[+18] Melting magnets (Priv. Gojo)
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Última modificación: 09-10-2023, 05:53 AM por Karai.
A continuación de [MISIÓN D] EL BARRIO ROJO


Si un par de días atrás alguien le hubiese preguntado a Karai Yotsuki cómo imaginaba que sería su paso por el País de la Aguas Termales, no hubiese logrado ni buscando entre sus más fantasiosas ideas lucubrar un ápice de los escenarios y situaciones que se le habían presentado hasta el momento durante el desarrollo de aquella particular misión. Tantos años dedicados a su rigurosa formación como kunoichi no la prepararon jamás para experimentar algo similar. Y algo similar no se refiere a lidiar con cíclopes ni proxenetas, si no a tener que resistirse a los distractores encantos de uno de sus compañeros. La morena no era una muchacha tímida y su pulso no temblaba fácilmente, al contrario, pero de alguna forma la para nada pudorosa situación más el arrebatador atractivo de Gojo Hyuga la habían hecho acalorar al punto de no poder disimularlo más, y se vio en una posición tan vulnerable que acabó huyendo para encerrarse en uno de los cuartos de aquel sitio de mala muerte. Ahora, ambos compartían el mismo espacio. De hecho, compartían algo más íntimo que eso...

Karai no había intentado ser brusca, si no veloz, pero la ejecución repentina de su idea tomó por sorpresa a Gojo y el tirón le hizo perder el equilibrio y caer sobre ella, justo donde la Yotsuki lo quería. Después de atraparlo con sus piernas, las separó lo suficiente para darle un espacio cómodo entre ellas. Él había evitado descansar todo el peso de su cuerpo sobre la morena y se sostuvo con los brazos, apoyando las manos una a cada lado de la cabeza de la muchacha. En ese breve instante de desconcertante quietud, los ojos de ambos se encontraron. Karai trató de transmitir confianza con su mirada, pretendiendo tenerlo todo bajo control como si supiera lo que hacía. Pero su acto resultaría poco creíble, porque era evidente el rubor en su tez morena, y le fue imposible no estremecerse bajo el cuerpo del otro al conectar con aquellos orbes que eran el reflejo mismo del cielo.

Bien, tranquila. Estamos fingiendo —se recordó a si misma para no perder la calma. Él parecía haberse acoplado al plan perfectamente y sin chistar, y esa ''aprobación'' hizo que Karai se sintiera segura de la decisión que había tomado. No haría falta extenderse mucho más, no era necesario que algo sucediera entre ellos, solo bastaba con que cada uno actuara breve y superficialmente su papel, siendo Gojo el ''cliente'' y Karai quien ''prestara el servicio'', y aunque la tensión sexual era fuerte y resultaba algo difícil para la morena mantener la compostura ante una persona que le gustaba tanto y que además era victima de una clara excitación, pensó que podría lidiar con el asunto.

Sin embargo, mientras ella desplegaba sus dotes de actuación entonando falsos gemidos, el albino se movió y Karai pudo sentir la dureza de su virilidad presionando contra el lugar más sensible de su entrepierna. Por la posición horizontal, él no llegaría verlo, pero la falda cortísima que la joven llevaba se había levantado y exponía la parte más gruesa de sus muslos tonificados, así como también revelaba tímidamente el color de su ropa interior y sobre todo permitía un contacto más directo entre sus intimidades. Aquel roce electrizante provocó que de su boca brotara un gemido suave pero claramente auténtico, reacción que intentó acallar rápido conteniendo la respiración. Luchó por repeler las tentadoras sensaciones que poseyeron su cuerpo, mas no tendría éxito. Ya no podría fingir.

En el momento en que oyó su propio nombre escapando como un suave susurro de la boca del otro, y sintió en la piel la calidez de su aliento, y el peso de su cuerpo fibroso que poco a poco dejó descansar contra su pecho prominente, Karai supo que había perdido. 

Y así de fácil el cielo se tragó al sol.

Gojo deslizó una mano hacia su tez morena y suavemente los dedos pálidos se perdieron enredándose en el cabello oscuro. Ella se dejó tocar, dócil, sin despegarse de sus ojos hipnóticos. Ya no había forma de ocultar el deseo que se reflejaba en su mirada felina, la que desviaría solo por un breve instante para recorrer sus facciones, deteniéndose en la curvatura de su boca. Sin poder contenerse se atrevió a levantar la izquierda y acarició apenas con el índice la piel nívea y la comisura de sus labios. Se dijo a si misma que sería capaz de hacer cualquier cosa con tal de oírle una vez más susurrando su nombre, o arrancarle el aliento en un suspiro.

