Misión C - Enfrentando a Los Corceles Negros.
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La aldea de Iwagakure se encontraba en un estado de conmoción y preocupación. Las noticias se habían extendido como un reguero de pólvora: las preciosas y poderosas armas ancestrales de la familia Matsuda habían sido robadas en un acto audaz que había dejado a todos perplejos. Estas armas, además de tener un incalculable valor histórico y cultural, estaban tasadas en exuberantes cantidades de ryos. La comunidad se encontraba en una encrucijada, conmocionada por la pérdida y temerosa de lo que podrían hacer los ladrones con bienes tan preciados en sus manos.

Como un ninja de de Iwagakure, se me encomendó la tarea de rastrear a los responsables, recuperar las armas robadas y asegurarme de que no cayeran en manos equivocadas. A medida que me adentraba en la investigación, el sentimiento de urgencia crecía. El Clan Matsuda, una familia distinguida que había protegido y honrado estas armas durante generaciones, estaba devastado. Era mi deber encontrar respuestas y justicia para ellos.

Mi investigación comenzó en el lugar del robo: la residencia de los Matsuda. Allí, fui recibido por el patriarca de la familia, Hiroshi Matsuda, un hombre mayor con ojos cansados pero decididos. Me llevó a la sala donde las armas habían sido resguardadas, y su voz temblorosa contó la historia de cómo había descubierto la desaparición al amanecer. El lugar estaba en silencio, las vitrinas donde solían brillar las armas ahora estaban vacías, y el aire estaba cargado de una sensación de traición.

Después de recopilar información de la escena, me dirigí al centro de la aldea para hablar con aquellos que habían presenciado el robo. Hablé con los guardias encargados de la seguridad, pero no habían visto ni escuchado nada fuera de lo común. También interrogué a los sirvientes de la residencia, pero ninguno de ellos pudo proporcionar información útil. Parecía que los ladrones habían sido sigilosos y eficientes en su operación.

Decidí ampliar mi búsqueda hacia el mercado de la aldea, donde escuché rumores sobre un grupo de individuos sospechosos que habían estado merodeando en los días previos al robo. Entrevisté a los vendedores y comerciantes locales, pero la información era vaga y contradictoria. Nadie parecía estar dispuesto a proporcionar detalles concretos, como si temieran represalias.

Frustrado pero determinado, me adentré en el corazón del mercado, observando a las personas y buscando pistas visuales. Fue entonces cuando mis ojos se posaron en un hombre que llamó mi atención. Vestía ropas desgastadas y una capa que apenas ocultaba su rostro. Su mirada se desviaba nerviosamente cada vez que alguien se acercaba demasiado.

Decidí seguir al sospechoso con cautela, manteniéndome a una distancia prudente. Me llevó a través de callejones y plazas, siempre mirando a su alrededor como si esperara ser seguido. Finalmente, entró en un edificio abandonado en las afueras de la aldea. Esperé un momento antes de seguirlo, asegurándome de que no hubiera trampas ni emboscadas preparadas.

Una vez dentro del edificio, me moví con sigilo, buscando al sospechoso. Lo encontré en una sala que parecía haber sido utilizada como escondite improvisado. Estaba rodeado de cajas y sacos, y en el suelo había una cama improvisada con una manta sucia. Estaba examinando cuidadosamente las armas robadas, admirando su belleza y poder.

Me revelé, y el sospechoso se sobresaltó, retrocediendo y sacando una daga de su cinturón. Su mirada reflejaba una mezcla de miedo y desesperación.

—¡No te acerques! —advirtió, su voz temblando.

Mantuve las manos en alto en un gesto de paz, asegurándole que no tenía intenciones hostiles. Le expliqué que estaba allí para investigar el robo y que buscaba respuestas. Poco a poco, el sospechoso bajó la guardia, revelando que era un ladrón a quien habían contratado para robar las armas por orden de un cliente desconocido.

A medida que conversábamos, el ladrón compartió detalles sobre cómo perteecía a una banda de ladrones llamados "Los Corceles Negros" y como había sido contratado para llevar a cabo el robo. Reveló que las armas estaban destinadas a ser entregadas en una ubicación específica fuera de la aldea esa misma noche. Tomé la decisión de arrestarlo y llevarlo de regreso a la aldea para un interrogatorio más detallado.

Con la información del ladrón en mi posesión, me dirigí al punto de entrega fuera de la aldea. Me encontré con el cliente en una zona boscosa, un individuo con una capucha que ocultaba su rostro. Le hable sobré y confronté al cliente sobre su participación en el robo.

Finalmente, el cliente reveló su identidad: Seiko Matsuda, un pariente distante de la familia Matsuda que había desarrollado resentimiento y envidia por su falta de reconocimiento. Creía que al robar las armas ancestrales, podría demostrar su valía y ganarse el respeto de la aldea. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras explicaba sus motivaciones.

A pesar de sus acciones, Seiko parecía arrepentido y desesperado por redimirse. Decidí entregarlo a las autoridades de la aldea. La comunidad se reunió para celebrar el regreso de las armas y para reflexionar sobre la importancia de mantener la unidad y el respeto entre sus miembros.

La misión, que comenzó con una desgarradora pérdida, se transformó en un relato de redención y reconciliación. A medida que el sol se ponía sobre Iwagakure, me encontré reflexionando sobre cómo las acciones de una persona podían estar motivadas por heridas profundas y cómo la empatía y la comprensión podían desempeñar un papel crucial en la resolución de conflictos.
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Última modificación: 12-08-2023, 07:24 AM por Moderador.
MISIÓN FINALIZADA
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