[Jashin] Initiationis rituali
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Nadie esperaba que la obsesión de poder que tenía Kano le llevaría a investigar sobre una de las religiones más oscuras y peligrosas que existían en el Nuevo Mundo: el Jashinismo.
Meses atrás, apenas había escuchado leyendas sueltas que no habían conseguido llamar mucho su atención, pero la cosa cambió un día en el que leyó un fragmento en un libro que mencionaba la inmortalidad de sus miembros. Asumió que aquel dato era una exageración, pero movido por la curiosidad se habría dedicado a buscar documentos o historias que profundizaran más en el tema.
En el proceso, sin darse cuenta se habría instruido con los dogmas que caracterizaban a los seguidores de Jashin. En un inicio, la idea de buscar la destrucción y la muerte le parecía algo de locos, un objetivo que para nada coincidía con sus ideales. Sin embargo, aquellos textos tenían algo que le irían obsesionando cada vez más y le irían implantando un fuerte deseo de seguir aprendiendo sobre ellos. Poco a poco, de una manera bastante sutil, aquellos libros estaban llenando aquel enorme vacío que había dentro de su ser y le estaban dando las respuestas que buscaba.

Llegaría un momento donde los escritos no conseguirían satisfacer su sed de conocimiento, por lo que se inscribió a misiones que tuvieran que ver con el culto para obtener más información. Al principio no tuvo mucha suerte, ya que la mayoría de sus miembros eran sujetos exageradamente bélicos, lo que hacía mucho más difícil mantener una conversación con ellos. Sin embargo, en uno de sus viajes habría coincidido con un bibliotecario que conocía personalmente a una vieja y fiel seguidora. Le costó bastantes horas conseguirlo, pero después de decenas de copas y una charla interminable pudo convencerlo para que hablara con ella.



En una tarde cualquiera...

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Las indicaciones habrían llevado al joven Maestro de las Arañas a un enorme bosque que se encontraba en una pequeña isla del País del Agua. El aire que se respiraba era bastante denso, casi alertándole del peligro que se escondía entre sus ramas. De hecho, aquel lugar le recordaba a una de las tantas pesadillas que había tenido a lo largo de su vida.

Antes de nada, y para asegurarse del camino que debía tomar, Kano utilizó una de las nuevas técnicas que había aprendido para otear toda la zona sin peligro. Invocó a varias arañas mientras se mantenía escondido en lo alto de la copa de un árbol, y esperó pacientemente a que los animalillos se dispersaran y se dieran una vuelta por toda la zona buscando cualquier peligro o el paradero de Kizanshima, la mujer que estaba buscando.

Chikaku kumo

Siendo honestos, el joven Kurama no estuvo pendiente del tiempo que estaba pasando, pero sí que se le hizo eterno. Iba cerrando uno de sus ojos de vez en cuando para ir viendo lo que encontraban sus arañas, pero al principio lo único que era capaz de observar eran animales y un sin fin de vegetación.
¿Será que me ha engañado y aquí no vive nadie? ─pensaría a punto de rendirse─. Espero que no, porque no me gustaría que este viaje haya sido en vano ─y se le escapó un suspiro─. Con lo que me ha costado encontrar una excusa para que los superiores me dejaran salir de la aldea...

Tras bastantes minutos, el ninja demoníaco estaba a punto de darse por vencido. Volvió a cerrar un ojo, ya sin muchas esperanzas de ver algo, pero para su sorpresa pudo identificar algo. Una de sus arañas, la cual se encontraba suspendida sobre una rama, había visto desde arriba una figura femenina enfrente de una hoguera. Además, su físico coincidía exactamente con la descripción que le habían dado: una mujer de unos 40 años, muy delgada y con un cabello negro largo lleno de canas. Su cuerpo y rostro estaban decorados con unas pinturas tribales negras que la identificaban como veterana del culto de Jashín, y vestía con telas que casi eran harapos.

Habiendo encontrado a su objetivo, Kano volvió a abrir el ojo y sonrió satisfecho mientras frotaba sus manos.
Ahí estás ─murmuraría ligeramente emocionado─. Parece que no planea emboscarme, eso es buena señal.

