El sonido de las oleadas chocando feroces unas contra otras, desembocando en la arena a tan solo unos metros de distancia de ellos y finalmente retornando al gigantesco cuerpo de agua en el horizonte... Como si de una canción para arrullar a un pequeño se tratara, el joven albo podía cerrar los ojos y quedarse una eternidad escuchando tan relajante melodía, dejando que tales sonidos de la naturaleza se encargaran de entregarle paz interior con la facilidad que siempre daban gala. Había pocos paraísos tan relajantes como era la temible combinación entre el susodicho sonido, y el crepitar de la fogata al tempo de la madera ardiendo y resquebrajándose.
Sonrió ante la pregunta relacionada a sus habilidades como pintor, dejando que una pequeña risa escapara de entre sus labios mientras que su cabeza se encargaba de moverse rítmica a su izquierda y luego hacia su derecha, negándolo mucho antes de lo que respondió la pregunta. Luego, complementó. -Para nada, ojalá pudiera pintar. Me encantaría aprender, pero no cuento con el suficiente tiempo libre como para dedicarle el tiempo que merece esta arte. Pero un día estaría bien aprender, es un deseo culposo con el que probablemente me vaya a la tumba.- Comentó en un tono claramente sarcástico bromista, a pesar de la severidad en sus palabras. Quería mantener el ambiente ligero y ameno como habían logrado hasta ahora, y aunque sus palabras no ayudaran, procuró que el color de su voz si trabajara en pro de mantenerlo así.
Asintió cuando escuchó la sabiduría del pescador, una frase haciendo alusión al tiempo que calaba profundo y cargaba consigo una aterradora cantidad de razón. El tiempo, inclemente como fuere, no se detenía para nadie y condenada todas las acciones carentes de sentido que no llevaban a ninguna parte. Pero por otro lado, si el tiempo fuera interminable, ¿Quién por voluntad propia querría hacer algo, lo que fuera, en primer lugar si es que siempre tenían el día de mañana? Eran pensamientos filosóficos en su esencia mas pura, unos que prefería inmutablemente mantener guardados dentro de sí mismo por la naturaleza lúgubre, prácticamente fatalista que evocaban. -Lo mas importante es sacarle todo el provecho que puedas con las cartas que tengas en la mano, ¿no? Saber que la pasaste bien y que pudiste hacerle bien a algunos más.- Postuló a cambio, en una nota notablemente más optimista.
La charla fue amena y deleitable, tanto así que no notó cuando -un bocado a la vez- Yukine dio el último bocado a la comida obsequiada por el pescador. Una experiencia que no conseguiría olvidar fácilmente, ni tampoco tenía intenciones de suprimir los mencionados recuerdos en primer lugar. Estaba en ese punto perfecto en el que no se había excedido con el comer ni deseaba comer más, completamente saciado y olvidando la percepción del hambre que le asaltó un corto tiempo atrás.
Arrancó su atención del mar hacia el contrario cuando mencionó una misión, que rápidamente corrigió a un viaje de negocios. ¿Era un Shinobi también, acaso? Un juicio moral que decidió no perseguir ni un paso más, siendo que tampoco tenía razones para hacerlo; el hombre le había dado comida cuando lo necesitaba, y extendido tanta hospitalidad como le era posible a un perfecto desconocido por encima de querer preservar su propio espacio personal. Entonces, ¿con que razón Yukine querría romper esa confianza por una mera corazonada? Si el hombre hubiese querido darle el tiro de gracia a Yukine, podría haberlo hecho mientras aún se sujetaba el estomago en busca de bocado alguno.
El enfoque ahora pasaba al joven albo, con la primera pregunta de a qué se dedicaba. No mucho después lo siguió una presentación personal, y como sus modales dictaban, el joven sin afiliación alguna regresaría el saludo con las mismas cortesías. -Y el mío es Yukine. ¡Un gusto!- Respondió, a la vez que apretaba la mano contraria para corresponder el ademán de saludo y una sonrisa se dibujaba en su rostro. -Con respecto a lo que me dedico... Tomo los trabajos que me ofrecen para hacer dinero, usualmente suelen ser tareas de escolta para personas u objetos, pero hay un poco de todo siempre. Por lo mismo no sabría decirte un oficio en particular, salvo que "Un poco de todo" cuente como una respuesta aceptable".- Respondió nuevamente a tono afable, provocando la misma corta risa en sí mismo nuevamente.
-Con respecto a recomendaciones, veamos... Puedo darte los rumores que he escuchado en el camino, y unas cuantas cosas que conozca de primera mano del País del Té, pero lo mejor sería que lo comprobaras tú mismo en vez de darlo por sentado; los tiempos cambian rápido, los países también. Puede que una verdad de hoy ya no lo sea mañana.- Pensativo, dubitó la información que podía entregarle a Satoru en compensación por el buen trato el cual agradecía, pero vio necesario recordarle que siempre podía haber un margen de error. Lo último que quería era que se topara con una mentira contada por la muchedumbre local que gustaba de hablar más de lo que aportaban, e hiperbolizar cada cosa hasta niveles desmedidos.
-¡De hecho! Si tienes un mapa a la mano, podría señalarte unos cuantos lugares donde podrías empezar a buscar personas. Tabernas, gremios, agrupaciones de todo tipo con personas que he escuchado son bastante competentes. O, según lo que necesites, incluso podría ofrecer mis servicios en la mesa.- Una propuesta que se alejaba de un modelo de negocios, pues sus intenciones eran innatamente puras. Quería regresar el favor como bien pudiera, y al menos en el futuro inmediato, esa era la mejor forma en la que podía pensar.