Adan entonces activó su Raikiri, dirigiéndolo al Ryotenbin que aún estaba concentrando chakra para cuando fue lamentablemente interrumpido por el ataque de raiton por parte de El Emperador, el cual perforó su pecho y su pulmón con su ataque. Todo parecía apuntar a que su objetivo siguiente sería el joven de al lado, pero quizás algo que no esperó el segundo al mando de Zeon, fue el deseo profundo de matar por parte de los Imperiales, viéndose detenido por dos brazos que tomaban con fuerza el brazo que aún no sacaba del cuerpo que de seguro daba por muerto. —No saldrás ileso, maldito. —Una sonrisa se dibujó en el rostro del Ryotenbin, quien ya estaba tocando las puertas del inframundo, pero que estaba apostándolo todo por al menos un segundo de distracción…
Uno que fue aprovechado por el soldado a su lado, uno que no había hecho nada segundos antes, aprovechando la cercanía de menos de dos metros con su oponente, el retenimiento por parte de su superior y la distracción que esto causaría. Este golpearía entonces la boca del estómago del Yamanaka, esperando que se encogiera por la pérdida de aire para luego darle un cabezazo y dejarlo desorientado por algunos segundos más.
Si esto salía bien o no, sería ya cuestión de suerte, pero sin importar, Aiko había acortado distancia y le propinó un fuerte golpe a aquel que seguía estando atravesado por el brazo de su compañero, causando que el ahora muerto saliese volando varios metros hacia el final del pasillo.
Por la parte de Akío, las explosiones causadas por los dos rasos lo habían rodeado por completo. Este había intentado hacer más de lo que podía y pagaría un poco por ello, sin embargo, ahora se encontraba volando, viendo a sus dos compañeros y la escena frente a él, aun libre de tomar sus decisiones.