Kizanshima
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Última modificación: 31-07-2023, 07:08 PM por Kano Kurama.
Kano observó a través de los ojos de sus arañas mientras exploraban el bosque, sus patas delicadas tocaban las hojas y ramas con sigilo. La visión fragmentada de las pequeñas criaturas lo mantenía alerta, consciente de cada movimiento y sonido en el bosque.
Decidió acercarse cuidadosamente hacia donde había visto a la mujer, sin bajar la guardia y alerta por si surgía algún imprevisto. Mientras se acercaba al lugar, percibía una extraña energía oscura que venía directamente de la dirección donde ella se encontraba. Sin embargo, su determinación lo impulsó a avanzar.

Pronto, el joven kirinense divisó una figura encapuchada iluminada por la fluctuante luz de una hoguera. Sabía que era Kizanshima, la seguidora del Jashinismo a quien buscaba.
Se aproximó cautelosamente, pero antes de que pudiera decir una palabra, Kizanshima se giró hacia él, revelando unos ojos brillantes y penetrantes. Sorprendentemente, no mostró signos de sorpresa o miedo ante su presencia. En su lugar, esbozó una sonrisa intrigante.

¿Eres tú Tsuchigumo, el Demonio Araña? ─Preguntó en un tono sereno.

Kano asintió, consciente de que debía mantener sus intenciones ocultas ─ Sí, soy yo. Me han hablado de ti, Kizanshima. He venido en busca de respuestas y conocimiento sobre el Jashinismo.

La mujer asintió con aprobación ─ Te has sumergido en una senda oscura y peligrosa. Aquellos que buscan el poder y la inmortalidad deben estar dispuestos a sacrificar algo a cambio.

Kano sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, pero su determinación no flaqueó ─ Estoy dispuesto a enfrentar cualquier desafío para obtener lo que busco.

Kizanshima pareció estudiarlo durante un momento antes de hablar nuevamente ─ Muy bien. Pero antes de adentrarte más en este camino, debes superar una prueba. En el corazón de este bosque, se encuentra el Altar de los Olvidados. Allí, deberás enfrentar tu peor pesadilla y superar tus miedos más profundos. Solo entonces serás digno de conocer los secretos del Jashinismo.

El Kurama sabía que no tenía elección, y la curiosidad y la sed de conocimiento lo empujaban hacia adelante. Asintió y se preparó para enfrentar la prueba que le esperaba en el Altar de los Olvidados.
Así, el adolescente se adentró en el bosque, decidido a enfrentar aquel obstáculo y demostrar que estaba dispuesto a pagar el precio por el poder que tanto anhelaba. No tenía idea de lo que encontraría allí, pero estaba listo para hacerle frente con valentía y determinación.

La oscuridad del bosque lo envolvió mientras avanzaba hacia su destino, sin saber que su encuentro con el Jashinismo lo llevaría a enfrentar verdades sobre sí mismo que nunca habría imaginado. La elección de Kano de explorar este mundo oscuro podría tener consecuencias inimaginables, y solo el tiempo diría si su sed de conocimiento lo llevaría a la grandeza o a la perdición.
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El camino hacia el Altar de los Olvidados estaba lleno de susurros y sombras, pero Kano no se detuvo. A la vez, ordenó a una de sus arañas que le adelantara para confirmar que el camino era seguro. Pronto, llegó a una amplia explanada donde se alzaba un monumento antiguo y siniestro. En el centro, un altar oscuro y retorcido se erguía como testigo silencioso de innumerables sacrificios realizados en nombre del Jashinismo.

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El Kurama se detuvo frente al altar, sintiendo una extraña mezcla de temor y fascinación. Sabía que esta era la prueba que debía enfrentar, pero aún no sabía qué forma tomaría su peor pesadilla. Con nerviosismo, se preparó mentalmente para lo que estaba por venir.

Los árboles silbaron producto de una fría brisa, consiguiendo encoger aún más el corazón del pequeño. Pasaron varios minutos, aunque él los sintió como horas. Entonces, de un momento a otro, los lentos pasos de alguien activaron todas sus alarmas y le obligaron a ponerse en guardia. Automáticamente sus orbes amarillentos miraron a la dirección del ruido, y entre las sombras fue capaz de identificar la imponente figura de Kizanshima acercándose a él con paso sereno. Entre sus manos, cargaba un viejo jarrón de arcilla que tenía pegado una etiqueta de sellado. 

Kano frunció el ceño, confundido─. ¿De qué trata todo esto?

La mujer se mantuvo seria e imperturbable─. Como te he dicho hace unos minutos, el gran dios Jashin no otorga su bendición sin pagar un precio a cambio ─explicó con aire teatral mientras daba sus últimos pasos y dejaba el recipiente justo en medio del altar─. Solo así demostrarás tu lealtad, y que eres digno de conocer sus secretos para predicar su palabra.