Con la razón totalmente eclipsada por el deseo, trabó las piernas de Gojo enredándolas con las suyas, forzando a juntar aún más las caderas de ambos y aumentando así la fricción entre los cuerpos. La mano bajó por el mentón del Hyuga hasta su blanco cuello, rozó la nuez con la yema del pulgar y continuó trazando un suave camino desde su clavícula hasta su hombro torneado, deslizándose por el bícep hasta acabar aferrándose al antebrazo del muchacho. Tomándolo por la muñeca manipuló la mano que él había enredado entre su cabello morado y la acercó a su propia boca, y sin dejar de mirar dentro del océano de sus ojos besó despacio la punta de sus dedos, apoyándolos apenas sobre sus labios. Luego elevó el rostro, haciendo la cabeza hacia atrás y exponiendo la vulnerabilidad de su garganta en un acto de total sumisión. Era una clara invitación, quería que él también la besara.
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Última modificación: 17-10-2023, 08:24 AM por Gojo.


Gojo estaba perdido, su mision y todo lo demas habia desaparecido de su cabeza por completo, su unico proposito era disfrutar y fluir con ese momento que estaba viviendo en aquella habitacion. Los gemidos fingidos de Karai ya de por si eran excitantes pero aquel gemido que se le escapo del alma al sentir el roce de sus partes intimas lo habia enloquecido por completo, de inmediato habia sido capaz de reconocer su autenticidad como si conociera a la morena de toda la vida. Como si hubiesen hecho esto miles de veces. Sintio como la muchacha deslizaba su indice por su rostro y sus labios, al igual que su mano encontraba la de Karai la cual lo guio hacia los labios de ella. Eran carnosos y suaves, estaban humedecidos y parecian invitarle al peliblanco a devorarles. La respiracion de Gojo comenzo a acelerarse, su corazon latia a mil por hora y su cuerpo emanaba un calor que solo era comparable a un Pakura.

Gojo en ese momento no lo penso y cuando vio que la morena expuso su cuello se acerco lentamente pero sin dudas ni miedos, entonces fue que poso sus labios sobre su cuello, le beso delicadamente, con una mano sostenia el lado contrario de su rostro y por el otro lado la besaba recorriendo cada rincon de ese estilizado cuello aterciopelado. Por momentos queria ser mas brusco y dejarse llevar por sus impulsos mas basicos, besarle con tanta fuerza que le dejaria marcas de chupones, pero no queria arruinar aquella piel, aquel cuerpo tan perfecto, por lo que se contuvo... un poco. Poco a poco fue subiendo hasta que sus rostros se encontraron frente a frente nuevamente, y alli fue cuando Gojo la beso, al principio suave, marcando un ritmo pero dispuesto a seguir el de ella de ser necesario. Al mismo tiempo su mano izquierda recorria el perfil del cuerpo de la joven, desde su rostro hasta bajar lentamente en una suave caricia hasta sus piernas, rozando la pollera levantada de Karai, y terminando en el muslo derecho de esta ultima. Mientras ella le apretaba enredandole con sus piernas, lo que antes habia sido un roce accidental de sus partes intimas ahora ya no lo era, esta vez Gojo se movia intencionalmente rozando una y otra vez. Era instintivo, como dos animales en apareamiento, no habia nada que decirles, no hacia falta pensar ni calcular nada, no habia lugar a las interpretaciones, todo estaba clarisimo. Gojo queria tener sexo real, él no lo decia pero su cuerpo ya habia hablado, no estaba fingiendo nada.

Gojo continuo besandola, el sabor de sus labios era adictivo, no queria ni tomarse el tiempo de respirar. Su lengua se entrelazaba con la de ella repetidamente, mientras con su mano izquierda posicionada ahora en la parte interior del muslo, es decir debajo de la cola de Karai, Gojo le agarraba con firmeza como si no quisiera que relaje sus piernas y lo soltara en ningun momento. Entonces luego Gojo rodearia con su brazo derecho a la morena y se echaria hacia atras quedando sentado en la cama junto a ella ahora encima de él si es que se habia dejado llevar. Acto seguido Gojo la vio a los ojos, le sonrio y se quito la camiseta, arrojandola a un costado de la cama en el suelo. Karai podria ver el torso desnudo del peliblanco. Por suerte Gojo ya no necesitaba llevar vendajes por su recuperacion desde que salio del hospital, sus heridas superficiales ya habian sanado y no quedaban ni marcas de ello. Aquello le habria incomodado mucho si la morena hubiera visto como tenia el cuerpo hace tan solo unas semanas atras... Como sea, ahora la situacion era irrefrenable. Por dentro Gojo se moria de ganas de arrancarle la ropa a la morena pero no se tomo el atrevimiento de hacerlo, necesitaba una confirmacion, una mirada, una accion, tal vez una palabra, algo que le dijese que podia desatar su lujuria por completo.
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Karai esbozó una imperceptible sonrisa de triunfo cuando Gojo se aventuró a repartir besos en su cuello, y cerró los ojos entregándose al disfrute de aquel momento mientras deslizaba la diestra hasta la nuca del albino y perdía los dedos entre su cabello blanco, acariciándolo suavemente.

