Las estrellas entregan mensajes [Monotema]
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Noche. La más profunda noche de esos últimos días, ya que la luna estaba en su etapa nueva, tomándose un descanso de iluminar la -a veces- lúgubre aldea de Iwagakure. Siempre que llegaba el día en el que la luna ya no mostraba nada de su típico brillo, Riku salía con su pequeño telescopio comprado con algunos ryos de sus padres y agonizando de hambre por algunos meses, pero lo fue recuperando desde que se había hecho Genin y había hecho algunas misiones patéticas por unas -un poco más- patéticas pagas. Sin importarle mucho el sacrificio hecho, Riku emplazó su telescopio. Las estrellas brillaban con una intensidad característica de la noche más oscura del mes, y el hecho de vivir en una zona tan montañosa favorecía la situación. Luego de ajustar bien su telescopio, empezó a observar las estrellas por él.
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Poco a poco las estrellas iban atravesando los millones de años luz hasta llegar al prisma que agigantaba su luz dentro de su objetivo. Sus ojos lentamente se llenaban de brillos de todos los colores: cálidos y fríos, que venían de todos los lugares imaginables del universo. Definitivamente, ese era un excelente lugar para avisar estrellas, que ya desde tiempos inmemoriales, los antiguos ninjas usaban, sin herramienta alguna, para saber su ubicación, fecha e incluso hora, con un margen de error casi mínimo. Las estrellas eran más que bonitas chispas flameando en lugares posiblemente inaccesibles para el humano común: significaban resiliencia y humildad, por el simple hecho de que, desde su perspectiva, se trataba de titánicas bolas de fuego, desde la nuestra, hasta el cabello más fino era capaz de obstruir su débil luz.
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Las constelaciones pronto fueron dibujándose en la mente de Riku, entre las cuales destacaban Orión, aquellas 3 estrellas en una casi perfecta línea, Leo, con su característica forma de león, y por supuesto, las Osas, tanto la mayor como la menor, la última teniendo como su gran protagonista a la estrella polar, increíblemente útil para la navegación y orientación de los peregrinos y marinos. Las estrellas ocultaban secretos y al mismo tiempo contaban historias interesantes, sobre sus orígenes, sus posiciones en el cielo, y su perseverancia al estar siempre en el firmamento, aunque no sea de noche estarían allí, sólo que sería virtualmente imposible verlas. A medida que iba viendo las constelaciones, Riku dibujaba en una libreta las distintas formas, y anotaba coordenadas astrales que le permitían estimar el día. Miró su reloj de bolsillo, y efectivamente, las estrellas estaban en la posición que se suponía que debían estar.
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La noche fue pasando, y luego de unas cuantas horas midiendo cada posible grado de posición de las estrellas más conocidas y las no tan conocidas, el alba empezó a asomar por el rocoso horizonte, empezando a atenuar el brillo de todas las estrellas y las constelaciones se fueron apagando. Poco a poco, se convirtió en un cielo común y corriente, salvo por el hermoso amanecer. Cerró su anotador y tapó su telescopio para comenzar a desarmarlo en cuestión de minutos, y levantó su pequeño emplazamiento. La noche había acabado y con ella, su diversión nocturna, que no compartía con mucha gente de por allí: eran pocos los que sabían de estos hábitos nocturnos. Eso no hacía que su entusiasmo por la astronomía mermara, al contrario, lo hacía sentir un poco más especial. Quizás, casi tanto como alguna de las estrellas que le gustaba observar por horas.

-- FIN --
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