Una vez más, la Origami había sido obligada a salir de Iwagakure No Sato para cumplir con sus servicios y traer una misión con éxito, para esta ocasión, se trataba de algo muy simple, sacar un grupo de bandidos que se encontraban realizando asaltos y ataques a las pocas personas que aún habitan el lúgubre País de las Aguas Termales.
En algún punto del País, la Origami se separó del equipo con el que fue mandada con la excusa de que iba a turistear un rato, sus compañeros al ya conocerla bien, decidieron dejarla hacer lo que quisiera mientras ellos se encargaban de la misión, vaya que no era fácil discutirle a Kurami, así que simplemente se alejaron de ella.
Kurami solo caminaba por las distintas calles del pequeño poblado, con desinterés, pues no había nada allí que no hubiera visto antes en otro lugar, o incluso, en Iwagakure. Y así estuvo durante varios minutos, minutos que para ella parecían horas y horas de aburrimiento absoluto. Llegó el momento en el que a la chica le entró algo de hambre así que visitó uno de los puestos de comida cercanos y pidió algo de comer, mientras esperaba a que le trajeran su pedido, un señor de avanzada edad y de voz grave, solicitó sentarse a un lado de ella a lo que Kurami aceptaría sin más.
Aquel señor comenzaría a hacerle la plática a la chica, contándole algunas cosas y datos interesantes sobre el País de las Aguas Termales, al menos, Kurami ya no se aburriría durante su comida, ella lo escuchaba mientras comía, el anciano parecía estar lleno de datos e historias a lo que la Origami dedujo que el anciano había vivido ahí toda su vida.
En sí, la mayoría de cosas no eran del agrado de la Origami, aunque si le parecían interesantes, todo hasta que llegó un momento en el que el anciano mencionó algo, la razón por la que el País estaba en ese estado tan lúgubre y abandonado. Obviamente, la chica negó saberlo, pero el anciano estaba ahí para iluminarla, así que empezó a contarle aquel suceso que dejaría al País en ese estado.
Se trataba de una extraña secta con poderes que parecían místicos, según el anciano, los sectarios parecían no sufrir con el dolor, mencionando también qué, parecía cómo si no pudieran morir debido a que el anciano pudo presenciar como uno de los cultistas fue atacado de muerte y sin embargo, éste no murió, terminando fácilmente con la vida de aquel que se atrevió a herirlo de esa forma.
Kurami solicitaría más datos sobre la secta, pero para su desgracia, el anciano ya no tenía más que contar pues ya no sabía nada más sobre la secta. Kurami ahora estaba interesada en obtener aquel poder, con ello, podría cumplir su objetivo que se plasmó desde el día que comenzó a vivir con su tío y su prima, obvio, eso no se lo dijo al anciano, ella solo agradecería al viejo pagando la comida que él había pedido y retirándose del lugar solo para reunirse con su equipo, equipo que ya había dado con el grupo de asaltantes y se estaban preparando para atacarlos y comenzar con su captura…