Pequeños suspiros escapaban de su boca entreabierta con cada beso que Gojo tatuaba en su garganta. La respiración se volvía más intensa, más profunda, y se tensaba todo su cuerpo al sentir el aliento cálido trazando caminos de fuego sobre su piel. 

Con ganas de más, el Hyuga buscó los labios de la morena y ella le correspondió de inmediato. Él recorrió el lado izquierdo de su figura con una mano, explorando lentamente, hasta llegar a su pierna y fijar la palma sobre el muslo. Karai gimió contra su boca.

Sabía que lo que estaban haciendo era indebido. Ambos cometían una falta al poner el deber en segundo plano para cumplir un egoísta capricho carnal. Y aunque Karai era consciente, también era víctima de una fuerza magnética a la que no lograría resistirse -ni lo intentó-. Pero ¿Quién podría culparla por querer besar a un chico tan guapo? Situaciones semejantes no se presentaban a diario, y esa era una oportunidad que la joven no quería perderse bajo ningún término. Podía ser la primera y última vez que se topara con Gojo en su camino, así que no lo perdonaría. Para eso, estaba Dios.

Mientras se besaban, Karai abrió más la boca y dejó que la lengua intrépida del otro se encontrara con la suya, que pronto se aventuró también a explorar la cavidad ajena, y con suaves movimientos se entrelazaron hallando una sincronía casi al instante. La izquierda del Hyuga se acomodó en la parte posterior del muslo hundiendo los dedos en su zona más carnosa, y sosteniéndolo así se aseguró de que Karai no aflojara las piernas y continuara moviendo sus caderas. Él también se movía, simulando ahora estocadas más profundas con notoria intención. La Yotsuki sentía el aumento de la presión en su centro y comenzaba a excitarse, y lo expresaba soltando ahogados gemidos.

De alguna forma Gojo se las ingeniaría para sentarse en la cama atrayendo consigo a la morena, tomándola por la cintura y manteniendo ese cuerpo bien pegado al suyo. Karai acompañó las acciones del albino y colgándose de su cuello se irguió sobre él, quedando sentada a horcajadas sobre su pelvis. Apoyó las rodillas en la cama, una a cada lado de su cuerpo, y con el índice levantó el mentón del muchacho para elevar su rostro, que había quedado a la altura de su pecho, y así volver a besarlo.

Por un breve instante, él se separó de ella lo suficiente como para intercambiar miradas que llegarían a decir mucho más que cualquier palabra. Tras una sonrisa que la morena devolvió con complicidad, él se quitó la camiseta y arrojó la prenda a un costado de la cama, descubriendo un torso trabajado, níveo y perfecto. Ese único movimiento bastó para que llegaran a apreciarse sus músculos marcándose, y los ojos de Karai brillaron como dos piedras de oro al contemplar la escultura que tenía en frente. Decidió en ese momento que no abandonaría aquel cuarto sin antes descubrir todo lo que el albino aún escondía bajo su ropa.

Incapaz de contener el deseo, se apresuró a buscar su boca nuevamente. Con la diestra capturó la mano ajena y la guió hasta su propia espalda, donde se anudaba el lazo que sujetaba su prenda superior. Si él quería, tenía el permiso de deshacerlo para desnudar su torso, o bien podría continuar descendiendo y tal vez bajar el cierre de su falda. Lo que deseara hacer, ella lo permitiría. Mientras tanto, la izquierda viajaba por su pecho firme y marcado, repartiendo caricias en todas direcciones. Pero las manos ya no le bastaban a Karai para satisfacer su necesidad de recorrerlo entero, así que abandonó sus labios para inclinarse y comenzar a besar su cuello muy lentamente, apenas mordiendo y succionando, marcando un ida y vuelta hasta la clavícula con la humedad de su aliento, acariciando también la extensión de su espalda y moviendo siempre y con sutileza las caderas para no perder ese excitante roce entre sus partes.

Aquellos jóvenes con las hormonas alborotadas estaban tan sumidos el uno en el otro que ni se habían percatado de todo lo que sucedía en el exterior. Cuando Karai reaccionó y decidió prestar un poco de atención, se dio cuenta de que los gemidos que provenían de la habitación donde Ohona se encontraba habían dejado de escucharse. Entonces oyó movimientos en el pasillo, y su mirada se desvió hacia la única entrada del cuarto.

La puerta... no tiene seguro —murmuró, entre suspiros—. ¿Puedes... ver algo?

