El bosque de la muerte nunca ha sido el mejor lugar en el que adentrarse, independientemente de las intenciones de quien se vea obligado a ello. Incluso a plena luz del día, el mero roce del viento en las hojas de sus árboles no produce relajante sonido ambiental que alguien esperaría de un lugar así... El peligro puede percibirse en cada recoveco, en cada segundo de silencio, en el movimiento de cada sombra.
Samuru mira una vez más a su alrededor, comprobando que ninguno de los animales del entorno le esté acechando o siguiendo el rastro, tras lo que continúa saltando entre las ramas de la ruta que le indica el mapa en su túnica. Ha sido enviado a una nueva misión, esta vez de rescate; al recibir el pergamino y leer su contenido esperaba algo mucho más relajado. Por eso cuando le entregaron la localización aproximada en la que, según inteligencia, podría encontrar a los secuestradores, cualquier rastro de tranquilidad desapareció de su rostro. Aquellos hombres, unos secuestradores de mascotas presumiblemente normales, habían optado por ocultarse en el Bosque Prohibido "No debería ocurrirme nada mientras me mantenga en las alturas y no cruce conscientemente ningún territorio peligroso, pero esta gente... ¿En qué están pensando?". Con ese pensamiento en mente y sin poder quitarse de la cabeza la sensación de que hay algo que se escapa de su control el ninja continúa dirigiéndose a su destino.
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En el centro de un descampado aparentemente tranquilo, un pequeño campamento improvisado se mantiene oculto de ojos curiosos gracias a estar rodeado de la nada más absoluta. Se trata del campamento que, según inteligencia, debería pertenecer a los perpetradores del secuestro del felino, y sin embargo Samuru no es capaz de detectar el más mínimo movimiento dentro de los límites de su terreno. Observando con cuidado la escena, comprueba que en el centro se encuentran los restos completamente apagados de una fogata, algo que no es demasiado extraño al considerar que probablemente la hayan encendido por la noche "Pese a todo, tendría que estar muy seguro de mis propias habilidades para encender cualquier tipo de fuego en el bosque prohibido". No tarda demasiado tiempo antes de percibir varias grietas y zonas rasgadas en la tela que compone las tiendas de campaña de aquel lugar; una vez percibido el daño, es imposible ignorar los daños sufridos por algún tipo de combate que muestra el lugar.
Descendiendo con cuidado, el titiritero se adentra en la cabaña más grande. Dentro, se encuentra con lo último que esperaría ver durante aquel rescate, una jaula de bambú de grandes dimensiones que, hasta el momento de la fuga, parecía haber sido usada para contener a algún tipo de bestia. Su rostro se tensa, a la par que sus manos se dirigen inconscientemente a su cintura, hasta encontrarse con los pergaminos usados para portar a sus marionetas. Al mismo tiempo, un leve crujido se escucha en el exterior de la cabaña; algo se está acercando, Samuru cree comprender lo que ha ocurrido en aquel lugar... El terreno destruido en combate, la ausencia total de cuerpos y la ambigüedad usada en la misión a la hora de referirse al "felino"... Pero justo cuando está por llegar a la peor conclusión posible, un suave maullido llama su atención. Bajo los escombros, oculto por un telar, dos ojos le observan atemorizados.
Mientras está sopesando las posibilidades y cómo actuar, un rugido responde desde el exterior.
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