desconocido. —Creo que deberíamos presentarnos... Soy Sadashi ¿Y tú?
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Fue una suerte encontrarse con alguien que no dificultase aún más las cosas. En sitios como aquel el peligro acechaba en cada esquina, lo mejor era actuar con cautela e intentar mantener un perfil bajo dentro de lo posible.

Aquella era la primera vez que tenía a una mujer como acompañante, al menos a solas. No mostraba ni un ápice de nerviosismo o intranquilidad, parecía como si llevase toda la vida teniendo ese tipo de situaciones. Haciendo gala de una extraordinaria elegancia y unos refinados modales ofreció su brazo izquierdo para que ella pudiese engancharse a su brazo y permitió que ella llevase la iniciativa de lo que fuese aquello.

Tras cruzar el umbral que conducía al interior de aquel negocio no tardaron en descubrir un “mundo” totalmente diferente. Un peligroso juego de luces, música, alcohol, drogas y lujuria creaba la atmósfera perfecta para aquellos que querían olvidar la normalidad de sus vidas. Las personas que les rodeaban podían fingir ser quienes no eran, enfocados en sentir el placer de los deseos más oscuros y prohibidos del ser humano. Cualquier otro sitio hubiese sido una mejor opción para aquel dúo, sin embargo, allí estaban; él impasible, ella nerviosa.

Me llamo Shin, es todo un honor tener el privilegio de acompañarte en esta velada.

Continuaron caminando por el interior del local, mezclándose entre la muchedumbre, sin un rumbo fijo establecido. Unos cuantos ojos se posaron en ellos, como era previsible. A cualquier persona que tuviese dos dedos de frente le chocaría el hecho de que dos adolescentes merodeasen por un lugar como aquel, en donde estaban tan fuera de lugar.

Deberíamos sentarnos, estamos comenzando a llamar la atención...  —susurró el chico, cerca de su oído izquierdo  —. ¿Qué te parece alli?

El lugar al que había señalado era una mesa ubicada en una de las esquinas del burdel, en donde había un punto ciego que escapaba de las luces que bailaban por aquella estancia. Había una salida de emergencia por si las cosas llegasen a ponerse feas y era el lugar perfecto desde el que tener una visión panorámica de todo lo que sucedía a su alrededor. Sin esperar una respuesta de parte de su acompañante tiró de ella con sutileza para conducirla hasta una mesa en la que había un sofá de cuero rojo. Tomó su mano con suavidad y le ayudó a tomar asiento, haciendo gala de una gran caballerosidad, después procedió a imitarla a la espera de que alguien acudiese a preguntarles que tomarían.
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