Para ellos no había vuelta atrás. La misión ya se había ido al carajo. Seguramente Ohona y Kin lo tendrían todo bajo control, y mejor que así fuera, porque la fogosa pareja tenía un asunto más urgente que atender y no eran bienvenidas las interrupciones.
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Aquel momento era unico, el peliblanco buscaba una señal de la morena para seguir adelante y vaya que la recibio, con un delicado gesto gentil de ella le guio con su mano hacia su espalda, donde Gojo sintio el lazo que sujetaba su top y tomandose el atrevimiento jalo despacio de este para deshacerlo, aflojando la prenda de Karai y luego de besarle otra vez, alejo su rostro para verla bien a la vez que le ayudaba a levantarle el top para quitarselo. No pudo evitarlo, se quedo admirando perplejo por unos segundos los pechos desnudos de Karai, eran perfectos, redondos, delicados, suaves, ciertamente voluptuosos, Gojo queria lanzarsele encima pero el simple hecho de darse cuenta de ello le provoco una sonrisa mientras la veia a la morena a los ojos, como si estuviesen jugando un juego y se la estuviesen pasando muy bien. Entonces Karai se le lanzo al cuello, Gojo se entrego por completo y poso su diestra detras de la cabeza de Karai sujetandola del cabello y dejandola hacer lo que quiera pero anunciando que en cualquier momento él tomaria el control.

Luego de dejarse besar y morder en distintas partes de su cuerpo, Gojo jalo de su cabello para alejarla y sin soltarla comenzo a besarla nuevamente entrelazando sus lenguas a la vez que con su mano libre comenzaba a recorrer su torso y terminando por llegar al pecho izquierdo de la morena lo acaricio con delicadeza como si quisiera memorizar su forma, su tacto, bordeo el pezon como si jugase con él, haciendo movimientos circulares con el dedo medio. Esto solo lo excitaba aun mas y mas, volviendolo mas "agresivo" por asi decirlo, el respeto y el cuidado eran terminos que comenzaban a borrarse de su mente. Dejandose llevar, Gojo comenzo a masajear los pechos de Karai mientras seguia encontrandose con sus labios, para acto seguido inclinar su cuerpo hacia adelante y recostarla una vez mas en la cama, ahora trasladando ambas manos desde su pecho hasta sus axilas, recorriendo sus brazos y terminando en sus manos, entrelazando sus dedos. Acto seguido comenzo a besarle nuevamente el cuello, imitandola le dio algunas mordidas no muy fuertes para no lastimarla pero si lo suficiente como para que se sienta intenso. Poco a poco comenzo a bajar besando su clavicula, el centro de su pecho y por consiguiente.....

Cita:CitaLa puerta... no tiene seguro. [b] ¿Puedes... ver algo?[/b]

Gojo se detuvo en ese instante, elevo su rostro a la altura del de Karai y entonces suavemente le susurro: — Te estoy viendo a ti. No quiero ver nada mas que no sea a ti. — Sus ojos azules penetrantes estaban clavados a los ojos color miel de ella, su expresion era seria, lo que decia en ese momento era totalmente en serio. Si ella no se oponia entonces Gojo volveria a su posicion anterior y sin vacilar comenzaria a besar el pecho de la morena a la vez que lo agarraba con toda la mano, succionando con fuerza y jugando con el pezon usando su lengua. Luego de un poco de jugueteo Gojo bajo nuevamente ahora al abdomen de la morena, se sentia suave pero firme como una roca, se notaba que estaba trabajado de una forma excelente como si un artesano la hubiese esculpido manualmente, tal vez era el caso. Pero entonces ahora venia el siguiente paso, solo quedaban dos prendas que ambos conservaban aun, aquella que les cubria el inferior de su cuerpo y sus partes mas intimas, pero esta vez Gojo no espero ninguna señal, no pidio permiso, tan solo la miro a los ojos por un momento casi como diciendole implicitamente de que lo haria, para acto seguido usando ambas manos sujeto los extremos de su falda y su ropa interior y jalo hacia abajo despacio para quitarselos y admirar lo que escondia debajo, aunque ciertamente habia podido verla por un momento con el Byakugan anteriormente, pero no era lo mismo para Gojo hacerlo con su doujutsu que sin el, de esa forma lo sentia mas especial, algo mas unico y autentico. 

Gojo nuevamente sonreiria satisfecho y feliz de este momento a la vez que se mordia el borde de su labio inferior como si quisiera lastimarse para comprobar que esto no era un sueño. Ahora le tocaba a él quitarse el resto de su ropa y si Karai no hacia nada entonces él lo haria por si mismo y quedaria de rodillas frente a ella con su miembro viril tieso como una roca, admirando sonrojado la parte mas intima de la morena como si fuese una reliquia divina frente a él, inalcanzable pero irresistible te haria esclavo de un eterno deseo y una eterna agonia.
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Karai ronroneó cuando Gojo jaló de su cabello, con poca fuerza, separándola de su blanco cuello. Sin soltarla ni darle respiro volvió a buscar su boca, saboreándola, invadiéndola descaradamente con su lengua. La piel se le erizó cuando la mano de él llegó hasta su pecho. Lo acarició suavemente y jugó con el, y bajo su tacto agradable el cuerpo reaccionó, indicándole al Hyuga que lo que hacía le gustaba. Ella continuaba moviéndose, frotándose en él, y gemía, pero sus quejidos apenas eran audibles porque la profundidad de los besos ahogaba su voz. Su respiración, ya agitada, por momentos se entrecortaba con repentinos suspiros. Podía notar como la adrenalina y las sensaciones del momento se intensificaban y revolvían en su vientre, cosquilleaban, palpitaban.

