Samuru había regresado a Konoha hace menos de un día, encontrándose con que la casa estaba completamente deshabitada, al parecer por una misión que le había sido asignada a su hermano durante la prolongada ausencia del titiritero. Aquello, lejos de resultarle molesto, había resultado ser la situación ideal.
Tras el tiempo pasado en su tierra de origen, el último superviviente de la sangre Skuld (Pues Riku era un miembro adoptivo con una herencia sanguínea aún más única) había llegado a varias conclusiones sobre su torpe entrenamiento, así como a una última conclusión sobre su arte marionetista, la herencia de Monzaemon, el primer Chikamatsu... La parte del entrenamiento estaba cubierta, demostrando dar grandes resultados, su viaje al antiguo taller de su primera mentora le había llevado a percatarse de lo vaga que estaba resultando su implicación para con el arte marionetista en el País del Fuego.
Así pues, echando abajo un falso muro que daba a una habitación que siempre había estado en desuso en su apartamento (Anteriormente algún tipo de desván) el marionetista comenzaría a limpiar la sala contigua, despejando todo rastro de suciedad y materia innecesaria antes de proceder a colocar un complejo sistema de tuercas y poleas de madera alrededor del marco interno del boquete al que en unos días llamaría "puerta"... Varias horas más tarde, trasladaría una vieja estantería de una zona de la sala de estar al portón frontal, pasando a pulir todos los detalles de la misma y a añadirla unas bisagras traseras que la permitieran deslizarse sin crear fricción alguna en el suelo (Para evitar futuras marcas) durante la que sería su labor a partir de aquel momento... La entrada oculta a su taller de marionetas.
...
Unos días más tarde, la residencia Samuru parecía estar como en antaño, con la única diferencia de una estantería movida de lugar. La misma no se abría con mecanismos evidentes, como libros poco llamativos, si no gracias al propio arte del marionetista, que manipulaba los engranajes del sistema de poleas con sus hilos de chakra, a través de huecos microscópicos que el mismo había ocultado entre "desperfectos" de la estantería. Por supuesto, alguien que supiera de la existencia de aquella sala podría entrar a la fuerza, pero el objetivo de aquel sistema no era detener a hipotéticos ladrones, si no evitar miradas indiscretas; de los intrusos ya se encargaría la guadaña Chikamatsu vinculada al sistema anti intrusiones. Tras la peculiar entrada, Samuru había estado ocupado colocando mesas de montaje y varias herramientas que se había traído desde el antiguo taller de su madre, permitiéndole ahora trabajar con las herramientas adecuadas en sus proyectos, desde su propia casa.
Y justo encima de la mesa, se encontraba la más actual de sus piezas; un cilindro con aspecto de rompecabezas que mostraba el relieve de un sello compuesto por una tortuga envuelta por una serpiente.
Rodeando al artilugio se percibían varias herramientas y pequeños mecanismos, casi pareciendo estar a la espera de continuar con la elaboración del mismo... Su manufacturación había comenzado en el País del Viento y había sido trasladada a Konohagakure ante la imposibilidad de terminar la misma antes del tiempo límite otorgado al Shinobi para la misión que había permitido volver a su patria.
Ahora, sentado en una banqueta a menos de un metro de la mesa de operaciones, Samuru analizaba el mecanismo sin moverse un ápice, pensando en las posibilidades del mismo y en cómo solucionar los problemas que le habían surgido hasta aquel momento. En esencia el artilugio ya estaba terminado, pero existía un problema con su reutilización; concretamente el hecho de que una vez usado para anexar la marioneta a si mismo requería de volver a su taller para volver a preparar el artilugio.
Continuaría dándole vueltas al problema, pero unos pocos días más tarde se vería obligado a abandonar el lugar con sus marionetas en dirección a dos nuevas misiones que le habían sido asignadas... El artefacto, integrado en una de sus marionetas, demostraría su utilidad en el terreno con gran eficacia... Más el problema sin resolver de su reutilización acabaría poniendo en riesgo la vida del Shinobi, quien no resolvería el problema entre manos hasta poco después de su retorno, increíblemente motivado ante su último encuentro cercano con la muerte.