La ciudad de Lumura; una de las pocas ciudades subterráneas conocidas y "de buen renombre" que quedan actualmente en el desierto del país del viento, y la más cercana al lugar en el que Samuru lleva los últimos días, entrenando sin descanso.
Ahora el marionetista se encuentra sentado en la única taberna de aquella pequeña población: Se trata de un recinto de escasa iluminación debido a su carácter subterráneo, paredes de piedra, techo de roca, suelo terraceo; la mayoría de sillas y las mesas son de madera, el resto, de piedra. La variedad no está permitida cuando tu hogar está excavado literalmente en una gran roca del desierto.
Dentro, el titiritero bebe de una copa un líquido casi cristalino... Agua. El joven nunca ha sido propenso a beber en soledad, mucho menos teniendo en cuenta que su anterior oficio obligaba a su hígado a trabajar de manera intensiva más noches de las que le habría gustado; además, una taberna del desierto es de los pocos lugares en los que es posible beber agua pura sin que nadie te juzgue en lo más mínimo y echarle algún complemento es un lujo que Samuru no va a permitirse rodeado de extraños.
- Hay algo que se me escapa - Susurra para si mismo mientras juguetea con su copa, observando su tenue reflejo en el contenido de la misma - Tengo la capacidad y estoy seguro de que mi control es mayor de lo que aparenta. Hay algo que no veo.
Sigue murmurando por lo bajo un buen rato, varias personas entran y salen de la taberna sin que les preste atención alguna. El titiritero lleva varios días entrenando sus dotes de marionetista en el antiguo refugio de su infancia, donde quedaron abandonados los documentos de su madre; ha avanzado en la construcción de sus nuevas marionetas, aunque están lejos de ser terminadas, pero pese a contar con las pistas para aumentar su dominio y aún dominando estas habilidades, en última instancia es incapaz de aumentar su capacidad. Algo se le escapa, y ninguna de las opciones más intrincadas en las que ha sido capaz de pensar le han dado resultado alguno.