Gojo se impulsó hacia adelante, obligando a Karai a recostarse en la cama y aprisionándola bajo su cuerpo, manteniéndose sobre ella pero sin aplastarla. Las palmas grandes y pálidas escalaron por el pecho hasta los brazos, y finalmente encontraron las manos de la morena, y los dedos de ambos se entrelazaron. Él comenzó a devorar la curvatura de su cuello, besándola y mordiendo despacio, y ella respondió a los estímulos con gemidos más sonoros, apretando sus manos con más fuerza mientras Gojo recorría con la boca la extensión de su pecho.

En el momento en que Karai logró caer brevemente a la realidad y expresar su inquietud, él detuvo su descenso. Volvió a elevarse sobre la morena y clavó en sus ojos felinos el brillante azul de su mirada. El mensaje fue claro. A Gojo le importaba una mierda lo que estuviese sucediendo allá afuera. Y Karai se derritió bajo su cuerpo y le tembló la boca al escucharlo hablar, envolviendo su respuesta en un susurro ardiente.

No hizo falta decir nada más. Si acaso había tenido alguna duda respecto a lo que hacían, ya no le quedaba ninguna. Karai estaba entregada. Hechizada por los ojos más bonitos que había visto en su vida, dejó de preocuparle lo que pudiera pasar en el exterior. Ni siquiera le importaba que en cualquier momento alguien pudiera cruzar la puerta y descubrir lo que aquel par de jóvenes e irresponsables shinobi estaban haciendo. De hecho, esa ligera sensación de temor por ver su travesura descubierta le daba al excitante asunto un poco más de emoción.

Gojo volvió a descender lentamente, de nuevo acariciando y besando su pecho con devoción. La morena aprovecharía el momento para deshacerse de sus botas, ayudándose con los mismos pies, a la vez que con ambas manos recorría el camino de su espalda desnuda, sus hombros, su nuca, su cabeza, y perdía los dedos en el cabello blanco, del que jalaba a penas, con cuidado. Mientras tanto disfrutaba de las atenciones que él le ofrecía, de la calidez de su lengua húmeda, la suave presión que ejercían las manos sobre sus pechos, la yema de los dedos rozando la sensibilidad de su piel. Y seguiría bajando por su abdomen, mientras Karai se estremecía a merced de su deseo.

Las miradas se volverían a encontrar, aunque ahora ella observaba desde arriba, y Gojo desde abajo. Entendió sin mediar palabras lo que sus ojos decían, y asintió sonrojada, a pesar de que él no parecía pretender una respuesta en lo absoluto. Tomando las dos prendas al mismo tiempo, Gojo le retiró la falda y la ropa interior, que ya estaba inevitablemente humedecida. Ahora Karai estaba desnuda frente a él, su piel morena expuesta por completo, todos sus tatuajes revelados. Y de rodillas en la cama, el Hyuga sonreía complacido y observaba desde la altura, con hambre y deseo, como un animal que contempla a su presa antes de devorarla.

Pero Karai no era una criatura indefensa, y no iba a dejarse comer tan fácilmente. No sin haber tatuado sus marcas en él primero.

Sin demorarse volvió a erguir su cuerpo y se sentó en la cama, y se acomodó para, igual que él, ponerse de rodillas. Buscó conectar con los zafiros azules del albino mientras las manos se elevaban a la altura de su cadera y rozaban la blanca piel de su abdomen, trazando el contorno de sus oblicuos, deslizándose hasta alcanzar el borde de su pantalón. Sin desviar la mirada, bajó una mano y lo acarició despacio por encima de la ropa, sintiendo completa la dureza de su erección.

Déjame ayudarte —ronroneó y se mordió el labio, conteniendo las ganas de volver a besarlo.

Se tomó el tiempo necesario para desajustar y bajar su pantalón, y después jaló de la ropa interior, por fin liberando su miembro. Lo tomó suavemente con la diestra, envolviéndolo con sus dedos. El pulgar se estiró para rozar la punta y pudo notar allí cierta humedad, y decidió dibujar con el pequeños círculos en el lugar. No apartaría la mirada de los ojos ajenos, porque quería capturar la expresión en su rostro al tocarlo por primera vez de esa manera.