Tras aquel breve intercambio, la escena se sumió en un letal silencio que aceleró aún más el corazón del adolescente. La mujer se quedó estática, con los dedos entrelazados y sus oscuros ojos clavados en él, como si estuviera esperando algo.
Al final, el shinobi no fue capaz de soportar la presión y se dejó caer al suelo, arrodillándose y juntando sus manos frente a su pecho para regalarle al dios una oración y evidenciar su respeto hacia su figura.

Estoy listo para pagar ese precio, y ofrecer mi cuerpo y alma al gran dios para que me guíe en este camino. Prometo ser un seguidor fiel, y haré lo que sea necesario para demostrarlo.

Una inquietante sonrisa se esbozó en los labios de Kizanshima, aparentemente demostrando su aprobación─. ¿Sabes? Desde que me hablaron de ti, he estado investigando mucho sobre tu historia ─admitió mientras daba unos pasos para arrodillarse a su lado─. Eres muy joven... Pero aún así, has vivido en tus propias carnes la crueldad de este mundo mucho más que otras personas ─sentenció con lo que parecía ser lástima─. Si superas esta prueba, creo que en un futuro podrías llegar a ser uno de sus favoritos. Espero no estar equivocada, ya que me encantaría ser yo la que te abra las puertas para que descubras tu verdadero potencial.

Y tras aquellas palabras, sus manos formaron un único sello y la etiqueta del recipiente se desprendió.
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Nada más el sello cayó, el jarrón comenzó a temblar; primero fueron unas leves sacudidas, pero en cuestión de segundos se volvieron más violentas. Entonces, de repente, estalló lanzando fragmentos de arcilla por todos lados. Tanto Kano como Kizanshima se cubrieron el rostro con los brazos, y observaron como en su lugar quedó una persona sentada con las muñecas y tobillos atados. Su estado era deplorable, con moratones por todos lados y sangre seca sobre todo por la cabeza y cara.
Los ojos del adolescente se abrieron como platos cuando reconoció a aquella persona; era Ichiro Kurama, su abuelo.

Apariencia Ichiro

Agh... Que dolor ─se quejó Ichiro mientras miraba a su alrededor vagamente hasta que sus ojos se clavaron en su nieto sin entender nada, para después pasar a la mujer y cambiar a un rostro de puro terror─. ¿Kano? ¿Qué haces con esa? ─preguntó en una mezcla de miedo y confusión.

El joven Demonio Araña no fue capaz de responder, ya que probablemente estaba más confundido que él. Se quedó con la boca entreabierta mientras un montón de pensamientos pasaban por su mente. 

Como ya te he dicho Kano, he investigado mucho sobre ti ─una sádica y sombría sonrisa se esbozó en los labios de Kizanshima mientras acariciaba la mejilla del adolescente con la punta de sus dedos─. Sé que te estás esforzando a niveles inhumanos para devolverle el honor a tu familia ─su mano pasó al cabello del pequeño y comenzó a juguetear con uno de sus mechones─. Y que harías lo que fuera para conseguirlo.

¿De qué trata todo esto, Kizanshima? ─volvió a preguntar el Kurama, esta vez con voz temblorosa y en estado de shock ya que las piezas del rompecabezas estaban comenzando a juntarse en su cabeza. Ya imaginaba cual sería la respuesta, pero quería escucharla de su boca.

Si quieres ganarte la confianza del gran dios, debes sacrificar a alguien cercano a ti en su nombre. Solo así demostrarás tu devoción y serás digno de conocer el secreto detrás de la inmortalidad ─sentenció con total frialdad─. Yo misma me he encargado de adelantarte el trabajo para que se te haga más fácil, así que deberías agradecérmelo.

Las palabras de Kizanshima resonaron en la mente de Kano como un eco oscuro y perturbador. Sacrificar a alguien cercano a él, era un acto que lo llenaba de horror y culpa. Pero también sabía que esta era la única forma de obtener el conocimiento que buscaba y convertirse en alguien poderoso.

