—Si, llevo desempeñándome como shinobi unos cuatro meses. —respondí, frotándome la nuca con la mano derecha —Cada misión ha sido una experiencia nueva y desafiante, pero me alegro de poder ayudar a nuestro país, aunque sea en las cosas más pequeñas.
Centy-san me comentó sobre sus primeros años de aprendizaje y me dijo que las nuevas lecciones nunca dejan de venir, lo cual me hizo sentir reconfortado y entusiasmado por el futuro. Luego me ofreció ayudarme a mejorar como ninja.
—¡En el nivel medio de Iwagakure! ¡vivo en el nivel medio! —dije sin pensarlo —¡Sí pudieras enseñarme, estaría muy agradecido!
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Al parecer Sir Frederick solo podía cargar con una personas. Por lo general le hubiera cedido mi puesto a Centy-san pero la ilusión por surcar los cielos vez fue más fuerte que yo y, ante la negativa de Ohona y su palomo, me quedé callado y fingí distracción, esperando ser yo quién viajaría a bordo de Frederick.
Nos pusimos en marcha y desde las alturas pude observar al clon de Centy-san persiguiendo a los gatos que se habían escapado. Cerca de él había otra persona que asumí sería uno de los individuos de los que Ohona nos había hablado tras verlo con su Byakugan. Aun estaba asombrado por aquella habilidad.
Llegamos a un terreno baldío a las afueras de Yugakure y fue allí dónde encontramos a los gatos. Docenas y docenas de ellos yacían enjaulados en grandes cárceles de metal. También estaba la figura de la que Ohona nos había hablado, pero antes de que huyera, solo pude ver que tenía el cabello claro.
Aterrizamos y nos dimos cuenta de que los gatos actuaban de forma extraña. Parecían estar dentro de una ilusión, pero nos deshicimos de ella usando Kai.
Lo más perturbador fue ver aquel aquella especie de ritual llevado a cabo con los gatos. Pilas sobre pilas de cadáveres se amontonaban para formar un paisaje de lo más macabro. Me pregunté quién habría hecho tal cosa y con qué propósito. Sin lugar a dudas eran ocultistas: yo ya me había enfrentado a ellos en el pasado, pero mi batalla no fue contra nada de este calibre.
Mientras liberábamos a los gatos, no pude evitar tener la sensación de que Centy-san y Ohona sabían más sobre lo que estaba ocurriendo. Sin embargo, no les pregunté nada. No era de mi incumbencia y la misión que mi país me había encomendado estaba cumplida. Habíamos encontrado a los gatos... a los que quedaban con vida, al menos, y poco después los regresaríamos a sus hogares.
En lo que a mí concernía, aquella misión había terminado... al menos de momento.