Lentamente, las rodillas retrocedieron sobre la cama a la vez que la morena inclinaba su torso hacia adelante, dándole a Gojo una visión nueva y exclusiva de su espalda arqueada, su cintura, su trasero. Se sostendría apoyando el antebrazo en la cama y con la otra mano comenzaría a estimular su miembro de arriba a abajo. Podría sentir como latía en su mano, como se endurecía más, si acaso era posible. Pero a Karai no le bastaría con tocarlo, así que le acercó su boca y su aliento caliente. Pronto lo reemplazó con la suavidad de sus labios, y casi de inmediato con su lengua cargada de saliva.

Volvería a levantar la vista, desde abajo, para mirar a Gojo. Atenta a las expresiones y sonidos que el joven pudiese emitir, esperaba encontrar en él un gesto de aprobación. Nunca había hecho algo así antes, pero aunque no contaba con suficiente experiencia lo que sí le sobraba eran las ganas. Si a él le gustaba, entonces no se detendría. Quería complacerlo, y disfrutarlo.
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Los gemidos ahogados de Karai hacian eco dentro de Gojo durante aquellos apasionados besos, asi como el aliento de ambos se entremezclaban tal como lo hacian sus fluidos y sus cuerpos. Gojo sentia las caricias de la morena con mayor sensibilidad de lo usual, parecia que sus sentidos se hubieran agudizado, cada roce le ponia los pelos de punta y dilataban sus pupilas. Estaba en un extasis total y para colmo la morena demostraba una vez mas tener mas iniciativa de la que esperaba, tomando el borde de su pantalon y con otra mano acariciando el bulto tieso de Gojo, el cual reaccionaba naturalmente queriendo practicamente romper el pantalon con la fuerza con la que se ensanchaba. Gojo no pudo evitar soltar un leve gemido apretando los dientes. "Definitivamente sabe lo que hace" penso.


Cita:Déjame ayudarte



la morena fue desabrochando el pantalon del peliblanco, mientras al mismo tiempo este ultimo no podia evitar impacientarse, su miembro queria ser libre, queria consumar este momento cuanto antes, era una reaccion muy natural considerando la situacion y todo lo que estaba sintiendo el Hyuga en ese momento, su respiracion asi como su pulso se aceleraban cada vez mas. Finalmente Karai tomo el boxer blanco de Gojo y jalo hacia abajo, con un poco de dificultad al principio pues su miembro estaba atorado en la punta pero finalmente consiguiendo liberarse, sacudiendose violentamente de arriba a abajo un par de veces y terminando por ser atajado por la diestra de la morena, haciendo contacto piel con piel a su vez que Gojo volvia a besar a Karai, entrelazando nuevamente sus lenguas mientras la morena jugueteaba con la punta del miembro de Gojo la cual ya estaba humedecida pues se preparaba para lo mejor. 


Lentamente Karai se hecho hacia atras separando inevitablemente sus bocas, pero lejos de ser algo malo, se venia algo que Gojo jamas habia sentido ni presenciado antes. Frente a él ahora se encontraba la espalda curvada y tallada a mano de la morena pero mas llamativo aun, tenia una vision cautivadora del contorno de su trasero levantado y destacado como si fuera el protagonista de un cuadro de arte gracias a la curvatura de su espalda. Esto solo provoco que su miembro se ensanchara aun mas, cosa que facilmente podria notar la morena en su mano, sintiendo una pulsion muy fuerte y como sus dedos tendrian dificultad de envolverlo por completo. Casi por actoreflejo Gojo inclino su torso hacia delante y poso sus manos sobre la espalda de Karai, acariciando sus omoplatos y deslizando sus manos por toda su espalda hasta terminar en sus gluteos los cuales sujeto con fuerza como un aguila clavando sus garras sobre su presa. Fue entonces cuando lo sintio, el segundo antes de que una revelacion recorriese su cuerpo, una sensacion que lo cambiaria todo en el cuerpo del peliblanco, el aliento de Karai sobre la punta de su pene. Gojo volvio a deslizar sus manos subiendolas nuevamente a su posicion inicial pero ahora la caricia ya no era tan suave sino mas bien intensa, dejando su recorrido marcado en la espalda de Karai. Acto seguido lo proximo que sintio fue el labio de la morena hacer contacto contra su miembro, lo que impulsivamente hizo que Gojo la tomara del cabello bruscamente y la miro a los ojos, tenia una mirada asesina, era intimidante y la sostuvo unos dos segundos que parecieron una eternidad, parecia como si una bestia asesina estuviera decidiendose si entregarse a su cazadora o si debia matarla alli mismo dejandose llevar por sus mas bajos instintos, finalmente su mirada se relajo y solto su cabello pero mantuvo su mano posada alli, permitiendole que engullera su miembro con su boca, su lengua e hiciera todo lo que quisiera.


