Aprendiendo el oficio. [Monotema]
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Otro día había llegado en el que mi necesidad por tener un plato de comida sobre la mesa superaba a la necesidad de alcanzar a los miembros de mi clan que pertenecían a mi generación, sabía que algunos incluso habían logrado conseguir su ascenso a chunnin mientras que yo apenas había logrado superar las pruebas hechas en la academia para convertirme en el nivel más bajo dentro del mundo ninja. Ni siquiera era capaz de moldear la arcilla de manera decente con las bocas de mis manos, había llegado al punto de tener que utilizar guantes cuando trabajaba para evitar la incómoda conversación con aquellos que me pedían que mostrara un poco de las habilidades de los Ashira. Tampoco era mal agradecido, sabía que el señor Teuchi –un restaurantero respetado en la aldea- me ofrecía trabajo bien remunerado incluso cuando no necesitaba un par de manos extras. A lo que tenía entendido había sido amigo de la infancia de uno de mis padres pero nunca hablábamos lo suficiente como para tener una conversación honesta al respecto.
 
Mientras cargaba costales de alimentos que serían necesarios para cumplir con la demanda semanal se me acercó un pequeño cuyo rostro me parecía muy familiar. –Oe ¿no eres tú el que apenas ha logrado pasar las pruebas de la academia? Mis padres dicen que no tiene sentido que alguien como tú decida convertirse en shinobi ya que tardas demasiado en siquiera aprender las técnicas más simples.- dijo mientras metía su dedo índice en su nariz, hurgando como si buscara un tesoro dentro de su cráneo. Las ganas de responderle estaban a punto de superarme pero no podía perder la única fuente de ingresos confiable que tenía. –Yo creo que son unos idiotas.- siguió el niño – Ellos tienen una vida como ninjas y realmente no han logrado nada relevante. Lo único que necesitas es un maestro competente.- siguió mientras tomaba una postura mucho más seria para después mostrar las palmas de sus manos. Un par de lenguas salieron de sus manos haciendo que mi rostro reflejara lo sorprendido que estaba, el niño era Borsa, uno de las futuras promesas del clan que aunque aún no terminaba su periodo en la academia ya lograba dominar técnicas que acabarían con un gennin en un abrir y cerrar de ojos. –¿Pero que…?- fue lo único que salió de mi boca ante tal situación. Casi le triplicaba la edad y ahora se postraba frente a mí con un tono de autoridad, ofreciéndome su tutela.
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