La pegajosa humedad hacía gala de la fama del pequeño pueblo de Toribe, y del lamento de la gente de paso que lo cruzaba en sus viajes. Sus lugareños sin embargo, adaptados a ese espeso clima, vivían con normalidad en ese hábitat tan silvestre, estableciendo un sano equilibrio entre la eterna selva que los rodeaba y su estilo de vida, como avivadores y reguladores de ese salvaje entorno. Los toriberinos sabían todo acerca de toda supervivencia en la zona, pues dada su condición no les quedaba otra que hacerse verdaderos expertos en la materia, y dada la peligrosidad de la jungla, era cuestión de vida o muerte saber por donde andar, a que hora, lo que cazar o que comer.
Venidos al caso, los dos ninjas de Konoha iniciaron tanto labores de recolección de información por el pequeño pueblo, así como tareas de vigilancia, pues como era el principio del rastro perdido de Garum, todas las fuentes que aportasen información serían bienvenidas. Skuld Samuru, el shinobi del dúo comenzó muy acertadamente por la cabaña de los cazadores, el gremio más reputado del lugar pues su servicio significaba la principal fuente económica del exterior para prosperar en el pueblo.
Dentro de ella, reinó el silencio a pesar de la cordial y educada presentación del joven, pues los cazadores eran verdaderos perros viejos curtidos en su labor, herméticos con forasteros y reservados en cuanto a hospitalidad se refiere. Sin embargo, la gente de antaño era de otra pasta, y la buena actitud del de konoha no frunció ningún ceño ni arrugó ningún bigote, además de que dio directo en la herida del tema de la comidilla del lugar. De entre el fondo de aquella amplia estancia de madera, se levantó un cuerpo delgado y moreno, de pelo totalmente canoso y mirada penetrante, que arrastró un sillón robusto a pesar de su aparente peso y se acercó despacio mientras evaluaba a Samuru.
Koraido, cazador veterano y patriarca del gremio
- Piensas que por venir a las primeras de cambio aquí y sin permiso, ¡Sin conocernos!, tengamos que soltarle prenda a un desconocido... pues andas muy equivocado chico, ¡y muy perdido!, no estás en tu villa ándate con ojo con esa confianza o serás carne de colmillos por aquí... y ahora fuera de mi vista -
Y sin más réplicas, el joven tuvo más que marcharse de allí con las manos vacías pero con una lección muy útil, ya no estaba en Konoha, por lo que sus patrones de conducta no podrían ser los mismos, allí estaba en la selva y debería de aprender su tosco lenguaje. La chica por otro lado, estaba sembrando por todo el poblado miradas de extrañeza y ciertas posturas de desconfianza por andar por los árboles y los tejados de viviendas de los lugareños, algo anómalo en el lugar y que no sentó del todo bien entre los que la veían andar por semejantes sitios, pues para ello ni era normal ni era correcto. Sin embargo, vería gracias a su gran visión un camino por detrás del pueblo que conducía hacia la espesura, una leve ruta al norte en donde la vegetación se volvía mucho más prominente y hacía a veces la senda difícil de transitar.
Transcurrido un tiempo, ambos se reencontrarían en la taberna, que era el punto donde ambos quedaron para intercambiar los descubrimiento de sus tareas. Cuando el tabernero Konu, vio que no había clientes tan de cerca y los dos de Konoha estaban con su té los asaltó furtivamente llamando levemente su atención.
- Psst... joven, no no, no mires... sigue normal... no deberías llamar tanto la atención por aquí con esos aires, no todos van a reaccionar contigo como yo... yo tampoco es que sea nativo de aquí ¿sabes? pero llevo muchos años desde que adquirí la taberna y soy uno más de Toribe, y por experiencia os digo que ni os fieis de esta maldita selva traicionera ni de.... ¡!¡! -
De pronto, las puertas de la taberna se abrieron de nuevo dejando ver a su contraluz una figura delgada y familiar, la madera de las puertas chocaron formando contra la pared que las sostenía formando un estruendo en el bar. Konu como si un fantasma hubiera se giró 180º y se dispuso a disimular colocando unas botellas de su vitrina. El resto de los presentes se paralizaron, parecían tensos y no querer presenciar lo que podían temerse, y sin perder ni un segundo, se levantaron de sus asientos y salieron de la taberna bien ligeros, mientras aquel hombre avanzaba hacia los jóvenes. En un instante la taberna se vació quedando solo los cuatro y algún que otro rezagado.
- ¿Qué haces Konu?, ¿Te crees que soy idiota?, deja de hacer el imbécil... ponme uno de los míos -
El viejo Koraido fue a sentarse justo al lado de Samuru, que previamente conoció momentos antes, escupió cerca de sus pies y miró a su alrededor hasta que los últimos presentes ajenos salieron del todo. Dirigió su mirada hacia Ohona, a la cual evaluó también detenidamente mientras juzgaba su apariencia, volvió a asegurarse de que todos los demás salieron y arrancó con desconfianza el vaso de cristal con licor que Konu iba a ponerle, dirigiéndole una mirada fulminante.
- Con que buscáis a Garum ¿eh?, al bueno de Garum... al bueno de mi hijo Garum... No sois los únicos que habéis venido por aquí desde las últimas semanas buscándolo, ¿sabéis?, a si que decirme algo, algo que me convenza a diferencia de los anteriores, pues tengo a todos los cazadores del gremio rodeando la taberna para saber del palo que vais... ¿Quiénes sois y a qué habéis venido? -
Contenido Oculto
El viejo ponía a prueba a los dos forasteros para comprobar cuanto de reales eran en su cometido, y buscando esa determinación de los jóvenes, se marcó un farol respecto a los cazadores del exterior, ya que era el único tanto en la taberna como en los alrededores, además de mostrarse tan sumamente duro, pues él era el único del gremio con la esperanza de encontrar a Garum, ya que era su hijo, escabuyéndose del resto y de sus responsabilidades para para conocer al chico y a la que era su acompañante. Por otro lado, Konu el tabernero, conocía las intenciones de Koraido, ya que había repetido esto a otros forasteros y conocía cual alta era su desesperación por dar con Garum
Al viejo no le temblaba ni la mirada ni el pulso mientras clavaba sobre todo la mirada en el chico, esperando a recibir la suya también, pues era con el que había mantenido contacto antes en la casa, y a la chica en principio no le hizo tanto caso. De entre su ropa roída y enmendada, dejaba verse en su pecho descubierto una pequeña fotografía enmarcada en resina transparente, a la que cruzaba un cordón de cuero que pendía de su cuello, en ella, podía vérsele a él junto a un compañero perruno.
off
Hi! Retomando el tema de Kishue, me encargaré de él para que podamos cerrarlo y pasarlo bien ¿okey? Como véis vuestras acciones han traído algo de consecuencias negativas con los lugareños, sobre todo Samuru. Ya con las pautas que os he dado en el post deberías saber mejor como comportaros con ellos con una forma más acertada. Cualquier cosa hablamos por Discord. Y por cierto, la foto es la misma que la de la imagen que os he traído de Koraido.