Gojo la miraba a los ojos mientras ella hacia lo suyo, verla en esa situacion era hipnótico y sus ojos dorados intensos penetraban en los azules del Hyuga, aunque por momentos cerraba los ojos y levantaba la cabeza mirando al techo, apretando los dientes e intentando impedir tener un orgasmo en ese momento. Aun era muy pronto para ello y Gojo tenia muchas cosas que deseaba hacer con ella antes.

La dejo trabajar alli abajo un buen rato, acompañando sus movimientos con movidas de cadera de adelante hacia atras pues le resultaba imposible quedarse completamente quieto. El extasis era tal que por unos segundos Gojo parecia estar en trance y dejandose llevar por sus impulsos presiono la cabeza de Karai contra su pelvis queriendo llevar su miembro lo mas profundo posible, dependiendo de si ella era capaz de soportarlo o no jugaria con eso algunas veces. Pero Gojo no dejaria que ella hiciera todo el trabajo, tenia que poner de su parte, el peliblanco no olvidaba el trasero expuesto de la morena y inclinando su torso hacia delante mientras Karai hacia lo suyo, Gojo acariciaba y agarraba con firmeza las nalgas de la fémina, deslizando suavemente su diestra hacia las partes mas intimas de la joven, sintiendo hasta el mas minimo detalle aquella parte de su cuerpo, sus pliegues, su textura, sus fluidos que facilitaban el deslizamiento, todo podia sentirlo al detalle al mismo tiempo que se bañaba en ese extasis intoxicante producido por la morena. La mano de Gojo se deslizo por toda la flor de la joven, buscando sus puntos mas sensibles, sus dedos danzaban en un terreno sagrado formando circulos, lado a lado, de arriba a abajo, todas las formas que uno podia imaginar. No se trataba de habilidad o algo por el estilo, mas bien era una conexion natural entre sus cuerpos, Gojo jugaba al son de la musica que emitia Karai con sus movimientos, si su cuerpo reaccionaba entonces sabia que ese era el camino.

Acto seguido Gojo poso sus manos en el rostro de la joven y la levanto a la altura de su propio rostro para plantarle un beso. — Ahora me toca a mi devorarte. — Le dijo con sus labios apenas separados de los de ella, y la recosto delicadamente contra la cama quedando boca arriba totalmente expuesta. Entonces Gojo comenzo a devorar el cuerpo de Karai con intensidad, comenzando por sus pechos a la vez que introducia su dedo medio y anular de la mano derecha en su vagina, sintiendo lo apretada que estaba, aunque sus fluidos hacian que la accion no sea incomoda en lo absoluto. Tanto dentro como fuera de ella, Gojo en ese momento parecia estar jugando con Karai, la besaba de arriba a abajo, unia sus labios nuevamente hacia los de ella a cada rato, no podia evitarlo su cuerpo se lo exigia constantemente, como si los labios de la morena fueran su espacio seguro, su zona de confort, no queria alejarse de alli nunca mas. Pero estaba claro que iba a hacerlo y asi lo hizo, poco a poco el Hyuga bajo hasta encontrarse con la flor de la morena, la flor mas hermosa que habia visto en su vida, increible que pudiera destacar algo asi en un jardin de por si tan bello. Aquella reliquia divina estaba delante de sus ojos, era contradictorio lo que sentia el peliblanco, por un lado queria adorarla como a una diosa, pero por otro queria devorarla, consumirla por completo, y dejandose llevar por sus instintos mas bajos asi lo hizo. Comenzo a besarla, a lamerla, a succionarla, su lengua danzo en ella probando cada milimetro, tanto dentro como fuera mientras la miraba desde alli abajo directo a sus ojos color miel con intensidad, ruborizado tal vez por el calor que emanaban sus cuerpos o tal vez porque era la primera vez que Gojo mostraba esta faceta incluso para él mismo.
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Las manos se deslizaron por la curvatura de la espalda con suave lentitud hasta llegar a los glúteos, donde se cerraron dando un fuerte apretón que haría jadear a la distraída morena. Solo entonces volvieron a subir, trazando el recorrido a la inversa, pero ahora más pesadas, hundiéndose los dedos en la carne, marcando la piel canela con caricias más intensas.

Bruscamente, en reacción al cálido contacto de los labios ajenos, Gojo enredó una mano en el cabello morado de Karai y jaló con firmeza, obligando a la muchacha a verle a los ojos al levantar su cabeza por la fuerza. Ella notó que su mirada ya no era la misma; los orbes azules refulgían con un brillo más oscuro y afilado, lujurioso. No se dejaría intimidar, sin embargo se portó obediente y continuó con su tarea cuando él desajustó el agarre, permitiéndole seguir, pero habiéndole dejado en claro que cuando quisiera podía tomar el control. Karai solo pretendía alimentar su deseo recogiendo cada gemido que Gojo dejara salir de su boca, pero no estaba siendo una tarea fácil. El albino se mantenía demasiado silencioso, y eso la haría dudar. ¿Lo estaba haciendo bien?