Un torbellino de emociones lo envolvió mientras pensaba en su abuelo, la persona que más lo había cuidado y entrenado desde que tenía memoria. Pero también recordó los desgarradores momentos que había vivido bajo su techo; los duros castigos, sus letales comentarios... Todo para imponerle los ideales imperialistas que seguía fielmente.
¿Acaso le servía de algo seguir viviendo bajo sus cadenas? Al fin y al cabo, lo único que estaba haciendo era impedir que avanzara. Sí, gracias a él había aprendido mucho en un pasado, pero si quería fortalecerse más debía tomar esa decisión. El imperio, la familia, el honor... Todo eso eran cosas que no hacían más que atarle. Sin embargo, bajo el yugo de Jashin podría conseguir cosas inimaginables.

Cerró los ojos y inspiró aire, llenando sus pulmones. Se mentalizó para lo que estaba a punto de hacer, mientras una de sus manos se perdía bajo su capa y sacaba un Tanto. Lo empuñó con firmeza, aunque era evidente que sus manos temblaban.

¿¡Te has vuelto loco Kano!? ─gritó el más mayor desesperado─. ¡He dedicado mi vida a entrenarte y cuidarte! ¿¡De verdad me lo vas a pagar así!?

El muchacho se levantó ignorando los gritos y dio un par de pasos para acercarse a él, mirándole desde arriba con bastante tristeza─. Lo siento abuelo, pero no tengo otra opción ─dijo acompañado de un suspiro─. Gracias a ti, me he convertido en un shinobi muy poderoso. He viajado mucho, y he luchado incontables veces en nombre del imperio ─sus ojos se entrecerraron con sus últimas palabras─. Gracias a eso, he descubierto la crueldad que nos rodea a todos. No quería creerlo, pero Jashin tiene razón; la muerte es la única solución. Probablemente ahora mismo no me entiendes... Pero después de esto, por fin tu alma va a poder descansar.

¿¡Pero te estás escuchando!? ¡Te has vuelto loco! ─gritó aún intentando convencer a su nieto, aunque sabía que era inútil─. ¡Lo único que vas a conseguir, es llevar a nuestra familia a la ruina! ¿¡Eso es lo que quieres!?

El Kurama ignoró las réplicas del contrario, y con un movimiento rápido y certero cortó su cuello de lado a lado. Un montón de sangre le salpicó por todo el cuerpo, y vio en primera fila como aquel líquido comenzaba a salir a borbotones de la boca de su abuelo y poco a poco sus ojos se fueron apagando. Finalmente, cayó hacia atrás sin vida.
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El cuerpo inerte de su abuelo yacía en el suelo, la vida abandonándolo rápidamente. Kano se sintió invadido por una mezcla de horror y fascinación, como si estuviera mirando algo que no debería presenciar. Pero a la vez, una extraña satisfacción recorría su ser, sabiendo que había tomado el control de su destino y que ahora era más poderoso que nunca.

Kizanshima sonrió satisfecha ante el despiadado acto de Kano─. Has demostrado tu compromiso y devoción. Ahora, el camino hacia el conocimiento está abierto para ti ─susurró con voz suave y melódica.

El joven Demonio Araña asintió, aún en shock por lo que acababa de hacer─. ¿Qué es lo que debo hacer ahora? ─Preguntó, buscando ansiosamente la prometida inmortalidad que tanto anhelaba.

La misteriosa mujer se acercó a él y colocó una mano en su hombro─. Debes seguir mis instrucciones al pie de la letra. Habrá rituales y pruebas que deberás superar para ser digno de los secretos del Jashinismo ─explicó.

Kano asintió nuevamente, decidido a seguir adelante sin importar las consecuencias. Su mente se había nublado con el poder y el deseo de alcanzar nuevas alturas, y estaba dispuesto a pagar cualquier precio por ello.

En los días que siguieron, Kano se sumergió en los oscuros rituales y prácticas del Jashinismo. Realizó sacrificios y ofrecimientos en nombre del dios oscuro, sintiendo cómo su poder crecía con cada acto. Sin embargo, con cada paso que daba en su camino, Kano se iba alejando cada vez más de su antiguo ser. La oscuridad lo consumía, y el vínculo con su humanidad se desvanecía poco a poco. Sus ojos perdieron su brillo cálido y se tornaron fríos y despiadados.

Al final, cuando Kizanshima creyó que ya estaba listo para convertirse oficialmente en un seguidor del gran dios, le entregó un pequeño vial y le explicó cómo sería su vida a partir de que se lo tomara. Él aceptó sin dudarlo y bebió el contenido de la botellita de un solo trago. A partir de ahí, su destino estaba sellado y no había vuelta atrás.

La leyenda de Tsuchigumo había comenzado.

Este tema ha sido cerrado.

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