Poco tiempo se demoró él en empezar a acompañar sus movimientos con embestidas que cada vez se volvían mas intensas. La repentina brusquedad de las primeras estocadas permitieron a Gojo alcanzar lo más profundo de la garganta de la morena, provocándole un reflejo de ahogo que sería claramente audible, mas no desagradable. Y pronto, los sonidos obscenos inundaron la habitación. Los gemidos de Karai se sofocaban en su boca, produciendo vibraciones y estimulando, sin saberlo, al peliblanco. Él comenzó a ejercer más presión, afirmando su cabello, y Karai le permitió que tomara el control de los movimientos. Rápido se dio cuenta de que si ajustaba una mano a la base del miembro podría hacer tope contra su boca cada vez que él embistiera, y de esa forma no golpearía su garganta, evitando ahogarse.

Una vez más Gojo se estiró, inclinándose hacia adelante para alcanzar con sus manos los glúteos de la morena. Su altura y la longitud de sus brazos le permitían una posición cómoda que no requería mayor esfuerzo. La diestra fue atrevida y se aventuró más allá, y con la yema de los dedos se atrevió a definir lentamente cada centímetro de la humedad que los estímulos habían provocado, donde el tacto se deslizaba sin resistencia. Karai tembló al sentir un electrizante cosquilleo que le recorrió el cuerpo, experimentando la suave presión que Gojo ejercía en su zona más sensible. Y despacio, como si todos los relojes del mundo se hubiesen detenido para él, se dedicó a trazar el contorno de su entrada, haciendo delirar a la inexperta morena.

No supo cuanto tiempo pasó en el limbo de aquella placentera tortura hasta que él la sacó del trance cuando volvió a buscar su rostro y la invitó a erguirse, haciéndola quedar de rodillas en la cama. Las palabras que pronunció pegado a su boca la hicieron estremecer entera, y se dejó hacer cuando Gojo avanzó y la recostó con delicadeza. Posicionándose sobre su cuerpo, comenzó a recorrerlo con los labios, subiendo y bajando, yendo desde su pecho hasta su boca, sembrando besos mientras los dedos de la diestra volvían a buscar la cálida humedad entre sus piernas, hundiéndose en ella y haciendo vibrar a la morena, que hacía su mejor esfuerzo por no emitir fuertes sonidos, mas no podría controlar del todo sus reacciones. Gemía, y jadeaba, y suspiraba por lo bajo, y de vez en cuando enterraba las uñas en la carne blanca como si no pudiera soportarlo.

De a poco, él fue dibujando una cadena de besos por su torso y por su vientre hasta llegar a aquel lugar, donde los dedos jugaban. Karai tembló cuando sintió allí su aliento, y ahogó un gemido cuando su boca y su lengua se aventuraron sin pedir permiso. En un movimiento casi involuntario, ella posó la diestra sobre el cabello blanco. Era la primera vez que experimentaba algo similar y, aunque más de una vez había intentado imaginarlo, la realidad era sencillamente insuperable. Sentía que se iba a desarmar, que se iba a derretir en el fuego de aquellas atenciones. Los dedos jalaron suave del cabello. Quería que se detuviera, pero a la vez no.

Los dorados soles descendieron tímidamente, encontrando el rubor presente bajo las pestañas escarchadas que enmarcaban ese par de ojos que asomaban entre sus piernas, brillando como dos afilados zafiros clavados en su mirada inquieta y temblorosa, la que ella apenas lograba sostener.

Por favor... gimoteó, otra vez jalando a penas del cabello. Sin embargo no no llegaría completar aquella súplica, porque los estímulos interrumpían las palabras. Quería decirle que estaba lista para recibirlo, pero continuaba perdiendo la cabeza gracias a sus labios y su lengua.

Con la diestra se aferró a su antebrazo y presionó suavemente, tirando de el, invitándolo una vez más a escalar sobre su cuerpo. Dándole lugar, separaría un poco más las piernas para que Gojo pudiese acomodarse entre ellas. La prisa y la urgencia devenían de las ansias por satisfacer aquel férvido y fugaz deseo. Le ardían las yemas de los dedos. Toda Karai era fuego vivo.

Lo miró a los ojos, implorante, esperando a que él diera el próximo paso. No estaba segura de que hacer a continuación. No sabía si quería recorrer con las manos aquel torso fornido, repasando los contornos de cada músculo, siguiendo el trazo que las venas dibujaban en su piel clara, o si apartar de su frente los mechones blancos que caían como retazos de invierno sobre su rostro, o simplemente dejarse embriagar por el color de sus ojos, pedazos de cielo ocultos tras finas pestañas cencelladas.
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